Amigo y estimado dueño mío: Los mármoles, los colores, las piedras de imán y las diamantinas han llegado felizmente, y ya lo he reconocido todo menudamente con la mayor complacencia. Ningunas gracias serán correspondientes a una expresión tan apreciable, tan oportuna y tan exquisita. Pero usted no dudará ni de mi reconocimiento ni de mi inclinación, y esta seguridad me excusa de dilatarme en expresiones.
Pasé, en efecto, a casa del señor conde el viernes anterior, y ya íbamos a tomar el martillo para abrir su cajón, cuando le enviaron de la imprenta las pruebas de un papel en derecho que va a dar al público, con lo cual se suspendió la operación, y aunque fue con la protesta de volver a ella, todavía no hubo ocasión, bien que espero que después de mañana la habrá.
Sabe S. Illma. que viene el libro, y le ha agradado mucho el pensamiento, y aun ha manifestado gran deseo de verle. Pensaba en enviarle a la Academia de la Historia, aunque yo le he persuadido que no debe salir de su librería, y así creo que sucederá. También vio S. Illma. las piedras diamantinas, que le han parecido excelentes, y quedamos en que se llamará un lapidario para probarlas. Los colores los verá cuando los mármoles.
Estoy entendido en el acuerdo de esa Sociedad por lo respectivo a solicitud de hermandad con la Sociedad Bascongada, en cuyo asunto podrá usted hacer lo que le parezca, sin contar conmigo más que para aquellos pasos que no pueda dar por sí mismo, pues yo lo apruebo todo anticipadamente.
En la pretensión para el caballerito que desea entrar en la Casa de los Pajes me es imposible tomar cartas, porque me han interesado por una cosa muy propia, bien que he suspendido dar paso alguno, porque veo la cosa muy difícil. En lo demás no dude usted que si pudiese influir con el conde a que por sí lo solicite o ayude, no dude usted que lo haré con gran gusto.
Sobre todo crea usted que siempre es su fino y muy reconocido amigo
G. M. de Jovellanos.