Apuntamientos sobre Asturias para el Diccionario Geográfico&

Comienzo de texto

Comienzo de texto: Parece muy probable que Asturias tomase su nombre del Ástura, río que corre por este país, que en tiempo de los romanos formaba su límite meridional, desde su nacimiento hasta donde

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Parece muy probable que Asturias tomase su nombre del Ástura, río que corre por este país, que en tiempo de los romanos formaba su límite meridional, desde su nacimiento hasta donde cae el Ebro; y que llamado después Ástola y Astla, se conoce hoy con el nombre de Esla o Ezla.
Y pues que había en Italia un río del mismo nombre, que, naciendo en los Alpes, corre por el Piamonte hasta morir en el Po, y hoy lleva el nombre de Stura, también parece probable que se haya comunicado al Ezla por algún pueblo que viniese de aquellas partes a establecerse en tierra de León, siendo cosa muy ordinaria y confirmada con mil ejemplos en la historia de las antiguas y modernas colonias la aplicación de los nombres patrios a los nuevos establecimientos. ¿Quién no lee con placer en Virgilio la descripción de la pequeña Troya y del pobre arroyuelo, engrandecido con el nombre de Xanto, que Eneas y sus compañeros hallaron al aportar a Epiro en el establecimiento que Heleno, fugitivo como ellos, había hecho en aquella costa?
Cuando esto sea una ficción poética no dejará de probar lo mismo, porque Virgilio pensaría como su amigo Horacio, cuando aconseja a los poetas aut famam sequere aut tibi convenientia finge.
También es probable que antes del dominio romano este nombre se diese solamente al país llano de León, pues no parece verosímil que pueblos separados por tan alta barrera como los montes Ervasios formasen una sola sociedad, singularmente en tiempos en que España estaba dividida en muchas y pequeñas asociaciones.
Y si esto es así, ¿cuál pudo ser el antiguo nombre de los que llamaron después Astures transmontanos? ¿Sería el de Lucones, que Tolomeo da a una porción de ellos? No es esto improbable, pues que había allí un pueblo,
o ciudad capital, llamado Lucus. La fundación de Astorga, y la extensión del nombre de Asturias a su territorio, pudo ser causa de que el antiguo se redujese al distrito de aquella ciudad. Aún hoy se da el nombre de Lugones a la parroquia inmediata a Santa María de Lugo.
Ni será tampoco increíble que antes de la entrada de los romanos esta porción de país estuviese unida con la Cantabria, pues vemos a los naturales de uno y otro unidos en sus guerras, siendo más verosímil esta reunión entre pueblos costeños, que entre ellos y los de tierra dentro.
Por lo menos, el nombre de Asturias fue comunicado después al país que en aquella época se llamó Cantabria. ¿Pero, cuándo y por qué se hizo esta comunicación? ¿Vendrá acaso desde entonces? ¿Vendrá desde el tiempo en que dividida la España citerior en siete provincias, una de las cuales era Asturias, como dice expresamente Plinio, se extendiese su nombre al país de Santillana? ¿O bien esto sucedería más tarde, y cuando comprendido en el dominio de los Reyes de Asturias, a que perteneció, recibiesen también su nombre?. Esto merece tenerse presente, así como determinar cuándo y cómo esta porción de Asturias se agregó al condado o corona de Castilla, pues que la vemos después desmembrada del reino de León.
A cualquiera será fácil esta determinación, si tiene copia del precioso becerro de la colegiata de Santillana, pues que yo vi en 1791 una sacada en Madrid por Palomares, a diligencia de don Tomás Sánchez, que probablemente la habrá comunicado. Vi también algunas escrituras originales, que no están comprendidas en el becerro. La historia de Asturias puede hallar bastante luz en este archivo.
¿Y de dónde viene que en tiempos posteriores se separaron del nombre de Asturias las jurisdicciones que en nuestras leyes se mientan con el título de Sacadas y con la expresión de Asturias y sus cuatro sacadas? Esta palabra, derivada del latín sagus, de donde sagio y sagiata, sayón, sayonada y sacada, indica allí los cuatro distritos o concejos de Tineo, Cangas de Tineo, Ribadesella y Llanes (si es que no estoy equivocado), los dos últimos pertenecientes sin duda a la antigua Cantabria, porque su límite occidental era el Sella. Pero los otros están hacia el límite occidental de Asturias, y esto hace más dudosa la razón de su desmembramiento. Tengo un manuscrito de un tal Caballero que trata este punto, pero nada dice que satisfaga. Quizá las investigaciones hechas por el diccionario darán más luz.
No dándose razón alguna en el artículo Asturias del Diccionario Geográfico de Sancha del gobierno municipal de esta provincia, esto es, de su Junta general, se procuró suplir esta falta en el artículo Oviedo a que me remito (si es que se publicó); pero de dónde le venga a Asturias esta forma de gobierno no está aún averiguado. Diré lo que conjeturo.
Alfonso II, llamado el Casto, restableció en Asturias la constitución goda. Según ella, los negocios generales se regulaban por las asambleas nacionales, que conocemos bajo el nombre de concilios.
Trasladada la corte a León, continuó la misma forma de gobierno, como prueban los concilios de León, Coyanza y otros. Pero es creíble que entonces Asturias, gobernada en los negocios particulares por sus condes, arreglase los generales y de provincia por medio de representantes de sus distritos. Si así fue, en estas asambleas no pudo tener representación exclusiva la nobleza, porque semejante prerrogativa estaba circunscrita a los oficiales del palacio y grandes que andaban en la corte. Tampoco el clero, porque su objeto no eran los negocios eclesiásticos sino los civiles. Serían pues unas asambleas provinciales compuestas de personas notables, elegidas por el pueblo de cada distrito, sin sujeción a clase determinada y, por consiguiente, representarían la universalidad del pueblo.
Y nótese que, si esto era así, como parece indudable, ofrece la primera idea de la representación popular en España. Porque entre los godos el pueblo no deliberaba en las asambleas generales, bien que algunas veces se le representa aclamando o aprobando por aclamación las deliberaciones de gran y general interés. En las Cortes de León y Castilla tampoco deliberaban al principio otras órdenes que el clero y nobleza, hasta que organizado el gobierno municipal de los concejos, los reyes, que empezaron a llamar a la guerra sus pendones, llamaron también sus procuradores a las Cortes, y por este medio aseguraron, de una parte un fuerte auxilio contra la nobleza díscola, y de otra los subsidios necesarios para más poderosas y durables expediciones. Pero esto no fue hasta el siglo XIII o por ahí, porque entonces empezaban a nacer o renacer nuestras ciudades, a restablecerse en ellas la industria, nueva fuente de poder y riqueza, y en fin, a conocerse una clase de pueblo libre e independiente, porque esta palabra, anteriormente casi no significaba sino esclavos o solariegos.
Acaso esta reflexión podrá explicar mejor el motivo de la concurrencia de los representantes de Asturias al concilio de Coyanza (que se puede ver en el que publicó Risco), pues no es creíble que no tuviesen representación alguna para sus negocios provinciales los que eran llamados a una asamblea general. Y aun cuando se crea que vinieron en busca de confirmación de algún acuerdo o establecimiento provincial, siempre será legítima la misma inducción.
Es de notar también, como una circunstancia particular de este gobierno de Asturias por asambleas provinciales, el que era y es permanente. La Junta general se congrega de tres en tres años, pero cada junta nombra una comisión intermedia que, con el nombre de Diputación general, entiende en la ejecución de sus acuerdos y en la expedición de las ocurrencias comunes, pues las graves e importantes necesitan nueva junta.
No se extrañe que hasta el día estas juntas se compusiesen sólo de la nobleza. Este es un efecto de la enajenación de los oficios concejiles, que hizo recaer en ella los de casi todos los ayuntamientos. Así que el pueblo, que ya no elegía representantes para el gobierno municipal, tampoco los elegía para el provincial, porque esta elección se hacía por los cabildos, compuestos de los propietarios de los oficios que son todos nobles, bien que su representación se refiere al pueblo y no a otro orden privilegiado.
Otra singularidad es que las Cortes de Asturias juraban particularmente al sucesor del trono, aunque no sé si como tal o sólo como príncipe de Asturias. Ni sé tampoco si en la Junta que se congregaba extraordinariamente para este objeto tenían representación el obispo y abades y los señores de título, ni tampoco los particulares de ella, ni la fórmula de su juramento: cosas muy fáciles de averiguar y apuntar en un diccionario. Pero sobre este punto podrá dar mucha luz el señor Villamil.
Asturias es muy rica en archivos, la mayor parte de los cuales he visto, y copiado muchos de ellos. No pudiendo dar razón de la riqueza que contienen, me contentaré con indicar lo que baste para excitar la curiosidad y la noble codicia de los que quieran disfrutarlos.
En el de la iglesia de Oviedo hay:
Primero. El códice gótico, que es riquísimo.
Segundo. La regla colorada, de letra francesa y también precioso para los tiempos a que no alcanza el primero. Es del siglo XIV, si no me engaño.
Tercero. La regla blanca (llámanse así una y otra por el color del corte exterior de las hojas de sus códices), es importante para la geografía eclesiástica y cosas de la iglesia.
Cuarto. El becerro de D. Gutierre, muy rico y precioso, aunque reducido a la época de este prelado.
Quinto. El códice de los concilios del mismo: contiene los sínodos celebrados en su tiempo.
Sexto. Algunas escrituras sueltas, que no se hallan en los códices citados.
Séptimo. Un misal de la Iglesia, impreso en 1585 (según creo), donde hay dos cosas singulares, a saber: una oración en que se ruega a Dios por los que están en el infierno, y el formulario de las preces para la bendición de las yerbas cogidas en la mañana de S. Juan. Mucho más habrá que yo no sé.
Sólo de Carvallo se puede decir que disfrutó este archivo, y su obra (aunque preciosa) prueba que dejó harto que espigar. Risco no lo vio, por no sé qué miserables etiquetas; pero sospecho que disfrutó los trabajos del laborioso canónigo D. Pedro Atanasio de Torres, hechos a mitad del siglo pasado para el famoso expediente del patronato, ya sea que Torres los hubiese comunicado al padre maestro Flórez, o que éste hubiese obtenido copia del la Real Cámara donde paran. Morales, Cerda, los canónigos de Santiago y otros lo vieron muy de paso y con objeto determinado.
El archivo de la ciudad está muy bien conservado y arreglado, y es harto rico, aunque poco de cosas antiguas.
Los de San Vicente, San Pelayo y la Vega contienen documentos muy preciosos y harto antiguos; y algo habrá en San Francisco, Santa Clara y Santo Domingo, que, aunque más modernos, son fundaciones de mucho tiempo.
Si se quieren noticias de estos archivos, pídanse, en cuanto a la iglesia y ciudad, a D. Pedro Antonio de la Escosura, que los arregló y manejó con inteligencia y que, además, como secretario de la Junta, tiene a su disposición el archivo moderno del Principado. En cuanto a los benedictinos, el padre Rubiano, archivero de San Vicente, dará buena razón.
Risco disfrutó bien los archivos de los monasterios de Corias y Cornellana; ambos son preciosos. Tengo de ellos mucho copiado, y no sé a quién se pueda acudir.
Villanueva nada tiene; de Obona nada sé.
Valdediós, fundación del principio del siglo XIII, archivo abundante y no mal arreglado, con un becerro del mismo siglo, bien conservado, y muchas escrituras sueltas posteriores a él; creo que Risco lo disfrutó.
No puedo omitir aquí la mención de una de las escrituras que contiene y prueba la existencia de la reina Berenguela (mujer del fundador) en Asturias. Es cierta donación de esta señora al monasterio, fecha en Mieres,o Meres (la memoria no me permite determinar ahora cuál sea de estos pueblos). Se sabe que por su marido le fueron dadas en Asturias parte de sus arras. Hay en el bulario de Santiago, si no me engaño, un documento en que firma Gonzalo Núñez, tenente arrhas reginae in Asturiis; y es probable que esta señora, en alguno de los períodos en que se trató de la disolución de su matrimonio, se retirase allí; y aun acaso que tuviese consigo al santo hijo con que enriqueció a España. Hay también algo del príncipe D. Alfonso, como tal, y aun como rey bajo Enrique IV. Si se quisiere alguna noticia de estos particulares u otros, acúdase a Fr. Carlos Montes, monje de aquel monasterio, o al señor Caveda, de Villaviciosa.
Belmonte, colegio también de cistercienses, buen archivo, reconocido y extractado en 1792.
Villanueva de Oscos, de la misma orden; no conozco este archivo. En el de Carracedo del Bierzo vi en el mismo año y copié algunos de los extractos que sacó de él el erudito Maestro Alonso. Creo que es archivo muy rico.
Teberga: hay en su archivo un libro llamado del Codo, que yo copié. Es de letra francesa. Tiene algunas memorias necrológicas y de las donaciones hechas a aquella iglesia. De ellas se infiere que por todos los términos de Teberga, donde hoy no hay una, había en lo antiguo muchas viñas.
En las villas capitales de concejos hay poco o nada, acaso porque sus antiguos pergaminos estarán en la audiencia, como indicaré más adelante. Con todo, algo ofrecerá uno que otro. El de Avilés tiene su fuero y otras escrituras.
Algo también pueden ofrecer los archivos de señores. Creo que el de la casa de Quirós esté bien conservado. Los de las casas de Miranda, Valdecarzana y Salas estarán en Madrid. El conde de Peñalba podrá dar copia del privilegio del señorío de Cazo, que yo copié del pergamino original. Todos juntos ofrecen mucha riqueza histórica.
El deseo de aprovecharla sugirió en 1797 la idea de acceder a los ruegos del abate Masdeu, que solicitaba volver a España sin sujeción a vivir en un monasterio, como era entonces preciso. Su Majestad dobló entonces la pensión que gozaba, elevándola a 9.000 reales, y le permitió establecerse libremente en las provincias de Asturias y León, para que pudiese disfrutar sus ricos archivos. Vino, fue, se estableció en León; por etiquetas con el cabildo no reconoció el archivo de su iglesia, tampoco pasó a Asturias; al fin pió por pasar a Valencia, y logrado, aquel buen pensamiento no produjo fruto alguno.
Pero, al fin, nuestra riqueza, aunque ignorada, existe; y lo dicho basta para acreditar cuán preciosa sería para ilustrar la historia general de España una colección diplomática asturiana que reuniese y ordenase cuanto se halla en estos archivos. No debe perderse de vista este objeto.
Otro tanto es de desear respecto de las inscripciones, pues aunque esta colección ofrecería muy poco para las épocas antiguas de nuestra historia, serviría mucho para ilustrar la de los reyes de Asturias y León. Diré lo que me ofrezca la memoria de las que conozco ahora, por inéditas o mal publicadas, para salvar su noticia, ya que no pueda otra cosa.
La primera es la piedra de Favila. Morales la copió desde el suelo y con luz artificial; pero estando alta no es mucho que se equivocase y con él cuantos le siguieron, sin exceptuar a Carvallo. Habiendo pasado yo a reconocerla en 1782, hallé que estaba en lo alto de la pared de la iglesia de Sta. Cruz, cerca de Cangas de Onís, al lado del evangelio, sin más luz que la de una saetera o ventanillo estrecho que tiene enfrente, y que además estaba casi cubierto de yedra y broza. Hícele limpiar, construir un andamio hasta la altura de la inscripción, colocar en él la mesa y silla y subido en él, examiné y copié con el mayor cuidado la inscripción. Hallé que las copias corrientes tienen varios defectos; pero el más importante es el de la era, pues que leyeron 77 donde debieron leer 75. El tiempo hizo algún estrago sobre esta piedra, pero no tanto que no se pueda leer y que, sobre todo, no se reconoz muy claramente todas y cada una de las letras de la última palabra QVINTA que es la más importante.
Yo comuniqué mi copia a Risco; y, preguntado después por el autor del nuevo compendio de nuestra historia, el presbítero Ortiz, le di razón exacta del modo con que hice este descubrimiento. No tengo presente si lo aprovecharon o no. Él es importante para desvanecer la duda que resulta de no tener Favila en esta inscripción el título de rey, pues que, poniéndose la muerte de su padre por los cronicones en la misma era 775, es claro que aquella obra se ejecutó en tiempo de Pelayo, y antes que Favila reinase.
Segunda. Las antiguas inscripciones de la iglesia de Oviedo no existen ya, pero su copia se halla en el libro gótico.
Tercera La que está a la entrada de la capilla del rey Casto, que dije equivocadamente ser de Fruela, es de Alfonso III.
Cuarta. Debe ser anterior la de Santa María de Naranco, edificada según los cronicones por Ramiro I, si no estoy trastocado. Esta inscripción existe en la mesa del altar mayor de aquella iglesia, parte en el frente de algunos de los sillares que lo componen, aunque dislocados los renglones y puestos boca abajo, y parte encubierta en los mismos, pues se conoce que fue deshecha, y aprovechadas sus piedras para este altar. Con todo, la fecha es legible, pero convendría mucho una copia entera.
Del tiempo de Alfonso III ha de ser otra que se ve en la fuentecita que llaman Foncalada, a la salida de Oviedo hacia el noroeste. El tiempo la destruyó en gran parte, pero a fuerza de diligencia se podría sacar de ella algún fruto.
Pertenecen al mismo reinado las dos de la iglesia vieja de Valdediós, aunque sólo contienen imprecaciones contra sus violadores. La de su consagración, que está en un claustrico, es preciosa por la memoria de los obispos forasteros, entre los cuales, si no me engaño, hay un Nausti de Coimbra. Este nombre me hizo interpretar otra inscripción coetánea y desconocida, que se conserva en la preciosa capilla, antes iglesia, de Santa Cristina, cerca de la Pola de Lena. Su altar mayor está alto, y a él se sube por dos escaleritas que tiene a los lados, entre las cuales corre un antepecho o balaustrada, de cuyo pasamano en el frente se lee:
in honore sanctorum (o beatorum)
apostolorum
antist
nausti,
que yo leo Antistite Nausti.
En el citado monasterio de Valdediós hay otra inscripción más moderna, pero rara, porque de propósito se escribió al revés. Tengo idea de que la copió Risco, pero la cito por si no. Junto a Saliencia, lugar del concejo de Somiedo, cerca y sobre el camino del puerto de la Mesa, hay una inscripción harto rara, que expresa que allí se construyó un camino por el rey Fruela. Es muy difícil de copiar, porque está grabada en una alta peña al lado del camino. Copióla a mi ruego el caballero D. Álvaro Cienfuegos, que acaso la conservará o podrá repetir la diligencia.
Yo tuve copia de una inscripción bien tratada que conserva la memoria de un Martinus abbas de Cuevaduenia, que no se debe interpretar Covadonga, sino Cuenya. Aunque no estoy seguro, creo que es aquí donde existe la inscripción, pero no sé de qué año es.
En el claustro de la catedral de Oviedo se conservan varias inscripciones sepulcrales, y entre todas la del famoso obispo D. Pelayo. Creo que no las publicó Risco. Escosura podrá dar copia.
En la colegiata de Teberga hay una preciosa inscripción. Es un ara de mármol blanco de una tercia en cuadro. En el anverso se ve grabada en fondo la cruz asturiana con el alfa y omega pendientes, y en el reverso el letrero en bellas letras góticas de relieve. Contiene la memoria de una condesa doña Aldonza que, muerto su marido, hizo construir aquel templo en honor de S. Miguel. Es muy singular y caprichosa, y oscura la fecha. Yo hice que la viese Risco, y creo que no le pudo meter el diente. Merece copiarse al vivo, y no será difícil colocando un papel engrudado sobre las letras para imprimirlas, pues es su realce harto grande. Lo hará el abad si se le encarga, porque la piedra anda ya suelta.
En la misma iglesia hay una lápida sepulcral de uno de sus primeros abades.
En la de Riello, parroquia contigua, hay otra que parece prueba hubo allí monasterio.
Trevies Buena inscripción sobre la puerta de su iglesia, aunque gastada por la cadena de la campana que roza contra ella. Es probable que tenga o pueda obtener copia de ella el señor Villamil.
Hay otras dos en dos iglesias cerca de Cangas de Tineo: de la una me dieron copia en 1796. La otra, separada ya de su lugar, fue traída para que yo la copiase, como lo hice. Es apreciable por su buena conservación, hermosa letra y aun por su contenido, de que ahora no tengo memoria. Está escrita en una pizarra.
Los benedictinos de Celorio conservan una arquita de madera hallada en el priorato, antes monasterio, de S. Antolín, que les pertenece. Contiene las reliquias puestas en la consagración de su iglesia y en la parte exterior una inscripción escrita con tinta en que consta la fecha y el reinado en que se hizo, pues cita a una doña Urraca, si no estoy trascordado. Es probable que Risco hubiese publicado las de las iglesias de San Zaornín, cerca de Valdediós, y de Priesca junto a Villaviciosa, pues que anduvo por allí y muy ayudado del erudito señor Caveda. Cítolas por si no lo hubiere hecho.
En general, se debe advertir que en la mayor parte de las antiguas iglesias de Asturias se podrían hallar aún estas memorias si se reconociesen con diligencia. Para ello debía intervenir la autoridad eclesiástica, pues que sería preciso deshacer y reconocer el interior del altar principal, donde, por lo común, se colocaba una arquita de piedra o madera, o bien se proporcionaba un hueco para las reliquias; y allí se dejaba la memoria de ellas y de la consagración, si ya no se grababa en alguna lápida exterior. Y como en estas memorias consta, por lo común, además de la fecha de la consagración, el nombre del obispo consagrante y, a veces, del soberano reinante y también de los abades, patronos, etc., es visto cuánta luz se pudiera sacar de estos monumentos religiosos para nuestra historia provincial.
Esta colección se pudiera enriquecer con algunos monumentos antiguos y modernos, que, aunque pocos, son muy estimados. ¡Cuántas iglesitas hay que, bien dibujadas, darían a conocer aquella especie de arquitectura que precedió a la gótica o tudesca, y a que en las notas al Elogio de D. Ventura Rodríguez se da, no sin alguna razón, el nombre de asturiana! Quizá entre los papeles de este insigne arquitecto estará el dibujo que por instancia mía hizo de la de San Miguel de Liño en su viaje a Asturias; y cuando no, existe todavía en pie la mayor parte de este templecito, que es bien digno de publicarse.
En Santa Eulalia [de] Abamia, que es el Belamio en que los cronicones suponen enterrado a D. Pelayo, hice yo en 1782 un reconocimiento por si había quedado de esto alguna memoria. Lo que hallé fue una gran losa sepulcral, a flor de tierra, groseramente labrada, y sobre ella, esculpida en relieve, una gran espada que la coge a lo largo. No hallé el menor vestigio de letrero. Está a la entrada, sobre la derecha y bajo la tarima de un altarcito dedicado a la Virgen, al lado de la epístola.
Conviene determinar cuáles sean las armas que pinta el Principado, en lo cual hay alguna equivocación. Tal vez el señor Posada tendrá copia de una carta escrita al señor marqués de Camposagrado, con ocasión de formar las banderas para el regimiento de nobles asturianos, levantado en 1794. En ella, aunque escrita deprisa, se determina, al parecer con bastante probabilidad, que el Principado pinta la cruz llamada de la Victoria; la iglesia catedral, la llamada de los Ángeles; y la ciudad, la imagen del rey Casto sentado en su trono con vestiduras imperiales. Si hay en esto equivocación, véase allá.
Y pues se trata de armas, dígase de paso que las de Gijón son un hombre armado con una espada en la derecha y cruz en la izquierda. Este escudo existe en una de sus fuentes, construida en el siglo XVII. Avilés pinta una nave, que no sé si se refiere a la conquista de Sevilla o a la de la Florida, hecha por el célebre general de mar y tierra Menéndez de Avilés.
El doctor Casal describió bastante bien el clima de Asturias, pero deja todavía bastante que desear acerca de él. Yo no me atrevo a juzgarlo respecto a su salubridad, en lo que he oído a muchos censurar a aquel hábil profesor; pero lo cierto es que una historia natural exigía también que lo tratase con respecto al cultivo, en cuyo punto tenía mucho y bueno que decir.
En general, nuestro clima es bastante húmedo para no necesitar el riego. Sin otro que el que recibe del cielo, se ven muchas huertas que dan continuamente regaladas frutas y hortalizas. Por esto, la tierra puede estar en continua producción y, como por lo mismo, abunda en pastos y, de consiguiente, en ganados y abonos, es claro que Asturias tiene los dos medios más necesarios para mantener una poderosa agricultura. Cuanto más si al artículo de abonos se añaden las margas de que abunda; la cal, que es tan excelente para las tierras flojas y arenosas, y que al favor del carbón de piedra puede tener a deseo; la ocla o alga, que es excelente y que el mar deposita cada día en su dilatada costa, particularmente en las mareas equinocciales; y, en fin, la arena de sus playas, que ya por sus sales muriáticas, ya por su calidad escindente, es tan admirable para mejorar y abonar las tierras arcillosas y duras de la marina.
Agrégase a esto la dulzura del clima en las costas, bien acreditada con la producción del limón y naranjas, de que se hacía en tiempo de Carballo gran comercio, perdido después por el aumento de estas plantaciones en los mejores climas de Portugal y Andalucía. Pero a vuelta de él se ha fomentado la plantación de la manzana, más propia de su suelo, que hoy produce tanta riqueza a la provincia.
Los vientos que reinan más constantemente en la costa son el Vendaval y el Nordeste. Aquél es de tan benigna influencia que se le llama en ella el viento criador; éste, por su frialdad y sequedad, es muy enemigo del arbolado, singularmente en las tierras de la marina expuestas a él sin algún abrigo; pero al mismo tiempo es muy favorable al cultivo, porque si él no enjugase las tierras y orease los frutos, frecuentemente encharcados por las lluvias que derrama el vendaval, ¿cuántos años no se perderían nuestras cosechas?
La principal de nuestro cultivo es en el día el maíz. Es opinión común que este fruto nos vino de América. Lo cierto es que su cultivo entró en Asturias a la mitad del siglo XVI, pues Carballo, en uno de sus primeros capítulos, habla de él como cosa reciente, y aun da a entender que en su edad se extendía rápidamente. Hoy hace la felicidad de Asturias. Los concejos que están al este no cultivan otro fruto, aunque en muchos del oeste apenas se conoce, pues sólo cultivan el mijo. Pero en los de la costa y todo el interior, fuera de los montes, su cultivo alterna con el del trigo y, aun cogido éste, da tiempo para un fruto intermedio. Alzado el trigo, la tierra se labra, se abona y siembra de lino, nabos o alcacer, y al abril o mayo queda otra vez para la siembra de maíz. Esto bastaría para conocer sus ventajas. ¿Pero cuánto más las acredita su producto, que es de 30, 40, 50 y más por uno? Si no me han engañado en las noticias que tomé en 1782, en la pequeña vega de Argame da más de 80 por uno en años regulares, y conocidamente las vegas de Mieres, Peñaflor y Pravia son más fértiles.
Esto satisface suficientemente a la censura que se hace vulgarmente de nuestros labradores, como obstinados en sembrarlo en tierras poco a propósito. Sin duda que el maíz ama las tierras frescas y jugosas; pero, reflexiónese: primero, que sin este cultivo la tierra no podría ocuparse tan continua y útilmente; 2.°, que aunque no viene tan bien en tierras altas, fuertes y secas, y aunque en ellas rinde poco, siempre produce más que otro cualquier fruto que se sustituyese; 3.°, que al mismo tiempo, y en la misma tierra que el maíz, se cogen las habichuelas y las calabazas; 4.°, que el labrador que sólo come boroña, jamás estará seguro de su subsistencia, no conocerá la sabrosa idea de la felicidad, si no tiene en su horrio maíz para todo el año.
Mas, cuando lo tiene, cuando además ha cogido el trigo suficiente para pagar su renta al dueño de la tierra; cuando con maíz y habichuelas en el horrio, berzas en su huerto, y tocino en su cobil, cuenta no sólo con su alimento, sino también con su regalo; cuando puede proveer a las demás necesidades, y aun enriquecerse con la venta de algunas crías de su ganado, del sobrante de su leche, alguna manteca, huevos, pollos o frutas llevadas al mercado; en fin, cuando a esto agrega la moderación en sus deseos y la pureza y sosiego de su alma, ¿qué felicidad será comparable a la suya? ¡Felices nimium populi queis prodiga tellus fundit opes ad vota suas!.
En lo que hemos dicho del clima y cultivo se ve cuáles son los principios de la gran población de Asturias que, respectivamente, es de las mayores del reino, si se atiende a la gran porción de su superficie que ocupa la dilatada cordillera de montes que la ciñen por el mediodía, y las montañas secundarias que se derivan de ella y son inaccesibles al cultivo. Pero se debe principalmente a la dispersión de la población, pues la mayor parte de las familias, derramadas y establecidas en los innumerables caseríos en que está dividido su cultivo, aumentando y haciendo más activo el trabajo, multiplican los productos de la tierra y, por consiguiente, la subsistencia. Y como estos caseríos se vayan subdividiendo a proporción que la población crece y la extensión de cada uno permite, es indispensable mirar a esta dispersión como una de las fuentes de nuestra población. ¿Cuál, pues, sería ésta, si dando a nuestra provincia comunicación con las interiores se le abriesen las dos fuentes de subsistencia, comercio e industria? Lo que se ha dicho acerca de ellos en los anteriores apuntamientos lo hará conocer. Es verdad que todo esto, dándoles los capitales necesarios para formar y aumentar un increíble número de subsistencia, no le daría las luces necesarias para emplearlos útilmente. Por eso los buenos patricios deben trabajar en traer a ella los conocimientos útiles. ¿Seránlo los que intrigan y se afanan por alejarlos?
Los montes de Asturias merecen particular mención por la abundancia y excelencia de sus maderas. Un impreso publicado por la junta general en 1793contiene noticia individual de la mayor parte de ellos, con la indicación de su arbolado y la regulación del valor de cada especie por codos cúbicos, según la distancia y facilidad de conducción a los diques y riberas en que se embarcan; y es muy digno de tenerse presente. Parecería increíble la cantidad de maderas cortadas en ellos desde la mitad del siglo pasado para las construcciones del Ferrol, si se tomase noticia de ellas con el cálculo de su valor, que se hallará en las contadurías de aquel departamento. Ya hemos señalado en esto una de las causas del aumento de nuestro numerario; mas, como no represente sino en muy pequeña parte el trabajo de nuestros naturales, tiene los inconvenientes ya apuntados. Fuera de que estas cortas, han privado a la provincia de los árboles más productivos, y singularmente de castaños. Esta especie, además, sufrió gran disminución para proveer de carbones la fundición de Trubia, que no consumió otros hasta que apurados los castaños de la redonda volvió la segur contra las hayas, que corren ahora a la misma ruina. Otro tanto va sucediendo con los nogales, que se cortan para las cajas de los fusiles, y a vuelta de esto para saciar la codicia de los asentistas, que ganan grandes sumas en el comercio de tan preciosa y deseada madera.
El roble de Asturias es estimado como el mejor para las construcciones navales. Las tenerías de Cangas, Oviedo y Gijón no emplean en sus noques otra casca que la de este árbol; y como él solo provee al enorme consumo de leñas que hace la provincia, a todo el maderaje de la construcción rústica y al tillado de todos los edificios urbanos, es visto que son muchas las causas de la escasez y carestía que ya se experimenta, pues que apenas se salvan ya del hacha los montes inaccesibles.
Las maderas que más abundan en Asturias son el roble de varias especies, castaño bravo e injerto, haya, abedul, omero o aliso, fresno, prádano, olmo o negrillo y otros. Hay también muchos tejos, que podrían ser de gran valor si el arte del ebanista, tan propio para el país, no estuviese en tanto atraso. A la parte occidental de Asturias se empieza a sembrar mucho pinabete, y las playas y arenales de su costa están clamando por pinos; pero mientras las ordenanzas de marina encadenen la propiedad, no hay que contar con árboles en Asturias.
Pero nuestros montes son aún más preciosos por las riquezas que guardan en sus entrañas, aunque todavía no bien conocidas. Carballo da bastante noticia de los vestigios que existen hacia Cangas de Tineo (creo que en los concejos de Allande y Salime) de los trabajos romanos en nuestras antiguas y riquísimas minas de oro; pero un reconocimiento y exacta descripción de ellas falta y, hecho por un inteligente y con el Plinio en la mano, daría buena materia para enriquecer un diccionario. Dicen que en el famoso puente de Salime hay una inscripción, al parecer romana, que por su alta y difícil situación nadie copió hasta ahora. Tal vez ella conserve alguna noticia de estos trabajos. ¡Qué bueno fuera solicitar una copia!
Hay también cerca de Cangas una rica mina de antimonio, explotada con más celo que fondos por el industrioso caballero don N. Gamoneda. ¡Qué dolor que un semimetal tan precioso y necesario no esté más conocido y aprovechado!
El mismo deseo inspira la mina de electro o succino. Es curiosa la disertación latina de Casal sobre este fósil. Pero acaso se ignorará la excelencia del que se encuentra en Beloncio, concejo de Siero, así por su bello color flavo o amarillento y por su transparencia, como por los grandes trozos que suele producir. Yo hice traer a Madrid, para la Excma. Sra. marquesa de la Sonora, viuda, un trozo que pesaría bien una arroba. Hubo la desgracia de abrirse en dos en el camino, pero las comisuras de sus pedazos acreditan lo que era entero, como podrá ver el que lo desee. Con él vino un rosario, que conservará la misma señora en su gabinete, como testimonio de lo que va dicho. He leído, no sé donde, que la mayor cresta, o trozo de kárabe
o succino, conocida en otros gabinetes no pasaba de nueve onzas. Este fósil no se halla en filones, sino en pedazos sueltos.
Lo mismo sucede con el azabache, que es tan análogo al succino por su virtud eléctrico magnética. (Véase la carta citada de Sarmiento a Casal).
Recógese principalmente en la costa que corre desde Gijón a Villaviciosa, conocida con el nombre de las marinas, entre las capas de asperón o piedra arenisca, que componen la mayor parte de aquel terreno. Yo la hallé en el monte de Lloreda, a una legua al oriente de Gijón. Si el arte de trabajarla estuviese perfeccionado, he aquí otro ramo de industria y riqueza hoy menospreciado.
No se pueden olvidar nuestros mármoles, aunque todavía poco conocidos, como cuanto pertenece a nuestra historia natural. Sólo el buen conde de Toreno reconoció los de las cercanías de Cangas y montañas de Leiterariegos. Sus discursos, leídos en la Sociedad de Asturias, y que andan impresos, dan bastante razón de su celo y descubrimientos. A ellos añadiré que, conocida en la corte su excelencia por las muestras que el mismo conde envió al ministerio, se quiso tener noticia más extendida de algunos, y particularmente del bello y limpísimo mármol blanco. Reconoció las canteras de orden superior el arquitecto D. Manuel Reguera y, en su informe, de que existe copia, no tuvo reparo en decir que la cantera de este mármol era tan abundante que se podía edificar con él, no sólo un palacio, sino una corte entera. Pero este otro manantial de riqueza está también cerrado, porque no hay camino para conducir el mármol en piezas grandes. Con todo, de él, del hermoso alabastro que descubrió el mismo señor, del bellísimo jaspe de Bascones y otros, hay muchas piezas en el magnífico desert de piedras nacionales trabajado para su majestad, y en los de los señores Floridablanca y Fernán Núñez. Pero en cuanto a éste y otros descubrimientos, me remito, por no cansar, a los discursos impresos del citado caballero.
Pero las más ricas de nuestras minas son las de carbón. Algo está ya dicho de él; pero merece mayor ampliación por las grandes ventajas que anuncia al Principado. El primero que le conoció en Asturias fue el sabio don Gaspar Casal, que en su Historia natural y médica de la provincia da noticia de la existencia de este fósil y de su abundancia. Es muy digna de leerse la carta del P. Sarmiento, publicada en anónimo al frente de aquella obra, por las sabias conjeturas que forma acerca de éste y otros fósiles, que algún día se examinarán si se abriese de nuevo la puerta, ahora cerrada, al estudio de la naturaleza. A la mitad del siglo pasado, un incendio casual en las alturas de Siero dio a conocer los filones de carbón que encerraban y, desde entonces, se empezó a usar este carbón en algunas fraguas. La noticia de su valor en los departamentos de marina, donde se pagaba a veinte reales el quintal de carbón inglés, animó a algunos a buscarlo en Asturias. Los Abascales de Avilés, que hallaron a la lengua del agua la mina de Santa María del Mar, celebraron con la marina el primer asiento; pero aquel carbón se halló de inferior calidad; y conocida ya la excelencia del de Langreo, que un vecino de Gijón había empezado a cultivar, se abandonó el primero, y se exigió por condición de los nuevos asientos que el carbón fuese del segundo. Así continuaron hasta el día, aunque los carbones de Siero, iguales en calidad, se admiten sin distinción. Con esto el interés despertó en todas partes, y por todas halló carbones. Haylos en los concejos de Llanes, Piloña, Colunga, Villaviciosa, Carreño, Avilés y Cangas de Tineo; pero sea por su mala calidad, o por las dificultades de explotación, están abandonados. Los concejos de Quirós, Lena y las Regueras tienen muy buenos carbones que aprovechan para el consumo interior. Pero las mejores y más abundantes minas, las que proveen a la marina y a todo el comercio exterior, están en los de Langreo, Siero y Bimenes.
Los filones de estas minas se hallan casi perpendiculares y están a flor de tierra, son anchos y limpios; medidos en línea horizontal corren leguas y leguas, y en la vertical cortan las montañas desde la cumbre hasta el abismo, pues se descubren en el lecho de los más hondos ríos, y no se les conoce fondo. Por eso se ha dicho que son inagotables, y no es exageración. Sea testigo el señor González de Posada, que asistió a la visita de las minas hecha por el comisionado real en 1790.
Esta situación hace la explotación muy fácil y barata. Las galerías se rompen en línea horizontal y, dando a su plano una pequeña inclinación, se desaguan por sí mismas. Por el contrario, los de las minas de Inglaterra, Lieja, el condado de Limburgo y otras, que están casi horizontales y a mucha profundidad del suelo, no se pueden explotar sino por medio de pozos perpendiculares; y estos pozos deben ser dobles, para sacar por uno el carbón y por otros las aguas, que de no, inundarían las galerías. Máquinas, canales, caminos de fierro, carros velocísimos, cuanto puede inventar el interés ilustrado suplen estos defectos y, con todo, los carbones de estos países, a la lengua del agua, tienen un precio dos o tres veces más alto que los nuestros. ¿Y este manantial de riqueza, que hace la prosperidad de otras naciones, está desestimado por la nuestra?…
Mas como el sueño no será eterno, vuélvanse ahora los ojos a las ventajas que ofrece al comercio general el de este fósil, indicadas en el último apuntamiento. Doquiera que se establezca su exportación, estas ventajas harán el bien de toda la provincia de Asturias. Digo poco: hará el de toda la nación. Por lo mismo, reclamo la justicia que se debe al sabio ministro Valdés, que le dio el primer impulso; y, mas que se callen con mal pecado, es preciso [citar] los nombres de sus cooperarios, en cuya noticia impresa ya citada se hallarán las primicias del celo de unos u otros. ¡Cuántas otras duermen en el olvido!
Otra fuente de riquezas tiene Asturias en sus ríos, no porque sirvan al riego ni a la navegación, cuyas ventajas resiste su rápida corriente, sino por la abundancia y excelencia de sus pescados. Casi todos abundan en delicadas truchas, pero los grandes dan además gran cantidad de salmones y lampreas que vienen del mar a desovar en ellos. Un documento que he visto en la Regla colorada prueba que en el siglo XIV se contaban los sábalos entre los pescados del Nalón, mas hoy no se halla uno en él. El derecho de pesca es en los más, libre, en algunos, de propiedad particular. Tal es la del Nalón, que perteneció en lo antiguo al cabildo, y hoy al concejo de Pravia, bien que limitado hasta San Juan, en que la pesca queda libre. Esto se entiende en cuanto a los salmones, porque los apostales de lampreas son comúnmente de dueños particulares, y la pesca de truchas es en todos libre. La gran pesquería se acaba temprano en los ríos que están hacia el poniente, en los demás dura hasta septiembre; objeto de tal producto que merecía ser conocido y calculado. Fuera mayor si la industria, salando, ahumando o escabechando el salmón, y aun la lamprea y trucha, los proporcionase para un comercio más fácil y lucroso.
Son estos ríos poco caudalosos por la corta extensión de su curso, distando tan poco el mar en que mueren de las cumbres donde nacen que, el Nalón, el más dilatado de todos, apenas corre 16 leguas. Por la misma razón, su corriente es rapidísima, porque franqueando en tan corta distancia el enorme desnivel que hay desde sus encumbradas fuentes hasta el Océano, visto es que deben caer a él precipitados: reflexión harto obvia, y que, sin embargo, supo esconder la intriga para apoyar empresas que una costosa experiencia acreditó ya de temerarias. Así es que el Sella, que lleva al mar todas las aguas desgajadas desde las cumbres de los concejos de Nava y Piloña hasta las altísimas eminencias de Amieva y Covadonga, causa en el tiempo de aguaduchos o avenidas tan poderosa corriente, que da a las naves el andar de muchas millas por corredera. El señor general de marina Gil de Lemus que la ha calculado, puede dar razón de ella, pues yo no me acuerdo.
Pero es aun más caudaloso el Nalón, que recibe del Nora las aguas de Siero, Llanera y Oviedo; del Valgrande, las de Pajares, Lena y Mieres; de Miranda, las de Grado; y del Narcea, las de Cangas de Tineo y Tineo, con las que le dan a éste de Somiedo y Salas el Pigüeña y Nonaya. Aumentando así su caudal propio, atraviesa majestuoso la hermosa y rica vega de Pravia, y después de tragar en ella al Aranguín, es al fin tragado por el mar, que lo espera en el puerto de San Esteban. Perenne problema de aquellos ambiciosos que, afanados toda su vida en recoger de acá y allá placeres y riquezas, van al fin a caer en el piélago de la muerte, que los despoja de ellas para tragarlos.
Algo se ha dicho ya acerca de los caminos, pero su importancia requiere más amplia noticia. No se olvide la piedra de Fruela, que indica haberse abierto por el puerto de la Mesa el primer camino de España en la actual dinastía.
A la entrada del siglo XVI el obispo Muros hizo otro camino de herradura por Pajares, de cuyas malas calzadas existen algunos restos. Su mal estado y la necesidad de una comunicación accesible a los carros, excitó el celo del buen regente don Isidoro Gil de Jaz, que a mitad del último siglo propuso a la corte la abertura de un nuevo camino carretil por la Mesa. Este puerto ofrece, sin duda, el paso más accesible para Castilla, pero en el invierno lo ciegan de todo punto las nieves. Por eso, el comisario arquitecto Bierna, enviado al reconocimiento, prefirió la ruta de Pajares, y formó el plan, en que se empezó a trabajar algunos años después, rompiendo desde la capital hacia el mediodía. En medio de un millón de discordias y recursos, se construyeron tres leguas y cuarto de Oviedo a Santullano, cuyo coste se acercó a seis millones de reales, sin contar los dos magníficos puentes de Olloniego y Santullano, que costaron otros dos.
Fueron por mucho tiempo suspendidas las obras por falta de fondos. Desde 1782 a 1788se construyeron las cuatro leguas largas desde la capital al mar de que antes se habló y, concluidas, hubo nueva interrupción. El principal solicitador de esta empresa, que había trabajado en promoverla desde 1778, logró al fin darle movimiento; y comisionado para ella por el gobierno, después de haber medido y nivelado el terreno, presidido a la formación de nueva planta y cálculo, movido a la diputación general a que propusiese los fondos necesarios, al gobierno a que los aceptase, y a la provincia de León a que uniese sus proposiciones y ruegos para un objeto de interés común, obtuvo en 1797la orden de renovar los trabajos que empezaba a emprender con calor cuando fue violentamente arrebatado de allí. Hoy siguen las obras no sé como; esto basta en cuanto a la parte histórica.
Pero mientras haya en Asturias una chispa de amor patrio, este camino debe ser el primer objeto de sus deseos, porque en él está cifrada principalmente la esperanza de la prosperidad del Principado. Otros objetos pueden concurrir parcial y débilmente a ella; éste solo, atraerla, aumentarla y fijarla.
Lo que se dijo ya respecto al comercio de Gijón debe entenderse del de la provincia entera. Su comercio general necesita extender su esfera, y sólo puede hacerlo por medio de un buen camino a León. Su industria irá siempre a la par de su comercio, pues que la esfera de ambos es una misma. Y la agricultura, que recibe de ellos su influencia y que crece siempre en razón de las mejoras que la riqueza le proporciona, está en igual necesidad. ¡Cuántos terrenos incultos, cuántos débil o imperfectamente cultivados por falta de fondos!
Pero tres grandes objetos reclaman particularmente esta obra: Primero, Asturias debe consumir todos los años alguno o mucho trigo de Castilla, porque sus tierras, dedicadas con preferencia al maíz, alimento del pueblo labrador, y aprados, sin los cuales no hay ganado ni agricultura, ni riqueza rústica, no dan el necesario para el consumo general. Baste, pues, decir que en el día el porte de una fanega castellana cuesta de 24 a 28 reales. ¿Cuál, pues, será el precio del trigo de Castilla en Asturias? Segundo, Asturias no tiene vinos. Los pocos y flojos que producen Candamo y Cangas sólo abastecen sus distritos. La sidra ha venido a ser una bebida de pobres. Yo he visto documentos que acreditan que a principios del siglo pasado el vino de consumo general de Asturias, o por lo menos en los pueblos de la costa, era el de Rivadavia, que, viniendo embarcado, no podía ser muy caro. Pero hoy se consumen con preferencia, y en cantidad que asombra y aflige, los vinos de Castilla, y particularmente los de los términos de Rueda, La Nava y La Seca. Pero todos vienen a lomo; y, estando a tanta distancia, su porte es tan caro, que se puede regular en más de 120 reales la carga. Y como el derecho de millones se regula sobre el precio de venta, fácil es inferir cuán enorme será el precio del vino en Asturias y cuánto saldrá de ella por este consumo. Tercero: Estos objetos son de necesidad, pero hay uno de utilidad grande y general que reclama fuertemente este camino: las lanas. Hoy los esquileos y lavaderos están a las faldas del Guadarrama y Segovia, porque su establecimiento se determinó por la idea de la exportación de este género, que antes se hacía sólo por Bilbao, y hoy por Bilbao y Santander. Las ovejas, desnudas de sus vellones, atraviesan en una estación expuesta todavía a hielos, lluvia y toda especie de intemperie, los páramos de Castilla para buscar en las montañas de León sus pastos veraniegos. Ahora bien, pudiendo venir hasta León abrigadas, y ser ellas mismas las portadoras de su lana; siendo las cercanías de León, por sus aguas y pastos, tan a propósito para esquileos y lavaderos, y hallándose a 24 leguas de la costa para la extracción de las lanas, ¿puede dudarse que, abierto un buen camino de ruedas, cual exige género tan voluminoso, el interés verá sus ahorros, y poco a poco se irá acercando a buscarlos? Por consiguiente, sin necesidad de privilegios ni pretensiones, un buen camino de ruedas desde Asturias a León atraerá a sus cercanías los esquileos y lavaderos.
La actual falta de comunicación determina ahora el comercio activo e interior de Asturias, reducido: primero, a ganado vacuno, mular y de cerda que va por su pie; segundo, habichuelas, avellanas, tocino, manteca y pescados de mar y de río para proveer los mercados de Castilla; tercero, algunas groseras manufacturas de madera, como pértigas, aros de pipería, madreñas, ruecas, husos, cucharas, etc.. El valor total de esta exportación es corto y muy inferior al del trigo, vino y lino que recibe de Castilla. Aunque se agregue el de los efectos ultramarinos, que habemos ya indicado, Asturias pierde siempre en la balanza de su comercio; de aquí es que ha sido siempre escasa en numerario. Es innegable que en la actualidad abunda en él, pero esto se debe mirar como un mal. La circulación en Asturias ha crecido: primero, por las inmensas sumas que recibe en pago de las maderas de construcción que provee desde la mitad del siglo pasado; segundo, por la introducción de veinte o más millones que se gastaron en las obras del Nalón, Trubia, etc. Pero este bien es aparente y aun ruinoso. Cuando el dinero paga los productos de cultivo o de la industria de un país, entonces es un bien, porque no altera la proporción que debe haber entre los signos y las cosas; mas cuando entra por causas y para objetos extraordinarios, es un mal, porque el signo se envilece, el precio de las cosas sube y, alterado una vez el equilibrio, todo va en ruina.
Alguna memoria se debe en nuestro diccionario a los pobres vaqueiros de alzada. Desestimados de los más miserables de sus compatriotas, e infamados sin razón en la opinión pública, merecerían por esto solo nuestra compasión y, cuando ésta callase, la razón y la caridad cristiana debían vengarlos. Los labradores del país, no sólo desdeñan el enlace con sus familias, sino que evitan su compañía y trato, y de ahí viene que haya llegado a formar en cada parroquia un pueblo separado y como excluido de toda unión social. Pase esto en buena hora como una preocupación del vulgo rústico; pero, ¿será creíble que existen todavía algunas iglesias donde una barrera, que no pueden traspasar, los separa de sus con feligreses? Y, como si el contagio de infamia fuese comunicable aun entre los yertos cadáveres, ¿será creíble que sus sepulturas están colocadas a la puerta del templo, como si quisiese alejar del santuario sus humildes cenizas? ¿Y qué hombres son éstos? Aplicados, industriosos, modestos, ¿qué es lo que le[s] atrae tanto desprecio de otros hombres de su mismo país, profesión y comunión? Sobre todo, ¿quién los defrauda del derecho de la fraternidad e igualdad cristiana?.
Es fábula cuanto se dice de su origen. Quién los hace descendientes de esclavos fugitivos sin el menor indicio que lo pruebe; quién de moriscos refugiados al tiempo de la expulsión, cuando mil documentos acreditan su existencia en el siglo XVI. El nombre mismo de brañas dado a los lugarcillos que habitan, pertenece por lo menos a la edad media, pues se deriva de brannum, lugar áspero y pendiente, y de la misma raíz, según Du Cange, que la palabra castellana breña.
Su desestimación viene, sin duda, de su diferente género de vida. Establecidos en las alturas que median entre los montes que dividen el Principado por el mediodía, y los valles bajos, y dados con preferencia a la cría de ganado vacuno, como dice su nombre, son, por decirlo así, unas familias nómadesy sin estable domicilio. No pudiendo mantener su ganado en bastante número sin trashumar, destinan a prados de guadaña la mayor porción de sus tierras (pues sólo cultivan algunas batatas), y al asomar del verano trashuman a las montañas de León, para volver al otoño a pasar el invierno en sus brañas. En esta trashumación abandonan del todo sus pueblos. Hombres, mujeres, viejos, niños, ganados, y hasta los perros y gatos de cada familia, van y vuelven en estas caravanas. Los mozos vienen a su tiempo a segar los prados y recoger el heno, y a la vuelta de la colonia cada familia recobra su hogar, y halla en su pajar, con el alimento de su ganado, la hipoteca de su subsistencia durante el invierno.
Tienen también el ganado caballar suficiente para el tráfico a que se dan algunos comprando pescados y frutos para vender en los mercados. Y como el hombre rudo mira con aversión al que busca su dinero, aun cuando le da lo que necesita por lo que le sobra, he aquí las dos causas más probables de esta preocupación tan indigna de nuestra edad como del carácter humano y sencillo de nuestro pueblo.
Hay vaqueiros que emigran a la inversa. Colocados en alturas que la nieve cubre por el invierno, sólo las habitan en el verano y, pasado, vienen con sus ganados a los concejos bajos y más cercanos a la marina. Aprovechándose de la buena situación que ofrecían los terrenos baldíos e incultos a que traían sus rebaños, algunos de éstos han construido cabañas y hecho en ellas establecimientos permanentes. Hay un pueblo allende del puerto de la Mesa (Torrestío), que enteramente desierto en el invierno, dejaba a su pastor espiritual abandonado a la más espantosa soledad. Hoy le acompañan ya uno o dos vecinos, forzados a ello por sentencia que ganó en juicio contradictorio.
Tampoco son de olvidar nuestras romerías, única diversión del pobre pueblo aldeano, que trabaja contento en un año entero con la esperanza de tener cuatro o cinco días alegres durante el verano. La devoción lo reúne en torno de algún santuario en el día de su solemnidad, y la concurrencia llama allí el interés. Así que sus romerías son al mismo tiempo sus ferias, sus fiestas y sus diversiones.
Para ellas se escoge una escena, que de ordinario es ancha, frondosa y adornada con la graciosa pompa de la naturaleza. Apenas raya el día de la fiesta cuando empiezan a llenarla los aldeanos de toda edad y sexo, que, desamparando sus pueblos, vienen a gozar de ella. La mañana se da a la devoción, la tarde al tráfico y alegría; pues mientras la gente madura negocia, la juventud merienda, trisca o baila. Para esto, cada sexo separado se reúne y forma una especie de corea, que no tiene de danza sino el giro en torno, y con movimiento compasado al son del canto. Éste, en los hombres es de hazañas, en las mujeres de amores, con la singularidad de ser ellas mismas las trovadoras o inventoras de letra y tono. Por eso son ellas las que atraen a sí la mayor concurrencia, aumentada al caer la tarde con la gente ociosa y rica de las villas de la redonda, que acuden a divertirse, y la hacen más varia y lucida. Y entonces es cuando la amenidad y frescura de la escena, animada por tan inmenso pueblo, el bullicio y algazara, sustituidos a la soledad y silencio que la habitan lo restante del año; tantas señales de contento y felicidad en medio de tanta pobreza; tanta devoción mezclada a tanta galantería, y tanta inocencia y candor en tan general movimiento de regocijo y alegría, excitan el placer y la admiración del atento observador. ¡Cuánto más si se levanta a comparar estas puras y sencillas diversiones con las insípidas y tumultuosas y tal vez bárbaras de las grandes ciudades!
Suelen alegrarlas también dos danzas figuradas y propias del país, aunque más propias de las fiestas de villa que de las de aldea. La una, que se figura de hombres y mujeres, llamada de Romeros, indica por el nombre y el traje haberse introducido por los devotos vagamundos que desde la media edad venían en romería a San Salvador de Oviedo. La otra, de hombres solos, llamada de Espadas, es una verdadera danza militar, que recuerda más noble y remoto origen, pues figura la antigua inauguración o proclamación de nuestros reyes. Así es que los danzantes, después de varias figuras y evoluciones, asidas de dos en dos las espadas por punta y pomo, acaban formando con ellas una especie de pavés. Colócase sobre él el antesignano de la danza, y levantado en alto por su gente, es movido en torno, mientras él con su espada saluda y como que ofrece defensa y protección al pueblo que le contempla en derredor. La ilusión no puede ser más exacta.
Dos artículos hay que no se pueden omitir en la descripción de Asturias, y ambos pertenecen al señor Posada: dialecto y varones ilustres. De esta última nada diré, pero sobre el primero formaré cuando pueda un apuntamiento separado, no porque quiera competir con aquel laborioso investigador, sino porque habiendo dirigido mis observaciones a un punto determinado y más reducido, acaso podré presentar en él alguna cosa que no sea indigna.
Concluyamos con algunas arrebañaduras recogidas de acá y allá que acaso servirán también para algunos artículos particulares. Para esto no seguiré otro orden que aquel en que se me presenten a mi memoria
Avilés. En el gran estero de su ría hubo en lo antiguo una salina, que fue donada al monasterio de Valdediós por privilegio que copié en su archivo. Ésta, como otras salinas, fue incorporada después a la corona real; pero, aunque abandonada ya (sin duda porque nuestro sol no tiene bastante actividad para cocer las aguas y dar un producto que recompense el trabajo) los monjes disfrutan todavía anualmente cierto número de fanegas de sal en indemnización de su derecho.
Carreño. He aquí otro artículo de pertenencia exclusiva del señor Posada. No sé si habrá trabajado sobre el origen de esta palabra. ¿Podrá derivarse de Carrió, nombre del primer pueblo de su distrito, y que situado sobre el río Aboño forma su límite oriental? ¿Y de Carrió, cuál será la raíz etimológica? Porque no puedo persuadirme a que sea del mismo origen que la palabra castellana carro, derivada del latín carrus, como ésta acaso de currus. Cuando los nombres geográficos carecen de aquellas analogías características que determinan su origen, es absolutamente necesario buscárselo en épocas muy remotas y tal vez en la de la población primitiva de los territorios.
Caldas. Ya supongo que se hablará de nuestras termas en las llamadas fuentes de Priorio, y vulgarmente Caldas; pero no se olvide que los baños construidos allí son, si no magníficos, los más cómodos y graciosos de España. Hízolos el arquitecto Reguera, pero sobre planos del célebre Ventura Rodríguez. Tampoco se olviden sus llamados diamantes, que son unos cristales poliedros de forma regular, cuya familia convendría determinar, y se podría hacer fácilmente remitiendo algunos a Madrid, y haciendo que los describiese algún hábil mineralogista.
Covadonga. ¡Qué buen pensamiento el de publicar los planos formados por el mismo Rodríguez para la nueva obra! Acaso sería un medio de despertar el celo que la emprendió y volvió a dormir. Si se pensare en ello, sépase que conservo los dibujos originales en pequeño. El Principado debería costear el grabado de las láminas. Si se quiere una muy ligera idea de ellos, véase en el Elogio de este arquitecto, impreso por la Sociedad de Madrid.
Gío. Priorato de los cistercienses de Villanueva de Oscos. Es memorable la chousa (o presa) que hay en él para la pesca de salmones, cuyo derecho pertenece al monasterio. Elevada más de catorce pies sobre el plano inferior del río, los salmones que suben en busca de aguas puras y frescas hallándose sin él, saltan y vencen aquella gran altura, y encuentran en la chousa su prisión y muerte.
Gozón. Estaba ignorada y aun disputada la situación del famoso castillo de este nombre, pero yo la pude determinar. Supe que los mercedarios de Avilés, que habían estado primero en Raíces, playa vecina a esta villa, tenían una escritura que indicaba esta situación. La solicité, la vi y la copié en 1791. Por ella, el maestre de la orden de Santiago, Don Enrique, infante de Aragón, concede al comendador de Sobrescobio la facultad de dar, a no sé quien, en foro aquel terreno con la expresión de estar, o haber estado allí el castillo de Gozón. En el Bulario de la misma orden consta que este castillo le perteneció en otro tiempo y, sin duda, fue agregado a la encomienda de Sobrescobio, cuyo diezmo le pertenece, y cuyo curato es también de su presentación. Acaso, uno de sus primeros maestres, que fue asturiano, habría llevado a ella estos bienes. Hecho el descubrimiento pasé al sitio, y hallé y reconocí el que había ocupado el castillo, y aun algunas de sus ruinas, al este de la costa que abraza la playa de Raíces; y con señales de haber tenido foso de agua que lo aislaba. Hoy este foso está cegado, y el mar, que antes abrió aquella ancha playa, como prueban los escarpes verticales de la costa, está ya bastante retirado por la gran cantidad de arena que las corrientes acumularon entre ella y la orilla. Este punto, pues, queda fuera de duda, pues no la ofrece el nombre de Gozón que hoy lleva el concejo vecino a Avilés y que, siendo antes más general, se habría reducido a él en las divisiones que determinaron después nuestra geografía civil.
Salas. En esta villa se hacen, en los dos primeros martes de octubre, los famosos mercados de mulas, a cuya cría se han dado con preferencia los concejos occidentales de Asturias. Lo común es venderlas cuando lechuzas, que así las llaman en la edad de seis meses poco más o menos. Este tráfico ha ido creciendo a la par del precio del género, pues cada lechuza se vende ya de 25 a 30 y aun a 40 doblones. Compradas, pasan todas a la feria de Todos los Santos de León, y en ella se proveen los castellanos y aragoneses para su agricultura, y también los manchegos que, engordándolas después en los pastos secos de sus dehesas, las venden de tres a cuatro para proveer las caballerizas de la corte con el nombre de muletas manchegas.

Referencia: 09-405-01
Página inicio: 405
Datación: 1800
Página fin: 436
Lugar: Palma de Mallorca
Destinatario: Diccionario geográfico de la Enciclopedia de España
Ediciones: JOVELLANOS. Mercurio de España. (octubre-noviembre 1821), págs. 185-192, 246-287 SÁNCHEZ GóMEZ, Ángel. Ástura, nº 9 (1991), p&a
Bibliografia: CIMORRA, Clemente. «La obra asturianista de Jovellanos» en Jovellanos, su vida y su obra. Homenaje del Centro Asturiano de Buenos aires en el Bicentenario de su nacimiento. Buenos Aires, 1945, p&a
Observaciones: Los Apuntamientos publicados en el Mercurio de España son localizados por L.A. Sánchez Gómez y son identificados como las «reclutas de la memoria» que Jovellanos envió desde Bellver a Gonz&a
Estado: publicado