Señor consejero: Mi dueño y señor: El carácter de usía y las circunstancias de ayer noche, al paso que me llenaron de furor y de coraje, me reprimieron para acallar dentro de mí lo que de otra manera diría a voces y sin miedo ni recelo alguno. Pero nada sentí tan vivamente como que usía me ultrajase delante de un hombre que aún no conoce.
Dios sabe que yo jamás recibí los trescientos reales de la disputa, y que siempre hablé en este tono a Ángel Pérez, y con aquella sinceridad y buen afecto propio de mi genio y de mi honradez. En Gijón no ignorarían ni mis empeños ni mis trampas, si las tuviera; y esto y el tiempo serán los mejores testigos en mi abono; en tanto, estoy cierto de que no llegarían a doce las personas del pueblo que creyesen que…, por trescientos reales, fuese capaz de comprometer tan feamente el honor del señor consejero y el suyo propio. En fin, una idolatría hacia su persona no podía esperar otro premio; y si yo hablé a mi paisano acerca del modo de tratar con señores, fue con mucho comedimiento y porque deseaba que no le sucediese lo que infaliblemente le sucederá si hemos de creer a esa carta que incluyo a usía original, y que le manifesté a él mismo para su gobierno.
Ni aquí ni en Avilés ni en parte alguna me acordé de los cuadros que están en poder de usía, hasta ayer, con Pérez, con motivo de la carta; él dijo, y usía se lo oyó como yo, que había sacado las copias: ésta es una falsedad tan grande como que yo me metí en esto.
Espero que usía reflexionará con la madurez que acostumbra sobre la materia, y ésta será la única satisfacción que yo podré lograr en el presente lance, pues otra, ni se me dará, ni mi situación me permite pedirla. Dios guarde a usía muchos años. Besa la mano de usía su atento servidor…