Apéndice I. Plan para la educación de la nobleza y clases pudientes españolas

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Señor:
Sería ocioso empezar, en cumplimiento de la orden de V.A., por hacer ver cuán necesaria sea la educación de la juventud noble y el triste estado en que está en el día este esencialísimo principio de la felicidad del reino. La misma Real orden lo supone; y al que menos experiencia tenga y menos reflexiones haya hecho, desde luego se le manifiesta ya lo indispensable que es un gobierno monárquico, cuyo apoyo es la nobleza, y a la que confía, casi con exclusión, todo su lustre y subsistencia, que esta misma nobleza se proporcione a desempeñar dignamente tan grandes obligaciones, y ya el abandono en que por desgracia está este primer cuidado.
Presupuesta esta urgencia para tratar de su remedio según las benéficas intenciones de S. M., se ha conferenciado largamente con la circunspección que exigía asunto tan grave. Leyose buena parte de lo mucho que sobre educación y estudio se ha escrito en este siglo por nacionales y extranjeros. Se consultaron los estatutos de establecimientos semejantes que hay en España, principalmente en Vergara, de donde se han logrado repetidos informes, extendiéndose hasta registrar los que tienen más crédito de Italia y Francia. Esto unido a los expedientes que nos ha pasado V. A. de las respuestas de algunas Sociedades Económicas, nos ha suministrado los materiales que creemos bastantes para hablar con el debido fundamento.
Aunque nuestra comisión se ceñía a tratar de un plan para establecer los colegios, empezamos por ventilar si es preferible la educación privada. Según nuestro dictamen, debe ser antepuesta por los padres, que instruidos en la mayor parte de los conocimientos que se den en las clases, tengan todo el tiempo suficiente para vacar a la crianza de sus hijos; o por los poderosos ilustrados que pueden costear un preceptor y los maestros necesarios: pues entonces reconcentradas todas las atenciones en uno solo, estudiado con más particularidad su talento e índole, se puede aprovechar para instruirle de todas las ventajas que presente un entendimiento vivo y despejado: O contemporizar con su cortedad de comprensión, cuanto en las enseñanzas de los colegios es forzoso seguir un paso medio, adecuado para el común y que siempre ha de perjudicar al de demasiado y al de escaso discurso. Además, que por mucho celo que se procure y que se logre en los colegios no se puede comparar con el de un padre ansioso de llenar su deber, que preside a la educación de sus hijos, y que sin perder instante ni coyuntura procura formarlos de todos modos; como que en ello tiene un interés tan íntimo.
Pero como estos casos son tan raros, y mucho más raros entre nosotros actualmente, carece de duda que para la multitud de la nobleza y gentes acomodadas son mucho mejores los colegios. Unos preceptores escogidos y bien dotados que se ocupan únicamente en el grato encargo de criar la juventud; un número crecido de buenos maestros que toma sobre sí el de industriarla; los libros, máquinas y demás utensilios correspondientes; el ejemplo de los compañeros, la emulación recíproca, son medios y ventajas que faltan a un particular. A las que se agregan algunas otras que son particulares a estos establecimientos. Como el amor que engendra una misma crianza en la gente de condición de una provincia: las sólidas amistades que se cimentan, que tanto pueden servir al individuo y al Estado en lo sucesivo, y varias otras que serán obvias a cualquiera que lo medite con atención.
Decidido lo conveniente de los colegios, circunstancias de estos edificios, atenciones de sus directores, cargos de los maestros, calidades de los alumnos y su crianza moral y física, se trató de la instrucción que en ellos se les debía proporcionar. Y atendida la edad de los que deben habitarlos, que su inclinación y las de sus familias, en orden a la carrera a que se deben destinar, no es tiempo de estar fundadamente determinada, se conoció desde luego que ninguna facultad mayor, ni ninguna ciencia natural debía considerarse como fin primario de la enseñanza. Y que el único cuidado debía ser disponer a los jóvenes con aquellos conocimientos preliminares que se necesitan indispensablemente para todas: y cuya falta desluce a sujetos eminentes en alguna. Que el objeto de esta educación pública debía ser conducir a los jóvenes por aquel camino común a todos, que hay antes de abrazar cualquier estado; y que debe ser general en todo caballero y todo estudioso. Cuales son, después de las habilidades propias de su clase, tener formado el gusto, estar enseñado a estudiar, práctico en los raciocinios y seguro en el método. Que es cuanto juiciosamente puede apetecerse, si a los diez y ocho años, que es la edad de salir del seminario, se encuentra un joven apto para entregarse enteramente a los estudios mayores de la carrera a que se dedique, adquiridas nociones fundadas de cuantas tienen enlace con ellas y con sus circunstancias.
Por estas consideraciones no nos ha parecido digno de seguir el ejemplo de algunos seminarios de establecer un curso completo de matemáticas. Conocemos las grandes utilidades de este importantísimo estudio, cuán de primera necesidad es en muchas carreras de las que convienen a un noble; pero con todo, creemos que un curso completo de matemáticas no debe entrar en el plan general de la educación de la juventud. Aunque en todos los cuerpos militares sean precisas las matemáticas, cada uno tiene ramos que le son privativos; y la hidrodinámica que tanto importa a un oficial de marina, no merece el conato de un oficial de artillería; ni ambos deben entregarse a la arquitectura militar como un ingeniero. Estos cuerpos facultativos tienen sus academias en donde, desde los primeros tratados, empiezan a dirigir la matemática a aquella aplicación con que han de emplearla, con una justa economía que no se pudiera observar en los colegios, y si en ellos se dedicaran los jóvenes a lo que pueden aprender con más método cuando se alisten en el servicio, se hallarían faltos de muchos estudios esenciales también. Y que no pudiendo adquirirlos entonces, lo hubieran logrado con la mayor facilidad en los seminarios. Razones que militan en todas las ciencias físico-matemáticas.
Aún los tratados sublimes de la matemática pura no se han comprendido en la enseñanza; porque las secciones cónicas, ni el cálculo infinitesimal, ni aun el álgebra, pueden ser de provecho alguno al que se entregue en lo sucesivo a las humanidades, al que se dedique a la jurisprudencia, al que se consagre a la teología. Y como el eje sobre que gira todo este Plan es proporcionar una crianza a la juventud ilustre que, al salir del colegio para cualquier carrera, nada tenga que olvidar ni descuidar de lo que se le ha enseñado, solo se han escogido de la matemática pura aquellos tratados que se echan menos en todo género de condiciones: que ayudan a formar la razón, a dirigir el entendimiento y son de un uso continuo en las operaciones humanas, cuales son un tratado, el más completo, de aritmética, con todos sus cálculos, sus demostraciones y aplicaciones a los encargos civiles; un tratado de geometría elemental de las líneas, superficies y sólidos; un compendio de trigonometría rectilínea; y un tratado de geometría práctica. Estos conocimientos que son necesarios a todo hombre en todas situaciones, con las nociones de esfera, geografía y física, que se dirán después, serán los únicos ramos de las ciencias exactas que con solidez se enseñarán en los seminarios; pero como la geografía es tan necesaria en todos estados, se ha atendido a enseñarla con más amplitud.
Las mismas miras se han considerado en el estudio de las lenguas. La nativa, con cuanta perfección se pueda; la latina, porque sin ella nada es posible adelantar; y la francesa e italiana, tan introducidas en la sociedad y que tanto contribuyen para formar el gusto, y por la conexión que tienen su historia y literatura con nuestra literatura y nuestra historia. Como ninguna de estas razones milita con el inglés y otros idiomas, que aunque muy provechosos para ciertas profesiones, no tienen una relación general, quedan omitidos.
También queda el griego, aunque conocemos que sin esta lengua sabia no llegarán a consumarse en sus recíprocas tareas, no solo el humanista, el jurisperito, el teólogo; pero ni aun el matemático, porque en ella están escritos imprescindibles fundamentos de todas estas facultades; siendo los que deben emprender su difícil adquisición los que aspiren a perfeccionarse en estos ramos, que siempre son muy pocos, se ha dejado en consideración al mayor número; aunque ponderando su utilidad para que le adquieran al salir del Colegio, que aún están en edad muy adecuada, los que haciendo su única ocupación del estudio, le necesitan indispensablemente.
Después de muchas meditaciones nos ha parecido seguir el dictamen de algunos metodistas modernos que aconsejan se dé la lógica antes que otro algún tratado de enseñanza; pues tanto ayuda este para la inteligencia de cuantos le sigan. Creyendo nosotros muy equivocado el parecer de los que llevan que en la primera edad solo se puede contar con la memoria de los niños. Por esto desde su entrada en el seminario, el primer estudio sólido a que se le dedica, es a la primera parte de la lógica, que así denominamos a la que trata sumariamente de las tres operaciones del entendimiento o primeros análisis de este, para mostrarles los pasos que han antecedido a cualquier discurso y abrirles este camino seguro a cuantos oigan o formen. Con esto se logra que su primera ocupación no sea la esterilidad de los preceptos gramaticales, que no dando de sí jugo alguno y no pudiéndose aplicar después de largo tiempo, o tienen en una inacción perjudicial el talento de los muchachos; o si quieren contraerle, se hastían de la sequedad de lo que aprenden: y este principio suele ocasionar que no continúen, juzgando por su amargor que los estudios nunca pueden ser agradables.
Después de estos primeros raciocinios adecuados a la capacidad de los jóvenes, se les enseña la gramática general, aplicándola en todas sus partes a la lengua nativa; porque conviene poseer esta con la posible perfección, pues a ella se han referido cuantas después se adquieran; y porque es mucho más fácil y metódico aprender las reglas gramaticales en el idioma que la costumbre ha hecho entender que en otro extraño, en que hay la doble tarea (harto fatigosa para un niño) de comprender la lengua y la gramática, que son dos cosas muy diversas.
Adquiridas las reglas de formar un simple discurso y todos los preceptos del idioma nativo y ya con más edad, se les acaba de formar la razón con la segunda parte de la lógica, que comprende todos los modos con que se puede formar un raciocinio completo, infiriendo consecuencias legítimas, y conocer la falsedad de las que no se deduzcan con precisión; enseñando a desvanecer los sofismas, a formar los argumentos, a analizarlos, a reducirlos y lo demás que se advertirá cuando se explique el modo de enseñar los tratados y los autores elegidos.
Y como jamás se conseguirá perfeccionar el juicio sin hacerle adquirir la precisión y método geométrico, se ha unido la geometría elemental a esta época, por lo que se auxilian recíprocamente y porque una sin otra no lograrán el fin por más que no lo juzguen así los que maduramente no lo han reflexionado.
Estas son las únicas variedades de alguna consideración que contiene este Plan y de que se ha debido dar razón de antemano, pues en todo se ha procurado huir los medios extraordinarios y los proyectos demasiadamente extensos, que aunque asequibles a uno u otro talento privilegiado, así que se aplican a la muchedumbre quedan quiméricos.
Supuestas estas advertencias, los capítulos siguientes contendrán nuestro Plan en todas sus partes.
C. I.—Jefes del seminario.
C. II.—Circunstancias del edificio.
C. III.—Directores de sala.
C. IV.—Maestros de las clases.
C. V.—Calidades de los seminaristas.
C. VI.—Su crianza moral.
C. VII.—Su crianza física.
C. VIII.—Policía de somedor.
C. IX.—Juegos y recreaciones.
C. X.—Correcciones y castigos.
C. XI.—Funciones públicas.
C. XII.—Distribución total de horas.
C. XIII.—Domingos y días festivos.
C. XIV.—Tratados de que ha de constar la educación literaria.
C. XV.—Distribución de estos tratados en cinco épocas.
C. XVI.—Distribución de los días de labor en estas épocas.
C. XVII.—Autores elegidos y advertencia sobre su enseñanza.
C. XVIII.—Dibujo y habilidades.
C. XIX.—Exámenes.
C. XX.—Conclusión.
CAPÍTULO I
Jefes del seminario
El celo con que la Sociedad Vascongada ha desempeñado la dirección de su Seminario Patriótico y los sazonados frutos de esta casa de educación, mueven a que se crea muy conveniente y propio fiar el gobierno de los seminarios de la nobleza a las respectivas Sociedades de las capitales de las provincias.
El director de la Sociedad y una junta de otros tres socios, de cuyo número se procurará sea uno de ellos canónigo o eclesiástico condecorado, con otros dos caballeros particulares del pueblo que se juzguen oportunos para tan ardua y seria comisión, y que la abracen espontáneamente, serán los que entiendan en todo el gobierno del seminario. Tomarán sus cuentas totales, arreglarán el por mayor de sus gastos, concederán la entrada o tratarán de despedir a los seminaristas. Y hechos cargo de este Plan, o del que aprobare la superioridad, serán los que escojan el edificio, le preparen, reciban y aprueben a los directores de sala, examinen a los maestros de clase y demás dependientes, arreglen, según las provincias, las dotaciones que deben gozar, y esta junta, a la que comunique sus órdenes, en cuanto concierna al seminario, el gobierno.
Es inútil acordar a la clase de sujetos de que se ha de componer esta junta de dirección las grandes obligaciones en que se constituye: cuán importantes sus frecuentes visitas; que presencien todas las distribuciones, sin preceder aviso, para ver si los maestros en las clases, o los directores de la sala, en el régimen interior, observan lo dispuesto. Lo interesante que será que su ejemplo sea una lección de las más eficaces para los jóvenes; que alguna vez se presenten a acompañarles en su mesa y en las clases o clase en que tenga inteligencia el socio que hace estas visitas con el fin de celar la conducta de los directores, de animar a los discípulos y de poder tomar por sí mismos las noticias que después llevará cada uno a la junta. La cual se congregará todos los meses para inspeccionar el estado del seminario, reformar abusos, y dar las providencias que se requieran para mantenerlo en un estado floreciente.
Como además de esta junta es necesario un director estable, que nunca desampare el colegio, que sea el jefe de la casa, que comunique a los demás las disposiciones de la junta, vigile sobre su observancia y sobre el cumplimiento de toda la distribución diaria, y que siendo el primer responsable, dé cuenta de todo, se elegirá con estas miras un director, a quien además de la dotación que se señale, se le dará vivienda preferente en el colegio y cuya obligación se ciña a celar se cumpla la ordenanza en todas sus partes. Presidirá los actos de comunidad como capilla y comedor: visitará cuando le parezca y aunque con mucha frecuencia, sin turno prescrito, las salas y las clases a toda hora: y lo mismo las demás oficinas de la casa, recibirá y aprobará las cuentas de todos los dependientes, y aun mudará los criados que falten a su obligación, dando cuenta de sus operaciones solo a la junta, de la que también será individuo.
Como a este director no le está encargada enseñanza alguna, parece será muy oportuno buscar para este empleo un militar graduado, de cierta edad, que no siga ya el servicio, y que sea soltero; porque de otro modo no pudiera dedicarse enteramente a este encargo. Ninguna comisión de mayor confianza ni de más honor se le puede proporcionar. Y como al paso que de decoro se le une tranquilidad y otros auxilios que no trae consigo por lo común la carrera de las armas pudiéndose añadir a este destino para su mayor lustre, que sea con real aprobación y nombramiento por el Estado; no hay duda que se encontrarán muchos sujetos con las calidades que se requieren, y que el seminario ganará mucho con esta clase de jefes; ya porque da el inmediato y continuo cuidado de la nobleza a un noble acostumbrado a portarse como tal, ya por el respeto que de todos se concilia un director de estas circunstancias, y ya porque un militar antiguo ha hecho hábito de la exactitud y disciplina, y está enseñado a obedecer y hacerse obedecer con puntualidad y firmeza.
CAPÍTULO II
Circunstancias del edificio
La casa del seminario será lo más capaz posible, siendo indispensable que aunque cada clase tenga una sala común, haya de tener cada seminarista su alcoba separada.
El sitio muy ventilado, para lo que contribuirá que no se sitúen en el centro de los pueblos, lográndose así la ventaja que para los paseos diarios esté inmediato el campo. Y en lo más ventilado los dormitorios y el comedor, huyendo de toda humedad, y será muy bueno tuviese una ventanita cada alcoba. Habrá sala destinada para enfermería; y en la casa que haya abundancia de agua y un huerto o jardín espacioso donde se proporcione una alberca o estanque dilatado, capaz de nadar en él algunas personas.
Los adornos del edificio ya se expresarán en las clases, donde deben hacer parte de la enseñanza que se dé en ellas. Los particulares de la alcoba de cada seminarista se reducirán a un crucifijo u otra imagen del Salvador, su cama, una silla, su cofre y una papelera con su mesita para guardar libros y papeles: todo uniforme según se establezca en cada colegio.
En cada uno habrá su biblioteca para el uso de los maestros: y procurará la junta de dirección sea lo más numerosa y oportuna al instituto que sea dable.
También habrá una decente capilla. Para distinguir las clases y encima de las puertas de las salas y en otros parajes públicos del seminario, será conveniente escribir algunas sentencias enérgicas cuanto claras y cortas, que contengan verdades primeras y acomoden al sitio en que estén colocadas, siguiendo el ejemplo del colegio militar que hubo en Ocaña, de las que se podrán aprovechar las que no son puramente militares.
CAPÍTULO III
Obligaciones de los cinco directores de la sala
Además del director principal tendrá el suyo cada una de las cinco salas, que solo cuide de los seminaristas de ellas. Nunca ha de separárseles sino en las horas de clase, que entonces podrán vacuar sus negocios privados; debiendo hallarse en el seminario puntualmente para recoger dentro de las mismas clases a sus educandos; y para evitar que estos jamás queden solos, será el director el que los conduzca para entregarlos al maestro, esperándole si por casualidad (que no deberá ser frecuente) no está en la clase. Y el maestro, aunque haya concluido su hora de enseñanza y la lección, no dejará su clase ni sus discípulos hasta que llegue el director de sala, si acaso tardare algún rato; lo cual se procurará que tampoco sea frecuente. Al tiempo de esta entrega dirá el maestro al director, cómo ha cumplido cada seminarista y se pondrán de acuerdo en lo que deba insistir que repasen o empleen el tiempo de estudio preparatorio.
Como los directores de sala son los primeros órganos de la crianza moral y física de los alumnos, la junta de dirección ha de poner un exquisito cuidado en la elección de estos sujetos informándose escrupulosamente de su probidad, buena crianza y costumbres; y velando sobre la conducta, una vez admitidos. Que no sean iracundos, ni de genio muy vivaces, ni de un carácter crudo y entero: pues esto se opone diametralmente a la flexibilidad y dulzura con que es preciso tratar a los niños para no llevarlos al bien por medio del terror sino con el cariño y la confianza. Por regla general no son a propósito para este encargo ni los demasiadamente jóvenes, ni tampoco los de una edad avanzada; por lo que convendrá que los que los obtengan sean atendidos en cumpliendo el número de años que se determinare.
Los directores de las dos primeras salas serán sacerdotes, porque les ha de estar anejo el cuidado de instruir a los niños en el estudio y prácticas de la religión, encargo inalienable de este estado.
Los tres siguientes serán seglares en quienes concurran las calidades necesarias, y que no sean casados. Solo porque siéndolo, no se pueden dedicar enteramente y sin distracción al cuidado de su sala. Y si en algún militar retirado concurren todos los demás requisitos, lejos de ser un impedimento, le servirá de recomendación en su carrera.
El director de la última sala ha de ser precisamente francés, porque esta es la época destinada al uso continuo de este dialecto; y solo un nacional puede poseer la propiedad de frases y finura de acento que requieren su posesión y manejo.
Entre estos directores se repartirán algunas enseñanzas que no se den en las clases, como en los primeros el catecismo, libros de Biblia e historia de la religión, alternando entre los dos el cuidado de decir la misa al seminario y entre los demás los elementos de la historia universal y cronología, la historia de España y las nociones de derecho público y de gentes, con la idea de la legislación nacional según se irán repitiendo en las épocas y se dirá más adelante. Esto por economizar al seminario el enorme gasto de un maestro para cada ramo. Así los directores de las salas para lograr serlo, además de las condiciones generales que se requieren en todos, han de hacer constar están instruidos en grado suficiente de lo que deben enseñar a los jóvenes.
En encargo de estos directores es estar siempre al lado de ellos para que cumplan todos su deber, haciéndose amar, manteniendo su superioridad no con rigor y a fuerza de reprensiones, sino con afabilidad para hacerse el primer amigo de cada uno de los seminaristas y merecerles su intimidad. Establecidos seminarios en cada provincia y dividido cada uno en cinco grupos, no pueden ser tantos los que toquen a cada director, que si se aplica, como debe, a educarlos no logren conocer sus índoles, su carácter particular, y lo que es preciso aplicarse a corregir a fomentar en cada uno. Dando parte de sus observaciones sobre cada joven al director de la sala donde este pase, así que salga de la suya para que le sirva de aviso y sepa cómo debe dirigirle.
Los cuartos de cada director estarán en su respectiva sala, comerá con los de ella en su mesa y a solo ellos y de ningún modo a otros más, dirigirá sus atenciones.
Estos cuartos, las camas, y lo mismo los asientos de los maestros en las clases, se procurará uniformarlos en todo lo posible con los demás seminaristas, por el perjuicio que ocasionaría que estos viesen, como se dirá en su lugar, que la cama y asiento se les da, no blando, y que sus maestros y directores lo usan de otro modo; pues entonces es natural les incomode las que tengan, se preparen a mudar de método cuanto les sea fácil, y se pierde en esta y otras cosas semejantes, que todas son con más o menos graduación convenientes, el fruto de la enseñanza. Los directores y maestros han de ir preparados a seguir de buena voluntad el modo de vivir que se les prescribe y en la inteligencia de que la lección más activa y eficaz para el muchacho, que es un animal de imitación, es el ejemplo vivo y continuo, dado sin prevenciones ni aparato.
Tendrán los directores, como se ha dicho, para vacar a sus negocios particulares las horas de clase de mañana y tarde; y cada quince días uno entero, desde que los seminaristas entren a misa hasta que entren en su sala de noche, turnando todos los directores entre sí en esta libertad, e instruyendo al que haga sus veces aquel día de la distribución que les corresponde.
Para suplir estos días, que siendo cinco los directores son diez al mes, y para guardar al principal en el gobierno económico del seminario, habrá un segundo director o ecónomo que presidirá en ausencia del primero los actos de comunidad, cuidará de la biblioteca, y se aprovechará especialmente en estos en que tiene a su cargo las salas, para informarse con cautela y cordura de cuanto convenga relativo a la conducta de los seminaristas y directores; dando cuenta al principal para que lo deje completamente instruido de cuanto ocurra. Los días que no supla por los directores y que esté el primero en casa podrá ocuparse este segundo en sus negocios propios.
CAPÍTULO IV
Maestros de las salas
Según la educación literaria que se expresará en su lugar, el seminario no puede dejar de tener doce maestros de fuera. Estos repartirán entre sí las enseñanzas de las clases y combinando las horas tendrán dos clases de día. Será el uno de primeras letras y gramática castellana; otro de la latina y filosofía moral; otro de lengua italiana y francesa; otro para las lecciones de comercio, aritmética, política y economía; dos que dividan entre sí los elementos de matemáticas y ciencias exactas; dos de retórica y poética latina y castellana; uno de dibujo y de bellas artes; otro de baile; y otro de esgrima. La junta de dirección nombrará estos maestros, tomando antes los informes y practicando cuantas diligencias estime conducentes, tanto para averiguar su habilidad respectiva, como su conducta. Ninguno vivirá en el colegio y como por ahora y hasta que se conozcan otros mejores, se les señala en la educación literaria los tratados que deben dar y el modo de darlos, solo hay aquí que advertir que no tratarán con sus discípulos más que en las horas de clase, ciñéndose escrupulosamente a materia de su magisterio y cátedra.
CAPÍTULO V
Calidades de los seminaristas
Los niños que queden aprobados por el director y la junta encargada de esto para entrar en el seminario han de tener precisamente ocho años, no habiendo tolerancia para la menor edad, ni dispensándoles por ningún pretexto más que un año de exceso.
Aunque los padres y parientes sean árbitros de sacarles cuando les acomode, no podrán ser admitidos de nuevo en el seminario por los males que esto traería consigo con relación de los demás.
El plan de educación no se podrá alterar a favor de algún seminarista, y todos deben tener una misma instrucción, sin omitir ramo alguno, ni anteponerle ni posponerle, por la perturbación que estos cuidados particulares acarrearían. Todo lo propuesto se cree absolutamente necesario, y el que quiera dar otra educación que le parezca más completa, oportuna o metódica que la que presenta la nación, puede proporcionársela privativamente al joven que tenga a su cuidado.
Ya admitido el alumno, los tres primeros días estará exento de las funciones de seminarista y comerá al lado de uno de los directores, a fin de acostumbrarle poco a poco al régimen del colegio y tomar alguna idea de su índole y talento.
El que a los tres exámenes, que son de seis en seis meses, no esté capaz de pasar a la clase en que se halle, procediendo con rigurosa justicia, será recogido sin interpretación alguna por su familia. Y lo mismo si habiéndose detenido tres exámenes en una clase no pasare a los dos a la inmediata; pues, además de que esto denotará que necesita de un esmero especial para él, estas demoras alterarían dos puntos notables propuestos en este plan: 1.º, que los de una clase sean casi de una edad, por lo que perjudica el trato de los adultos, que ya tienen otra extensión de ideas y otra penetración a la inocencia de los niños; y 2.º, porque estando los servicios corporales y las artes de instrucción distribuidas por edades y clases, ocasionaría un trastorno gravoso al seminarista que no siguiese con corta diferencia el paso común de los demás.
También será expelido el joven tan extremadamente travieso, incorregible y de perversas inclinaciones que su trato pueda ocasionar notable perjuicio a los otros; pero en esta calificación se ha de proceder con mucho tiento; y no tocar a este extremo hasta haber apurado todos los medios posibles de reducirle; siendo rarísimo el niño de la edad y circunstancias de los que han de componer el seminario en quien sea preciso usar tal rigor. Si no obstante el descuido de sus familiares en sus primeros años le han dejado adquirir vicios y arraigarse en los que no se puedan disimular, se usará de este modo.
CAPÍTULO VI
Crianza moral
Apenas han salido los seminaristas de la primera sala, la instrucción que se les proporciona es la de una moral cual corresponde a un cristiano de sus circunstancias; oportunamente expresamos los fundamentos de esta antelación; pero la práctica en aquellas lecciones toca privativamente a los directores interiores; y estas son tan importantes que no se necesita de recomendarlas; tampoco la circunspección con que el ejercicio de algunas virtudes no se ha de llevar a extremo en que dejan de serlo. La afabilidad con sus inferiores, la amistad con sus iguales, son de las primeras que deben poner en ejecución. Pero los directores han de cuidar que la afabilidad con los criados de sala y demás dependientes interiores no degenere en una familiaridad que no les corresponda, y han de vigilar mucho más, en que la amistad entre los seminaristas no se estreche a un punto que pueda ocasionar gravísimos perjuicios; no se permitirá vayan siempre dos unidos en el paseo, que se sienten siempre juntos en la mesa o en la clase. Y como el mejor modo de corregir un inconveniente es evitarle, será el orden establecido que siempre se vaya turnando para evitar los funestos desórdenes que de aquella demasiada intimidad suelen originarse, y cuales advertencias tendrán los directores con los demás preceptos de moral que deben contenerse en un justo medio, sin dejar de poner todo su conato, en que no hay la menor indulgencia con los que no tienen este peligro. La verdad, por ejemplo, jamás le será bastantemente recomendada; ni debe haber el menor disimulo si se le coge en alguna mentira; ya en ponerles de manifiesto lo horrible de este vicio y ya no perdonando nunca el castigo que le esté impuesto.
Como la experiencia propia es la lección más eficaz, el modo de que se apiaden de los infelices y que su conmiseración les mueva al socorro, será hacer que visiten alguna vez los hospitales y cárceles, haciendo el director que se acerquen a los enfermos y los consuelen y que los mayores los asistan. Estas importantes funciones se harán por las clases y cuando alguno esté en la enfermería, los demás compañeros de aquella clase turnarán en su cuidado y le acompañarán y servirán todo el tiempo destinado al paseo y recreaciones.
El especial cuidado de los directores se esmerará en el cumplimiento de las prácticas religiosas que se les han impuesto. En sus conversaciones y mucho más con su ejemplo inspirarán el amor a la religión, que se penetren de sus inefables verdades: que apetezcan ellos mismos sus ejercicios piadosos; haráseles conocer: nada valen practicados con frialdad o indiferencia, y lo mucho que sirven y pueden, practicados con la modestia, recogimiento y devoción que requieren. Comulgarán a juicio de los directores los que tengan edad y disposición para ello, no precisamente en un día determinado, sino en los de los Misterios del Señor, festividades de la Virgen, día del patrono de la ciudad, del rey, etc. Esto por clases y en diferentes iglesias. Como la primera comunión es la acción más importante de la vida del cristiano, es inútil advertir a los directores, que se suponen de la virtud y luces competentes, el cuidado que deben poner en el desempeño de estas funciones las más sagradas de su ministerio, que antes de este día ninguna preparación está de más, y después de esta comunión y las sucesivas, las atenciones que deben poner en dar gracias. Pareciendo solo advertirles que no es conveniente precisar a que se den de rodillas; pues a veces esta sujeción no trae utilidades. Con estos saludables avisos conocerán los seminaristas que no hay virtudes sin las virtudes de la religión: que practicadas estas exactamente, lo están cuantas constituyen un verdadero hombre, fin de toda la educación que se procura en los colegios.
CAPÍTULO VII
Crianza física
Sería muy útil que se hiciese común entre los padres el precioso libro sobre la crianza física de los niños de Mr. Ballixerd, ciudadano de Ginebra, ya traducido al castellano, el cual toma este importante punto desde sus principios. Este libro, el de Tratado de la crianza física de los Filanchieri, la de Rousseau en su Emilio, y Locke, deben tener presente los directores para adaptarla en lo posible. Además las advertencias siguientes que están sacadas de ellos y de otros que han escrito de lo mismo, omitiendo por no dilatarse demasiado, las razones sólidas y convincentes en que se fundan cada uno de estos resultados.
Para que los seminaristas gocen de una salud vigorosa y se críen robustos y ágiles es menester atender en su crianza física a estos objetos. Proporciones locales del seminario y distribución de este edificio, de que ya se ha tratado; método y distribución del día, ejercicios corporales, alimentos, vestidos y aseo de los seminaristas.
En la distribución del día ya se ha atendido a que no estén mucho tiempo en una misma ocupación, cosa que tanto disgusta y daña a los niños; a que tengan las horas de sueño competentes; ejercicio diario; ratos de recreación y de desahogo precisos en su edad. Todo esto se expresará adelante en su lugar oportuno; aquí solo toca advertir que se les procurará despertar sin violencia y acostumbrarlos a que duerman sobre el lado derecho; a que incorporados en la cama estiren y sacudan sus brazos. Apenas se hayan vestido, sin recoger la ropa del lecho, abrirán en toda estación la ventana para que se ventile el cuarto y el camarero lo alzará en tanto que están en las clases.
Irán a lavarse después de levantados y lo mismo antes de la comida, y después de ella las dentaduras con agua templada y no limpiarlas con otra cosa que palillos de madera esponjosa o viznaga. Si a alguno se le empezare a dañar o la tuviese demasiado sucia, de modo que no baste este enjuague, se cuidará de ponérsela en buen estado. En invierno se lavarán los pies y piernas al menos una vez por semana; en verano no es preciso respecto a que se han de bañar diariamente.
En las clases de estudios y dibujo y en el comedor no se les puede dispensar el que estén sentados, aunque será precisamente en banco de asiento liso, pero en toda otra ocasión estarán en pie y aun para las horas de estudio que se les destina en su sala se les hará las mesas particulares de cada uno, de modo que no los permita estar sentados y tampoco tendrán silla en estas papeleras.
Rarísima vez se les dejará arrimarse a chimenea o brasero; y esto solo en las provincias septentrionales, en los fríos excesivos, siendo muy provechoso para criarles robustos habituarlos a sufrirlo. De los ejercicios corporales se tratará en el capítulo de Juegos y recreaciones.
Los alimentos se les darán cuatro veces al día, sirviendo de almuerzo las frutas del tiempo y de ningún modo el chocolate cuyo uso quedará desterrado enteramente del seminario para los que disfruten buena salud.
La comida será una buena olla, un plato de entrada y los postres, variando este plato los más de los días y procurando sea más delicado y de aves las fiestas, por lo que se dirá después en el capítulo del Comedor.
La merienda será también de frutas del tiempo y la cena de una ensalada cruda, un plato de carne y sus correspondientes postres.
En todos los condimentos se evitarán todo lo posible las especerías ni las salsas muy compuestas, debiendo ser preferible el asado, aunque no continuo, por el preciso fastidio que ocasionaría y por lo que conviene no habituar ni a los niños ni a sus estómagos a unas mismas y medidas operaciones.
Nunca que la quieran se les negará el agua, a menos de un exceso que se note en alguno que pueda causarle enfermedad. Pero esta sería la única bebida permitida a los niños, a excepción de aquellas provincias donde una experiencia constante ha enseñado es indispensable el uso del vino en todas edades. Entonces se permitirá este con la prudente moderación, procurando sea bueno, no compuesto, y que se agüe para beberle. Toda otra bebida fuerte y preparada y el café no se usará por ningún pretexto en la vida común del seminario.
Tampoco se les dará el pan tierno y aunque se procurará que esté bien amasado tendrá un día de asiento.
El vestido será todo uniforme, sin variación alguna a favor de nadie, procurando la modestia, sin que degenere en extremo. Los habrá de dos modos: uno que dure hasta los doce años y el otro en adelante. El primero a la holandesa o antigua española, muy holgado y sin sujeción, continuando el calzón hasta el zapato, en donde tendrá dos o tres botones, con lo que se ahorra en estas épocas el gasto de medias y se consigue, que es más esencial, vayan los niños sin las perjudiciales ligaduras encima y debajo de las rodillas. Por lo mismo no tendrán en las camisas cuellos, sino la especie de valona que se usa en esta vestidura. Los puños de las mangas tendrán jareta; los zapatos de estas dos épocas sin tacón alguno ni hebilla, sino unos lazos o botones al lado. El pelo, mientras dure este modo de vestir, irá como igualmente lo llevan los que así se visten, esto es, cortado, dejando una coleta muy corta para detrás que irá siempre suelta y unas guedejas sobre la frente; ya porque esta sencillez sienta muy bien y guarda analogía con el vestido; ya porque así se fortalece el pelo y no se enfermiza ni se quiebra con el atado; y ya por la grandísima facilidad que deja para tener limpias las cabezas, que tanto importa, contemporizando con la repugnancia que cuesta a los niños tolerar un largo peinado.
El vestido de los mayores seguirá la hechura común, procurando hacerle con todo el aire y perfección que lleve la moda sensata del tiempo. De ordinario traerán una casaca y chaleco y para los días festivos y que tengan que presentarse usarán de espada. Estas y las hebillas serán de plata, no tanto porque es lo más barato, no habiendo que renovarlas de tiempo en tiempo, como por lo más fácil que es cuidarlas, y para esto contribuirá lo liso de su hechura, aunque no se omitirá en ellas la buena forma y elegancia y que sean todas uniformes. También lo será el peinado que lo usará con este segundo vestido. Pero atendiendo a proporcionar el precioso aseo de la cabeza, y aun el que pueda hacerse mejor todos llevarán el pelo cortado por delante en la figura que parezca más graciosa y sencilla; compuesto y con pomada y polvos para su conservación, aseo y decencia. El atado no será coleta, porque siendo esta una especie de distintivo militar no debe haber en los colegios ninguno de estos signos, que insensiblemente y sin fundamento incline al seminarista a una carrera más que a otra.
A los que empiezan a tener barbas se acostumbrará a que se afeiten a sí mismos, por lo que les importará en lo sucesivo.
Sus camas solo tendrán un colchón y una almohada, aquel duro y esta no muy poblada de lana y sería mucho mejor que no se habituasen a usarla. Como cada uno debe tener su alcoba, no hay que practicar la nociva costumbre de camas colgadas, ni esta ni la ropa que se pongan se calentará nunca de antemano.
Y como tanto contribuye el aseo para la buena crianza y para la salud irán prevenidos de ropa blanca, de modo que muden sus camisas y vestiduras tres veces en semana, la de mesa dos, y la de cama una; pues lavándose con frecuencia en los seminarios no puede causar gran prevención ni gasto a las familias este que es muy esencial cuidado.
CAPÍTULO VIII
Plática del comedor
Cada sala comerá en mesa separada con su director, quien tendrá particular atención en que sus educandos tengan el mejor modo, corrigiéndoles cualquier descuido y enseñándoles con su ejemplo la mayor propiedad y finura. Por turno servirá uno a los compañeros, habituándose a hacerlo con desembarazo y primor. Para esto en los días en que el principio sea de ave u otra especie de caza, que se les servirá entera, se les acostumbrará a todos a que sepan dividirla con arte y partirla entre los más posibles. Se les dejará una moderada libertad para hablar cada uno con sus compañeros de mesa de cuanto se les ofrezca; no excusándose el director a alternar amigablemente y aun suscitar conversaciones, sin corregir entonces otros defectos que los de la mesa pues una justa alegría debe reinar en este acto, haciendo pausa a todas las tareas y ocupaciones, por lo que contribuye para la buena salud de los seminaristas el no amargarles cuando toman los alimentos. Y porque los enseña y acostumbra para en adelante a dar, mientras se juntan a comer en sociedad las familias, una tregua a los quehaceres de su estado.
Por semanas puede alternarse con la conversación la lectura. Siempre será en castellano para que la entiendan todos y libros agradables y de instrucción de nuestros historiadores, críticos y poetas. De este modo se puede que oigan algunas obras como el Teatro de Feijoo y otras semejantes. Nunca se interrumpirá la lección de comida y cena hasta concluir un discurso o la obra emprendida para que se oiga entera; pero nunca se continuarán dos obras para que no fastidien. Por lo mismo podrá ser lectura muy útil los libros de chistes, como el Deleite de la discreción y otras colecciones semejantes (que se revisarán de antemano para omitir lo que no convenga), pues aunque frívolos los más, son muy oportunos para excitar la risa; y esta y la alegría que ocasionan son sumamente provechosas a los jóvenes, siendo esencial atención de los maestros mantenerlos en ella en cuanto sea dable.
CAPÍTULO IX
Juegos y recreaciones
Los juegos serán los de pelota, brochas, trucos y demás corporales de agilidad, con tal que no sean indecentes, arriesgados o improporcionados a la fuerza de los seminaristas. Como estos ejercicios son tan provechosos y su agitación tan necesaria, no se les negará se dediquen a ellos, a más de las habilidades del baile y esgrima y el uso de nadar y montar que también contribuye a lo mismo. Que tengan cuantas recreaciones honestas apetezcan según las edades; evitando solo las que fatigan demasiado y entorpecen el tacto. En las horas de paseo, cuando estén en el campo, se les dará entera libertad y se les aprobará el que corran, incitándoles a ello, aunque sea en terrenos arenosos o quebrados, haciendo que se disputen a llegar primero en la carrera a un término señalado y que los grandes suban a los árboles. Es inútil advertir que se debe evitar la demasía en todo esto; entonces de útil pasará a muy perjudicial. Ni el que se hagan estos ejercicios corporales en sitios donde no resulte daño a tercero.
En los seminaristas de nono y décimo año que ya tienen edad de 17 y 18, se destinarán dos días por semana para que en una sala del seminario tengan su sociedad urbana de noche, en que se traten entre sí y se vayan acostumbrando a los usos de las que deben frecuentar. Se procurará proporcionarlas en los días de correo para leer las gacetas y papeles públicos, y se les dará libertad para que reflexionen sobre su contenido. Se les permitirá puedan formar partidas de aquellos juegos que son frecuentes en las tertulias, como ajedrez, damas, chaquete y también los carteados de baraja; y se tendrá un exquisito cuidado en que se convenzan de lo feo e impropio que es en la gente de educación, no solo no jugar con el desinterés y limpieza que es natural a los hombres de modo y de que ninguno se aparta, sino la terquedad en la disputa, el desabrimiento cuando no favorece la fortuna, el excesivo contento cuando se gana, el apurar al que pierde con chanzas continuas, aunque no sean indiscretas; que se debe jugar con cierta dignidad, pero sin darle demasiada importancia a una ocupación que nunca pudo ser otra cosa que un entretenimiento y desahogo a las tareas serias y fatigosas del día. Que no se debe usar de continuos refranes, ni dichetes ni estribillos que de nada sirven, ni contienen donaire alguno, si solo habituarse a decir cosas sin substancia; y todo lo demás que corresponda a esta no pequeña escuela de la vida civil y pasatiempo tan propio para los jóvenes y para conocer los que están formados.
En estos días de tertulia urbana y para lograr estos fines, sería muy útil la presencia de los directores principales y de los socios de la junta de dirección, a cuyo cargo está el seminario dando así aire de verdadera tertulia a este recreo y sacando de él todas las ventajas que los que se componen de personas de instrucción y autoridad proporcionan.
CAPÍTULO X
Correcciones y castigos
Por ningún pretexto se impondrán las manos a los seminaristas, no solo con la vil y sucia pena de los azotes, sino con ninguna otra de palmeta o golpe, pues además que la experiencia enseña el ningún fruto de estos castigos, causan gran daño por lo demasiado que lastiman una que otra vez y porque son causa que los niños pierdan la más preciosa de todas las prendas, que es el pudor, o familiarizándose con los castigos se prepararán a usarlos con otros en adelante; y no estiman como afrenta o injuria para sí lo que no les deja un deber efectivo y una señal en las carnes.
La emulación noble, las distinciones honoríficas y principalmente la vergüenza, es lo que debe contenerlos en límites de su deber. Sabiendo que el más aplicado ha de tener el asiento preferente en la clase, inmediato a su maestro, que este para distinguirle le ha de confiar como un gran favor parte de sus pequeños encargos, unos jóvenes bien criados desde el principio aspiran a porfía a merecerlos.
Para los remisos y flojos habrá un banco en la clase, separado enteramente de los otros que con letras abultadas exprese: Banco de los desidiosos, u otra expresión parecida que agravie a los que por su culpa le ocupen, donde siendo mirados con cierta especie de desdén (aunque no con desprecio) del preceptor y de los condiscípulos, les haga que le eviten con cuidado. Para esto servirá de mucho las enhorabuenas que se darán a los que se enmienden pronto. También podrá usarse el poner de rodillas, no pasando de veinte minutos, al que haya faltado muy gravemente a algo esencial, procurando no hacer común esta pena. Pero para todas las correcciones las puertas de la clase deberán estar siempre cerradas, y al llamar alguno se hará se levante el penitenciado y que los que estén en los bancos de desdoro los dejen, dando a entender que es tan grande el bochorno que debe causarles, sepan su falta los de afuera, que por ningún delito se puede permitir. Lo mismo se ejecutará aunque sea el director el que entre, pues aunque a este se le informe privadamente del talento, aplicación y conducta de cada seminarista, se les ha de guardar este decoro delante de sus compañeros para llenarles de pundonor y que unas gentes de sus circunstancias aprendan a estimarse justamente a sí mismos.
Atendiendo a estos no habrá ninguna corrección pública en comedor, paseo o sitio en donde todos se junten. Así se les dará a entender que el resto del colegio es respecto a cada uno una sociedad entera, a la que es debido no revelar sus particulares defectos, enseñándoles a respetar y tener en mucho la opinión pública. La mayor amenaza será que si se manifiestan incorregibles se expulsarán del seminario; quedarán de mala fama para con todos, privados de tan provechosa educación y sin la compañía de los demás, que porque son buenos, le mirarán como indigno de alternar con ellos.
Las correcciones de la vida interior serán otras semejantes. Privarles de los postres o reducirlos a solo sopa y cocido; dejarles sin merienda, o que no ejerciten aquellas habilidades a que muestren más afición; que no paseen o no visiten con los otros que desempeñan su deber, dando siempre mucha importancia a cada una de estas penas, imponiéndolas lo menos posible, una vez impuestas no indultándolas nunca, pero procurando usar de la indulgencia y dulzura con la edad tierna especialmente. En las tres últimas épocas también se podrá usar de los castigos de postes, como se acostumbra en los colegios.
CAPÍTULO XI
Funciones públicas
Las funciones que de buen tiempo en tiempo hacen los colegios representando sus alumnos algunos dramas, traen las ventajas de darles idea de esta clase de espectáculos y acostumbrarlos a que se presenten al público y a que se ejerciten sus gracias naturales, al paso mismo que tienen algún desahogo en sus estudios. Pero estos bienes están harto balanceados con el demasiado tiempo que pierden mientras se preparan, el trastorno que traen en el orden interior y que dirigidas por lo común más al lucimiento de la casa que al provecho de los educandos, suelen aplicar a ellas los más sobresalientes, distrayéndoles de las tareas útiles, que ellos descuidan, engreídos en el aplauso que les merecen estas habilidades accesorias; de suerte que es arduo el resolver si son más nocivas que de provecho.
En este plan en que no tienen los seminaristas tiempo que huelgue y en donde por otra parte se atiende tanto a su recreación diaria y en el que uno de los principales puntos es que no se mezclen las diversas clases y edades, parece cobra más fuerza la negativa. Con todo se podrán adoptar para conseguir sus ventajas, siempre que se verifiquen las circunstancias siguientes.
1.ª Que el seminario tenga un teatro exprofeso, sin que haya necesidad de habilitar una de las clases o salas, para que el régimen interior nunca se trastorne.
2.ª Que la función la haga solo una sala ensayándose en ella en el tiempo que se dirá sin que asista otro alguno de las demás, las que solo irán como combinadas en los días y horas que se represente.
3.ª Que solo tengan papel entre los de aquella sala los que se hayan examinado por sobresalientes y estén prontos a pasar a la inmediata.
Verificándose estos requisitos y no de otra guisa, serán asaz útiles las representaciones, y servirán como de un estímulo. Se tendrán una sola vez al año en las Pascuas de Navidad, para lo que se anticiparán los exámenes de la sala que le toque, quince o veinte días, y desempeñados a entera satisfacción se les dispondrá su funcioncita, acomodándola a la edad de los que han de ser actores.
Irá la función por riguroso turno desde la quinta a la primera sala. Y no cumpliéndose todas las condiciones dichas, sin la menor condescendencia en la que le toque, quedará con el bochorno de no poder tener su representación. No la habrá aquel año y seguirá en el inmediato a la otra.
Para sacar otro fruto de estas diversiones, las de las tres primeras clases serán en castellano, las de cuarta en italiano, y las de la última en francés, enseñándose así a declamar en estos idiomas y facilitar su uso.
CAPÍTULO XII
Distribución total de las horas
Aunque las horas deben variar según las estaciones y el clima de cada provincia, dependiendo esto del prudente arbitrio de la junta de dirección, siempre se deberá observar que la hora de levantarse sea común a todos y la de los ejercicios piadosos y la de los actos de comunidad. Las de acostarse y la distribución de las otras se acomodará a los varios ejercicios y edades de las diversas épocas.
El total parece arreglado en esta forma: 9 horas de sueño desde 8 a 12 años; y en los restantes hasta salir, 8.
9 de sueño.
2 y 1/2 de estudio a los de 8 a 12 y 3 y 1/2 a los otros.
3 y 1/2 de clase entre mañana y tarde.
2 y 1/2 para habilidades y ejercicios corporales.
2 y 1/2 para las devociones, misa, rosario, y aprender los estudios de religión.
2 y 1/2 para comer, vestirse y asearse.
1 y 1/2 entre paseo y juego.
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Supuesto un clima medio como casi todo el de España, que permite sin incomodidad ni daño levantarse en invierno desde octubre hasta abril, ambos inclusive, a las 7, y en verano, de mayo a septiembre, a las 5 y 1/2, se distribuirán estas horas en la forma que se dirá cuando se haya hecho mención de las tareas en que deben emplearse.
La hora y media que se anticipa el verano el levantarse, se transferirá a la siesta, siendo las ocupaciones las mismas, aunque se acomoden según esta estación a mejores horas, como se particularizará en la distribución de cada día en cada época que se dará más adelante.
CAPÍTULO XIII
Domingos y fiestas de precepto
En los seminarios no habrá jueves ni vacaciones, ni ningún otro día de asueto más que los domingos y fiestas de precepto. En los de obligación de misa con permiso de trabajar, se aprovechará tan saludable licencia, no alterando cosa alguna de la distribución diaria, y se observará este orden en los días festivos.
Después de levantados se les dará hasta las 9 y 1/2, para el mayor aseo de este día; y listos saldrán por salas a las misas mayores de las parroquias, en donde asistirán hasta concluirse las horas canónicas de la mañana.
Después irán según el turno que se les señale por las salas a visitar los jefes del pueblo, gobernador y corregidor, obispo, director principal, y demás señores de la junta y personas de distinción que tengan tertulias para las gentes cultas del país. En este entretenimiento urbano, se ocuparán hasta que a la una se hallen todos en el seminario, donde después de comer en invierno y de siesta en verano, rezarán el rosario en la capilla, tendrán el resto de la tarde hasta el anochecer de paseo; y de vuelta empezarán a prepararse a los trabajos del día inmediato de labor con la distribución de siempre.
CAPÍTULO XIV
Educación literaria
Las siguientes son las enseñanzas que desde los 8 a los 18 años se darán a los seminaristas:
Leer y escribir.
Lógica, gramática universal.
Gramática y lengua castellana.
Gramática y lengua latina.
La francesa.
La italiana.
Un tratado completo de aritmética.
Un tratado completo de geometría elemental.
Otro de geometría práctica.
Otro de trigonometría rectilínea.
Otro de elementos de esfera y usos del globo.
Otro de complemento de geografía.
Retórica latina.
Retórica castellana.
Poética castellana.
Elementos de historia universal.
Historia particular de España.
Un curso de filosofía moral.
Nociones del derecho público y de gentes.
Nociones de legislación nacional.
Lecciones de física experimental.
Lecciones de comercio, aritmética, política y economía.
Un compendio de los elementos de las bellas artes.
El catecismo, la historia de la religión, y ciertos libros de la Biblia.
El dibujo completo.
Bailar, nadar, esgrima y equitación.
CAPÍTULO XV
Distribución de estas enseñanzas en cinco épocas
Como en la economía del tiempo y su atinada distribución (que es una ventaja privativa de los seminarios) depende el mayor progreso de la crianza, se ha dividido la literaria en cinco épocas de a dos años, en las cuales se darán los antecedentes estudios en esta forma.
Los seis u ocho primeros meses se emplearán en perfeccionarse en leer y escribir, primer catecismo e historia de la Biblia, primera parte de la lógica y principios de la aritmética.
Los quince o 16 meses restantes: gramática general, gramática de la lengua nativa, concluir el catecismo, continuar la aritmética hasta concluir la primera parte de la inferior y empezar el dibujo como se dirá.
Los 6 primeros meses, la segunda parte que completa la lógica. En los 6 siguientes la geometría elemental y seguir por todo el año la aritmética hasta acabar la razón y proporción. Las nociones de historia universal; Proseguir el dibujo y empezar la danza.
Segundo año: moral, concluir la aritmética, dar la trigonometría rectilínea y la geometría práctica. Aprender diez nombres latinos al día y continuar el baile y dibujo.
Principios de latín y un tratado elemental de esfera en los 6 primeros meses, continuar el dibujo y baile y empezar la esgrima.
En los 6 meses siguientes continuación del latín, geografía científica y seguir los mismos ejercicios anteriores.
Primeros 6 meses del segundo año: continuación del latín, geografía particular de España y las mismas habilidades.
Últimos seis meses de esta época: concluir el latín, finalizar la geografía universal y continuar en las mismas habilidades.
Primeros ocho meses: retórica latina, lengua francesa e historia de España, dibujo, baile, esgrima y escuela de a caballo.
Cuatro meses restantes: retórica castellana y continuar la lengua francesa, la historia de España y los anteriores ejercicios.
Primeros 6 meses del segundo año: poética latina, concluir la lengua francesa, seguir la historia nacional y las habilidades dichas.
Últimos 6 meses: poética castellana, lengua italiana y las mismas habilidades.
En los 6 primeros meses lecciones de física experimental y repaso de lo esencial de las dos primeras épocas.
En los 6 siguientes: Nociones de derecho público y de gentes y la legislación nacional.
Primer semestre del último año: conocimiento de bellas artes y repaso de lo esencial de las 3.ª y 4.ª épocas.
Segundo semestre: economía política y comercio y en toda esta época perfeccionarse en las habilidades.
CAPÍTULO XVI
Distribución de las horas de los días de labor en estas épocas
En esta repartición se tomará el tiempo de invierno y después se advertirán las leves variaciones del verano.
Levantados los niños a las 7 hará el director de sala que repitan una brevísima oración, que él diga, ofreciendo las obras del día. Lavados y vestidos irán a misa a la capilla y concluida pasarán al comedor a desayunarse.
De las 8 a las 9 estudiarán en presencia de su director la lección de la clase.
De 9 a 11 clase, cuya asignatura queda expresada. Desde las 11 a las 12 y 1/2 todo recreación, si el tiempo lo permite, en el huerto o jardín.
Desde 12 y 1/2 hasta 1 y 1/2 comer.
Hasta las 2 sosiego.
De las 2 a las 3 paseo, cuando el tiempo lo permita, o recreación en casa.
De 3 a 3 y 1/2 estudio preparatorio y hasta las 5 clase.
De 5 a 6 rosario en la capilla, merienda en la sala y explicación de catecismo.
De 6 a 7 aritmética.
De 7 a 8 dibujo y en los 6 primeros meses escribir planas.
De 8 a 9 y 1/2 media hora de explicación de las estampas de la Biblia y la hora de estudio de las lecciones señaladas.
De 9 y 1/2 a 10 cenar, examen de conciencia y recogerse.
Hasta salir de clase a las 11, como la anterior. De 11 a 12 y 1/2 tres cuartos de hora de aritmética y los demás de baile.
De las 12 y 1/2 hasta las 6 como la anterior.
De 6 a 7 dibujo.
De 7 a 8 estudio de la historia universal y conjugación y declinación de nombres y verbos latinos.
De 8 a 9 y 1/2 estudio de las lecciones del día siguiente y hasta las 10 como la anterior.
Hasta salir de la clase como las anteriores.
De 11 a 12 y 1/2 baile y esgrima por mitades.
Hasta las 6 como la anterior.
De 6 a 7 esfera o geografía, según toque en la distribución de esta época.
De 7 a 8 dibujo el primer año, alternando el segundo con la geografía.
De 8 a 9 y 1/2 estudio de las lecciones del otro día y hasta acostarse como en las demás.
Hasta salir de la clase como en las antecedentes.
De 11 a 12 y 1/2 baile y esgrima y hasta las 7 como las demás.
De 7 a 8 dibujo los días que toque o preparar las lecciones y composiciones del día inmediato.
De 8 a 9 repasar de los tratados sabidos el que se le señale y hasta recogerse como los demás.
Hasta salir de la clase, lo mismo que las otras. De 11 a 12 y 1/2 baile y esgrima según corresponda.
Hasta las 6 como las de arriba.
De 6 a 7 y 1/2 dibujo cuando toque o estudio.
De 7 y 1/2 a 9 y 1/2 sociedad urbana y hasta recogerse como la anterior.
Las horas de clase se distribuirán entre las enseñanzas que tocan a cada época y que ya quedan determinadas; pero que ha de combinar el director con acuerdo de los maestros, pues como cada uno ha de tener dos al día con diferentes discípulos, se han de proporcionar de modo que no se perjudique. La antecedente distribución sirve solo para demostrar palpablemente hay en cada época suficiente tiempo para los estudios que se destinan, sin fatigar a los seminaristas, antes dejándoles harto desahogo.
En la distribución de verano se seguirá el mismo orden de mañana. Después de comer se dormirá hasta las 3 y 1/2, a las 4 se rezará el rosario en la capilla, de 4 a 6 seguirán las clases y de 6 a 7, o de 7 a 8, según las provincias, el paseo. En lo demás se llevarán las horas con las ocupaciones de cada época.
CAPÍTULO XVII
Autores elegidos y advertencias sobre su enseñanza
Los primeros libros que se darán a los niños, serán el Nuevo Robinson traducido y las Fábulas de Samaniego. A estos seguirá una obrita que contenga la Vida y elogios de los niños ilustres tanto en estudios, como en todo género de hechos, traduciendo y adicionando con el alemán Barratier y otros que la faltan la de Mr. Baillet.
El maestro procurará que esta obra y el Robinson queden concluidas en los 6 primeros meses, añadiendo, si quedare tiempo, los artículos que en los tratados de educación hablan directamente con los niños y no ninguno de los otros.
Es fácil el demostrar la antelación de estos libros. El que haya leído el Robinson conocerá cuán oportuno es para que un niño se convenza de las ventajas que nos proporciona la sociedad y las utilidades que en ella se logran de ser hombres de bien. De amar y respetar a sus mayores: el bien que viene envuelto con los que parecen los mayores males, justificando en esto la Providencia; y todo lo demás que contiene esta obra apreciable, proporcionada y dispuesta al alcance de cualquier rapaz. Para leerla con provecho, deberá el maestro hacerlo él antes, y tener las cartas geográficas que necesita, practicando lo que en ella misma se denota y dando de camino alguna idea a los jóvenes del mérito de la narración, del artificio de contarla para tener pendiente su curiosidad y todo lo demás notable que contiene.
Las Fábulas de Samaniego son tan conocidas como adecuadas, para que tomándolas los niños de memoria, se fecunden de excelentes máximas de moral, de agudezas decentes y adquieran buen gusto en la poesía, por la naturalidad y pureza de su estilo.
Las Vidas de los niños ilustres son muy a propósito por el gran efecto que les hará y lo mucho que les estimularán estos ejemplos, que estando tan cerca de ellos les convenza a que son capaces de otro tanto. Y todos estos libros que tan buenos documentos suministrarán no les parecerán más que una diversión agradable y, lejos de repugnar el estudio, se les hará apetecible.
El maestro ha de tener gran cuidado que lean, no viniendo a dar la lección a su mesa, sino desde sus asientos y en voz alta y clara sin tonillos ni dejos y demás vicios que contraídos entonces se perpetúan. Cuidará mucho lo hagan con propiedad, buen sentido y pronunciación; dándoles a entender dónde deben tomar la respiración para que no falte el aliento en un largo periodo y las cortas pausas en los puntos finales para evitar el cansancio. Si se ocasionare en alguno antes del tiempo regular de la lectura, se hará dejar al punto y se le fortalecerá poco a poco en el necesario ejercicio de leer seguido y con perfección, advirtiéndoselo al director de su sala para que en ella lo habilite.
Como es natural que queden los niños con muchas fábulas en la memoria, se les hará recitar en pie y sentados animando el verso sin afectación, diciéndoles con la gracia y gravedad que les corresponde y enseñándoles cuándo no acaba el sentido en el final y el verso está empernado con el siguiente la pausa, medida que debe hacer para que el oído conozca el número del pie, sin perjuicio del sentido de la oración. Todo dispuesto para evitar las retahílas, que tomadas en esta edad, o no se enmiendan nunca, o solo se logra a fuerza de un conato extraordinario.
Todos los libros que se den a los seminaristas y en especial a los de esta época serán de buenas ediciones, de carácter abultado, pues si lo tienen muy menudo se hacen miopes o cortos de vista por acostumbrarse a mirar muy de cerca. Así se tendrá cuidado que lean a la mayor distancia posible y cuando estén corrientes en leer de impreso, se les ejercite en la letra procesada común del día; y después en la gótica impresa y manuscrita antigua, para que adquieran esta facilidad. Y como la historia de cualquier ciencia o arte ameniza tanto y facilita no poco su inteligencia, se les dará alguna idea de la Paleografía española, sirviéndose de la que escribió el P. Burriel, en tanto que no se publican las que tienen trabajadas y presentadas al ministerio el obispo Abad y don Santiago Palomares que son mucho más completas.
Para escribir se les formará el carácter de la letra por el de este célebre pendolista, enseñándolo según el método de Anduaga. Practicarán la ortografía de la Academia española y el asunto común de las planas serán las lecciones que tengan que llevar de memoria, por lo que lo facilita el escribirlas. Al mismo tiempo se les enseñará cómo se pone un oficio a un superior, una orden a un súbdito; cómo se escribe a un subalterno o a un igual, qué dobleces, márgenes y cumplimientos debe tener un memorial, una carta de etiqueta, una familiar; cómo se cierran y se ponen las cubiertas para las diversas clases del Estado; cómo se escriben los versos, un soneto, unas endechas reales, unas estrofas. También se les acostumbrará a que escriban derechos, que además de la ventaja de conservar la vista, hace que el pecho no tenga una postura violenta y dañosa.
También se les enseñará a cortarse las plumas; se entiende en presencia del maestro y sin que tengan las navajitas consigo.
Dividido el estudio de lógica en dos partes es necesario trabajar un tratadito de la primera que toca a esta época, que solo contenga con mucha sencillez y claridad los primeros análisis que hace el hombre para formar sus raciocinios. Y la inteligencia terminante de los vocablos que después han de encontrar en todos los estudios: como qué cosa es definición y los modos principales de formarla, qué es axioma, qué es proposición y finalmente aquellas primeras y evidentes reglas de Súmulas, que de dos proposiciones particulares nada se infiere, ni de las puramente negativas: que la consecuencia sigue siempre la parte más obscura, la menos cierta, la más débil de la que contienen las premisas. Procurando ceñirse en esta primer parte, más a que tengan los fundamentos para formar un raciocinio exacto, qué reglas para conocer y manifestar por donde los que no lo son claudican.
Si cuando se ponga en ejecución este plan hubiere revisto la Academia su gramática, en lo que se ocupa actualmente, puesto que entonces saldrá sin duda completa y metódica, se elegirá para la enseñanza de la lengua. Pero antes se extractará de ella o formará el maestro en una corta gramática universal, que sin contraerse a lengua alguna explique concisamente las partes de la oración, las distinga y diga para qué sirven con sus particularidades el de las lenguas y todos los demás.
Este conocimiento preliminar se aplicará a la gramática española, manifestando los accidentes, propiedades, declinaciones, géneros, conjugaciones, tiempos, anomalías y restantes principios que la forman. Luego se pasará a sintaxis, irregularidades, exenciones y modismos; sus voces anticuadas, la colocación de nuestra frase y cuanto sea concerniente a la propiedad, pureza y elegancia. Haciendo los regímenes y análisis de todos en los autores clásicos, como Mariana, Solís, Mendoza, Osona, Fr. Luis de León, Fr. Luis de Granada, Fernando del Pulgar en la edición de 1747, las leyes de Partida y el conde Lucanor. Y dándoles de camino un juicio breve pero exacto de las diferencias de su estilo, de su mérito, y bellezas particulares, al mismo tiempo que de las que son comunes al idioma, para que empiecen a recibir estas especies, ahora ligeras y dichas como al paso, que en otra época tomarán su lugar correspondiente y a veces en los jóvenes se quedarán más impresas cuanto con menor aparato se les explican o señalan. También se les dará la historia de la lengua española leyéndoles su[s] orígenes por Alderete y Mayans, u otra obra más al caso que compendie el maestro; a fin de que conozcan cuáles han sido las fuentes del castellano, los diversos tiempos de su formación, desde cuándo es una lengua hecha y por qué causa la más grave, sonora y rica de las vivas de Europa.
La aritmética se dará por el tratado de don José de Vargas, en cuya introducción se explica el modo de aprenderle. Y como de la destreza y agilidad de los principios depende mucha parte del acierto en los cálculos superiores, no se contentarán los maestros con que los alumnos comprendan bien la parte destinada a esta época, sino que se les harán repetir muchos y variados ejemplos de cada regla, hasta que consigan la mayor expedición y manejo en estos importantes principios.
En toda esta época ha de quedar aprendido el catecismo de Fleury. Y la explicación de la doctrina ha de empezar por la de la misa, por ser el primero y más frecuente de los actos de religión a que deben asistir.
En esta época se les empieza a explicar la historia de la Biblia, usando de las estampas con que estará adornada esta sala del seminario. Colgados de dos en dos por medio de una cuerda que las una, puede bajar la estampa que se explica hasta llegar a la vista y alcance de los niños: y así lo hará el director como por vía de conversación y entretenimiento, haciendo que repita el que más comprenda lo mismo que ha explicado, para conocer si lo retiene y enseñarle a repetir para otros lo que haya comprendido para sí. Advertencia que tiene cabida en todas las enseñanzas. Y al día siguiente, antes de emprender la explicación de otra estampa nombrará a uno cualquiera de los niños que recuerde la anterior, para obligarle a conciliar su atención y conservar lo que una vez oyeron.
Para completar el estudio de la lógica se formará un tratado que contenga explicados los análisis de nuestras ideas y por este medio todos los modos de formar argumentaciones: de reducirlos al silogismo y de inferir con exactitud. El modo de conocer los sofismas, consultando este excelente artículo de las obras póstumas de Mr. Marsais, desde la página 70 hasta la 148; y poniendo con frecuentes ejemplos y explicaciones al alcance de los niños los excelentes elementos de lógica del Condillac con lo que trae Locke, que ellos puedan comprender y exceda por la sutil metafísica de su inteligencia. Con estos conocimientos se les hará calificar todas las proposiciones en las obras castellanas: que digan a qué género corresponden, si están bien deducidas las consecuencias y para esto pueden servir admirablemente las obras, cuyos periodos son cortos y ligados y están escritas con estilo sentencioso y clausulado, como las Empresas de Saavedra.
Para los elementos de geometría se escogerán los de don Vicente Jofiño. Se aprenderán de memoria haciéndoles notar en ellos el orden geométrico con que está escrita esta geometría, que es lo más esencial que se ha de buscar en esta enseñanza y de lo que se ha de procurar queden imbuidos; el rigor de las demostraciones, el enlace de los raciocinios hasta hallar una verdad primera; la economía de las pruebas sin admitir nada superfluo, ni carecer de cuanto sea necesario para convencer con evidencia, sin valerse para demostrar una verdad de otra que antes no haya sido demostrada. Como se infiere solamente lo que se propone y si con esto vienen envueltas otras verdades se colocan por corolarios con las demás advertencias que corresponden al método y que coordinando la razón son el principal fruto de la geometría.
Este tratado por lo reducido que es, se dará repetidas veces y se hará a los jóvenes que intercalen las citas en el segundo repaso, no diciéndolas literalmente sino el punto preciso, citando de modo que haga un sentido corriente tan conciso como la narración que se lee en el autor. También se les hará cambiar las letras e invertir las figuras, para fijarlas en su inteligencia. En el tercer repaso, hecha una especie de baraja de todas las proposiciones se sortearán entre los seminaristas y dirá cada uno la que le toque hasta encontrar con la primera cita o referencia a una de las anteriores, la que antes de pasar más adelante demostrará hasta hallar otra cita de esta, si la tuviere, que demostrará también y llegar así a un axioma o verdad incontestable. Y entonces subirá a aquella última cita e irá resumiendo hasta la primera proposición dada. Pues con este método se logran dos ventajas; que aprendan con perfección su gramática y que queden imbuidos en el orden geométrico. En el último repaso de este tratado se repartirá por secciones entre los alumnos y se les incitará a que encuentren demostraciones diversas a cada cual de los teoremas de aquella sección, aunque sean más complicadas y menos obvias que las que trae el tratado. Lo que no les será difícil mayormente si se les da a entender que el autor para las suyas no se pudo valer de otras propiedades, que de las demostradas antes; y ellos tienen en su mano cuantas contiene el libro para formar la que se les pide. El fin de esto es obligarles a meditar y aplicar los principios aprendidos y que pongan en agitación su entendimiento.
Se continuará enseñando la aritmética y como estos seis meses toca la parte más científica, que es la razón y proporción y sus aplicaciones, las raíces y los logaritmos, se tendrá mucho cuidado que en los niños se familiaricen con todas las analogías; que adquieran despejo en las operaciones y sobre todo que de ninguna regla pasen sin comprender primero su demostración, sin explicarla ellos mismos y sin haber hecho un buen número de operaciones semejantes. Las reglas de tres, de repartimientos y de aplicaciones se contraerán a los usos domésticos, haciendo notar cómo abrevian estas reglas las combinaciones y cálculos, que de otro modo serían muy complicados y arduos de resolver. Con el mismo esmero se continuará la sección de los logaritmos y sus usos en los cálculos hasta concluir el tratado.
Enterados tanto en la naturaleza de estos números artificiales y tan instruidos en la geometría elemental, cuando tomen la trigonometría rectilínea del mismo D. Vicente Jofiño, les será muy fácil comprender las propiedades de las líneas trigonométricas, y la formación de las tablas de senos, secantes y tangentes. Sabidas las proposiciones fundamentales para resolver todo género de triángulos, se les hará ejecutar varias aplicaciones dándoles triángulos efectivos que resuelvan y en donde después noten a la exactitud de la resolución. Lo mismo con las alturas y demás problemas que dependen de estos tratados.
Con tales antecedentes le será una pura diversión la geometría práctica que ejecutarán materialmente. Y en los paseos y días que se destinen, medirán terrenos, tomarán ángulos, levantarán un plano, río o sitio donde concurran, para después trazarlo sobre el papel geométricamente.
El segundo año de esta época está destinado a la moral: y para esta enseñanza será necesario trazarles un curso que les ponga de manifiesto lo que deben al Criador y lo que deben a sí y a los demás. Que les haga amar a sus obligaciones y empiece a formarles el corazón y a sembrar en él las semillas de la probidad y hombría de bien. Dándoles los principios y fundamentos de un sistema de vida seguro, juicioso, constante y cristiano, con las nociones de la justicia, de la beneficencia y de las virtudes sociales.
Esta importantísima instrucción se empieza tan temprano porque, si no, ¿cuáles serían los principios directores de las acciones de aquellos niños? Dejándoles en la ignorancia de lo seguro, están expuestos a formarse por sí mismos otros principios arbitrarios, falsos y perniciosos. El hombre nace en la ignorancia, pero no en el error. Y cuando el niño está en estado de aprender un error, lo está también de aprender una verdad.
Como estas no se manifiestan todas a su inteligencia, se les han de presentar por otro que les dé las que le convienen y las distribuya por orden, empezando por las más sencillas y ascendiendo a las más compuestas. Porque de otro modo aprenderían nombres en vez de ideas y proferiría la boca una verdad, mientras el entendimiento acaso concebía un error. No se trata de enseñar una ciencia, ni dar juntos todos los oficios del hombre a los que están tan distantes de serlo, sino los que se acomoden con su edad y que preparen los otros. Así se suprimirá en estas instrucciones toda atracción, todo lo que parezca artificio, pues los principios que deben dirigir todas las acciones humanas son muy luminosos, muy sencillos y capaces de demostración.
Pudiera dividirse este curso en instrucciones y en discursos morales: aquellos sentando las proposiciones fundamentales de la moral, como: «No hacer a otro lo que no queremos que se haga con nosotros mismos»; este es el primer canon de la moral, por cuya explicación y aplicación se debe dar principio. «Procurar hacer a otros todo el bien posible», que es el segundo y entre los dos abrazan todos los fundamentos de la justicia y la virtud humanas.
A estos deben seguirse otros dos que miran a la justicia y virtud civil. 1.º Obedecer a las leyes, venerar los decretos de la autoridad pública, defenderla del enemigo externo y liberarla del interno: canon que mira a la justicia civil. 2.º Procurar a la patria todas las ventajas posibles, además de las comunes que prescriben las leyes, y preferir siempre sus intereses a los propios: canon que mira a la virtud civil.
Estas cuatro series de instrucciones morales debían llenar el curso, dándoles la extensión correspondiente y haciendo después de la instrucción de cada día preguntas a los niños y aplicaciones de los principios generales a los casos particulares, y tomando estos casos de aquellos acontecimientos de que han sido o sujetos o testigos.
Los discursos morales tendrán por asunto: qué cosa es virtud y cuáles las delicias que la acompañan y la siguen; qué virtud y cuáles sus obligaciones y utilidades; qué cosa es Patria; cuáles los beneficios que la debemos, y cuál deba ser nuestro reconocimiento hacia ella. Qué cosa es ser ciudadano y cuál es su deber y goces. Otro asunto importante será hacer ver las ventajas de la verdad, como opuestas a los errores de una gran parte de las opiniones públicas.
Otros discursos se dirigirán a destruir la vanidad y el orgullo a que están tan expuestos los rapaces de cuya educación se trata. Pondráseles de manifiesto los principios y bien de la Humanidad y los de la igualdad de los hombres; el respeto que a cualquiera se le debe, la injusticia y desvarío de aquellos que creen que la elevación de su clase es un título para mirar con desprecio a los de una condición inferior. Qué cosa tan abominable y despreciable es el poder separado de la virtud y la dignidad desnuda de mérito. Que la afabilidad, la dulzura, la moderación, son compatibles y aun son indicio de la verdadera grandeza de ánimo y la superioridad de los talentos. Que a ningún hombre no solo no se debe despreciar, sino conocer la necesidad que se tiene de todos y el particular reconocimiento que merecen las fatigas y sudores de las clases laboriosas del Estado.
Otro de los asuntos importantes será el amor al trabajo y los tristes efectos del ocio: las ventajas de estar siempre ocupados y la necesidad útil de hacerse a esto desde la infancia. Otro la obligación del estudio y las ventajas y bienes que trae consigo el cumplimiento de esta obligación. Un cuidado muy particular del maestro que haga estos discursos, será excitar la compasión hacia los miserables, pues este sentimiento produce la humanidad y esta es tan necesaria en la juventud de que han de componerse los seminarios.
Ningún curso de moral de los que han llegado a nuestra noticia está escrito con estas circunstancias; y así debe ser indispensable formarle, o por mejor decir, reunir en un cuerpo de doctrinas los excelentes avisos de cada uno de estos puntos, que en los filósofos antiguos y particularmente en los Oficios y otras obras de Cicerón y en los modernos, como la Introducción a la Sabiduría de Luis Vives y en el Mably, muy particularmente, se hallan esparcidas. Pero sin gran aparato de citas, con mucha claridad, y acomodado no solo al alcance de los niños, sino a que puedan retener la substancia de unos tratados que no se les puede materialmente hacer que tomen de memoria.
En esta época empieza también el estudio de la historia por la universal de Bossuet, a fin de presentarles en este cuadro tan bien delineado todos los principales sucesos del mundo, que les forme una idea adecuada de aquel todo: que después han de dividir en partes aplicándose a unas más que a otras. Esta lectura se les hará repetir dos o más veces: y para que fijen la memoria de los principales imperios, coordinando los sucesos más notables y retengan cómo se sucedieron los unos a los otros, se les hará consulten con cuidado, explicándoles de antemano el Árbol histórico aprobado por la Academia de Inscripciones y bellas artes de París, de que había un ejemplar en el Colegio de Ocaña, y que ahora existe en el de Nobles de esta corte, y se venden en París; y después que lean con la misma mira la Clave historial del P. Flórez, en tanto que no tengamos obra más llena de este argumento.
Como en esta época no están muy cargados los jóvenes, especialmente en los últimos 6 meses de muchas cosas, que aprendan de memoria, se les encomendará para alivio y facilidad en la siguiente en cada día diez nombres latinos con su correspondencia castellana y un verbo, conjugándolos y declinándoles para adquirir así, casi insensiblemente 1800 nombres y 180 verbos y el uso en la declinación y conjugación que es tan necesario. Para esto darán las 4 declinaciones de los nombres sustantivos y las 4 de adjetivos, como también la de los pronombres. Cuando sepan bien las cinco primeras, empezarán a declinar progresivamente sin pasar de una hasta estar muy diestros; y lo mismo en los adjetivos, como que a este ejercicio de todo género de declinaciones se han de destinar ocho semanas.
Sabiendo declinar bien un nombre solo, pues, ya sabrán de memoria las declinaciones de los adjetivos, se les dará su concordancia; pero no se les ha de cargar de adjetivos, pues el que sepa declinar con limpieza: monstrum horrendum, monstrum ingens, sabrá hacer a su tiempo y sin dificultad, la concordia virgiliana: monstrum horrendum ingens.
Sabiendo declinar perfectamente conjugarán empleando en cada conjugación cuatro semanas: y destinando un día en las últimas para verbos de las pasadas, fijándoles de esta manera y que puedan distinguir sin hesitar las diversas terminaciones de los tiempos y personas en cada conjugación, ya que estos los conocen desde que dieron su gramática.
Contribuye a adiestrarse decir todo el tiempo de un verbo sin romance, como: laudabam, laudabas, laudabat, laudabamus, laudabatis, laudabant, con solo decir la primera persona del singular en romance; mayormente los seminaristas, que tan diestros están en las conjugaciones de su idioma.
Se ha de practicar esta con sencillez, sin añadir romances equivalentes, como ando, estoy, voy y no dejo: después solo se tira en este ejercicio a ponerles sin fatiga expeditos en las declinaciones y conjugaciones.
Para el estudio de gramática, aunque se adoptó la de don Juan Iriarte con las adiciones y enmiendas que apuntó Vargas; después con mejor acuerdo y conocimiento de la de D. Agustín Muñoz Álvarez, catedrático de Latinidad de la santa Iglesia de Sevilla, se escoge esta y su método para enseñar Latinidad; en cuya inteligencia la distribución de los dos años de gramática será la siguiente:
Primera: cuatro meses de rudimentos y como están impuestos en las declinaciones, solo habrá que añadir los pronombres interrogativos y sus compuestos. Como también saben conjugar los verbos irregulares, se les enseñarán los anómalos, y cómo se forman en todos los tiempos, participios, gerundios, y voces del infinitivo. Todo prácticamente, sin recitar de memoria las raíces y demás reglas especulativas, que necesitan de una explicación para su inteligencia y de otra para su aplicación. En los participios, su formación y declinación y el juego que tienen los otros en la conjugación; todo en pocos preceptos pues el más general de toda esta época en esta clase, debe ser poca teórica y mucha práctica: mucho ejercicio de latín y pocas reglas.
Después se les instruirá en los géneros y pretéritos como están en la gramática de Iriarte desde el capítulo 22 del libro 1.º, y desde el 15 del 2.º A este estudio se juntarán las oraciones comunes y las de infinitivo llamadas con de y las de relativo, observando toda la sencillez y claridad posible, sin cargarlas de relativos ni miembros.
Esta clase de rudimentos se concluirá con la versión literal de algunas fábulas de Fedro, no con el fin de aprender latín todavía, sino de ensayarse en la traducción y principalmente en el análisis y régimen de las oraciones. Para lo cual, se escogerán las fáciles y claras que mejor admitan una traducción literal, pues no todas la admiten.
Los ocho meses restantes de este año se emplearán en la sintaxis, teniendo muy presente lo ya dicho de las repeticiones: se debe dar ya a la versión del latín otras miras que antes, cuando no se podía salir de lo más material y rudo de la lengua, que es el régimen y partes de una oración gramatical.
Las versiones han de ser cuatro distintas, dos por la mañana de Cornelio Nepote y Sulpicio Severo, y dos por la tarde de las comedias de Terencio, y algo de las poesías de Catulo, Tibulo y Propercio.
Estos libros son sin disputa los más útiles para esta clase; pero es menester advertir a los jóvenes de los arcaísmos de Terencio, y que sus ediciones y las de los tres poetas, que serán las únicas que registrarán los seminarios, estén corregidas escrupulosamente de todas las obscenidades que contienen: pues aunque así quedarán mutilados y desfigurados, siempre serán de inestimable valor estos fragmentos, y más apreciables con sus cicatrices que las Elegías, las Tristes y Ponto, y demás obras que se suelen dar. Solo Terencio ha formado el estilo de muchos sabios. Las correcciones de este ya están hechas, por el P. Juvencio, y también se puede reimprimir el texto y la traducción de Simón Abril, ambos enmendados, haciendo igualmente con los otros lo mismo.
El uso de estos autores tiene dos objetos: 1.º, que los principiantes se adiestren en hallar lo gramatical o régimen de una oración para lo que es muy útil el metro elegíaco, como por lo demás sea clara y perceptible la sentencia: porque estando esta por lo común comprendida en un dístico, es mucho más fácil encontrar las partes de la oración gramatical, que en varios hexámetros seguidos y suspensos o en el periodo de muchas líneas de prosa. 2.º, para irse familiarizando con estos poetas y haciéndose a su estudio, a fin de que no sean del todo extraños en las otras clases, donde han de empezar a gustar sus bellezas con inteligencia y conocimiento más allá que la pura versión. Así que se hayan dado las primeras reglas generales de la sintaxis, se empezará el ejercicio de echar oraciones sueltas y el modo de presentarlas ha de ser, tomando el maestro, el historiador o poeta que se explica, de lo ya traducido elegirá el pasaje que le parezca más oportuno, y de él dará el romance: verá si el discípulo atina con las voces y frases del autor. Si no se acuerda pasará a otro u a otros, celebrando al que acierte para que sirva de estímulo. Si ninguno se acuerda lo dirá él y concluida la oración, leerá para el cotejo la del autor: otras veces la formará a su idea, pero de modo que las locuciones se hayan de tomar del libro; pues así se evitarán las vulgaridades en sus correspondencias; y será este ejercicio muy útil. Para evitar otros inconvenientes semejantes no se perifrasearán las oraciones.
Cuando se lleven tres meses de explicación de sintaxis, se dará principio a las composiciones: que las primeras serán traduciendo algunos pasajes selectos de los autores que se dan, porque todavía no están en estado de componer en latín, que aún se puede decir les es una lengua muy poco conocida, pero al cabo de un mes, ya más adelantada la sintaxis y la práctica de construir, se empezará la composición.
El maestro dispondrá de antemano y escribirá con cuidado los temas o romances para dictarlos en el aula: serán de cosas claras, útiles e instructivas; cuando menos, ideas juiciosas y concertadas sin vulgaridades ni inconexiones, aunque los objetos sean obvios y comunes. Además han de ir entretejidos de voces y frases castellanas, cuyas correspondencias latinas hayan salido ya en los libros, y procurando mezclar las construcciones de la sintaxis ya explicadas. Las composiciones se corregirán con mucho cuidado, haciendo ver a cada niño su omisión y descarrío, y que después consulten al autor o las composiciones arregladas del maestro.
Los primeros 6 meses del segundo año de esta época, que está todo destinado a la buena versión y propiedad latina, se emplearán en dar lecciones de ortografía y prosodia, con un compendio del arte métrico: se continuará la versión de los mismos poetas y en lugar de Severo y Nepote se substituirán las Cartas familiares de Cicerón, escogiendo las más claras y los Comentarios de César, que son muy superiores por la pureza y elegancia varonil al florido Curcio; y lejos de ser un obstáculo el que se les opone de la monotonía de los hechos, y por consiguiente, de las locuciones, esto es una ventaja, pues la uniformidad de sucesos exige la identidad de frases y estas radicarán a los jóvenes en la inteligencia de buena parte del latín.
Como ya están instruidos en toda la sintaxis y la prosodia que aprenden no necesita explicación, serán más continuos en el uso de los autores, más escrupulosas las traducciones en su elegancia y aire, más prolijo el análisis de ella y de su mecanismo, para que aprendan la propiedad de la lengua, insistiendo en cada locución y aun en cada vocablo, pues aquí es en donde los jóvenes deben quedar instruidos en la pureza y propiedad del latín.
Para la composición que también ha de ser de más cuerpo, elegirá el maestro en los autores algunos lugares y trozos escogidos y recomendables por el estilo o la materia. Y estos traducidos por sí, o tomados del mejor traductor impreso, los dictará para que se pongan en latín de un día para otro, y leerá y corregirá de estas composiciones las que pudiere, turnando para que a todos alcance, y concluida la primera leerá el original latino para denotar por el inmediato cotejo la diferencia.
Los seis meses últimos de esta época aún ha de ser más continuo el uso de los autores, sustituyendo a Terencio con las Églogas y Geórgicas de Virgilio, siguiendo con los mismos historiadores, y añadiendo a Tito Livio; también aumentándoles con los geógrafos Plinio y Pomponio y con los autores De re rustica, como Varrón y Columela para darles conocimiento de todo género de estilos en la prosa, mucha más que para que se impongan en sus asuntos. Continuarán las observaciones sobre ellos y su diferencia y las composiciones serán más sólidas, encargándoles algunas cartas narratorias, comendativas, que viertan alguna de las más fáciles arengas de aquellos historiadores, o que del castellano las pongan en latín: y dándoles, pues ya están instruidos en el compendio de la arte métrica, a conocer los géneros más comunes de versos y aun a que los ordenen, presentándoselos disueltos y trastocados. También se les pondrán algunos lugares de Virgilio en las Églogas y en las anteriores Elegías, en donde principalmente resplandece la fluidez y felicidad en la versificación. Prescindiendo, pues no es su tiempo todavía, de otros primores del estilo y lenguaje poético, se les hará observar el encadenamiento de los pies, la sentencia o sentido de la oración, ya suspenso, ya continuado en varios versos, ya concluido y perfecto dentro de uno, o en un hemistiquio; el juego de los epítetos y lo que esto contribuye no solo para la energía y viveza de la expresión, sino también para la armonía del verso, con otras advertencias de esta clase.
El tratado elemental de esfera contendrá la definición de sus círculos, su diferencia y usos de todos los puntos notables, el conocimiento de signos y planetas con el origen de sus nombres: los movimientos principales de los astros que se presentan a la simple vista, qué es longitud y latitud de un astro, ascensión, declinación, amplitud, azimut, etc.; noticia de las diferentes posiciones de la esfera, de las zonas, de los climas y de las estaciones, modo de orientarse en cada país; sistemas del mundo, insistiendo en presentar las pruebas del copernicano para que se conozca. En el globo terrestre, los signos que corresponden a los anteriores, la división matemática de la Tierra, su figura; qué es longitud y latitud geográfica; desde dónde se computan y por qué y concluir este tratado con el uso y manejo de ambos globos.
El método de enseñarle ha de ser seguir el libro 1.º de Mr. La Lande, que comprende desde el folio 1.º al 96 de la primera edición de su obra en grande, en que no tiene mudanza alguna en el compendio, tomando el mismo orden de hacerles conocer prácticamente la estrella polar y las constelaciones inmediatas, los movimientos, orientes y ocasos de los planetas y demás estrellas; que practiquen hasta serles muy familiares los problemas que contiene este libro, cuya claridad y extensión son las más a propósito y no necesitan de la mayor explicación. La cosmografía de D. Gabriel Iscar puede substituir a La Lande o acompañarle.
La geografía científica se reducirá a dar la idea de esta ciencia, la división primitiva del mundo, su figura verdadera y magnitud averiguada; cómo se representa por cartas o globos, de qué manera se ha de estudiar por ellos, con la inteligencia de la variedad de su formación y uso, y demás noticias que comprende la geografía universal de Bernardo Varenius, revista por Isaac Newton y aumentada por Jacobo Jurint, para darles un sistema completo de geografía en la que como no hay cosa alguna que aprender materialmente de memoria, se puede con comodidad dar en los 6 meses últimos del primer año.
En los 6 siguientes, adquirido esto, será la tarea la geografía particular de España, hecha antes la división de los Estados de Europa. Y como no se puede nunca circunstanciar bastantemente esta parte de la geografía, no solo se les instruirá con la proyección de la Península, su situación y divisiones particulares de las provincias, sino las capitales de cada una; las ciudades considerables, sillas de los obispados, chancillerías y tribunales superiores, puertos de nombre, plazas fronterizas de armas y presidios, las distancias de los pueblos entre sí; número de los ríos, nacimiento y desembocadura de los principales; montes notables y cordilleras que dividen el reino, y en qué sentido. Se les hará tengan tan presente la carta de España, que dividida en trozos la coloquen luego: quitados algunos, sepan dejar su correspondiente vacío, decir cuáles, de qué partes consta, y cuanto pueda contribuir a fijarles en este importante estudio.
En los últimos 6 meses de esta época se expondrá la geografía universal, deteniéndose más en la Europa, dándola por el Abbé la-Croxis, cuya división política, clases de gobierno, sus diferencias y cosas principales de cada uno se hará conozcan como el por mayor de su carta y que se formen un sistema del universo habitado, colocando sus partes con relación entre sí, para saber cómo se deberían dirigir de unos reinos a otros, ya por mar, ya por tierra, para cuyo fin se les hará a cada uno por turno, que supuestos, o generales de un ejército o capitanes de navío, los lleven de unos países a otros, primero sobre el mapa y después de memoria, diciendo los itinerarios y las derrotas que deberán seguir: ejercicio que de camino les puede dejar instruidos en los principales viajes, como por ejemplo, en qué modo se ejecutó la retirada de los Diez Mil, qué camino trajeron los godos y demás septentrionales que se apoderaron de España; cuál los moros; qué provincias transitaron los de las primeras Cruzadas; cómo hizo su descubrimiento Colón, qué rumbos siguió el navío Victoria, para dar la vuelta al globo; y cuáles Cook en sus célebres viajes: lo que al paso que les fije estas importantes noticias, también les dejará impresa la figuración del mundo amenizándoles este estudio.
Aunque los demás estudios se han empezado en castellano por lo que estos facilitan los semejantes que se habían de dar en otras lenguas, en esta época en que es el principal la retórica y poética, se empezará por las latinas. Esto por varios motivos: porque no interrumpiendo el uso de los autores latinos se radiquen de una vez en el conocimiento importantísimo de esta lengua: y porque las castellanas siguen en la mayor y más esencial parte los preceptos de aquella retórica y poética.
Para enseñar la primera es indispensable un compendio de sus preceptos, pero es muy conveniente que sean cortos y sencillos aunque no deben dejar de contener todos los tropos y figuras con sus definiciones. En este estudio, acaso más que en otro alguno, vale mucho más la abundancia de ejemplos que la multiplicidad de reglas, la lectura de los oradores, que el estudio de las retóricas. La que se elegirá para la enseñanza es la del Gerardo Juan Vosio, leyendo sucesivamente la de Aristóteles, los libros de Oratore de Cicerón y las Instituciones de Quintiliano: porque en el primero se trata maravillosamente de los afectos y los segundos son más apreciables aún, por el modo con que usan de los preceptos, que por los mismos excelentes de que abundan, en especial el admirable de Quintiliano, y la imitación de estos hombres, más que saber decorar sus cánones, es lo que forma los verdaderos y elocuentes oradores. El modo de poder dar estas retóricas es ir señalando a los discípulos retazos de ellas, para que las lean en particular, y después que el catedrático explique lo que se da fundamentalmente, el joven diga la parte que le ha tocado (que será del mismo asunto dando razón de ella).
Impuestos en los artificios retóricos, se entregarán a los historiadores, especialmente a Livio y a Salustio cuyas arengas y oraciones analizarán menudamente, no solo diciendo el género a que pertenecen las partes de que constan las principales pruebas, sino también el pormenor de toda su estructura. Qué tropos y locuciones se notan en los exordios; si se omiten, por qué causa; cuál es la división; cuáles las pruebas. La graduación con que están puestas, las aplicaciones, el mérito de las transiciones, los diversos modos de perorar; el manejo de los afectos, la variedad de los estilos, que es el colorido de la elocuencia, y descender a las figuras particulares y hasta los últimos ápices de la dirección.
En este estudio debe ser continua la composición de aquellas piezas menores como una invectiva, una persuasión o disuasión, una descripción o narración, un paralelo o la pintura de un carácter; escogiendo para todo esto asuntos dignos sacados de la historia de España. Pues como ya la composición les debe ser muy familiar, no consumirá demasiado tiempo, ni se necesita que la lleven cada día todos, sino por turno se les dará un asunto igual a la arenga u oración, que se haya analizado, para que al siguiente día lleven la suya, que se corregirá al punto. Para fecundizarlos de pensamientos, se les hará lean el Panegírico de Trajano por Plinio: no tanto por su latinidad, a que ya pueden dar una justa estimación, cuanto por sus muchos y elevados pensamientos.
Finalmente se entregarán a las oraciones de Cicerón para ver la preciosa economía con que se colocan en un todo las partes que se han estudiado. En este príncipe de los oradores, además del examen antecedente, notarán la belleza de la composición, aquella abundancia y el número oratorio, suave y delicado, que forma el principal mérito de su armonía tan celebrada y tan debidamente celebrada. A esto seguirán las composiciones de Sócrates, Esquines, en sus mejores traducciones, y Demóstenes, para que puedan formar juicio de las diversas índoles de la elocuencia, y escoger entre la riqueza de Cicerón y el enérgico laconismo de Demóstenes, lo que congenie más con su carácter de estos dos perfectísimos modelos.
Con estos conocimientos de retórica latina, que los más son adaptables a la castellana, se leerá esta por Muruzábal, y se hará que los seminaristas practiquen los mismos ejercicios y análisis de antes en su propio idioma, manejando al maestro Oliva, a Mendoza, Saavedra, Mariana, Fr. Luis de León, de Granada, Solís, la traducción del Salustio por el infante don Gabriel, las obras de Jovellanos y Muñoz y otros semejantes, a fin que noten en cada uno los modelos que se propusieron: Saavedra a Tácito, Solís a Tito Livio, Mendoza a Salustio, Mariana que quiso tomar de todos, notarán así mismo hasta qué grado llevaron la imitación, en qué vicios incurrieron, cuál es el genio particular de su estilo, según la edad en que florecieron, en qué son dignos de ser imitados y en qué ha variado la índole del castellano desde sus épocas. Y en todas se les hará notar la propiedad del idioma, su cadencia natural, el aire de los periodos y su corte, para que les sirva de norma en las composiciones que también les encargará el catedrático. Hechas, las corregirá primero otro seminarista y luego el maestro con el más exquisito esmero. También será un ejercicio útil y propio de esta época que reciten con magisterio sus composiciones y otras que tengan en memoria, pues el gesto de la acción, la pronunciación y el tono son partes esenciales de la retórica de que ya debe haberlos doctrinado Quintiliano.
La poética que se ha pospuesto a la retórica porque es una modificación de ella, se enseñará del modo siguiente teniendo por objeto, no solo la inteligencia de los poetas, sino también de su lenguaje, caracteres que los distinguen, gusto y delicadeza de sus rasgos y expresiones, como así mismo la de los metros y reglas de cada especie de poesía.
Empezará el catedrático dando unas lecciones más extensas de la cantidad de las sílabas y los incrementos que las que se dieron en la gramática, explicando el libro 5.º de la Poética de Juvencio e insistiendo siempre en el ejercicio continuo de medir todas las especies de versos que se presenten y para la más completa doctrina de esta materia podrá servir la Métrica de Mayans, la de Rebolledo, la Prosodia Bononiense y el libro 2.º, dist. 2, cap. 2.º del Quadrio.
En tanto que los seminaristas toman de memoria la Poética de Horacio, se explicará la de Aristóteles, y además unas instrucciones que contengan los principios, preceptos y especies de la poesía, para lo que servirán los cuatro libros de Juvencio, la Poética de Vosio, sin excluir la de Scalígero y el Tratado de la Tragedia. Daráseles noticia de la Mitología de Natal Comite, o las de Pomey, o la de Gautruche, o la Mitología y Fábulas de Mr. Banier, y también será oportuno tengan para su manejo el Diccionario de Vaviere a fin de entender la Teogonía pagana en los autores.
Con estos conocimientos se darán a la traducción de los poetas, pues aunque vengan a esta clase entendiéndolos interpretar, como su estilo dista mucho del prosaico, será buena parte de esta enseñanza ponerles a traducir con exactitud la Eneida, lo Lírico de Horacio, las Bucólicas del primero, Epigramas escogidos de Marcial, sátiras de Horacio, Persio y Juvenal, con el fin de que no solo conozcan el carácter distintivo, el mérito y gusto de los poetas; sino que también tengan para la imitación buenos modelos.
Pero como para esto se necesita numen, que solo puede inspirar el preceptor, se irá este con mucho tiento en ejercitar a sus discípulos en composiciones métricas: y si bien no se negará a los que manifiesten numen natural y una inclinación decidida a la versificación, su objeto primario ha de ser formar unos conocedores completos y unos censores atinados de los poetas antiguos, más que unos serviles y desairados imitadores de lo que nada pueden añadir por sí mismos, sin un peligro inminente de errar; a menos de estar dotados de un genio poético-latino como Vida, Santeuil, y el deán Martí: que entonces ellos se manifestarán por sí. Por lo que el principal cuidado de esta clase será dar las leyes de todas las composiciones latinas, las partes de que consta cada especie, el lenguaje y estilo que requiere y cómo las han desempeñado los grandes maestros. Para la cual, después de dictadas las reglas principales de un poema épico, manifestará el plan de la Eneida y Farsalia, las perfecciones y defectos de cada una, la conducta del poeta, y cuanto es consiguiente. Lo mismo en las tragedias, comedias y composiciones menores.
Para la poética castellana, que se enseñará completamente y con especial atención, servirá de texto la de Luzán, consultando la del Pinciano, las Tablas de Cascales y se observará el mismo orden que en la anterior. Se les enseñará la medida de los versos castellanos, haciéndoles notar en dónde deben caer los acentos para que consten al oído, con las reflexiones que sobre este conocimiento importante traen el mismo Luzán y don Tomás de Iriarte en sus notas del Poema de la música.
Sabiendo esto y las reglas de cada composición castellana se les darán unas nociones de la historia de nuestra poesía: cómo se ha formado, bajo qué imitaciones, en qué época y por quiénes, para lo que pueden servir los Orígenes de la poesía castellana de Velázquez y la Introducción al Parnaso castellano e italiano de Conti. Después se les pondrán en la mano nuestros poetas líricos, haciéndoles notar su mérito particular, las imitaciones de los antiguos, las licencias propias de nuestra versificación, su genio y bellezas peculiares. También para esto puede servir mucho el citado Parnaso con preferencia al de Sedano que carece de aquel método y elección: pero con todo se escogerán de este las piezas que el otro no contiene, por no haber continuado, para que los seminaristas conozcan a todos nuestros poetas líricos, que es la parte mejor desempeñada de nuestro parnaso.
Como aquí es muy natural que los jóvenes se inclinen a la composición, se les hará se ejerciten en ella, para que practiquen lo bueno que han observado en los autores y las reglas que se han dictado. Solo el ejercicio puede ponerlos en disposición de variar los pensamientos y presentarlos en sus composiciones con la oportunidad y grandeza, dulzura y nervio, que requieran los asuntos y las circunstancias. Con todo, el maestro ha de ser inexorable en esta corrección, no perdonando descuido: en la inteligencia de que explicarse en prosa es de primera necesidad a todos y forzoso que cada uno lo ejecute según alcance su talento; pero como de nadie se debe exigir lo haga en verso, y esta es una gracia a que cada uno se dedica de su voluntad, son intolerables, no solo las cosas notoriamente malas, sino aun las medianamente buenas.
Después de explicadas las leyes fundamentales de las composiciones dramáticas, se les leerá (escogiéndolas) algunas comedias de cada uno de nuestros cómicos de nombre, haciéndoles noten las bellezas que tengan y lo muchísimo que pecan contra la razón y el arte. También aquí se les dará la historia de nuestro teatro, leyéndoles los discursos sobre la tragedia de D. Agustín de Montiano.
Igual ejercicio se hará con todas las clases de nuestros poemas; y es ocioso advertir que en una composición y la antecedente no se puede ejercitar a los jóvenes; pero sí que en esta época destinada toda a las humanidades y en la que ya entienden el francés y el italiano, es muy del caso lean con reflexión las obras del P. Rapin, las críticas de la Academia francesa de las obras del P. Cornelio, estas y sus comentarios por Voltaire, el Teatro de Racine; y la Poética y demás poesías de Boileau que sirven mucho más que los preceptos aislados para formarse en una buena crítica y conocer el verdadero mérito de la literatura.
Para la lengua francesa y que toca en esta época, se usará de la gramática de Chanteau, siempre con la advertencia de no duplicar la enseñanza de los preceptos gramaticales. Los libros de prosa y verso que deben manejar son los indicados anteriormente, a los que se pueden aumentar el Discurso en francés sobre la Historia universal de Bossuet y las Oraciones fúnebres de Flechier. Mas como el uso de hablar una lengua es lo que fija su inteligencia se dispondrá que el preceptor de la última época sea de esta nación para que cele que en el trato interior y siempre, se expliquen sus alumnos en este idioma, en el día tan necesario, con la soltura y propiedad que son tan fáciles de adquirir como convenientes. Para conseguir esto, se les ejercitará en la composición francesa, medio de que conozcan la ortografía de un idioma de que muchas veces se verán en la precisión de valer: y la lectura reflexiva y la composición frecuente, valen más que la multiplicidad de las reglas, las más veces solo buenas para confundir a los jóvenes.
La gramática italiana será la del abate Tomasino, impresa en esta corte, y según lo advertido, no se dará el primer tratado que trae de la lengua castellana. Los autores que se leerán, el abate Andrés en su obra del origen progresos y estado actual de toda la literatura; y de poetas el Taso, algún canto escogido del Ariosto: lo mismo del lírico Marini y el Metastasio para que tomen gusto e inteligencia en todas las especies de la poesía italiana.
A esta época corresponde la historia nacional que se dará primero, mientras no hay otra mejor, por el abate Duchesne traducido por el P. Isla. Y para que formen idea de esta nuestra historia y porque fijen las épocas de los sucesos más famosos y la sucesión real, se les hará dar de memoria los versos que forman como un epítome del Compendio, y será muy útil dárseles corregidos de las trasposiciones violentas, y otros descuidos de su castellano y de versificación; si bien los mismos alumnos están ya en estado de conocerlos y evitarlos.
Con este estudio preliminar, se emprenderá el de la historia de Ferreras, que es la de más crítica de las nuestras, y para aprenderla con más facilidad y sacar más fruto de su lectura se hará esta con el Atlas de España en la mano, para entender así y retener con facilidad las divisiones que ha habido en cada dominación, los campos en donde se han dado nuestras memorables batallas, los caminos que han traído las naciones conquistadoras, las provincias de que sucesivamente se han ido expeliendo, la situación de las plazas y demás que tanto contribuye, con el conocimiento anterior de geografía que ya tienen adquirido, a leer de un modo luminoso y comprender en todas sus partes la historia nacional, que es tarea de tanta importancia.
Aunque el tiempo y los demás estudios no permitan leer más que un solo autor se les dará una especie de historia de nuestra historia, que contenga sucesivamente los cronicones primitivos, las siguientes crónicas particulares y los historiadores generales de la nación y las épocas de que han tratado; desde cuándo se tienen noticias seguras por los de las historiadores y geógrafos griegos y romanos; cuándo empiezan las nacionales; cuándo las crónicas; cuándo las historias universales. Se les advertirá de la existencia de los falsos cronicones; las fábulas con que obscurecieron la verdad, para que sepan estimarlos en su justo valor cuando se les presenten en algún libro, o lo oigan, poseyendo así los principios de la crítica de nuestra historia.
También se les dará noticia del esmero con que cada provincia y ciudad de nombre ha procurado escribir su historia particular, y será bueno hacer lean con atención la particular de la provincia en donde esté el seminario, naturalmente patria del seminarista; y por consiguiente le toca de tan cerca y debe imponerse más pormenor en toda ella, que en la general de la Península, de que no es posible retener tanta menudencia. Y por la misma razón la de la ciudad en donde está fundado el seminario: se verificará en las salidas y paseos por vía de diversión, la verdad y exactitud de las descripciones y de los monumentos; pues este estudio de la corografía contribuye al de la geografía, del mismo modo que estas historias particulares dan muchas luces para la general.
La física experimental se dará por el curso moderno de Sigaud, repartiéndole en un año con el orden que el mismo observa, y practicando los experimentos para lo que adquirirá el seminario la correspondiente colección de máquinas, procurando el maestro sean los seminaristas los que preparen y ejecuten las experiencias por lo que esto contribuye a agilitarles en el manejo de las máquinas y en formarles un genio meditador y reflexivo.
El derecho de gentes, puesto que del natural ya tienen suficientes nociones en el curso de moral, se dará por Watel, corrigiendo los capítulos que justamente han movido su prohibición; pues una vez purgado de ellos aunque sin algunos tratados importantes, como estos se han proporcionado a los seminaristas en fuentes más puras, quedará por su concisión, claridad y especialísimo método geométrico el más oportuno para dar a los jóvenes ideas precisas y universales de este importante estudio que les debe servir en cualquier carrera. Y aunque los destinados a la toga tendrán que ampliarle mucho, los que abracen la de la espada, la del comercio u otras, cuyo fin primario no sea la jurisprudencia, tendrán este preliminar preciso en toda educación completa, si ha de ser con adecuada extensión.
Bien cierto es que por lo vasto de los cuerpos que componen el derecho patrio no es posible darles unas nociones de las que les es rigurosamente necesario desde el momento que salgan del seminario; pero extractando la Temis Hispana, lo que trabajó sobre esto D. Gregorio Mayans y algunos de los jurisperitos y magistrados de la corte, en varios discursos conocidos de todos, en especial el del señor Jovellanos, cuando fue elegido por la Academia de la Historia, se les presentará un cuadro de la legislación española, en el que se exprese la historia de nuestro derecho, en qué épocas y por quiénes se ha dado los diferentes códigos nacionales, cuáles son los anticuados y por qué orden conservan su vigor en los tribunales, para que tomen una idea aunque por mayor y superficial, del estado de nuestra jurisprudencia que después deben ampliar persuadidos como saldrán de que no debe reputarse hombre el que ignora las leyes, obligaciones y privaciones acordadas por la sociedad de que es miembro.
Para adquirir los conocimientos que se han propuesto de las bellas artes servirán por ahora el Arte de la pintura de Mr. Watelet, el Tratado de las prácticas geométricas y Perspectiva que se enseña en la Real Academia de las Artes de París, por el abate Bosse y el mismo para la escultura consultando sobre ambas en Filibien.
Empero con las lecciones de arquitectura civil son tan necesarias a los que en adelante han de tener que emprender obras de consideración, suyas o del público, se les dará con mayor extensión, ya en lo que corresponde al ornato y elegancia de esta bella arte, como en lo que pertenece a la solidez, montea, comodidad, y buen uso de sus partes. Por eso además del conocimiento de los cinco órdenes y sus destinos más adecuados, tendrán los preceptos útiles de cómo se construye un puente, cómo se forma y dirige un buen camino y una calzada, cómo se debe colocar una fuente y demás edificios públicos, cómo se deben dividir los repartimientos de una casa privada, disponer las habitaciones y las oficinas de su servidumbre cuando corresponda a esta la más esencial de las bellas artes. También se les dará una noticia de su historia en general, y de su estado en el reino, haciéndoles mención de los alcázares, palacios y demás obras célebres de este género; y que visiten con conocimiento las que se encuentran en los pueblos de su residencia, sus caminos de entradas, sus puentes, puertas, templos y edificios, pues esta aplicación de lo que se aprende demuestra el provecho que se saca de aprenderlo y facilita mucho la comprensión.
Como el fin de estas enseñanzas no es formar en los jóvenes un profesor en ninguna de estas artes, en que seguramente no harán su carrera, sino proporcionarlas unos conocedores juiciosos que las estimen y protejan en adelante, mientras ahora sirven para formarles el gusto; y como en la parte del dibujo tienen un estudio tan formal y sostenido, como se dirá inmediatamente, será el objeto de esta clase, más que aprendan a juzgar con tino en las artes que a practicarlas con acierto, que es de todo punto imposible en tan estrechos límites. Así que se les hará estudien la belleza y el mérito de las obras de pintura y escultura en los tratados de Mengs, con las reflexiones de Azara, y en los de Vinckelman en la parte que les corresponde. Se les dará conocimiento de las escuelas españolas, su edad y mérito, para lo que servirá el tomo de la Vida de los Pintores de Palomino y del Viaje de España de Ponz, en lo que respecta a las bellas artes. Naciendo de la inspección científica y de la crítica fundada de los buenos originales y de las copias bien ejecutadas el conocimiento de las bellezas artísticas, después de la lectura de estas obras en la mano, se mostrará a los alumnos las colecciones que haya en las iglesias y demás parajes del pueblo del seminario, señalándoles sus aciertos y sus defectos. Y ya que lo costoso impida a estas casas la adquisición de buenas pinturas, no se colocará de modo alguno ninguna monstruosa y como las estampas son muy fáciles de adquirir, y de estas hay ya buena copia y se va aumentando entre nosotros, se pondrán las mejores en las salas, y se les hará notar como que entienden la propiedad del dibujo, si está bien concluido, el grabado fino y dulce, expresivo y desbaratado, bien distinguidos los términos, bien marcados los contornos, bien expresadas las medias tintas; cuanto convenga para que formen el buen gusto en esta como en las demás bellas artes.
Las lecciones de comercio serán las de Condillac, pero por cuanto importa todo a los propios intereses, se consultarán las obras de Uztariz y Ulloa, se les hará siempre con la carta a la vista conozcan las producciones principales de cada provincia y su relación con aquellas que consumen sus sobrantes, la de los puertos para el tráfico exterior y el resto de ideas necesarias para que tengan las esenciales del comercio, con relación a las miras de la Península.
Igual método se observará en la aritmética política, que será la de Arriquivar y la economía y Re rustica, lo que se extracte de la Industria popular y sus apéndices, de Herrera, Ward y D. Miguel Suárez; todo acomodado a los asuntos propios, a los mejores del reino, y reflexionando que tampoco es ni debe ser un curso completo de cada una de estas enseñanzas, sino las primeras especies y elementos de ellas, bastantes al ciudadano, que no las haga por necesidad o gusto su aplicación principal y suficientes para principios de los que las hayan de cultivar a fondo en lo sucesivo.
CAPÍTULO XVIII
dibujo y habilidades
El segundo año del seminario se empezará a aprender el dibujo, que continuará desde este segundo hasta el quinto sin interrupción y desde este al octavo dos días por semana porque esta arte conviene mucho poseerla con la posible perfección.
En los tres primeros años se copiará por partes la figura humana, no por estampas, sino por dibujos de lápiz muy concluidos y correctos. Estos principios son: ojos, orejas, bocas, narices, medias cabezas, enteras; después manos, pies, piernas, brazos, medios cuerpos y figuras enteras. El estudio de la figura humana facilita la mano y el entendimiento para imitar cualquier objeto. Ya adquirido se empleará un año en el dibujo por modelo, el siguiente de adornos, otro de adornos y paisajes y el último de arquitectura civil y haciéndoles sacar muchos modelos arreglados geométricamente de todo género de fábricas públicas para que adquieran facilidad en todo esto. En el nono y décimo año, que son los dos últimos del colegio, dibujarán ocho días al mes sin asunto determinado, lo que les ocurra: pero presentándolo al maestro para su corrección.
Todos los dibujos, los modelos y los vaciados, se adquirirán precisamente en la Academia de San Fernando, con cuya consulta de examen y aprobación, se elegirá el maestro que haya de dirigir a la juventud.
Desde el tercer año empezará la escuela de baile, y se distribuirá en 3.º y 4.º diariamente, 5.º y 6.º una vez por semana y 7.º y 8.º y hasta salir del seminario dos veces al mes. Se enseñará el minuet y paspié, diversos pasos de contradanzas y baile inglés y las figuras de aquellas, que se ejecutarán cuando estén los alumnos ágiles en las dos primeras piezas, lo cual nunca será hasta del 5.º año en adelante por lo que no se permitirá entrar en estos bailes a los pequeñitos. Ni tampoco en estas casas el bolero y demás danzas procaces y de violenta agitación tan impropias de personas de su clase y costumbres.
Será del cargo del maestro de danza enseñar a los seminaristas a andar con aire, sacar el sombrero con gracia, hacer las cortesías, presentarse en un estrado y concurso con dignidad, saludar y tomar asiento con desembarazo y pasearse en compañía de otros.
El quinto año del seminario principiará el ejercicio de esgrima y se distribuirá quinto y sexto tres días por semana, y séptimo hasta décimo dos. La esgrima que se ha de practicar es la llamada de florete con todas las condiciones que saben y usan los buenos maestros de armas.
Mantendrá el seminario dos caballos al menos para la equitación de los seminaristas y que aprendan su completo manejo; ejercicio que empezará el séptimo año y este y el octavo se practicará dos veces por semana, y el nono y décimo una. Estos dos últimos cuando tengan correspondiente destreza, no hay inconveniente en que los días festivos y horas de paseo de los demás seminaristas turnen los de esta escuela y hagan el suyo a caballo en el picador del colegio, en los paseos públicos y sitios frecuentados aquel día por los demás seminaristas.
CAPÍTULO XIX
Como los estudios de los seminaristas no completan un curso de ninguna facultad, y a excepción de las lenguas, de la aritmética y geografía y de la poética y retórica, de las demás enseñanzas que se presentan a un examen público no se dan más que los tratados preliminares y lo que corresponde a la primera instrucción, sería sin disputa ridículo ostentar cosas tan fáciles de enseñar y de aprender. Los días empleados en estos exámenes, que nada prueban, trastornan sin utilidad todo el orden del seminario, consumen acaso algunas semanas, que es una pérdida muy considerable, hacen asistir a todos con igual infructuosidad de los que principian, porque nada entienden de las clases superiores y de los de estas que tan sabidos tienen los primeros principios. A todos estos inconvenientes se agregará otro mayor, y es el particular conato que desde medio curso ponen los maestros en los que conocen se presentarán al examen con mayor lucimiento, descuidando mucho en las cercanías de estas funciones casi enteramente los restantes que son los que tienen mayor necesidad de su esmero. Por todas estas consideraciones no habrá en los seminarios ninguna temporada que se malgaste en exámenes públicos. Pero para dar un justo testimonio del aprovechamiento de los discípulos y del celo del maestro, como a cada seis meses estén arreglados los pases de los seminaristas de una clase a otra, algunos días antes tendrá el preceptor en su clase y sin convocar a los de las otras, examen de sus discípulos, y al que precisamente asistirán primero y segundo director, algunos de los vocales de las juntas y gente de forma que guste; pues este día estará la clase abierta. Sin discursos preliminares ni aparato alguno presentará el maestro los tratados que hayan debido enseñarse y los seminaristas con quienes lo haya conseguido, para que los concurrentes pregunten a su arbitrio. Y después él lo hará con todo rigor, para manifestarles que están aptos y merecen ascender a otra clase; lo que se determinará después de este examen con el acuerdo de los directores y maestros. El premio se dará a los aprovechados, o libros bien encuadernados y de buenas ediciones, u otros instrumentos de enseñanza que les acalore en el estudio y sea una señal notoria de su aplicación.
CAPÍTULO XX
Tal es el plan de educación que cumpliendo el encargo de V. A. hemos trazado para la juventud noble y gentes acomodadas del reino. Con él, estamos persuadidos se llenarán las benéficas intenciones de S. M. en la erección de los seminarios, pues cumpliendo en todas sus partes se hallará un seminarista a los 18 años capaz de emprender la carrera a que se destine con las proporciones necesarias para que, entregándose a los estudios serios de ella, pueda sobresalir en su profesión. Estos estudios ni deben ser obras de los colegios, ni son de la edad anterior, pero empleada esta como se ha supuesto y estando los estudios de las universidades en estado floreciente y los cuerpos facultativos en la perfección de sus respectivos institutos, puede esperarse que de un joven tan bien preparado formen algún día un teólogo, un jurisperito y un matemático que dé honor a la nación. La lectura simple de nuestro plan convencerá de que es verificable en el común sin esfuerzos ni extraordinarios y sin estudio excesivo, que imposibilite a los niños para los siguientes.
También es fácil de advertir el pulso con que hemos procedido tanto en el descanso como en el trabajo y en la distribución de él, con el objeto de que no se unan dos lecciones que pidan grande ocupación de memoria, ni que sean igualmente difíciles. Hemos empezado por lo más agradable y procurando enlazar los gustosos, como de historia o geografía, con los estériles de gramática o lenguas. Estas justas consideraciones nos ha hecho trastornar en alguna cosa el orden natural de los estudios y así se da primero la historia universal que la esfera y geografía, porque al contrario tocarían muchos tratados científicos a una época, dejando pocos de estudio para la siguiente. Hemos procurado que los directores de sala encargados de las enseñanzas interiores queden igualmente dotados de ocupaciones. Y que ha sido también preciso que el director extranjero sea el de la última sala y no el de la anterior, que es donde se dan los idiomas; porque como esta época está enteramente dedicada a las humanidades, un director francés no puede dar sobre retórica y poética castellana los auxilios que los directores de salas facilitan de acuerdo con el maestro de la clase. Y no hay inconveniente que el uso continuo de los idiomas sea en la época que ya se poseen bien. Estas dos únicas alteraciones son de las que creemos deber dar razón: pues en lo demás se ha procurado observar el método más natural y sencillo y lo mismo en los ejercicios corporales, destinándolos, según las edades, todo con la mira de desempeñar cabalmente la confianza de V. A. en asunto que juzgamos de tanta urgencia, y después de haber puesto en el presente plan todo nuestro conato e inteligencia, aún más que verlo aprobado y en la práctica, es nuestro deseo que se le anteponga otro que sea mejor; con tal que en ejecución asegure a nuestra nobleza la crianza que tanto merece y necesita.

Referencia: 14-181-01
Página inicio: 1181
Datación: 1798
Página fin: 1239
Lugar: Madrid
Estado: publicado