De Jovellanos a Juan Alejandro Nais

Comienzo de texto

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Mi estimado amigo y señor: Si me pidiese usted una cosa que estuviese en mi arbitrio, me daría una nueva ocasión de manifestarle mi aprecio y mis sinceros deseos de complacerle. Pero ¿cómo es que usted no conoce que no cabe en mis facultades lo que me pide, ni más de lo que he hecho? S.M. ha concedido a usted una ayuda de costa de cuatrocientos ducados, con el cargo de enseñar alguna parte de nuestro curso de Humanidades, y por el tiempo que tardare en verificarse el aumento de nuestra dotación. No está, pues, en mi mano ni conservar a usted la pensión fuera de aquí, ni el derecho de volver a un empleo que sin ella no existirá. Mi obligación es avisar la ausencia de usted y pedir como una nueva gracia la continuación de su pensión en favor del sujeto que le hubiese de suceder. Pero como de una parte los deseos de usted están de acuerdo con los míos y con el interés del Instituto, y de otra se puede obtener del gobierno lo que yo no tengo arbitrio de hacer por mí, he formado el adjunto borrón de un memorial para S.M., por si usted juzgase conveniente seguir este arbitrio. En este caso deberá usted hacer dos cosas: primera, remitirme el memorial firmado para que yo le dirija, informe al mismo tiempo del buen desempeño de usted, y proponga el sujeto que puede suplir interinamente esta enseñanza con el goce de la pensión. Segundo, que nuestro don Luis Vera se encargue de recomendar el buen despacho al señor Soler, sin lo cual creo que la gracia será infaliblemente negada.
Esto es lo que puedo decir en cuanto al asunto principal, sin que por eso apruebe las dudas que usted me manifiesta sobre su vuelta. Su familia de usted está definitivamente restituida a su patria. ¿Qué razón puede ser más sagrada, más fuerte que la de reunirse a ella? La promesa de fidelidad a la Constitución no se opone en nada a nuestra profesión religiosa, ni impone la obediencia a ninguna ley contraria a ella. Si algunos eclesiásticos la rehúsan, otros y muy respetables la han hecho y aconsejado. Fuera de que la duda de los obispos es de diferente naturaleza y dice relación a los riesgos que puede presentarles el ejercicio de sus funciones, riesgos que no alcanzan al tranquilo ciudadano, que, respetando el gobierno y las leyes, puede ejercer libremente su culto y ejercitar sin estorbos las virtudes evangélicas. Y ¿no cuenta usted por nada el fruto que puede resultar del ejemplo de estas virtudes en medio de tanta corrupción? Piénselo usted, amigo mío, y no sea que a fuerza de timidez y miramiento caiga en el partido menos prudente. Sobre todo yo deseo el mayor bien de usted, y pronto a concurrir a él me repito, etc.

Referencia: 03-590-01
Página inicio: 590
Datación: 13/12/1800
Página fin: 591
Lugar: Gijón
Estado: publicado