Epitalamio. A don Felipe Ribero
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Dobla sin susto al yugo sacrosanto,
claro Felipe, el receloso cuello,
mientras el sello a tu futura dicha
pone Himeneo.
5 Mira cuál viene, y de su triunfo ufano
de paz al suelo y de contento inunda,
y tu coyunda en los celestes signos
raudo coloca.
Se alegra en tanto la remota orilla
10 del mar cantabro a la dichosa nueva,
que al punto lleva al venerable anciano
presta la Fama.
Y allí de Europa las erguidas cumbres
oyen los himnos de alabanza y gozo,
15 que el alborozo del vecino pueblo
canta a tu nombre.
De la pobreza y la orfandad escudo
firme te aclama, y de virtud dechado
en el senado que las santas leyes
20 dicta y protege.
Te aclama, y vuela presuroso el eco
de tus loores por la gente ibera,
que alegre espera de tu recta mano
paz y justicia.
25 óyele alegre la amistad, y henchido
de amable risa y de candor el pecho,
tu casto lecho y tus ilustres lares
siembra de flores.
Después al estro abandonada entona,
30 con voz que excede al lírico de Tracia
la amable gracia y celestial modestia
de tu alma esposa.
Y con ardor fatídico predice
paz a la España y general ventura,
35 y tu futura descendencia iguala
con las estrellas.