Apéndice II. Curso de humanidades castellanas

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Comienzo de texto: Plan de esta obra Este curso supone una perfecta inteligencia del arte de leer y escribir, esto es, de las primeras letras.

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Plan de esta obra
Este curso supone una perfecta inteligencia del arte de leer y escribir, esto es, de las primeras letras.
Empezará por los principios de la gramática general, enseñados según nuestro método, de que separadamente daremos bastante razón.
Como estos principios serán enseñados en lengua castellana, podrán excusar el estudio particular de esta lengua.
Con todo, para ilustrar más y más uno y otro estudio, se explicará separadamente la índole de la lengua castellana, y comparándola con los principios de la gramática general, resultará a los jóvenes un completo conocimiento de la gramática de su lengua, y por este método, cuando los jóvenes hubieren de pasar al estudio de las lenguas muertas o vivas y de sus gramáticas, la enseñanza se reducirá a hacer esta misma comparación de la lengua cuyo estudio emprendieron.
Cuánto facilitará el estudio de las lenguas este método, solo se podrá calcular cuando la experiencia y el tiempo lo demostrare.
De aquí se pasará naturalmente al estudio de la elocuencia, y por el mismo método; es decir, se darán aquellos principios generales de este arte que, siendo tomados inmediatamente de la naturaleza, son unos y extendidos para todas las lenguas. Si la gramática es el arte de hablar, la elocuencia es el de hablar con elegancia; y esta elegancia, siendo regulada por los diferentes objetos del discurso, debe tener sus preceptos generales y relativos a la naturaleza de estos objetos. Y no se diga que la elocuencia es el arte de mover y persuadir, porque esta definición, más bien que el arte, explica su objeto y último fin. Explicados los principios de la elocuencia, se dará a los jóvenes la idea particular de aquellos que pertenecen a nuestra lengua, atendida su índole, su sintaxis, sus modismos, sus figuras, etc.; y otro tanto se hará, cuando alguno de los jóvenes hubiere de aplicar los principios generales de la elocuencia a las demás lenguas que hubiere estudiado. También la poética tiene sus principios universales, y que abrazan todas las lenguas. Por ellas deberá empezar la enseñanza, y como todas las lenguas tengan sus diferencias de estilo, prosodia, ritmos y metros, la enseñanza particular de estos se hará separadamente, primero de la lengua castellana y sucesivamente de aquellas a que se aplicaren los jóvenes. Al estudio de la poética debe seguir el de la lógica; pero las semillas y primeros principios de este arte deberán haberse sembrado en la enseñanza de la elocuencia general. Y, en efecto, si de la lógica se dice que es el arte de pensar y discurrir, ¿cómo se podrá enseñar bien la elocuencia, que se define el arte de hablar con elegancia, y que tiene por fin persuadir y mover, sin dar alguna idea del arte de enlazar y ordenar nuestros pensamientos del modo más conveniente a dicho fin? Pero la lógica, remontándose mucho más, sube a explicar el origen de nuestras ideas, a calificar por él la naturaleza de nuestros pensamientos, la comparación de unos con otros, y los juicios que resulten de esta comparación; y así es como resultará aquel arte de poner en uso todos los argumentos que podemos emplear en nuestros discursos para persuadir la verdad, y lo que es más, para buscarla y alcanzarla. ¿Y cómo se podrá subir al origen de nuestras ideas sin entrar al conocimiento del ente que las forma y produce, y al de aquellos con quien está enlazada por su origen y relaciones? He aquí, pues, naturalmente trabado con el estudio de la lógica el de la ontología, que le debe seguir o, más bien, acompañar. Se deben, pues, enseñar a los jóvenes los principios de la metafísica, esto es, de la naturaleza de los entes, y, como el primero de todos y el que los abraza y contiene en sí es el Supremo Autor de cuanto existe, es visto que en esta enseñanza de la metafísica debe entrar la teología natural, esto es, la enseñanza y demostración de la existencia de Dios con aquellos grandes atributos que son inseparables de ella, esto es, su omnipotencia, su sabiduría y su bondad.
Así pues, conocido el Criador, y conocida la criatura racional, y en fin, conocidas las relaciones entre una y otra, se hallarán naturalmente establecidos los principios de la ética acerca del Sumo Bien y del fin de las acciones humanas, los del bien y el mal y los de la virtud y el vicio. Este conocimiento establece los principios del derecho natural, porque, descubiertas las relaciones que tiene el hombre hacia su Criador y hacia sus semejantes, serán fácilmente establecidos sobre ellas sus derechos y obligaciones. Pero los hombres, reunidos primero en familias, después en tribus y al fin en sociedades, contrajeron nuevas obligaciones y adquirieron nuevos derechos particulares y relativos al cuerpo moral que resultó de esta reunión. Estos derechos y obligaciones debían ser de dos clases: unos relativos a las diferentes sociedades, en cuanto se interesase el bien y tranquilidad de unas y otras para sostenerse recíprocamente y no dañarse; y otros que señalasen los derechos y obligaciones del hombre social, así respecto del cuerpo moral a que cada uno pertenece, como con respecto a los demás hombres reunidos en la misma sociedad.
Resta solo el estudio de la política para completar la filosofía especulativa o racional; pero la política, o es una ciencia incierta y vana, o no es otra cosa que la aplicación de los principios del derecho público y privado que acabamos de explicar, y en uno u otro sentido no nos parece digna de particular enseñanza.
Mas hay una política que dice relación al gobierno interior de cada sociedad y que, por lo mismo, se llama económica, cuyos principios son ya generalmente conocidos, y cuyo estudio es digno de la más seria atención, por lo mismo que de su observancia pende infaliblemente el bien o el mal, la prosperidad o la decadencia de las sociedades.
He aquí los estudios que deben servir de cimiento a todos los demás, y sin los cuales el teólogo, el jurisconsulto, el filósofo natural, jamás alcanzará otra cosa que ideas vagas, inconexas y faltas de todo buen cimiento.
BELLAS LETRAS
Las bellas letras consideran al hombre como un ser dotado de imaginación. A ellas pertenece todo lo relativo a la belleza, a la armonía, a la elegancia, a la grandeza y todo lo que puede ablandar el ánimo, lisonjear la fantasía y mover los afectos. Su fin principal es formar el gusto, aquella preciosa facultad cuya falta es la que menos se disimula en la edad presente.
El gusto se contrae a todas las artes liberales, como la música, la pintura, etc. Nosotros le consideramos solamente con relación al lenguaje, estilo y composición, cuyas tres partes componen el estudio de las bellas letras.
El hombre, destinado por su Criador para vivir y tratar con sus semejantes, tiene en la admirable composición de sus órganos la facultad de articular palabras, y la facilidad de emplearlas para la expresión de sus ideas. Además de las palabras, usa el hombre de gritos, que expresan los afectos de su alma, de gestos y de ciertos movimientos del rostro que contribuyen a dar mucha fuerza a la expresión, mucha gracia al que habla y mucho gusto al que oye.
El alma del hombre conoce todos los objetos de la naturaleza por medio de los sentidos y, después de conocerlos, tiene la facultad de conservar su imagen. Llámase sensación la impresión que el alma recibe de los objetos que están presentes, e idea la imagen que el alma conserva de los objetos que están ausentes. Luego cuando decimos que las palabras expresan las ideas del hombre, entendemos que expresan aquellas imágenes de los objetos que el alma conserva después de haberlos conocido por medio de los sentidos.
Siendo cinco los sentidos, recibirá el alma cinco especies de sensaciones. Luego, si queremos conocer un objeto, no habrá más que dirigir nuestros sentidos a él, observando las sensaciones que recibimos; estas sensaciones serán distintas, porque son distintos los sentidos y distintas las cosas que se hallan en un mismo objeto. Llámanse calidades aquellas cosas distintas. De ahí se infiere: 1.º que un objeto es un punto de varias calidades; 2.º que nuestros sentidos no perciben en un objeto sino sus calidades.
No percibiendo el alma las calidades de los objetos sino por medio de los sentidos, claro está que el que no hubiese percibido una calidad no comprenderá la palabra que la indica, por más esfuerzos que se hagan para explicársela. Mas puede cualquiera comprender una palabra que indica un objeto, aunque no le hubiese percibido, con tal que le digan sus calidades […].
RUDIMENTOS DE GRAMÁTICA GENERAL, O SEA, INTRODUCCIóN AL ESTUDIO DE LAS LENGUAS
Entre todas las criaturas, solo el hombre recibió de su Criador el don de la palabra, esto es, la facultad de hablar, de la cual trataremos en la lección de mañana. En la de hoy se explicará lo que debéis entender por estas palabras lengua y gramática, y de esta explicación deduciremos lo que se entienda por gramática general, que es el objeto de estas lecciones.
Solo el hombre es capaz de hablar, y en este privilegio ha recibido dos grandes ventajas: 1.ª la de comunicar a sus semejantes sus más internos sentimientos; 2.ª la de percibir los más íntimos pensamientos de sus semejantes; de entrambas ha resultado la perfección de la razón humana, la cual no puede extender sus ideas, ni compararlas, ni perfeccionarlas, sino por medio de la palabra o el discurso.
A la colección de sonidos articulados o palabras de que se valen los naturales de una nación o provincia, uniéndolas y ordenándolas para tratarse y comunicar sus pensamientos, se ha dado el nombre de lengua; así que, el conjunto de palabras de que se valen los españoles, franceses o ingleses, y de que se valieron los hebreos, griegos o romanos, se llama propiamente lengua castellana, francesa o inglesa, o bien lengua hebrea, griega o latina.
Al arte de unir y enlazar las palabras de una lengua, para expresar por su medio los pensamientos y formar un discurso seguido, se ha dado el nombre de gramática, la cual puede ser definida así: gramática es el arte de hablar bien una lengua, o es el conjunto de reglas que deben ser seguidas y observadas para hablar bien una lengua; así que, el conjunto de reglas establecidas para hablar con propiedad la lengua castellana podrá ser llamada gramática castellana o arte de hablar bien el castellano, y lo mismo se puede decir de todas las demás lenguas.
Estas reglas, establecidas por el uso y reunidas por la observación, fueron en parte derivadas de la naturaleza, y en parte de combinaciones arbitrarias; y por eso hay algunas que son comunes a todas las lenguas del mundo, y otras que son propias y peculiares de cada lengua particular.
Al conjunto de reglas de la primera clase daremos el nombre de gramática general, y al de la segunda, de gramática particular. Las primeras servirán de materia a vuestro estudio en estas lecciones preliminares; las segundas son de inmensa extensión; pero nosotros abrazaremos solamente en nuestra enseñanza las que pertenecen a las lenguas inglesa y francesa […]
RUDIMENTOS DE GRAMÁTICA CASTELLANA
Plurima posse dicere, sed pauca debere.
Hay en una lengua principios comunes a todas las demás, porque se fundan en la naturaleza de las cosas y la constitución del corazón humano; y principios peculiares que forman su hermosura y gala, los cuales deben el ser, ya al arbitrio de los nacionales, ya al clima y genio del país, ya a la legislación, ciencias, trato y comercio. Hemos hablado de los primeros en la gramática general; trataremos de los segundos en la gramática castellana.
Pero estas lecciones no se dirigen tan solamente a manifestar las reglas generales y elementales de nuestra lengua, sino que se extienden a la enseñanza de lo necesario para hablarla y escribirla con corrección y con elegancia. Esta es la parte práctica, y sin duda la más importante; porque no tanto se aprende una lengua con reglas, cuanto con ejemplos selectos; no tanto en una gramática, cuanto en los buenos autores.
Esto sentado, llama desde luego nuestra atención una especie de palabras, que sin duda alguna fueron las primeras sugeridas al entendimiento humano, a las que todas las demás se refieren, y sin las cuales no puede subsistir ninguna en la oración. Tales son los substantivos que sirven para nombrar las cosas o personas, y para distinguirlas, sin señalar cantidad, calidad, acción o relación. Hemos visto en la gramática general de dónde les viene este nombre y cómo se divide en común, abstracto y propio.
Las más de las palabras de que se compone una lengua son nombres comunes, cada uno de los cuales puede expresar un género, esto es, una clase de individuos; una especie, esto es, una clase menos general o un individuo solo. Por ejemplo, cuando decimos el hombre es mortal, la palabra hombre expresa todos los individuos de una especie; cuando decimos el hombre bueno es estimable, hombre expresa una porción de individuos; y cuando decimos el hombre que vimos ayer era muy alto, hombre expresa un individuo solo […]
LECCIONES DE RETóRICA Y POÉTICA
Emollit mores, nec sinit esse ferox.
(Horat.)
(Hace al hombre suave y dulcifica sus costumbres.)
Después de haber tratado de la gramática de nuestra lengua, pasaremos a considerar qué cosa es estilo y cuáles son las reglas de él.
Llámase estilo aquel modo peculiar con que un hombre expresa sus conceptos por medio del lenguaje. Sus calidades pueden reducirse a dos, perspicuidad y ornamento, porque todo lo que se exige del lenguaje es que nuestras ideas se presenten con claridad al entendimiento de los otros, y que tengan al mismo tiempo aquel adorno capaz de darles gusto y de interesarlos. Cumplidas estas dos cosas se logra el fin que debe cualquiera proponerse cuando habla o escribe.
La perspicuidad es tan esencial en cualquier género de composición que nada puede suplir su falta. Por consiguiente, el primer objeto que debemos proponernos es darnos a entender clara y completamente y sin la menor dificultad. «La oración —dice Quintiliano— debe ser clara e inteligible, aun para aquellos más descuidados en oír; de modo que no solo comprendan lo que se dice, sino que no puedan dejar de comprenderlo.»
Nos aficionamos por lo regular a un autor que nos ahorra el trabajo de buscar la significación de sus palabras, que nos lleva al término sin embarazo ni confusión, y cuyo estilo corre a manera de un río limpio, donde se ve hasta el fondo.
La perspicuidad se refiere a las palabras y cláusulas, o a la construcción de las sentencias.
La perspicuidad, considerada con respecto a las palabras, y cláusulas exige pureza, propiedad y precisión.
La pureza del lenguaje no debe confundirse con la propiedad, como suele hacerse muchas veces. Llámase pureza el uso de aquellas voces y construcciones que pertenecen a la lengua que estamos hablando, en contraposición de aquellas palabras y cláusulas tomadas de otros idiomas, arcaísmos, voces nuevas o sin propia autoridad. La propiedad consiste en la elección de aquellas palabras de la lengua patria apropiadas por el uso establecido a aquellas ideas que intentamos expresar por ellas. El estilo puede ser puro, esto es, puede ser del todo español, sin galicismos o expresiones irregulares, y, sin embargo, puede ser defectuoso por falta de propiedad. Pueden las palabras ser mal escogidas, no adecuadas al asunto y no expresar completamente el sentido del autor. Pero el estilo no puede ser propio sin ser también puro, y cuando la pureza y la propiedad se hallan juntas, no solo hacen el estilo perspicuo, sino también agradable. No hay otras reglas de pureza y propiedad que la práctica de los mejores escritores y oradores del país donde se vive […].
Consideremos ahora el influjo que tiene la precisión en el lenguaje. Derívase esta palabra de la latina praecidere, cortar, y significa que debe cortarse todo lo superfluo en la oración, reduciendo de tal modo la expresión que presente ni más ni menos una copia exacta de la idea que se quiere expresar. Sobre esto, observaremos que las palabras con que un hombre expresa sus ideas pueden ser defectuosas de tres maneras: pueden no expresar aquella idea que tiene el autor en la mente, sino otra que se le parece; o pueden expresar aquella idea, pero no entera y completamente; o pueden expresarla junto con otras ideas que el autor no intenta expresar. La precisión se opone a estos tres yerros, y más principalmente al último […].
LECCIONES DE POÉTICA
Hemos dado fin a nuestras observaciones sobre las diferentes especies de composiciones en prosa; trataremos ahora de las composiciones poéticas en todas sus formas, aunque mucha parte de lo que llevamos observado en la retórica, particularmente en lenguaje figurado, pertenece también a esta facultad. Antes de entrar a examinar ninguna de sus especies en particular, trataremos, por modo de introducción de la naturaleza de esta facultad, y daremos alguna razón de su origen y progresos, como también de la versificación o números poéticos.
Sobre la definición de la poesía han variado mucho los críticos, haciendo algunos consistir su esencia en la ficción, sostenidos con la autoridad de Aristóteles y Platón; pero ya la opinión común desecha esta definición, por ser constante que hay muchos puntos que, sin ser fingidos, son muy propios para la poesía. Otros han hecho consistir la esencia de la poesía en la imitación; pero esto es una cosa muy general, y que no la define, pues conviene también a otras artes que imitan igualmente que la poesía […]
TRATADO DE DECLAMACIóN
La declamación puede dividirse en dos partes principales, que son pronunciación y acción; trataremos de cada una de ellas separadamente.
El que habla en público debe tener una pronunciación clara y distinta; esto es, debe hablar despacio, distinguir los sonidos, sostener los finales, separar las palabras, las sílabas, y algunas veces las letras que podrían confundirse o producir, al encontrarse, algún mal sonido; pararse en los puntos, las comas, y donde quiera que lo pidan el sentido y la claridad. Es la pronunciación respecto del discurso lo que la impresión respecto de la lectura; así como una obra hermosamente impresa, en buen papel, con todos los acentos y debidos espacios entre las palabras y entre los renglones, parece que adquiere un nuevo mérito y encanta la vista; del mismo modo se oye con indecible gusto una pronunciación clara, que lleva las palabras al oído sin confusión y sin embarazo.
La pronunciación debe ser también expedita, no precipitada. Tampoco se ha de alentar frecuentemente, para que no se corte el sentido de la oración, ni se ha de aguantar el aliento hasta que falte, porque es muy disonante el eco producido por el aliento que se acaba; por cuya razón, los que tienen que decir un periodo dilatado deben tomar el aliento de tal manera, que esto se haga por un instante, sin ruido y sin que se conozca. Con todo, bueno es ejercitar el aliento para que dure lo más que sea posible, como hizo Demóstenes, que recitaba sin alentar los más versos que podía subiendo cuestas, y solía perorar en su casa revolviendo piedrecillas con la lengua, para pronunciar las palabras con más expedición.
Pero la gracia principal de la pronunciación consiste en la variedad, cuyo vicio opuesto se llama monotonía, esto es, un solo tono y sonido de la voz. No conviene decirlo todo a gritos, lo cual es una locura; o como en una conversación, lo cual carece de efecto; o en un bajo murmullo, lo que quitaría a la pronunciación toda la viveza; sino que se deben variar las inflexiones de la voz, según lo pidiere, o la dignidad de las palabras, o la naturaleza de los conceptos, o el remate y principio de los periodos, o el tránsito de una cosa a otra. Sobre todo, atiéndase a no esforzar la voz más de lo que se puede, porque la voz sofocada y despedida con esfuerzo es siempre oscura, y algunas veces violentada viene a dar en aquel tono que los griegos llamaban closmos, esto es, canto de gallina, tomado el nombre del canto de los pollos pequeños […].
Después de la pronunciación no hay cosa más importante que la acción. Con ella expresamos algunas veces las cosas mejor que con las palabras, y de ella pende toda la gracia del que habla en público. Por esta razón solía Demóstenes ejercitarse en esta parte de la oratoria, mirándose en un espejo de cuerpo entero.
La cabeza es uno de los miembros principales en la acción, como lo es en el cuerpo, y contribuye, no solamente a dar gracia, sino también expresión. Lo que se requiere es que esté siempre derecha y en una postura natural; porque baja denota humildad, demasiado levantada, arrogancia; inclinada a un lado, desfallecimiento, y muy tiesa, grosería.
En segundo lugar, debe tener unos movimientos proporcionados a la misma acción, de tal manera que acompañe las manos y se conforme al ademán. Esto deberá observarse siempre, menos cuando desaprobamos, negamos o mostramos aversión a alguna cosa, de tal manera que parece que con el semblante detestamos y con las manos desechamos aquello mismo, como cuando decimos: ¡Oh dioses, apartad tamaña peste! Hay otros muchos modos con que la cabeza expresa los sentimientos del corazón, porque además de los movimientos que tiene para afirmar, negar y asegurar, los tiene también para mostrar vergüenza, duda, admiración e indignación, conocidos y sabidos de todos […].
TRATADO DEL ANÁLISIS DEL DISCURSO, CONSIDERADO LóGICA Y GRADUALMENTE
…Cui lecta potenter erit res,
Nec facundia deseret hunc, neque lucidus ordo.
Analizar una cosa es dividirla en todas las partes de que se compone, para observar cada una separadamente, y volver después a unirlas, para observar su conjunto. Hecho este análisis se conoce una cosa cuanto cabe en el entendimiento humano.
Así, si queremos conocer el mecanismo de un reloj, le dividiremos en todas sus partes, poniéndolas unas junto a otras. Examinaremos su forma y su destino, cómo obran unas sobre otras, y cómo, desde el primer muelle pasa el movimiento de rueda en rueda hasta la aguja que señala las horas.
Luego también para analizar el discurso observaremos el oficio y la significación de cada palabra, sus relaciones unas con otras, cómo de su enlace se forman los pensamientos, y cómo estos, reducidos a cierto orden, componen el discurso.
De ahí se ve que el discurso no es más que una serie de pensamientos expresados con palabras. Luego, haciendo el análisis del discurso, se hace al mismo tiempo el del pensamiento. Aun podemos decir que el análisis del pensamiento se halla hecho en el discurso, porque las palabras nos representan las ideas que percibimos por la sensación o por la reflexión. Las relaciones de las palabras son las de nuestras ideas. En la unión de las palabras vemos claramente las comparaciones, los juicios y los raciocinios que forma nuestro entendimiento. Todas estas cosas están separadas y puestas en orden en el discurso; nos podremos detener en cada una para observarla con cuidado, y ver después cómo se unen entre sí para formar el pensamiento.
Este método, pues, nos ha de enseñar cómo formamos y cómo expresamos nuestros pensamientos. Por él adquirirá nuestro entendimiento aquella rectitud necesaria para hallar la verdad en las ciencias, y la precisión, que se dirige a facilitar tan precioso hallazgo. Conocida la generación de las ideas, y por consiguiente, la de las palabras, no tropezaremos en ninguna que pueda causar confusión; rectificaremos las ideas falsas que hemos contraído por el hábito, y distribuiremos todos nuestros conocimientos en un orden tan claro, que podremos desde el último subir progresivamente hasta el primero, y desde este bajar hasta el último.
El análisis es el único método que tenemos para aprender y saber bien las ciencias, porque es aquel con que ellas se formaron. Las matemáticas, v. g., infunden al entendimiento tanta claridad y convicción, porque sus proposiciones se derivan unas de otras; y así, no es posible convencerse de una de ellas antes de haberse convencido de aquella en que se funda su demostración.
Del mismo modo, sin el análisis nunca podremos conocer el arte de pensar y el de hablar, que se reducen a lo mismo. Una cosa es pensar y hablar, y otra pensar y hablar bien. Todos los hombres piensan y hablan, porque sus necesidades les precisan a esto desde la infancia. Mas ¡qué diferencia reina entre ellos en este punto! […]
RUDIMENTOS DE LA GRAMÁTICA FRANCESA
Idea de la pronunciación
La verdadera pronunciación de la lengua francesa consiste en dar a cada sílaba un sonido conforme al genio de la lengua. Las sílabas se componen de letras, así como en los demás idiomas; consideraremos, pues, la pronunciación de cada letra por sí sola, y después llegaremos a la pronunciación de las letras en cuanto forman sílabas.
Las letras se dividen en vocales y consonantes. Las vocales son cinco: a, e, i, o, u, cuya pronunciación solo en la e y en la u se diferencia de la castellana; la e se articula con más o menos lentitud, según lo requieren los acentos, que en francés son tres: agudo, grave y circunflejo. Por medio de estos tres acentos, la e toma tres nombres y tres pronunciaciones distintas: e cerrada se pronuncia como en castellano amé; e abierta pide una abertura de boca más grande, y e muda tiene un sonido sordo, como en la palabra madre. La pronunciación de la u se hará conocer con la viva voz.
Dos o tres vocales pueden andar unidas en una misma palabra, y sin embargo, se reducen al sonido de una sola vocal: llámanse entonces vocales compuestas. Así, en la voz francesa plaire la a y la i juntas suenan como una e; en la voz autel, la a y la u tienen el valor de una o. No sucede lo mismo en la lengua castellana, donde se pronuncia como se escribe, y se escribe como se pronuncia. Procuraremos hacer conocer con ejemplos algunas de estas vocales compuestas, dejando al uso el conocimiento de las demás, que son en gran número […]
RUDIMENTOS DE LA GRAMÁTICA INGLESA
La gramática inglesa puede ser dividida en cuatro partes: la 1.ª considera las letras respecto de su pronunciación; la 2.ª queda contraída a las sílabas con relación a sus acentos; la 3.ª abraza todas las especies de palabras, sus derivaciones, mudanzas y analogía; la 4.ª, en fin, trata de la colocación y enlace de las palabras con motivo de formar una oración. Estas cuatro partes se irán explayando en otros tantos artículos.

Referencia: 14-369-01
Página inicio: 1369
Datación: 13/07/1794
Página fin: 1379
Lugar: Gijón
Estado: publicado