De Lord Holland a Jovellanos

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Excmo. Sr. y respetado amigo mío: Me es muy sensible el no poder exprimir en este idioma el gusto, el alborozo con que recibía la prueba de que V.E. se dignaba acordarse de mí. Es verdad que desde el tiempo en que tuve el honor de conocerle en Gijón y se sirvió V.E. recibir con tanto agasajo a un muchacho de 19 años, he buscado varias ocasiones, pero en balde, para hacerle conocer que no se me había escapado cuánto debía apreciar una tal distinción. Juzgue, pues, cómo había de sentir ese desacierto, cuando tal cual progreso que hice en la lengua castellana, me dejaba ver a cada paso las luces y talentos del que me había dispensado sus favores; y en mi segundo viaje por España, cuando me aprendieron por la primera vez su injusta persecución, con ánimo de manifestarle el admiración que me había causado su firmeza me puse a buscar medios, si tal vez me fuese posible lograrlos, para acertar el reparo o a lo menos el alivio de sus trabajos. Este esmero que nos era común, pero inútil para su efecto, me proporcionó la amistad de muchos amigos suyos, y con su aprobación hablé con el ministro de Inglaterra y otros diplomáticos para interesarles en el negocio; pero, desde luego, era muy claro que, aunque no les faltaba la disposición, el encono contra sus muchas virtudes era tal, que no pudieron servirle y que apenas se atrevieron a intentarlo. Cuando, pues, se declaró la desgraciada guerra entre nuestras patrias, estando yo en Lisboa tuve una oportunidad de escribir a Lord Nelson, que mandaba en el Mediterráneo, de pintarle las persecuciones que estaba V.E. padeciendo y de pasarle un plano muy exacto del castillo en que estaba encerrado, encareciéndole lo glorioso y lo útil que le resultaría si acaso pudiese libertarle de sus opresores. Por desgracia, antes de haber recibido mi carta, había ya salido del Mediterráneo, pero su contestación era tal que se habrá esperado de Lord Nelson. Siento que habiéndole traspapelado no puedo en el día mandársela, pero ya no me faltarán oportunidades puesto que
Quod optanti divum promittere nemo
Ausus erat, volvenda dies en attulit ultro!,
y no solamente está en libertad don Gaspar, sino también en circunstancias en que puede contribuir a la libertad de su patria. ¡Ojalá pudiese gozar de este día la excelente condesa de Montijo, que tanto deseaba la libertad de su país y tenía tan justa opinión y del celo y del influjo que había de tener su amigo Jovellanos en promoverla!
Al mismo tiempo que llegaron aquí las noticias del alboroto en Aranjuez y del aclamación del nuevo rey, me escribieron que se había despachado un orden para restituirle su libertad. Me alegré que aunque tarda: Respexit tamen, et longo post tempore venit.
También lo celebré como buen agüero de los principios del nuevo gobierno y como efecto del influjo que tenía en él mi amigo el duque de Infantado, cuyo noble modo de pensar me era desde muchos años muy bien conocido. Sírvase, pues, V.E. recibir mis parabienes de aquél y de tantos otros felices sucesos que en estos últimos días han acaecido en España. Bien lo dice V.E.: la causa de España es la de la justicia y de la humanidad, y por cierto si tuviese influjo en esta corte, todo se empeñaría en adelantarla. En efecto, ni tengo influjo ni conexión con los que influyen en ella, pero ni les atribuyo tampoco la más mínima frialdad en tan justa causa; y para hacerle ver mi modo de pensar en todo lo que toca a España, tomo la libertad de mandarle con ésta una copia de la carta que escribí algunos días ha, en contestación de la del conde Floridablanca, que se ha servido escogerme como conducto de sus deseos a este gobierno. No sé si hice bien en tratarle tan osadamente de las cosas de España y de la necesidad que hay de establecer en ella una Constitución libre; pero estoy persuadido que a V.E. no disgustará la misma franqueza, puesto que es imposible que el elocuente autor, cuyos escritos todos encarecen los beneficios de la sana libertad, no saludase con alborozo el feliz momento de comunicarla al pueblo. La primera dicha de España es tener en su seno usos y fueros que facilitan el establecimiento de la libertad, sin quebrantar los fundamentos de la jerarquía o mudar los nombres a quienes está acostumbrado el pueblo. La segunda dicha será tener hombres celosos que con amor de la patria y de la libertad, tendrán autoridad para reprimir los excesos y juicio para acomodar y al genio del pueblo y a las luces del siglo los antiguos fueros, sin deslucir a los principios que solos se les pueden prometer firmeza y duración. Tal, sin duda, es V.E., y por eso se ha de mirar la restitución de su libertad no solamente como una justicia al individuo, sino también como un beneficio al país. Cuando las Cortes estarán unidas, espero que llegará el número de sus miembros a 200, o a lo menos a 150 personas. En ese caso, me parece que por el poco uso que tienen sus paisanos en el manejo de semejantes juntas o congresos se encontrará alguna dificultad en arreglar el modo de tenerlas, la forma en que se ha de deliberar y de votar y varias otras órdenes (como las llamamos nosotros) que hacen el código interior de un senado o asamblea. Ese punto (que tan desatinadamente han despreciado los franceses) es de la mayor importancia, y aunque en otras cosas no se ha de imitar una nación a otra, tal vez sería útil el estudio de las leyes y usos que en esta materia han producido en nuestra Cámara Baja (House of Commons) el tiempo y la experiencia. Como no se hallan impresos, por cierto recelo, o por mejor decir, cierta etiqueta que tiene en eso la Cámara, tal vez le gustaría a V.E. tener un compendio de ellas, y si se le agradase puedo proporcionárselo, ayudado de una obra que con otra mira había compuesto un letrado y miembro de parlamento muy distinguido entre nosotros.
Pienso que mi afición a España y el gran deseo que tengo de congratular a muchos amigos míos en persona de estos felices sucesos, me traerán este invierno hasta España. Le suplico me diga su parecer si pudiese yo viajar con mi mujer y familia con toda seguridad, y en el ínterin acaso que se ofrece algo en que puedo servirle, le ruego me lo mande con franqueza, que estoy su obligado servidor y más reverente amigo, q. s. m. b.,
Vassall Holland.
P.D. Como es incierto mi viaje, no quiero diferir el gusto de presentarle el fragmento histórico de Mr. Fox, que he sacado a luz este año, creyéndole digno de su autor, y le mando una copia como también un duplicado de esta carta por el conducto de Mr. Hunter en Gijón. Ya muchos meses ha que entregué en las manos de don Vicente Ferrer, que marchaba para volver a España, una obrilla, en que me atrevía a traducir una porción de su excelente Informe sobre juegos, espectáculos, etc. Este me fue confiado por una condesa de Valencia, del cuyo buen estar, en cualquier parte que sea, me alegraría de tener aviso, y que, por cierto, se regocijará de que V.E. ya esté en libertad. Después de escrito esto, hallé la carta de Nelson, y le mando una copia.
Jovellanos en la Junta Central
El 3 de setiembre de 1808 la Junta Suprema de Asturias nombra a Jovellanos representante suyo, junto con el marqués de Camposagrado, en la Junta Central, que se iba a reunir, en principio, en Ciudad Real. Este nombramiento debió llegar a Jadraque el 9, desde donde contesta Jovellanos el 10 renunciando a las dietas que se le habían asignado. El día 17 sale para Madrid, para asistir a las primeras reuniones preparatorias. El 25 siguiente, en Aranjuez, se constituiría finalmente la Junta Central. Es posible que a don Gaspar no le alegrará excesivamente el nuevo encargo; pero tampoco podía negarse a aceptarlo. Al abandonar Jadraque terminaba la triste etapa de su encarcelamiento, rematada con los amargos meses que siguieron a su liberación. Comenzaba una nueva época, la última de Jovellanos como hombre público. De la correspondencia conocida, la primera carta posterior al 17 de setiembre es una de Martínez Marina, que curiosamente alude a problemas relacionados con las Cortes, el asunto más importante que va a ocupar a Jovellanos en el futuro.
La todavía abundante correspondencia de los tres últimos años de la vida de Jovellanos va a centrarse en el bloque de las cartas cruzadas con lord Vassall Holland, como en las dos etapas que van de 1790 a 1808 es la correspondencia con Posada la que predomina.
Todo ello hace conveniente dejar constancia de esta frontera temporal.

Referencia: 04-570-01
Página inicio: 570
Datación: 12/09/1808
Página fin: 576
Lugar: Holland-House
Estado: publicado