Borradores de cartas sobre Instrucción Pública y otras cuatro a Godoy sobre promover la Prosperidad Nacional

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Comienzo de texto: Temas para las cartas A y C: a) Qué se entienda por la Instrucción Pública.

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Temas para las cartas A y C:
a) Qué se entienda por la Instrucción Pública.
b) No la instrucción de algunos individuos.
c) No la de algunos ramos.
d) La de todos los individuos de un Estado.
e) Pero repartida según sus diferentes profesiones.
La íntima convicción de que la Sabiduría concurre al bien de los Estados (ha hecho muy) celosas a las Naciones de su opinión acerca de la posesión de este bien:
—Estos celos no han producido el efecto que parecía indicado por el objeto mismo de la disputa.
—En vez de buscarle y asegurarle, se disputó a viva fuerza sobre su posesión.
—Nada alejaba más del fin.
—Adormecían a los pueblos sobre su verdadero estado, los envanecían, perpetuaban la ignorancia y el error, y ahogaban aquel santo estímulo de emulación que pudiera levantar el espíritu.
Es mejor prescindir de estas cuestiones y examinar sencillamente el objeto de ellas. ¿Qué vale la opinión sin la realidad? ¿Qué importa a una Nación la ignorancia de otra? ¡Ojalá que la Sabiduría se derramase por todas! Ella perfecciona la especie humana, y es imposible que los progresos hechos en ella no se comuniquen en una época de comercio y comunicación tan rápidas. Ocupémonos en adquirir esta instrucción. Este es el objeto de esta obra.
Es preciso fijarle. Por Instrucción pública no puedo yo entender la de pocos individuos. Sin duda que es un bien para una Nación el poseer algunos sabios, pero ellos nunca bastarán para darle el título de sabia. Esta verdad, aunque constante, es poco conocida. Los apologistas de todas las naciones no son otra cosa que una fastidiosa lista de nombres. ¿No era mejor probar la Sabiduría por sus efectos? Tales argumentos fueran irresistibles.
Tampoco la Instrucción en algunos ramos de literatura. Tal es el enlace de los conocimientos, que ninguno puede perfeccionarse aislado. Como la economía supone la política, esta supone la ética. El historiador de la naturaleza no es más que un nomenclátor, si no sabe la física; y, sin ella, el mineralogista y el químico serán meros maniobradores. ¿Y cómo se sabrán estas ciencias sin la dinámica?, ¿ni cómo la dinámica sin el álgebra? Y el más sabio en la filosofía natural, ¿qué será sin los principios de la especulativa? En vano una Nación se dirá ilustrada por sus ventajas en algunos de estos ramos, si es ignorante en los demás.
Este título solo se podrá adquirir por medio de la instrucción de todos sus individuos. No se pida un imposible, ni que todos los miembros de un Estado sean sabios; sí que sepa cada uno lo que conviene a su profesión. Los sublimes conocimientos de la metafísica pueden ser tan excusados al labrador y al artesano, como los profundos misterios de la química al estadista. Hay una especie de conocimientos convenientes al adelantamiento de cada profesión; y aquella será Nación más ilustrada, cuyos individuos posean en más alto grado los que convienen a la respectiva profesión de cada uno. Pocos años ha que se decía que la Francia y la Inglaterra eran muy sabias, porque, en la primera, los lacayos leían los folletos y periódicos, y, en la segunda, las Gacetas, en las tabernas. Sin duda que esto supone adelantamiento en la Instrucción, pero no una Nación sabia.
La Instrucción pública solo se calificará bien por su fin. Si una Nación sabe cuanto conviene a su felicidad, sabe bastante. Esta felicidad se puede considerar como pública y privada; esto es, como poseída por todo el cuerpo social o por cada uno de sus miembros. En ambos sentidos, diré que la felicidad consiste en la posesión de todos los medios de conservación y perfección. Pero estos medios son diversos considerados con respecto al cuerpo social o con respecto a sus miembros. Aunque la fuerza y poder de un Estado tiene sus elementos en las fuerzas de sus individuos, posible sería que muchos, y aun todos los individuos de un Estado, poseyesen los medios necesarios a su conservación, y no el Estado, pues que sería posible que este Estado no tuviese bien establecidas las relaciones de su fuerza pública y privada. Supóngase una nación de egoístas. Nadie querría sacrificar ninguna parte de su felicidad individual a la de sus hermanos, y por el bien público. Entonces, el público carecería de los medios de conservación y perfección. Es decir, que supuestos los demás medios de felicidad, un Estado necesita para poseerla de aquella porción de espíritu público en que se cifra esta unión.
Esta es la medida de la Instrucción pública. Deben, los que mandan (hacer) cuanto conviene para conservar y perfeccionar el Estado; y los que obedecen, para conservarse y perfeccionarse a sí mismos y a aquellos que el orden social haya colocado bajo su tutela.
Todo Gobierno supone una jerarquía encargada de estos dos grandes objetos; y cada grado de esta jerarquía, unas funciones determinadas por los mismos objetos. Así que la Instrucción con respecto al Gobierno supondrá en él todo, la reunión de todos los conocimientos necesarios para conservar y perfeccionar el Estado; y en los grados y miembros de su jerarquía, aquellos que tienen relación con el desempeño de sus particulares funciones.
En los que obedecen, la instrucción es más varia, porque lo son las diferentes profesiones en que están divididos y los objetos de cada una. Se pueden establecer dos grandes clases: unos que gozan y otros que trabajan. La primera, que llamaremos estéril, abrazará los propietarios que viven de sus rentas, y los empleados que viven de sus sueldos. Ambas, en suma, del ajeno trabajo, porque ni los primeros tendrían rentas, si su propiedad no fuese cultivada, ni los segundos, sueldos, si del producto del trabajo de la clase laboriosa no se destinase alguna parte para formar el fondo de renta pública de que estos sueldos han de…
(Interrumpido.)

Referencia: 13-341-01
Página inicio: 341
Datación: 1796-1797
Página fin: 345
Estado: publicado