Mi estimado pariente y dueño: Por la de usted a Benita sé de la resolución de nuestra hermana Catalina, que quiere retirarse a sus tocayas de León. Usted conoce que para vivir allí, sea como beata o como seglar, se necesita vocación, y bien probada, pues se lleva vida religiosa, y, aunque dulce, se observa clausura. Esto quiere decir que no se deben dar pasos ni hacer diligencias hasta estar más seguros en la resolución. Yo escribiré a León, me informaré de cuanto conviene saber acerca de lo temporal y espiritual de aquella casa, enteraré de todo a mi hermana, lo reflexionará, resolverá, y nosotros obraremos en consecuencia, pues no podemos tener deseo que no sea conforme con su mayor felicidad.
Esto supuesto, y que ustedes quieren tenerla en su casa, paréceme que conviene que pase desde luego a ella para que no se le retarde el consuelo que tan buena compañía le puede proporcionar. A este fin usted lo dispondrá como mejor le pareciere, supliendo el gasto que fuere necesario, así para esto como para el pago de sus deudas, a que yo responderé en lo que no alcanzaren sus facultades. Por lo mismo, y para que esto se arregle de un modo conveniente, creo que lo sería que usted se tomase el trabajo de encargarse de la recaudación de sus alimentos, puesto que mi hermana no la podrá hacer desde León, y que nadie la hará con más celo y cariño que usted, con lo cual se tratará de que se le reintegren sus desfalcos, y tomarán otras medidas que ella nunca podrá tomar por sí. En fin, en todo lo demás iremos resolviendo lo que convenga y según se nos avisare. Diga usted a Catuja que no le escribo, porque va a partir la moza de Oviedo que ha de llevar ésta. Doy a usted gracias por el favor que tiene la bondad de hacernos y por el cariño que profesa a nuestra hermana; me ofrezco a los pies de la prima, y etc.