De Jovellanos a la Real Sociedad Económica Matritense

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Excmo. Señor: V.E. fue servido de poner a mi cuidado la extensión del Informe pedido por el Supremo Consejo de Castilla en el expediente de Ley Agraria; y después de varios recuerdos, en que se me recomendó la brevedad, recibí el último en oficio que la Secretaría me dirigió a esta villa con fecha de 12 de diciembre de 1790.
En respuesta de 12 de enero inmediato manifesté a V.E. mi deseo de desempeñar cuanto antes pudiese este honroso encargo, y de dedicar a él todo el tiempo que me dejasen libre otros del real servicio que estaban a mi cuidado. Así lo cumplí, formando el escrito que paso a manos de V.E., a quien puedo asegurar que él solo ocupó mi atención y mi pluma en todos los instantes que pude robar a las comisiones en que todavía entiendo.
Pero más que esta protesta, disculparán ante V.E. mi tardanza la importancia de la materia y la extensión del plan que me propuse para desempeñarla dignamente. Según él, era necesario subir al origen de los errores que están autorizados en nuestra legislación, recorrer todos los artículos enlazados con la suerte del cultivo, y poner en claro toda su influencia. Era necesario hacer la guerra a muchas preocupaciones añejas y establecer muchas verdades poco conocidas. Eran, en fin, necesarios tanto circunspección para no perder de vista la verdad, como denuedo para pronunciarla.
Todo mi cuidado se dirigió a llenar tan grandes objetos, y si estoy seguro de haberlo conseguido, es sólo por la exactitud con que me ceñí a los firmes y benéficos principios de V.E.
Este será mi único mérito, si es que en mi trabajo hay alguno. El gran principio sobre que se apoya el presente informe es, por decirlo así, una propiedad exclusiva de V.E. Habrá ciertamente en todas las clases del Reino muchos individuos que le conozcan y respeten; pero dudo que haya un solo Cuerpo que le haya sentado, demostrado y defendido tantas veces como V.E. Era, por lo mismo, mi primera obligación seguirle religiosamente, y lo hice con tanta más facilidad cuanto el progreso de mi trabajo me convencía más y más cada vez de su verdad y firmeza.
Aun del orden y claridad que puede haber en mis ideas, me confieso también deudor a V.E. Era imposible traer los varios artículos que abraza este informe a un punto de unidad, esto es, al único principio que debía regularlos, sin que ellos mismos se colocasen de suyo en el orden y lugar que pertenecía a cada uno.
Pude ciertamente haber dado el primer lugar en mis reflexiones a los estorbos físicos, o presentados por la naturaleza; pero habiendo considerado que ni son presentados por la mano del hombre, ni siempre accesibles a sus esfuerzos, preferí un orden más natural y conforme al progreso de la perfección política de los estados. El primer objeto de las leyes sociales será siempre proteger el interés individual; este interés, una vez protegido, aumenta infaliblemente la riqueza particular; de esta riqueza nace sin violencia y se alimenta la riqueza pública, y sólo cuando un estado se ha hecho por medio de ella rico y poderoso es capaz de luchar con la naturaleza, vencerla y mejorarla.
Por otra parte, seguí naturalmente el orden que iban tomando mis ideas. Sentado una vez el principio, ¿quién podría prescindir un solo instante de los errores que se le oponían? Los baldíos, las tierras concejiles se presentaban inmediatamente ante el tribunal de la razón, y en pos de ellos, el desamparo y abertura de las heredades privadas. La Mesta y los demás artículos de protección parcial, que hacen la guerra al derecho de propiedad individual, salían también al paso. El monstruo de la amortización, que continuamente la traga y engulle, se aparecía a su lado, y era difícil perderle de vista sin descubrir otros monstruos políticos, esto es, el monopolio, tan bien hallado con los embarazos del comercio de frutos, y las rentas provinciales, tan enemigas de este comercio como de toda buena industria.
Confieso que en estos varios artículos no he llegado al sublime punto a que los principios de V.E. podían conducirme; pero esta moderación, sobre oportuna, me pareció muy necesaria. La perfección del hombre, así en moral como en política, es progresiva, y suele adelantar poco cuando quiere andar demasiado. Nada es tan difícil como postrar de un golpe los errores autorizados y protegidos, y para destruir las opiniones agradables es tal vez más seguro debilitar poco a poco su raíz que atacar el tronco o cortar atrevidamente sus ramas.
Sin embargo, V.E. verá que he acogido en el adjunto Informe todas las verdades importantes que presentaba la materia, y que las he pronunciado con aquella noble franqueza que era propia del celo, de la sabiduría y del instituto de V.E., que exigía el bien de la causa pública, y que no desdecía de mi propio carácter, siempre ajeno de honrar con el nombre de prudencia aquella fría indiferencia, o por mejor decir, aquella ruin flaqueza, que detenida en varios miramientos, sólo tiene resolución para callar las verdades útiles y temporizar con los errores perniciosos.
Después de haber procedido así, no tengo otro deseo que el de que V.E. se persuada a que nada quedó por hacer a mi celo y buena diligencia para desempeñar su honrosa confianza de un modo digno de la grandeza del objeto y del decoro de V.E.
Nuestro Señor guarde a V.E. muchos años
Gaspar Melchor de Jovellanos.

Referencia: 02-623-02
Página inicio: 623
Datación: 26/04/1794
Página fin: 629
Lugar: Gijón
Estado: publicado