Borrador de una carta dirigida a… (Lo que se entiende por Instrucción pública) A-B-C

Comienzo de texto

Comienzo de texto: Mi amigo y señor: Pues que Vm. está persuadido a que la Instrucción pública es la primera fuente de la prosperidad social, razón será que yo,

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Mi amigo y señor:
Pues que Vm. está persuadido a que la Instrucción pública es la primera fuente de la prosperidad social, razón será que yo, dando más extensión a mis ideas, exponga qué comprenda bajo de este nombre. Así es como procederemos con claridad, y así como evitaremos dudas y errores, porque apenas hay uno que no tenga su origen en el abuso que se hace de las palabras para la enunciación de las ideas. Y no hay que olvidar esta sentencia, a la cual tendremos que venir muy frecuentemente en el discurso de esta correspondencia.
Mi explicación será breve: Yo entiendo por Instrucción pública la suma de los conocimientos que posee una Nación, o lo que es lo mismo, la suma de las porciones de instrucción particular que reside en sus individuos, tomados colectivamente.
De esta exposición, inferirá Vm. que no apruebo el lenguaje de aquellos que dan el nombre de Naciones sabias a las que poseen algunos o muchos sabios, sin contar con que la restante masa de sus individuos sea o no instruida. Por muy común que sea este modo de hablar, siempre será (claro) que no se puede llamar propriamente instruida una Nación, de cuyos individuos, la mayor parte carezca de instrucción, así como que solo merecerá este nombre aquella cuyos individuos todos, o a lo menos en la mayor parte, la posean.
No entiendo yo por esto desestimar la sabiduría que poseen las Naciones cultas, de cuyo influjo hablaré a su tiempo. Tampoco entiendo se requiera para que una Nación sea instruida que todos sus individuos sean sabios, ni tampoco, finalmente, que sea necesaria en todos y cada uno de sus individuos una misma especie y grado de instrucción. Antes por el contrario, creo que, así como hay una especie de instrucción general y necesaria a todos, hay también varias especies de instrucción particulares, respectivamente a las varias clases o órdenes de individuos. Esta idea se explicará cuando se trate de la división de la Instrucción pública. Pero, entretanto, debemos asentar que hablando de las Naciones solo podrá graduar su Instrucción pública por la suma de las porciones de instrucción privada que se reuniere en la gran masa de sus individuos.
Vm. podrá decirme que, en este sentido, no será fácil señalar una Nación que se pueda llamar propriamente instruida; y así es, porque sin desconocer los grandes progresos que las Naciones de Europa han hecho en las ciencias, siempre será cierto que a la gran masa de sus individuos faltará muchos conocimientos para que se pueda decir que poseen la Instrucción pública; pues aquella, según mis principios, se llamará más o menos instruida, que reúna en sus individuos mayor o menor suma de estos conocimientos.
He querido desenvolver esta idea, en favor de la claridad, reservando su completa demostración, para cuando trate de las varias clases de conocimientos que constituyen la Instrucción pública. Si entretanto le repugnase, tenga la bondad de suspender su juicio hasta que la haya hecho.
Con todo, para que nos acerquemos más en nuestro juicio, basta que Vm. recorra la historia literaria y política del mundo, y ella le presentará en Egipto una crasísima ignorancia al lado de mucha sabiduría; en la Grecia, grandes filósofos, insignes oradores y poetas y artistas, en medio de un pueblo, en la mayor parte, esclavo y, en general, supersticioso y insignificante; y ¿qué dirá Vm. del pueblo romano, así cuando le juzgue en los tiempos de Cicerón, el mejor de sus filósofos, o de Plinio, el más sabio de sus naturalistas?
Si quiere Vm. ejemplos más cercanos, dígame: ¿cuál era la instrucción del pueblo inglés en la edad de Newton y aún en la de Addison?, ¿o cuál la del pueblo francés en la de Casini y Fenelon? En suma, dejando a un lado la fastuosa sabiduría de las naciones cultas, vuelva Vm. los ojos a sus pueblos y dígame: ¿cuál es el grado de instrucción a que se han levantado?
Acaso me dirá que es imposible que una Nación posea algunos sabios, sin que alguna parte de su sabiduría se derive a todas o algunas clases de sus individuos; y yo responderé no solo que es posible, sino común y ordinario; cuando no lo probasen los hechos alegados, bastaría reflexionar que es un vicio común de los sabios aspirar más a descubrir que a comunicar la verdad, y atender más en esto, a su propia vanidad, o sea, satisfacción, que al ajeno provecho. Yo desenvolveré, yo demostraré esta verdad más adelante.
Entretanto, lastimándose Vm. conmigo del horrendo abuso con que califica y se aprecia la Instrucción pública, reconozca que el economista la debe buscar difundida en todas las clases del Estado y no reconcentrada en una sola.
Por ventura, ¿será uno el objeto de la Instrucción en el hombre y otro, en la Sociedad? ¿Uno, en la Comunidad reunida, y otra, en el individuo que la compone? Este problema debe resolverse antes de establecer el objeto de la Instrucción.
Pero, si Vm. se detiene un poco, inferirá de lo que he dicho en mi carta anterior qué opino por la unidad de este objeto. En efecto, después de haber hecho consistir la Instrucción pública en la suma de las porciones de instrucción individual que posee una Nación, ¿cómo no reconocer que el objeto de la Instrucción pública está contenido en el de la instrucción individual?
Para desenvolver esta opinión, bastará que yo exponga cuál es o debe ser el objeto de la Instrucción del hombre; y Vm. verá que ningún objeto puede proponerse a la Instrucción pública que no esté contenido en él. Vamos a verlo.
(Interrumpida.)

Referencia: 13-345-01
Página inicio: 345
Datación: 1796-1797
Página fin: 348
Estado: publicado