De Jovellanos a José Barberi

Comienzo de texto

Comienzo de texto: Muy señor mío: Hemos recibido el precioso manuscrito de Marsilio, con el librito de La Vinguda de Carlos V, impreso en 1542,

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Muy señor mío: Hemos recibido el precioso manuscrito de Marsilio, con el librito de La Vinguda de Carlos V, impreso en 1542, y ambos se han entregado al amo, quien los está reconociendo, y después de dar a usted las más finas gracias por su favor y confianza, me manda decirle que, cuando haya concluido su reconocimiento, los devolverá y dirá por mi medio lo que sienta acerca de ellos. En lo que toca al derecho municipal de esta isla tiene ya en su biblioteca las dos colecciones impresas en Palma: la una en 1663, hecha por el notario y archivero de la universidad Antonio Moll, en la cual se halla el precioso sumario de privilegios, que es de grande uso para buscar las noticias de la historia de Mallorca. La otra, también en folio, pero sin frontispicio, ni año ni lugar de impresión, empieza por un catálogo de los reyes de Mallorca y acaba con una cédula del señor Carlos V; es una copiosa compilación de privilegios relativos a la misma isla. S.E. dirá sobre estas colecciones lo que juzga, cuando hayan vuelto nuestros extractos del P. Mallorca (aunque no corren priesa). Entretanto conviene buscar el antiguo sumario, llamado la Valentina, formado por micer Theseu Valentín, que cita Moll, pues, aunque refundido en el suyo, puede dar todavía alguna luz.
S.E. no tiene valor ni ojos para entrar en el piélago de los libros de la catedral, aunque por su afición a las bellas artes tendría mucho gusto en descubrir los arquitectos, escultores, pintores, plateros y vidrieros que hicieron las bellas obras que hay allí, y cuyos nombres constarán en ellos. Pero cree que usted debe ir haciendo poco a poco este trabajo, porque las bellas artes son tan hermanas de las letras, que bien merecen algún lugar en la historia literaria de la isla. En este punto no es poco lo que acá tenemos indagado, y con ello podrá usted contar, así como contamos con las noticias de que hablará a usted nuestro doctor Bas, para completarlo. Pero prevengo haber oído, después de formar alguna nota, que todos los epitafios de la Seu se hallan copiados en los manuscritos de Terrasa, y si es así, será más fácil buscarlos allí, aunque no más seguros.
No aprueba S.E. que usted abandone el objeto de las Leyes Palatinas, digno de toda su atención, así por su singularidad, como por el lustre que este artículo bien tratado en la Biblioteca Mallorquina puede dar a su patria. Tres puntos hay que seguir acerca de él, según opina este señor:
1.º Descubrir algún códice latino de estas Leyes en Barcelona, pues a pesar de lo que dicen los Bolandos, no podemos persuadirnos a que no exista; y esto, como reconocen los mismos editores, es muy necesario para la corrección del texto, y más para quien no vea el original.
2.º Lograr en la misma una copia exacta de las Leyes Palatinas que publicó en catalán don Pedro el IV de Aragón, pues que creemos acá, por lo que dicen y la muestra que escriben los Bolandos, que en el fondo estas leyes no sean más que una traducción de las mallorquinas, y si así resultara de su cotejo, claro es que aquel rey aragonés, no contento con usurpar su trono al infeliz don Jaime III, quiso también despojarle de esta gloria, y entonces su desagravio será empresa digna de los hijos de Mallorca.
Bien conoce S.E. que estos dos objetos son superiores a las fuerzas de usted; pero también que no lo son a las del magistrado de Mallorca. Este es el que deberá seguirlos a expensas públicas, por la gloria que resultará de ellos a Mallorca; y acá creemos que con un poco de maña y de reserva (para no despertar la envidia de los vecinos), y con no mucho dinero pudiera conseguirlos. Pero, conseguidos, debería además costear una edición correcta y magnífica de estas Leyes, ilustradas con un buen prólogo y notas, empresa harto digna del celo y espíritu que siempre caracterizó su gobierno. Porque, si es una vergüenza para la España que obra tan preciosa se haya publicado por extranjeros, sin que los españoles hayan concurrido poco ni mucho a su publicación, ¿cuánto mayor lo será que Mallorca, después de publicada, nada haga para ilustrarla y reparar tamaño descuido?
El otro punto digno de investigación puede ser menos arduo, porque sólo pide aplicación y estudio. Trátase de completar la historia del códice, todavía embrollada, y acerca de la cual quiere mi amo que yo comunique a usted una conjetura que ha formado, que tiene por muy probable y que le parece muy digna de toda la atención de usted. Cree S.E. que la conservación y el primer impulso para la publicación de este monumento, tan precioso para la gloria de Mallorca, se deba principalmente a un mallorquín. He aquí sus fundamentos. Leyendo los apéndices de la disertación del P. Pascual sobre el descubrimiento de la aguja náutica, y señaladamente lo que dice en la pág. 273 del Dr. Antonio Lull, le ocurrió la idea de que este sabio mallorquín hubiese sido poseedor del códice que los Bolandos publicaron. Es constante, según ellos, que el original perteneció a Guillermo de la Balma o Baume, señor de Illens, y caballero de honor de la señora duquesa de Borgoña, y así consta del mismo manuscrito. Ahora, pues, por una parte reflexiona S.E. que este ducado entró en la casa de España en 1495, por el matrimonio de Felipe el Hermoso con doña Juana de Castilla. Este príncipe había heredado aquel estado por muerte de su madre, la duquesa María, condesa y duquesa propietaria de Flandes y Borgoña, que murió, según Garibay, en 1482. Es, pues, claro que Guillermo, señor de Illens, no sólo pudo ser caballero de honor de esta duquesa, sino también de doña Juana de Castilla, puesto que su marido, y por consiguiente ella, no tuvieron otro título desde su matrimonio hasta la muerte de la Reina Católica, acaecida en 1504, que les dio el título de reyes de Castilla. Si vivía entonces Guillermo de la Balma, es claro que pudo venir a España con su señora, y aun sin venir, conservar el título de su caballero hasta su muerte. De forma que, mientras no conste el tiempo de la existencia de este señor, podemos conjeturar que el códice de que tratamos vino a su poder mucho después del 1482. Uno y otro es incierto todavía; pero no lo es que aquel ilustre y sabio mallorquín, hechos que hubo sus estudios en su patria, salió de ella, se estableció en Borgoña, y tenía ya relaciones con la familia de los señores de Illens antes de mediar el siglo XVI. De esto da una buena prueba don Nicolás Antonio, el cual asegura que Lull publicó en Basilea sus Progimnasmas retóricos el año 1550, dedicados a Francisco de Balma. Consta además por el famoso tratado De oratione, del mismo Lull, que estuvo agregado a aquella ilustre familia en calidad de maestro de los ilustres jóvenes Claudio, después arzobispo de Besanzón, a quien siempre siguió, y Francisco, conde de Montribert, a quien pudo dirigirse la dedicatoria de la edición de 1550, ya citada. Antes de esto sin duda había enseñado ya Lull la teología en Dola, principal universidad de la Borgoña. Ahora bien, si el Guillermo de Balma existía por estos tiempos, nada es más probable que el que aquel códice, salvado en Mallorca de la envidia del rey don Pedro, hubiese sido adquirido por el Dr. Lull, y pasado de él a la posesión de aquel señor. Pero si el códice existía ya en su casa cuando Lull entró en ella, es más probable todavía que Lull se hubiese valido de su gran favor para adquirirle, pues que ningún presente mejor podía recompensar sus servicios, ni ninguno ser más codiciado de un literato mallorquín, que de una parte conocía todo su valor, y de otra la gloria que podría resultar a Mallorca de su publicación. Si no nos engañamos en esta conjetura, suponiendo el códice en poder o a la disposición del Dr. Lull, podemos hallar muy probable que de su mano pasase a poder de alguno de tantos jesuitas españoles como andaban por todas partes propagando la nueva orden, que por española [y] por introducida en su patria cuando él vivía, pudieron trabar amistad y correspondencia literaria con él. Y aunque supongo que no viviría ya en 1609, cuando, según los Bolandos, se fundó el colegio de Ruremunda, y menos cuando el P. Andrés Scoto tomó de allí el códice y le trasladó de allí a Amberes, y concibió el designio de publicarle, es indubitable que éste pudo alcanzar a Lull, tener por él la noticia del códice e inspirarle tan buen deseo; porque este padre, si no me engaño, aunque no era español era de los dominios de España, alumno y protegido de nuestro don Antonio Agustín, grande estimador de nuestra literatura y gran cazador de obras españolas, como acredita muy bien la rica y preciosa colección de nuestros historiadores, que dio a luz en

Referencia: 04-370-02
Página inicio: 370
Datación: 19/11/1806
Página fin: 380
Lugar: Bellver
Estado: publicado