De Francisco Díaz a Jovellanos

Comienzo de texto

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Muy señor mío y dueño de mi mayor veneración: Remito a V.E. por mano de don José los tres legajos de apuntaciones que pude recuperar del P. Maestro Yáñez de Avilés, cronista de su Majestad, autor de los dos tomos de Eras y fechas de España, y de los intitulados España en la Santa Biblia, quien habiendo bastantes años en Valdediós, empleó el tiempo en apuntes de nuestros archivos, antigüedades de Asturias y otras partes. Pasaron todos estos papeles sin coordinación ni método en su monasterio, de donde con dificultad se podrían lograr; a fuerza de maña he podido lograrlos que remito, asegurándoseme que entre tanta confusión de papeles y apuntaciones no es fácil extractar la sólo concerniente a Valdediós y Asturias, no siendo a fuerza de lectura por persona inteligente y práctica en el país. Sin embargo de mi corta instrucción, me parece no me sería dificultoso el ejecutarlo, si me hallase con la licencia necesaria, ocultando allí mi designio. Pero nuestros monjes no son en esta línea como debían ser.
Por esta misma razón desistí de continuar en dar mis plumadas en la historia de este mi amado monasterio, comenzada en el año de ochenta y ocho, no ignorando sus inconsideradas proposiciones. Consideré mi insuficiencia, pero disculpable en parte, porque yo sólo extendía mis borrones para mi instrucción, y a mi muerte hiciesen de ellos el destino que conceptuasen de mis ocios en el empleo del tiempo, que en la actualidad siniestramente propalaban con mi dolorosa ofensa. No los remito a V.E., porque no los contemplo dignos de su vida, aunque acaso juntos con el índice que me propuse no le desagradaría éste, o lo ilustraría con su aumento o disminución de puntos. Pero finalmente el fatal golpe de muerte que se me dio en el honor, con su privación, amilanado el espíritu, me hizo desistir en un todo de mi laboriosa tarea, si bien capaz de divertir el dolor, incapaz de recuperar aquél, aun con la más escrupulosa conducta y silenciosa supresión de la pena. La imposibilidad de recuperarlo ya dentro de la Religión con un continuo abandono, no es extraño que la aumenten, y más cuando acabo de saber por este P. abad, con motivo de haber salido la única vez de casa a visitar a V.E. y divertirme, que el señor obispo continúa con su influjo, para que también continúe mi desgracia en el monasterio con los abades.
Esto me movió a insinuar a V.E. me mirase con los compasivos ojos de piedad, tan innatos a su corazón, como con agradecimiento mío me tiene acreditado la experiencia, a fin de que V.E. me proporcione un honorífico empleo que llene el hueco de los que en la Religión me ha privado la iniquidad y credulidad. Confieso que nada me falta en mi retiro para mi monástica subvención; pero siento morir en él sin el honor. Juzgo imposible su recuperación en la Religión, en virtud de las cartas del señor obispo, y sólo me queda la única esperanza en su Majestad, que Dios guarde, y su ministerio por mando de V.E., siendo tan conocido en Asturias de todas las personas más principales, que tanto me han favorecido; habiendo perdido la capa en este Principado, fuera el complemento de mi mayor dicha si en el mismo la recuperase y en ella se envolviesen mis yertas cenizas. La mal cicatrizada herida y la honorífica satisfacción que V.E. siempre se ha servido dispensarme, me hacen expresarme con este natural desembarazo, y me lo estimula más el recuerdo de que entre otros obsequios de puro afecto a su Ilustrísima no omití en otros tiempos venir a los confines del obispado desde diez leguas de lo interior de Galicia, sin otro objeto que rendirle mis antiguos respetos para conducirlo al Colegio de Meira, donde yo gobernaba. Esto, el considerar la sinrazón, y que por la acuciante preocupación el Consejo, con quienes usé los mayores rasgos de generosidad, es lo que, aunque no admiro en el mundo, renueva la llaga, rezumándose la sangre. Sin embargo, conservo la conformidad sin objeto de bastardo pensamiento.
Remito juntamente la apuntación de donaciones reales hechas en Asturias. El original de la doña Berenguela pereció con otras en el incendio por los años de 1448; me inclino a que fue hecha en Mieres, en compañía de su hijo don Fernando, que a la sazón lo tenía consigo, porque junto con él hace la donación. Vea V.E. si le puedo complacer en otra cosa, pues nada haré de más en virtud de mi agradecimiento y afecto que siempre he profesado a V.E., cuya importante [vide.] Dios guarde muchos anos.
B. l. m. de V.E. su más atento y obsequioso servidor
Fr. Francisco Díaz.

Referencia: 03-574-01
Página inicio: 574
Datación: 20/09/1800
Página fin: 575
Lugar: Valdediós
Estado: publicado