Muy señor mío: Uno de los cuidados que más me afligieron durante mi larga reclusión en esta isla fue la pérdida y trastorno que, por consecuencia de mi ausencia y falta de comunicación, experimentó el Real Instituto Asturiano, que estaba enteramente confiado por S.M. a mi cuidado. Fundaba yo, entre otras grandes esperanzas en favor de aquel nuevo establecimiento, la protección del difunto señor excelentísimo don Pedro Díaz de Valdés, que después de haber regalado para su biblioteca gran cantidad de excelentes obras y algunas máquinas, me había ofrecido enviarle las tres esferas celeste, terrestre y armilar, que yo le había indicado hacer mucha falta para las enseñanzas de geografia y náutica. En nuestra correspondencia manifestó muchas veces su deseo de enriquecer más y más con sus libros la nueva biblioteca, a cuya fundación y aumento había concurrido con tal franqueza y generosidad, que me hizo creer que era su voluntad dejarlos todos al Real Instituto después de sus días, o por lo menos cuantos perteneciesen a ciencias matemáticas y físicas y a geografía y humanidades castellanas, objeto de su enseñanza. Veo que esto en el orden legal no hace una prueba que pueda valer en juicio, por más que lo expuesto podrá ser apoyado por el testimonio de las personas que merecían la confianza de su excelencia ilustrísima y oían sus francas explicaciones en el tiempo en que sus últimas dolencias no le habían reducido a tan débil situación. Mas como yo no puedo dudar que en un tribunal, cual el que V.S. dirige, tenga gran cabida la equidad, le hago presente lo que va expuesto, para que haga de ello el uso que su prudencia le dictare, y lo hago no por mira alguna de interés personal, sino por lo que en ello interesa la utilidad pública, único objeto que puede reclamar más fuertemente la equidad de V.S.
Si yo contase con detenerme en Barcelona a mi paso, haría personalmente y por mí mismo esta representación a V.S.; mas como en caso de tomar ese rumbo tal vez pasaré por ahí rápidamente, anticipo ésta, por la cual ruego a V.S. que cualquiera cosa que se dignase destinar al Real Instituto Asturiano, a su conveniencia lo mande poner en poder del doctor don Valentín García, quien además de entregar ésta, podrá asegurar a V.S. de lo que hubiere entendido acerca de su objeto y recibirá y tendrá a disposición de aquel establecimiento lo que la equidad de V.S. y su celo público le dictaren en favor suyo.
Aprovecho entretanto esta ocasión para ofrecer a V.S. mis respetos y el deseo de que me comunique sus órdenes, por si en algo fuere capaz de complacerle.
Nuestro Señor guarde a V.S. muchos años.