Apéndice II. El Censor, discurso CLV

Comienzo de texto

Comienzo de texto: …Perit omnis in illo Nobilitas, cujus laus est in origine sola. Lucan.

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…Perit omnis in illo
Nobilitas, cujus laus est in origine sola.
Lucan. Carm. ad Pisan.
(¿De qué sirve
la clase ilustre, una alta descendencia
sin la virtud?)
SÁTIRA
¿Ves, Arnesto, aquel majo en siete varas
De pardomonte envuelto: con patillas
De tres pulgadas afeado el rostro:
Magro, pálido y sucio; que al arrimo
De la esquina de enfrente nos acecha
Con aire sesgo y baladí? Pues ese,
Ese es un nono nieto del Rey Chico.
Si el breve chupetín, las anchas bragas,
Y el albornoz, no sin primor terciado,
No te lo han dicho: si los mil botones
De filigrana berberisca, que andan
Por los confines del jubón perdidos
No lo gritan; la faxa, el guadixeño,
El arpa, la bandurria y la guitarra
Lo cantarán. No hay duda: el tiempo mismo
Lo testifica. Atiende a sus blasones.
Sobre el portón de su Palacio ostenta,
Grabado en berroqueña, un ancho escudo
De medias lunas, y turbantes lleno.
Nácenle al pie las bombas y las balas,
Entre tambores, chuzos y banderas,
Como en sombrío matorral los hongos.
El águila imperial con dos cabezas
Se ve picando del morrión las plumas
Allá en la cima; y de uno y otro lado,
A pesar de las puntas asomantes,
Grifo y león rampantes le sostienen.
Ve aquí sus timbres. Pero sigue, sube,
Entra, y verás colgado en la antesala
El árbol gentilicio, ahumado y roto
En partes mil: empero de sus ramas,
cual suele el fruto en la pomposa higuera,
Sombreros penden, mitras y bastones.
En procesión aquí y allí caminan,
En sendos cuadros, los ilustres deudos,
Por hábil brocha al vivo retratados.
¡Qué gregüescos! ¡Qué caras! ¡Qué bigotes!
El polvo y telarañas son los gajes
De su vejez. ¿Qué más? Hasta los duros
Sillones moscovitas, y el chinesco
Escritorio, con ámbar perfumado,
En otro tiempo de marfil y nácar
Sobre ébano embutido, y hoy deshecho,
La ancianidad de su solar pregonan.
Tal es, tan rancia, y tan sin par su alcurnia,
Que aunque embozado, y en castaña el pelo,
Nada les debe a Ponces, ni Guzmanes.
No los aprecia: tiénese en más que ellos;
Y vive así. Sus dedos y sus labios
Del humo del cigarro encallecidos,
Índice son de su crianza. Nunca
Pasó del B, a, Ba. Nunca sus viajes
Más allá de Getafe se extendieron.
Fue antaño allá por ver unos Novillos
Junto con Paco-trigo y la Caramba:
Por señas que volvió ya con estrellas,
Beodo por demás, y durmió al raso.
Examínale: ¡oh, idiota! nada sabe.
Trópicos, era, geografía, historia,
Son para el pobre exóticos vocablos.
Dile que dende el hondo Pirineo
Corre espumoso el Betis a sumirse
De Ontígola en el mar; o que cargadas
De Almendra y gomas las inglesas quillas
Surgen en Puerto-lápichi, y se levan
Llenas de estaño y de abadejo: ¡oh! todo,
Todo lo creerá: por más que añadas
Que fue en las Navas Witiza el santo
Deshecho por los Celtas, o que invicto
Triunfó en Aljubarrota Mauregato.
¡Qué mucho, Arnesto, si del Padre Aste[…]
Ni aun leyó el catecismo! Mas no creas
Su memoria vacía. Oye, y dirate
De Cándido y Marchante la progenie:
Quién de Romero o Costillares saca
La muleta mejor, y quién más limpio
Hiere en la cruz al bruto jarameño
Harate de Guerrero y la Catuja
Larga memoria; y de la malograda,
De la divina Lavenant, que ahora
Anda en campos de luz paciendo estrellas,
La sal, el garabato, el aire, el chiste,
La fama y los ilustres contratiempos
Recordará con lágrimas. Prosigue
Si esto no basta, y te dirá qué año,
Qué ingenio, qué ocasión dio a los Chorizos
Eterno nombre; y cuántas cuchilladas,
Dadas de día en día, tan pujantes
Sobre el triste Polaco los mantiene.
Ve aquí su ocupación: esta es su ciencia.
No la debió ni al Dómine, ni al tonto
De su Ayo Mosen Marc, solo ajustado
Para irle en pos cuando era Señorito.
Debiósela a Cocheros y Lacayos,
Dueñas, Fregonas, Truhanes, y otros bichos
De su niñez perennes compañeros.
Mas sobre todo, a Pericuelo el paje:
Mozo avieso, Chorizo y Pepillista
Hasta morir, cuando le andaba en torno.
Del aprendió la Jota, la Guaracha,
El Bolero, y en fin música y baile.
Fuele también maestro algunos meses
El sota Andrés, chispero de la Huerta;
Con quien por orden de su padre entonces
Pasar solía tardes y mañanas
Jugando entre las mulas. Ni dejaste
De darle tú santísimas lecciones,
¡Oh Paquita! después de aquel trabajo,
De que el Refugio te sacó, y su madre
Te ajustó por Doncella. ¡Tanto puede
La gratitud en generosos pechos!
De ti aprendió a reírse de sus padres
Y a hacer al Pedagogo la mamola:
A pellizcar, a andar al escondite,
Tratar con Cirujanos y con viejas
Beber, mentir, trampear; y en dos palabras,
De ti aprendió a ser hombre… y de provecho.
Si algo más sabe, débelo a la buena
De Doña Ana, patrón de zurcidoras;
Piadosa como Enone, y más chuchera
Que la embaydora Celestina. ¡Oh, cuánto
De ella alcanzó! Del Rastro a Maravillas,
Del alto de San Blas a las Bellocas,
No hay barrio, calle, casa, ni zahúrda
A su padrón negado. ¡Cuántos nombres,
Y cuáles vido en su librete escritos!
Allí leyó el de Cándida, la invicta,
Que nunca se rindió: la que una noche
Venció
Allí el de aquella siete veces virgen,
Mas que por esto insigne por sus robos;
Pues que en un mes empobreció al Indiano,
Y chupó a un Escocés tres mil guineas,
Veinte acciones de banco, y un navío.
Allí aprendió a temer el de Belica
La venenosa
Y allí también, en torpe mescolanza,
Vio de mil bellas las ilustres cifras,
Nobles, plebeyas, majas y señoras:
A las que vio nacer el Pirineo
Desde Junquera hasta do muere el Miño,
Y a las que el Ebro y Turia dieron fama,
Y el Darro y Betis todos sus encantos:
A las de rancio y perdurable nombre
Ilustradas con turca y sombrerillo,
Simón y Page, en cuyo abono sudan
Bandas, veneras, gorras y bastones,
Y aun (chito, Arnesto) cuellos y cerquillos;
Y en fin, a aquellas que en nocturnas zambras,
Al son del cuerno congregadas, dieron
Fama a la Unión
¡Ah cuánto allí la cifra de tu nombre
Brillaba escrita en caracteres de oro,
Oh Cloe! Él solo deslumbrar pudiera
A nuestro jaque, apenas de las uñas
De su doncella libre. No adornaban
Tu casa entonces, como hogaño, ricas
Telas de Italia, o de Cantón, ni lustros
Venidos del Adriático, ni alfombras,
Sofá, otomana, o muebles peregrinos;
Ni la alegraban de Bolonia al uso
La Simia, il Papagallo, é la spinetta.
La salserilla, el zaumador, la esponja,
Cinco sillas de enea, un pobre anafe,
Un bufete, un belón, y dos cortinas
Eran todo tu ajuar; y hasta la
Do alzó después tu trono la fortuna,
¡Quién lo diría! entonces era humilde.
Púsote en zancos el hidalgo, y diote
A dos por tres la escandalosa buena,
Que treinta años de afanes y de ayuno
Costó a su padre: ¡oh, cuánto tus jubones
De perlas y oro recamados, cuánto
Tus francachelas, y tripudios dieron,
En la Cazuela, el Prado, y los Tendidos,
De escándalo y envidia! Como el humo
Todo pasó: duró lo que la hijuela.
¡Pobre galán! ¡Qué paga tan mezquina
Se dio a tu amor! ¡Cuán presto le feriaron
Al último doblón el postrer beso!
Viérasle, Arnesto, desolado: vieras
Cual iba humilde a mendigar la gracia
De su perjura, y cual correspondía
La infiel con carcajadas a su lloro!
No hay medio: le plantó: quedó por puertas…
¿Qué hará? ¿Su alivio buscará en el juego?
¡Bravo! Allí olvida su pesar. Prestole
Un amigo… ¡Qué amigo! Ya otra nueva
Esperanza le anima. ¡Ah! salió vana
Marró la cuarta sota: a Dios bolsillo
Toma un censo…… adelante…. . Mas perdiole
Al primer trascartón, y quedó asperges.
No hay ya amor, ni amistad. En tan gran cuita
Se halla, ¡oh Zulem-Zegri! tu nono nieto.
¿Será más digno, Arnesto, de tu gracia
Un alfeñique perfumado y lindo,
De noble traje, y ruines pensamientos?
Admiran su solar el alto Auseva,
Limia, Pamplona, o la feroz Cantabria.
Mas se educó en Sorez. París y Roma
Nueva fe le infundieron, vicios nuevos
Le inocularon. Cátale perdido.
No es ya el mismo; ¡oh, cual otro el Bidasoa
Tornó a pasar! ¡Cuál babla por los codos!
¿Quién calará su atroz galimathias?
Ni Du Marsais, ni Aldrete le entendieran.
Mira cual corre, en polisón vestido,
Por las mañanas de un burdel en otro,
Y entre alcahuetas y rufianes bulle!
No importa: viaja incógnito, con palo,
Sin insignias y en frac: nadie le mira.
Vuelve, se adoba, sale, y huele a almizcle
Desde una milla. ¡Oh, como el Sol chispea
En el charol del coche ultramarino!
¡Cuál brillan los tirantes carmesíes
Sobre la negra crin de los frisones!
Visita, come en noble compañía:
Al Prado, a la Luneta, a la Tertulia,
Y al garito después. ¡Qué linda vida,
Digna de un noble! ¿Quieres su compendio?
P…………., jugó, perdió salud y bienes,
Y sin tocar a los cuarenta Abriles
La mano del placer le hundió en la huesa.
¡Cuántos, Arnesto, así! Si alguno escapa,
La vejez se anticipa, le sorprende,
Y en cínica e infame soltería,
Solo, aburrido, y lleno de amarguras,
La muerte invoca, sorda a su plegaria.
Si antes al ara de Himeneo acoge
Su delincuente corazón, y el resto
De sus amargos días le consagra,
¡Triste de aquella que a su yugo uncida
Víctima cae! Los primeros meses
La lleva en triunfo acá y allá: la mima,
La galantea… Palco, galas, dijes,
Coche a la inglesa…. ¡Míseros recursos!
El buen tiempo pasó. Del vicio infame
Corre en sus venas la cruel ponzoña.
Tímido, exhausto, sin vigor…. ¡O rabia!
El tálamo es su potro…
Mira, Arnesto,
¡Cuál desde Gades a Brigancia el vicio
Ha inficionado el germen de la vida!
Y cuál su virulencia va enervando
La actual generación. Apenas de hombres
La forma existe… . ¿A dónde está el forzudo
Brazo de Villandrando? ¿Do de Argüello,
O de Paredes los robustos hombros?
¿El pesado morrión, la penachuda
Y alta cimera acaso se forjaron
Para cráneos raquíticos? ¿Quién puede,
Sobre la cuera, y la enmallada cota
Vestir ya el duro y centellante peto?
¿Quién enristrar la ponderosa lanza?
¿Quién?…. Vuelve, oh, fiero Berberisco, vuelve,
Y otra vez corre desde Calpe al Deva,
Que ya Pelayos no hallarás, ni Alfonsos
Que te resistan. Débiles Pigmeos
Te esperan. De tu corva cimitarra
Al solo amago caerán rendidos…
¿Y es este un noble, Arnesto? ¿Aquí se cifran
Los timbres y blasones? ¿De qué sirve
La clase ilustre, un alta descendencia
Sin la virtud? Los nombres venerandos
De Laras, Tellos, Haros, y Girones,
¿Qué se hicieron? ¿Qué genio ha deslucido
La fama de sus triunfos? ¿Son sus nietos
A quienes fía su defensa el trono?
¿Es esta la nobleza de Castilla?
¿Es este el brazo un día tan temido,
En quien libraba el castellano pueblo
Su libertad? ¡Oh, vilipendio! Oh siglo!
Faltó el apoyo de las leyes: todo
Se precipita. El más humilde cieno
Fermenta y brota espíritus altivos,
Que hasta los tronos del Olimpo se alzan.
¿Qué importa? Venga denodada, venga
La humilde plebe en irrupción, y usurpe
Lustre, nobleza, títulos y honores.
Sea todo infame behetría, no haya
Clases, ni estados. Si la virtud sola
Les puede ser antemural y escudo,
Todo sin ella acabe y se confunda.

Referencia: 14-321-01
Página inicio: 1321
Datación: 31/05/1787
Página fin: 1329
Lugar: Madrid
Estado: publicado