Apuntamientos de Hume, Cicerón y notas diversas. Apuntamientos de Of refinement in the arts. Dav. Hume, Essays, 2 p[ar]te, 2. Of refinement in the arts.&l

Comienzo de texto

Comienzo de texto: Es incierta la idea que tenemos del lujo. En general, se da este n[ombr]e a todo lo que regala nuestros sentidos. Pero ¿quién sino un entusiasta se atreverá a condenar

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Es incierta la idea que tenemos del lujo. En general, se da este n[ombr]e a todo lo que regala nuestros sentidos. Pero ¿quién sino un entusiasta se atreverá a condenar toda delicadeza en comida, vestido, tren, etc.? La edad, condición, fortuna ¿no admitirán alguna diferencia? Beber pajarete o chacolí, vestir paño de San Fernando o Grazalema, comer perdigones o tasajo de cabra ¿señalarán los límites de la virtud y el vicio?
Estos y otros objetos serán malos cuando se gaste en ellos lo necesario para la sustentación de la familia y el ejercicio de la beneficencia y caridad, cuando se adquieren por malos medios o cuando empeoran nuestro espíritu y corazón o arruinan nuestra suerte. Pero ¿por qué no serán lícitos? Darlo todo a ellos a expensas de los objetos ajenos de la dignidad del hombre probará la corrupción de la razón y la depravación del corazón. Pero cuando se hace compatible con aquéllos se pueden gozar con sosiego.
He aquí el origen de tan varias opiniones. Los libertinos ensalzan el lujo por extremado que sea como útil a la sociedad, los severos moralistas miran al más moderado e inocente como origen de toda corrupción y de la ruina de la sociedad. Con todo, se puede decir que las edades de cultura son las más virtuosas y felices y aun también que los mismos excesos del lujo, aunque perniciosos, no lo son tanto como otros de los que se oponen al orden social.
Acción, placer, ocio: he aquí lo que se mira como elementos de felicidad. Pero cada uno de por sí es contrario a ella. ¿La gozarán el hombre continuamente ocioso, el continuamente ocupado, el que no da alguna tregua a los placeres? Algo de todo debe entrar en la alternativa. La educación, la complexión, el hábito establecen alguna diferencia, pero la alternativa es necesaria. Cuando florece la industria, la acción lleva consigo el placer, y realza los que son fruto de ella. En ella se perfeccionan las facultades físicas y mentales del hombre y se hace aborrecible la indol[enci]a. El ocio entonces sólo se aprecia cuando sucede al trabajo. De aquí es el enlace entre las ciencias y las artes, y que la edad que produce grandes filósofos y moralistas, famosos generales y poetas produce también insignes arquitectos y pintores, ebanistas y cerrajeros. El espíritu de la edad todo lo penetra, y cuando saca los ánimos de su letargo y los pone en acción al mismo tiempo que las ciencias levanta y mejora las artes y mejora los placeres mentales como los físicos. De aquí también que se estrechen los vínculos sociales, que se haga amable el trato y conversación con nuestros semejantes que realcen el precio del talento y buena crianza y refinen el gusto en vestidos, muebles, trenes; que los sexos se complazcan en el placer de la conversación y honestos entretenimientos; que el gusto se mejore y que haya más humanidad y beneficencia entre los hombres. Son menores entonces y menos frecuentes los excesos, porque son menos bien vistos y aparecen contrarios al puro y verdadero placer. Sin duda que el libertinaje y el adulterio se mezclan a los progresos del lujo, pero la bestial glotonería, la embriaguez, la manifiesta disolución menguan.
Esto en la vida privada. Pero en la vida pública es más claro el influjo de la cultura en el gobierno, que es más fuerte y floreciente cuanto más ricos y felices los individuos.
Donde todo se consume todo se trabaja, y cuando objetos de comodidad y regalo, nuevas artes nacen para satisfacernos [sic]. Sigue la mansedumbre y moderación del gobierno más necesario, entonces y por lo mismo más conocida y apreciada. La sumisión es más sagrada, la autoridad menos severa. Hasta las guerras se hacen menos sangrientas por la cultura. Acabadas, el espíritu feroz sigue al de humanidad, se perfecciona también el valor que si de una parte pierde de su ferocidad gana por otra en constancia y firmeza, por la idea de honor que inspira la educación, le fortifica y le eleva. Fuera de que la disciplina que le regula es un efecto de la cultura. No se oponga el ejemplo de la decad[enci]a de Italia. Allí se hicieron valientes e industriosas Venecia y Flor[enci]a mientras Roma y Nápoles eran indec[en]tes y cobardes. Esp[añ]a, Francia, Inglat[err]a prueban lo mismo. Ni Roma decayó por el lujo, como Salustio y todos los clásicos pretenden achacan su decadencia al amor al dinero, pero esta pasión es de todos los tiempos, todas las clases, todos los hombres. Roma cayó porque su gobierno y sus instituciones ya no convenían a un imp[eri]o tan inmenso.
Inglaterra debe sus libertades al progreso de la cultura y las artes (y lo mismo los demás imp[eri]os de Europa respectivam[en]te). Hay ciertam[en]te m[uch]a corrupc[ió]n y m[uch]a venalidad desp[ué]s que creció su riq[uez]a pero esta corrupc[ió]n pertenece más a los electores que a los elegidos. Quitad de un gobierno las artes: sus individuos serán propietarios o colonos y esto es lo mismo que señores y vasallos. Nacieron las artes, el com[erci]o, el lujo que de una p[ar]te apetecen la estabilidad del gobierno y de otra hacen a la clase rica y ociosa en algún modo depend[ien]te de la que trabaja y aún el gobierno pende más de ésta que aquélla.
Todos declaman contra la moderna edad, y alaban los antiguos. De aquellos, sólo ha pasado a nosotros lo mejor en opinion[e]s y costumbres. Los error[e]s y vicios no se traen a comparac[ió]n. Sin embargo, traición, crueldad y los vicios más feos parecen prop[io]s de las edades bárbaras. ¿Quién creerá hoy su fortuna más seg[ur]a en poder de un turco o judío que de un español o francés? Así que el lujo inoc[en]te es últil al público, empieza a dañarle al paso que pierde aq[uell]a calidad, pero nunca es el más pernicioso de los vicios sociales, por que nunca el lujo absorbe del todo la fortuna del individuo, ni defrauda sus princip[ales]s oblig[acione]s (la vanidad que la produce es un freno. Ved cómo ella hace buscar maestros que cuiden de la educación de los hijos, acudir ostentosamente a las necesidades públicas y privadas y tomar el aire de la franqueza, la benef[icenci]a, las compas[ió]n). Entonces el daño es menor. Sin duda que fomenta menos útilm[en]te el trabajo. Con lo que cuesta un salmón temprano podría vivir una fam[ili]a un año entero. Pero también sin el estímulo que él ofrece habría menos actividad, y menos trabajo. Una nac[ió]n sin lujo es indolente, es pobre, y de aquí mayor[e]s males, y ninguna puede tener lujo sin el riesgo de que en algunos toque en exceso; desterrar todos, todos los vicios es imposible. Tal vez es preciso tolerar uno para evitar otro. Preferir, si así se puede decir, los menos a los más funestos. He aquí el cuidado del magistrado. 7e, 10+9. Extr[acto] perifrás[ti]co.

Referencia: 12-459-01
Página inicio: 459
Datación: 1802
Página fin: 462
Lugar: Bellver
Manuscritos: Ms. Autógrafo inédito en AHN, 49657,13.5. copia en la Biblioteca Bartolomé March (B100-V2-16).
Ediciones: OC, XII, ed. Elena de Lorenzo Álvarez, págs. 457-489.
Bibliografia: Glendining, Nigel, «Influencia de la literatura inglesa en España en el siglo XVIII», La literatura española del siglo XVIII y sus fuentes extranjeras, Oviedo, IFES.XVIII, 1967.
Observaciones: Existe copia manuscrita en la BBM, como señala A. R. Fernández y González, Jovellanos y Mallorca, pág. 189, ref. 27. El legajo 49657 (13) contiene ocho documentos requisados en la h
Estado: publicado