Cuaderno decimotercero Viaje 40. º. Bellver – Galdent – Algaida – Randa – Galdent – Bellver. Día 11 de mayo de 1808

Comienzo de texto

Comienzo de texto: Miércoles, 11 de mayo. – A ver la villa de Algaida y su iglesia, que nada presentan digno de observarse; pero a medida que el

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Miércoles, 11 de mayo. – A ver la villa de Algaida y su iglesia, que nada presentan digno de observarse; pero a medida que el camino se acerca a una de las montañas que afrontan con la de Randa, se nota que toda la peña es compuesta de muchos guijarros de varios tamaños y colores, pero todos rodados. A comer a esta de Gaudens [Galdent].
Por la tarde, a ver el Monte de Randa [Puig de Randa]. De camino, se vio el lado oriental de la montaña que asienta sobre la profunda cantera, con apariencia de un cono de roca, pero compuesto de tongadas que suben perpendicularmente desde la base hasta lo más alto. Siguiendo el cono, extiende el lado septentrional, desde su mitad, a comunicar con otras montañuelas, por cuyo medio se une al gran Monte de Randa. Al pie de este está la aldeíta que le da (o toma de él) nombre, erigida en sucursal de ocho años acá, con un vicario dotado con cien libras. Compónese de sesenta casas reunidas que, con las dispersas, forman un vecindario hasta cien y pasan de 400 almas.
Acompañados del vicario, subí a caballo el monte con el señor don Antonio de Salas, aunque el señor brigadier (don Juan) le venció a pie. El camino, tomado en varios zigzags, no es muy áspero, aunque sí muy alto, porque va sobre piedra. Él dice que el núcleo es todo de ella: abajo, con mezcla de piedras rodadas y, a medida que se sube, la materia es más homogénea; esta es una piedra blanquecina, de grano grueso, sonido vidrioso, en que parece que predomina el sílice; tiene tal cual puntito negro y algún otro brillante, pero debe de estar mezclada con bastante materia caliza, porque dicen que se han hecho por allí algunos caleros, bien que de corto producto y no buena cal; y en el lecho sobre que los niños, de que hablaremos, hacen sus enormes lumbradas en la fiesta de santa Catalina, se ven muchos residuos de la calcinación de la piedra en la mayor altura. Acaso dará mejor idea de la naturaleza de esta piedra el ser preferida para la construcción de los hornos de la ciudad y villas de la redonda, como la más firme y resistente al fuego.
En esta grande altura, que acaba en plano, sin pico conocido, el Colegio de Randa, donde se enseñan las primeras letras y latinidad por un solo maestro sacerdote, llamado don Juan Bauzá. Enseña por el Semperio; se le aconsejó que prefiriese el Iriarte; tiene de 40 a 50 discípulos, de 7 hasta 12 años, salvo tal cual de más o menos; dice que de dos y medio a tres y medio años vuelven enseñados; viven en celdillas, divididos en tandas de 3 o 4; que comen por ranchos, costeándose por semanas cada uno y con más o menos alimento, según sus posibles. Allí, una capilla donde oyen misa y celebran la fiesta de santa Catalina.
Desde la altura, volviéndose a las cuatro plagas, se descubre, al poniente, la ciudad [Palma] y su bahía; al norte, todos los montes de la isla; al oriente, el mar, con los dos grandes cabos de Formentor y Ferruch [Ferrutx], que contienen las bahías de Pollenza [Pollença], Alcudia y Santa Margarita [Santa Margalida]; y al sur, la costa que afronta con Cabrera y esta isla. El tiempo, hacia todas partes, con bastante caín, para que la vista no gozase bien los extremos. Pero en el centro se descubren en torno las soberbias y hermosas campiñas de las villas del margen, como solo interrumpidas por tal cual altura de piedra, salvo los montes del punto en que estábamos que, de paso, advertiré que se presentan, con la unión de sus faldas y picos, formando un círculo harto abierto para dejar en medio una graciosa campiñita e indicar las varias bocas de volcanes que pudieron formarlos. El de Randa tiene dos cabezas de casi igual altura y, a lo que parece, de la misma materia y forma que el principal, aunque con menos señales de vejez y degradación que este. Comunícanse por su falda, bastante elevada. Siguiendo la del primero, como por sureste, pasamos al eremitorio de San Honorato, antes tan célebre. Allí, la lápida de su reconstrucción por Arnaldo Brull, bajo el obispo don Luis, que pudo ser de Prades, aunque señala el 1440. Ofreciéronme copia. Buena iglesita. Solo tres ermitaños ocupados en rezar padrenuestros, hacer cucharas de algarrobo y olivo y pedir o recibir alguna limosna, de que viven muy pobremente. Diles tres duros. De allí, por un camino que ellos formaron, bajamos a dar en otro que sube desde la campiña al santuario de Nuestra Señora de Gracia, de gran devoción para los pueblos contérminos. Doblamos hacia el este para verle. Bonita iglesia, harto capaz y limpia, con su casa de novenas, como para seis devotos demorantes allí; cuidado el todo por un frero casado.
Lo admirable es aquella parte de la gran montaña, cortada de alto a bajo por sucesivos desmoronamientos que hacen dirigirse la perpendicular del corte adentro o afuera, según la flaqueza de la materia. Allí es donde se debe estudiar el núcleo del monte. Toda su materia está dispuesta en tongadas horizontales, con poca declinación y esta uniforme a la caída de las faldas. Tendrán de espesor como de tres a cuatro pulgadas cada una; mas lo singular y raro es que cada tongada está subdividida por líneas o cortes perpendiculares, de forma que presentan un aspecto cual sería una serie de libros de un mismo volumen colocados en un enorme estante de varios andenes. La anchura de cada piedra de la subdivisión será, poco más o menos, igual a la de las tongadas madres horizontales. Esta misma forma es la interior, pues que en el camino que baja del monte se descubren algunas tongadas horizontales y, en ellas, las piedras cortadas en el interior por varias líneas, dejándolas reducidas a una forma que se acerca al cuadrilongo.
La cueva en que se dice haber estado Lull, deshecha por un desmoronamiento de la piedra que la cubría. El lentisco literato desapareció y sueñan que fue quemado por un maestro del Colegio. La fiesta del Beato se celebra en la iglesita de la aldea de Randa. Bajamos a ella ya con luna y siempre a pie, salvo el patrón de la expedición. Hallamos el correo: muy triste, en verdad, por lo que se anuncia de las intenciones galicanas. Hay quien dice que caemos bajo su fuerza y perfidia; quién, que vuelve al reino el rey padre; quién, que se desmembrarán las provincias Ultra Iberum, y quién, que todo se compondrá con boda; y este, el último deseo de nuestra pobre nación. ¡Dichoso el que en tal crisis pueda vivir en oscuridad!
A la vuelta, nos dijeron que la villa de Lluchmayor [Llucmajor] viniera a hacer su cumplido a Su Excelencia. ¡Ay! Una carta anuncia en oscuro la muerte de la incomparable Condesa de Montijo. ¡Qué pérdida para su familia, para sus amigos, para todos los afligidos e infelices de quien lo era, y aun madre protectora y consoladora! Murió la mejor mujer que conocí en España, la amiga de veinte años, por la mayor parte en ausencia, y siempre activa y constante en sus oficios. ¡Qué otro consuelo, sino la certeza de que gozará en el seno del Criador del premio de una virtud que el mundo no acierta a conocer ni es capaz de recompensar!

Referencia: 08-760-01
Página inicio: 760
Datación: 11/05/1808
Página fin: 765
Estado: publicado