En torno a la minería se han generado poderosos arquetipos de clase y de género. En innumerables ocasiones, la imagen de los mineros se ha ligado a la lucha obrera y ha estado también asociada a una idea de masculinidad. Esta doble dimensión, no exenta de conexiones tanto subliminales como explícitas, ha ocultado a menudo el papel esencial que las mujeres han desempeñado en la construcción de la solidaridad, el sostenimiento de las luchas, la transmisión de la memoria y la defensa de valores; campos de batalla donde el prejuicio ha hecho que, de forma equivocada, fueran vistas como subsidiarias respecto a sus padres, maridos o hijos.
Las figuras de mujeres de cuencas mineras que ejercen como auténticos pilares de la cohesión comunitaria, la resistencia y las reivindicaciones son frecuentes en espacios geográficamente distantes y en contextos históricos también alejados. Si en el día a día, las mujeres resultan fundamentales en el sostenimiento de la vida familiar y las redes sociales, en los momentos de adversidad se convierten en piezas decisivas de la lucha. Y es justamente en estas situaciones cuando los roles tradicionales de género, en apariencia tan firmemente asentados, son puestos en cuestión por la energía y determinación de mujeres que hablan con voz propia y que, apoyándose en una cultura militante y solidaria que comparten con los hombres, adquieren autonomía y se erigen en sujetos sociopolíticos de fuerte personalidad.
Postales de la exposición (PDF)