Miércoles, 16.-Madrugada; correo; la sesión en este cuarto de la torre. Nos acordamos luego; los facultativos pondrán su dictamen; me le enviarán firmado y le acompañaré con el mío. Dicen que provisionalmente se establecen compuertas en las presas; éstas preservan el derecho de los particulares; no resta más dificultad que la pensión de abrir y cerrar las compuertas; aun ésta es de poca consideración, porque las chalanas navegan poco, navegan juntas, navegan en períodos ciertos. Mas por lo mismo convendrá que sea de cargo de los chalaneros abrir y cerrar. En cuanto a mí la Ley de Partida y de Recopilación serán mis guías. Les leí las reflexiones sobre recompensas e indemnizaciones; creo que hice mal, porque no había necesidad; pero ¿qué importa ser franco?, o por mejor decir, ¿no es mejor serlo a costa del riesgo de alguna indiscreción en el prójimo?
Varia conversación; visita en casa de Ramírez; después en la de la Joaquina de Llanos y del brigadier Beanes; a casa; comimos juntos y con Carreño. Buen humor, y se despiden; parten a las cinco. A esta hora voy con Carreño y don Ramón y el arquitecto don Emeterio [Díaz] a reconocer el almacén de Carreño: 23 pies de ancho, sobre 85 de largo, y 11 de alto; es preciso darle otros cuatro de elevación, para hacer una buena sala de baile y un teatro. La obra costará mil reales. Su vestuario a la espalda; formación del teatro sobre barricas, bancos, etc.; si se hace todo en tres mil reales, estamos bien. Toral ofrece su huerta y casa para los ensayos; a casa; conversación sin lectura; en mi cuarto sigue la Carta de Burriel, que al fin es pesadísima.