Descripción del Principado de Asturias

Comienzo de texto

Comienzo de texto: Asturias, situada al norte de España entre los grados 43 y 44 de latitud, confina por el oriente con la antigua Cantabria hoy Asturias de Santillana; por mediodía con el reino de León; tiene al poniente el de Galicia y al septentrió

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Asturias, situada al norte de España entre los grados 43 y 44 de latitud, confina por el oriente con la antigua Cantabria hoy Asturias de Santillana; por mediodía con el reino de León; tiene al poniente el de Galicia y al septentrión el Océano Cantábrico.
Supónese que en esta división se comprende solamente lo que entendemos hoy por este nombre Asturias, y no el país que se contenía en otros tiempos bajo la misma denominación. Entonces los límites de Asturias se extendían por el mediodía a todo el territorio de León contenido entre el Duero y el Eslaque, como se sabe, es el Ástura de que habla Floro. Dividíase en augustana y trasmontana, y este último nombre pertenecía a los habitadores del país hoy llamado Asturias, y del que solamente quiero hablar.
Es justo dejar a otros el cuidado de deslindar estos antiguos aledaños, trabajo ciertamente digno, pero que pide una pluma menos embarazada que la mía, y que si puede ser útil para los que escriben historia no lo es en tanto grado para nuestro propósito.
Los límites de la actual división son bien señalados, y fuera del meridional, casi los mismos que en la antigua. El oriental se forma por la línea que divide los altos concejos de Cabrales y Llanes de la antigua Cantabria, hoy Asturias de Santillana, en el país de Peñamellera, que en la división eclesiástica pertenece todavía al obispado de Oviedo, y el pequeño río de Unquera la señala desde su nacimiento hasta el puentecito de Santiuste.
Los altos montes de Europa, llamados Ervasios por los antiguos geógrafos, dividen por el medio este Principado del reino de León. Son un ramo del Pirineo que corre Oriente Poniente, y después, separando la Guipúzcoa y Vizcaya de la provincia de Álava, y a las Asturias de Santillana de las montañas de Burgos, penetran por Galicia, dejando al Este a León y su tierra, y se pierden junto al cabo de Finisterre en el mar de occidente.
El río Eo divide a Asturias de Galicia a la parte del ocaso, saliendo del obispado de Mondoñedo a una estrecha garganta, por la cual dirige su curso hacia el norte para señalar este límite occidental. Antes de tocar el extremo de la costa se adelanta el mar a encontrarlo, abriendo en su fauce una ría navegable, cuyas orillas reciben los puertos de Figueras y Castropol a la banda de Asturias, y el de Ribadeo, más cómodo y poblado que entrambos, a la de Galicia.
Las aguas del gran océano forman el límite septentrional de Asturias por espacio de 41 leguas desde la boca del pequeño río de Unquera junto a Santiuste hasta Castropol, último puerto que está frontero a Galicia sobre el mar de Ribadeo. Esto es Asturias por fuera; reconozcamos ahora algo de su interior. La alta cumbre de los montes Ervasios, contenida entre el estrecho del concejo de Ibias y el de Cabrales, degradándose hasta el océano por un espacio de 15 a 16 [leguas] Norte-Sur, recibe en su pendiente falda a Asturias y todos sus términos, dándoles una forma larga y angosta, pues la distancia de sus límites oriental y occidental es dos veces tan grande como la que separa los de norte y mediodía.
Los ríos y torrentes que desde aquellas sublimes alturas caen precipitados al mar dieron la segunda forma a la división interior de Asturias. Se comprenderá ésta fácilmente, si se figura que corriendo Norte-Sur desde su cumbre nativa y abriendo y cortando su enorme pendiente, pudieron formar poco a poco su lecho dividiéndole en varias montañas que siguen paralelas la misma dirección que sus aguas, mientras tanto que los arroyos y vertientes laterales de estas mismas montañas, corriendo en dirección contraria a morir en los grandes ríos que corren al pie de ellas, forman otras colinas subalternas, entre las cuales están las cañadas y vegas que señalan la forma y división interior de este Principado.
No pretenderé yo por eso que toda la forma interior de Asturias sea producida por las aguas. ¿Quién sabe lo que pudo trabajar en ella el fuego? Sitios hay que hacen sospechar que en las épocas remotas de la naturaleza reventaron aquí muchos volcanes, y aún se ven algunos cráteres y montañas cónicas que lo indican más fuertemente. Pero estas indagaciones, aunque muy entretenidas cuando se viaja y observa, no son todavía para escritas, ni a la verdad seguras, si el estudio y análisis de las tierras y piedras adyacentes no presentan caracteres más ciertos de estas antiguas revoluciones.
En las vegas y valles se conoce más claramente el trabajo de los ríos, cuyo curso tortuoso y precipitado profundaba su lecho, y robaba de una y otra parte de las faldas vecinas todo el terreno que no pudo resistir el ímpetu de sus aguas. De este modo, se formaron las llanuras, que en tal cual parte son de bastante extensión, como se ve en las vegas de Peñaflor y Pravia, las mayores del Principado.
El restante suelo de Asturias es áspero y lleno de altibajos, bien que la parte bañada del océano es casi por toda la costa la menos quebrada, y donde se ven acá y allá algunas llanuras que ciertamente no formaron los ríos. ¿Será que el mar, retirando su orilla, cediese aquí a la tierra una parte de los dominios que le robara en otras regiones? ¿Esta conjetura podría apoyarse en el testimonio de Mela, que pinta nuestra costa septentrional como una línea, que corriendo estrecha desde el confín de Francia hasta los ástures, se abre y extiende después con igualdad hasta volver al ocaso; o, por el contrario, será que en nuestros días va recobrando lo que cedió a esta orilla en los antiguos, de lo que hay tal vez más claros argumentos? En todo caso, puede aplicarse a esta costa lo que dijo Plinio de toda la de España ulterior. Incubuere maria tam longo aevo, alibi processere litora, torsere se fluminum aut correxere flexus.
Lo dicho bastará para que se conozca la forma y división general de Asturias por dentro y fuera; pero quisiera yo que se conociese más menudamente todavía. El medio más seguro será señalar el curso de sus ríos; pero, pues seguirlos todos es empresa larga y difícil, diré lo que alcance de los cuatro ríos principales que la dividen, siguiéndolos desde su origen hasta el término en que expiran.
El Sella, el Nalón, el Narcea y el Navia son los mayores ríos de Asturias, y los que forman la principal división de su suelo; partiéndolo en trozos con sus corrientes, indican la natural declinación del terreno y dan la más cabal idea de la forma interior y de la posición topográfica de los pueblos de esta provincia.
El Sella, el más oriental de todos, se forma de varios manantiales perennes, que cayendo de los altos puertos de Ventaniella, Arcenorio y Beza por los concejos de Ponga y Amieva, se unen en la Fresneda; de las corrientes que bajan por los concejos de Onís y Cangas, y se le juntan en la capital de este último; de las santas aguas que brotan al pie del monte Auseva y a la sombra del santuario de Covadonga; y de las que bajan de los montes de Piloña y Nava, corriendo hacia el oriente, y unidas con todas las demás en las Arriondas, van juntas a morir en el mar, dando a su orilla el nombre de Ribadesella.
Este río [es] muy caudaloso, singularmente en el invierno, cuando la confluencia de tantas aguas precipitadas súbitamente de las altísimas cumbres que le abastecen, no pudiendo romper sus márgenes, entran impetuosas en el mar, dentro del cual se siente todavía el impulso de su corriente a algunas millas de la costa. A esta especie de inundación llaman los naturales con más oportuno nombre aguaduchos.
Es este río muy abundante de pesca, y sus salmones, que suben desde el mar hasta el concejo del Infiesto, son tan apreciables por su tamaño como por la excelencia de su gusto. Otra singularidad los distingue, y es que se cogen hasta el mes de septiembre, en el cual tienen su mejor sazón; siendo así que los de otros ríos la tienen por primavera, sea porque no es en todos uno mismo el tiempo de la ovación, o porque los más débiles y tardíos vienen a buscar estas aguas, las más batidas de todas. Las truchas y lampreas del Sella no son menos apreciables que sus salmones.
El Nalón nace en el puerto de Tarna, concejo de Caso, y desde éste corre por los de Sobrescobio, Laviana, Langreo, Tudela y La Ribera, recibiendo siempre gran copia de aguas. Pero aquí dobla su caudal con las vertientes que se despeñan por los grandes concejos de Lena y Aller. Éste les da las aguas de los puertos de Piedrafita, San Isidro y Vegarada; aquél las que caen de los de la Ballota y la Cubilla al Valduerna recibido en Campomanes, [y] el Valgrande que baja precipitado de los altos montes de su nombre. Lame después las saludables termas de Priorio para enriquecerse más y más con las aguas de Siero, Oviedo, Llanera y Las Riberas, que recibe por el oriente con el Nora o por las que le trae el Trubia al poniente de las montañas, corriendo en dirección contraria a los grandes ríos que bajaban del mediodía [y] produjeron las alturas, pendientes, cañadas y valles que corren hasta Sograndio, concejo de Oviedo, donde recibe con el Trubia las corrientes que vienen de los de Quirós, Teberga, Riosa, Proaza, Morcín y San Adriano. Sigue luego dividiendo el concejo de Grao de los de Oviedo y Las Regueras, que también lo contribuyen; atraviesa el de Candamo, entra al de Pravia, dobla en él sus aguas con el caudal del Narcea junto al coto de Pronga y, cortando la deliciosa vega de Pravia, va a morir en el océano, que se adelanta a más arriba del puerto de San Esteban de Muros.
El Nalón es todavía más abundante en el mismo género de pesca, y son particularmente ponderados los famosos reos cogidos en los apostales de Pravia. Para dar una idea de la riqueza de esta pesca basta decir que los derechos que sobre sus productos pertenecen al concejo de esta villa dan a sus propios más de 100.000 reales de renta al año. En lo antiguo se cogían también sábalos y solloso esturiones; pero no oyendo hablar de tales peces, temo que hayan desaparecido de nuestra costa.
No es menos digno de memoria el Narcea, ni menos famoso por su caudal, por su pesca y por los territorios que baña. Nacido de una pequeña fuente que le da nombre en lo más alto del concejo de Cangas de Tineo, corre por él hasta robar su caudal al Naviego, que viene con las aguas vertidas de las alturas del mismo concejo. Ya entonces, más caudaloso, entra al concejo de Tineo y, recibiendo allí nuevas corrientes, corta rápidamente el de Salas; huye de él para recibir al Pigüeña, que naciendo de nueva fuente de su nombre en los altos puertos de Somiedo, lame el cimiento del monasterio de Belmonte, rompe por la estrechura de su famoso escobio, y sale a encontrarlo en la graciosa vega de Miranda, por bajo de Oviñana. Al pasar por Cornellana se enriquece con las aguas del Nonaya, que viene desde Salas, y apenas abandona su vega, cuando el Nalón le sale al paso, y traga sus aguas y su nombre.
La fuente de Connavia cercana a Doncos, en la provincia de Lugo, reino de Galicia, se puede creer el primer origen del río Navia. Enriquecida con dos orígenes de las fuentes del Navón y otros del mismo reino, entra ya con el nombre y forma de río en Asturias por el concejo de Navia de Suarnay, dividiéndolo del de Ibias, atraviesa los de Grandas de Salime y Salime, corre por los de Pezós e Illano, baña por una y otra orilla los límites de los de Boal y Navia, y al fin muere mezclando sus aguas con las del océano en la ría de este nombre, que sube más arriba de la capital.
También es rico en pescados; pero se puede decir que sus salmones exceden en valentía a todos los demás, pues no sólo vencen las rápidas corrientes que se precipitan desde los altos concejos que hemos nombrado, sino que superan obstáculos todavía mayores, opuestos por el arte a su paso.
Es muy famoso por éste el banzado, que los monjes bernardos de Villanueva de Oscos tienen en el priorato de Gío, concejo de Illano, para hacer su pesca, conocido por la Chousa de Gío. Aquí llegan en primavera los salmones, que, aunque continuos habitadores del mar, vienen entonces a los ríos buscando en el empuje de las corrientes impetuosas la facilidad de desovar y animar su cría: obra admirable del instinto que les imprimió el autor de la naturaleza.
La altura del banzado, que atraviesa el río de una a otra orilla en lo más pendiente y estrecho de su curso, será como de tres varas, desde la cual se precipita al fondo con gran estruendo. Los salmones que vienen por el plano inferior surcando río arriba el profundo lecho, y a quienes ni asombra el ruido con que se despeñan las aguas ni la repentina pérdida del río, impacientes del estorbo que se les opone, y esforzándose para vencerlo, de un golpe saltan animosos a buscar las corrientes en la altura donde sólo encuentran la cárcel preparada por los reverendos pescadores, que fundan una propiedad de las más útiles y regaladas en este prodigio de la naturaleza.
La firmeza del terreno que atraviesan estos ríos no permite ensanchar las bocas por donde desaguan en el mar, ni deja tampoco gran entrada a sus ondas, como sucede en otras rías. Así es que vienen a ser pocas y muy estrechas las de este país y, por consiguiente, nada favorables a la navegación. Créese lo fueron más en lo antiguo, y aun hay noticia de que los barcos subían por el Nalón hasta el Narcea y navegaban más arriba de Cornellana de una parte y de otra al lugar de San Tirso, orilla del mismo Nalón en Candamo.
No es menester buscar extrañas causas a esta alteración, que puede atribuirse a las tierras y arenas que las corrientes traen desde las cumbres, y que el mar va repartiendo en las rías y playas, obstruyendo más y más cada día las fauces de los ríos.
A ésta concurre también la posición de la costa de Asturias expuesta al Norte, brava en extremo y frecuentemente azotada de los vientos, que la hace harto peligrosa en el invierno. Sin embargo, no son sus puertos tan malos y difíciles como muchos han querido pintar. Hay algunos ventajosamente situados para la navegación y el comercio; y si sobre ellos se hubiese abierto la mano del gobierno tan generosamente como en otras partes, creo que podrían disputárselas a los mejores del mar Cantábrico.
Pero sean las que fueren sus calidades, ¿cuánto no podrá contribuir a la prosperidad de esta provincia la multitud de puertos que la naturaleza colocó en su costa septentrional? Yo quisiera tener bastante ocio y conocimiento para dar idea de todos ellos; pero no atreviéndome a describirlos, debo contentarme con nombrarlos. Empezando por el oriente, tenemos los de Santiuste y Llanes y después Ribadesella, que es muy buen puerto de comercio y pesca. Sigue Lastres, Puntal y Tazones, que casi sirven sólo para pesca, aunque el primero tiene muy buena concha. De Gijón hablaré separadamente, tanto por ser reputado el mejor de la provincia cuanto porque tengo de sus circunstancias mayor conocimiento. Entre los cabos de Torres y Peñas están Candás, excelente para pesquerías, y Luanco, que tiene algún comercio, y a la vuelta del último Avilés, también de comercio, Cudillero, Muros, Artedo, Vega y Luarca, todos de pesca fuera del último, que tiene algún comercio; Figueras, situado sobre la ría de Ribadeo mirando a poniente, y Castropol, el más retirado de todos.
La pesca de sardina es la que hace la principal riqueza de estos puertos, no sólo en cuanto surte el consumo interior, sino porque se extrae en fresco y escabeche a los mercados de Rioseco y Peñaranda en bastante cantidad, aunque no tanta como pudiera. Se hace a sus tiempos la pesca del besugo, cuyos escabeches forman también un útil ramo de comercio activo en la provincia. La de atún y demás, que pertenece al arte que llaman de los volantes; la del congrio, merluza y sarda, son asimismo de gran utilidad. La costa en general es abundantísima en pescados, y cría una increíble variedad de ellos, y no menos de mariscos, unos y otros de regaladísimo gusto.
Pero yo no puedo hablar sin el mayor sentimiento de un ramo de tanta importancia, que conocí en más prosperidad otro tiempo y hoy veo en gran atraso. Todos los marineros han abandonado el ramo y, embarcados sobre los buques del rey, siguen el destino de la guerra, cruzando el ancho mar distantes de su costa, donde casi han cesado del todo las faenas piscatorias. Se ven los barcos en seco sobre los muelles y barbacanas y los remos esparcidos acá y allá pidiendo manos que los manejen, y no las hallan. La obligación y privilegios de la matrícula aleja de esta profesión muchos brazos útiles, y no estando permitida la pesca a los terrestres no hay medio de reemplazar el vacío que dejan aquellos a quienes la suerte arranca de su profesión y sus hogares. ¡Cuándo llegará el día en que una absoluta libertad de pescar aumente el número de pescadores y, al mismo tiempo que provea de marineros voluntarios los bajeles de la armada, abra las puertas de esta profesión a los brazos ociosos que quieran reemplazar a los que sirven tan honradamente al Estado!.
Del aspecto interior y exterior de Asturias que acabo de describir, se podrá inferir la naturaleza de su terreno, esto es, que todo su suelo se divide en montes y cerros más o menos altos y pendientes, en estrechas vegas y valles situados a orillas de los ríos, y en puertos y radas que la ciñen por la parte del mar.
Los montes altos producen excelentes maderas, y los árboles de que por la mayor parte están poblados son robles, hayas, abedules, alisos, fresnos, encinas, nogales, castaños y otros, todos excelentes para construcción por su corpulencia y por la firmeza y sanidad de sus maderas. De ellos principalmente se han abastecido los reales astilleros de Guarnizo, del Ferrol y la Graña y los particulares de esta costa para las grandes construcciones de armada y comercio hechas en este siglo; y por ahí se podrá calcular la importancia del servicio que hace en este solo objeto a la causa pública un país que miran como miserable y pobre tantos ignorantes.
Otros muchos árboles produce el suelo de Asturias, que ni son precisamente montanos, ni enriquecen sólo con sus maderas. El nogal y el castaño, tanto como ellas, son apreciables por su fruto, singularmente el último, que sirve de alimento en los años estériles y salva no pocas veces de la ruina a una gran porción del pueblo rústico. Pero lo es sobre todo el avellano, de cuyo fruto se extraen anualmente muchos cargamentos a Inglaterra del puerto de Gijón y otros, formando un ramo de comercio activo que se regula de 60 a 80.000 pesos. Es también muy útil en madera, singularmente para arcos de pipas y otros usos de la tonelería. También sirve en gran manera el cerezo, de cuya madera, muy a propósito para duelas, pudiera surtir Asturias a los toneleros de muchas provincias con gran utilidad suya y nuestra.
No me empeñaré en hablar de las frutas y árboles frutales, cuya abundancia y variedad parece increíble. Un ramo de comercio muy útil en otro tiempo, casi perdido del todo en el día, y que pudiera aún recobrarse, se hacía ¿podrá creerse? con los limones y naranjas. Los portugueses nos han robado esta riqueza, y mucho más los andaluces, plantando grandes huertas de naranjal en toda la costa del mediodía, con lo cual pusieron más a mano el retorno a los comerciantes del norte, que acuden allí con menos frecuencia. De resultas, faltando el consumo de su naranja, abandonó Asturias este ramo. Su fortuna es que tiene otros que no se le pueden quitar tan fácilmente.
Tal es la manzana, de que se hace excelente sidra, y cuya plantación crece prodigiosamente en nuestros días. Muchos opinan contra la preferencia dada a este cultivo, fundados en que con la sidra se han aumentado los borrachos. Yo no pienso con ellos en cuanto a la razón en que se fundan. Si el pueblo ha de beber vino malo, caro y traído de afuera, ¿no es mejor que tenga un licor propio, más sano y más barato con que emborracharse? Sin embargo, no apruebo que muchas tierras excelentes para la producción de maíz o escanda, o para prados de guadaña, se conviertan en pumaradas. El destino de la tierra que alimenta más familias, el que sostienen una mayor población, ése será siempre el más precioso a los ojos de un buen patriota. ¿Qué importa que se enriquezcan una docena de propietarios, si esta riqueza extingue las subsistencias de un centenar de familias? Decipimur specie recti.
No hablaré de la riqueza que esconden las entrañas de estos montes, poco conocida y por consiguiente mal estimada en este país, donde no rayó todavía la luz de la buena física, de la química y la mineralogía. Lo que he dicho de su situación bastará para que se conozca cuánto es lo que desperdicia nuestra ignorancia, y cuán poco honor nos hace el abandono de una riqueza que buscaron con tanto afán y cultivaron con tanto ardor los romanos.
Sin embargo, es preciso hacer justicia a los celosos individuos de la Sociedad Económica de Asturias, que han empezado a señalar su celo en este punto. Ya sabemos los buenos y curiosos descubrimientos del señor conde de Toreno, contenidos en el discurso que pronunció en una de las juntas de la Sociedad y dio a la luz en 1780. Entre ellos es singularmente recomendable el del lienzo y papel de amianto, de que he visto muestras en esta corte.
También se tendrá noticia de la famosa mina de succino, o kárabe de las Cuerrias, ya reconocida por el célebre doctor Casal y Vellet. De su singularidad se tiene la mejor prueba en una crusta de dos arrobas de buen succino flavo en el gabinete de la excelentísima señora marquesa de la Sonora.
Se sabe lo que deliraron los antiguos acerca de este raro fósil. Sólo el ingenioso Tácito sospechó algo de su naturaleza. Si se quieren buenas noticias acerca de ella y de esta mina, véase la curiosa disertación del doctor don Gaspar Casal, que anda al fin de su Historia Natural y Médica de Asturias. Al frente de esta obra se halla también, sin nombre de autor, una carta del sabio benedictino Sarmiento a Casal, que es digna de leerse. El estudio de la mineralogía ofrece a este país grandes bienes. ¿Pero quién sabe para qué siglo le están reservados?
Entretanto hay una producción subterránea ya conocida en Asturias, que empieza a cebar a sus naturales. Hablo de las minas de carbón fósil o de piedra, que ya se benefician con gran fruto. Del concejo de Langreo se surten actualmente la fundición de La Cavaday el arsenal del Ferrol, y pudieran surtirse también los de Cádiz y Cartagena y todas las maestranzas y fundiciones de su majestad, con poco auxilio que aplicase el gobierno a este ramo. Tal es su abundancia.
Permítaseme aquí una digresión que mi celo no puede excusar cuando tiene a la vista un bien tan grande, malogrado por ignorancia o por desidia, y cuando columbra los medios de conseguirlo a poca costa. Son estos de dos especies, unos que penden enteramente del gobierno, y otros de la industria de los naturales; hablaré de ellos separadamente.
No sabiendo los asturianos el arte de extraer el mineral, lo hacen como Dios les ayuda. Cavan donde les parece, y van profundizando horizontalmente su cueva hasta que la falta de luz y respiración los obliga a abandonarla, si antes la muerte no les sale al paso, porque ha de saberse que no es muy raro que la tierra superior se desplome y oprima con su peso a los infelices que tuvieron la osadía de penetrar sus entrañas.
Fuera de este mal, sobre el cual debe llorar la humanidad, ya se ve cuánto será el inmenso desperdicio de tiempo y mineral que ocasione un método tan imperfecto. ¿Pero no se halla facilísimo el remedio? ¿Por qué no se envía aquí un inteligente que enseñe las operaciones convenientes para hacer con acierto y economía la explotación, el método de hacer y asegurar las galerías, la construcción y uso de algunas máquinas sencillas, con lo cual sería imponderable el bien que haría a este pobre y olvidado país? Véase aquí un medio que pende de la mano del gobierno.
Desde la mina al puerto hay un trozo de camino de los diablos. Es verdad que lo atraviesan los pequeños y malos carros del país, pero en tan cortas temporadas, con tan poca carga, y con tanto riesgo y detención, que el transporte viene a ser muy lento, muy interrumpido y, por consiguiente, muy dispendioso. La construcción de un trozo de carretera hasta encontrar la que va a abrirse desde esta ciudad al puerto de Gijón facilitaría el uso de los carros de cubo y de mayor tamaño, y con triple carga harían su viaje en menos horas, y resultaría por consecuencia una conducción más continúa, más breve, más cómoda y barata.
Los escoceses tienen caminos de hierro para conducir su carbón desde las minas al embarcadero. Dos gruesas y anchas barras lo forman con su canal en medio, donde van encajados los calces que también son de hierro, y esto en algunas partes continúa por dos leguas hasta encontrar el mar, o los canales abiertos para conducirlos a él. Tales empresas, lejos de parecer temerarias, son dignas de imitación en un objeto en que la utilidad recompensa tan superabundantemente el gasto. Pero a semejante auxilio no alcanzan las fuerzas de los particulares y, por eso, debe colocarse entre aquellos que penden del gobierno. Vamosahora [a] los que pertenecen a la industria de estos naturales.
Supóngase un inmenso surtido de este mineral sobre el muelle de Gijón
o de otros puertos; y supóngaselo sin miedo, porque la mina de Langreo se cree inagotable, y no es sola en el Principado: ¿cuántos barcos podrían ocuparse en conducirlo a Santander, Ferrol, Cádiz, Sevilla y Cartagena? Por fortuna, donde quiera que fuesen serían bien recibidos, pues la penuria de leña es general en todas nuestras provincias, y el uso de estos carbones ya muy conocido en ellas. ¡Cuánto no crecería la marinería, cuánto el comercio, cuánto la población y la riqueza! Y la vista de un bien como éste, un bien tan grande, tan notorio, de tan general influencia, ¿no evitará la pereza de nuestros asturianos? Pero, se me dirá, no tienen fondos. Así es, las anticipaciones, pues, serían otro medio perteneciente al gobierno, o bien la fundación de un Monte que anticipase los fondos necesarios para esta granjería. No hay otro medio más directo de socorrer una provincia que carece de capitalistas.
Basta de digresión y basta de montes: bajemos a los valles, donde están las verdaderas minas de la riqueza principal de Asturias.
Ya dije que estos valles y vegas son, por lo común, estrechos, pero hermosos y fecundos más allá de lo que se puede imaginar. Como todas las cumbres que los cercan están perennemente cubiertas de árboles, arbustos y toda especie de yerbas y plantas, su suelo se compone, por lo común, de la tierra vegetal que las aguas arrastran de continuo desde las alturas, esto es, de la tierra más apta para la germinación. Agréguese la humedad de la atmósfera que los cubre, los ríos que los atraviesan, y alguna vez les añaden fertilidad, inundándolos el frecuente uso que se hace de los abonos y el incesante trabajo de estos honrados labradores, y se hallará que no es ponderación lo que digo de su feracidad.
Vaya una prueba. Una fanega de maíz sembrada en estas vegas produce en cosecha regular 118 fanegas, y además gran cantidad de habas, o sean judías, y calabazas que se siembran entre el maíz y se cogen por lo común al mismo tiempo, aunque las habas vienen y suelen cogerse antes, y las calabazas después. ¡Qué sales! ¡qué vigor! ¡qué espíritus germinadores no deben suponerse en una tierra que por lo menos se siembra todos los años y algunas veces dé otros frutos fuera del principal! Bien veo que el trabajo y los abonos hacen lo más. Pero apostemos a que, sin embargo, se me va teniendo por andaluz. Cachaza, pues, y vamos a otra cosa.
La sementera de maíz es la más general del país y, por lo mismo, merece alguna detención. No creo yo que sea muy antiguo su cultivo en Asturias, aunque algunos, engañados acaso por la autoridad de Cristóbal Pérez de Herrera, que habla de la introducción de este grano en España, quieran atrasarlo hasta el tiempo del descubrimiento de las Indias, de donde vino seguramente. No negaré que desde entonces pudo conocerse aquí; pero su uso general debe referirse a los fines del siglo pasado, pues el jesuita Carballo, natural del Principado, que moró en él largo tiempo, que fue canónigo y archivero de su iglesia catedral antes de entrar en la Compañía, y que escribió las Antigüedades de Asturias, publicadas poco después de su muerte en 1695, dice expresamente que en su tiempo iba extendiéndose y haciendo general esta cosecha. Poco importa esta investigación, puesto que en el día lo es ya en todos los concejos de Asturias.
Si esta preferencia es o no útil, véase aquí un problema muy disputado en las conversaciones ordinarias de este país. Por la utilidad está la costumbre general, no sólo del cultivo, sino también del alimento, pues el pan hecho de este fruto, a que llaman borona es el que come todo el pueblo rústico, y además lo que llaman en algunas partes fariñes, y en otras farrapes, que es una especie de farro o poliento hecho con la harina de maíz cocida en agua; también aboga por la utilidad la abundancia de los productos, muy superiores a los del trigo, la poca aptitud de la tierra para la sementera de éste, el corto valor de los demás granos y, sobre todo, la dificultad de volver atrás las ideas y las opiniones de un pueblo entero.
Por el perjuicio hablan las penosas y continuas labores con que debe ser solicitada la tierra para producir el maíz; la necesidad de agua en todos los meses del estío, a que no siempre responde el cielo, aunque por lo común lluvioso; la poca virtud de las tierras altas para una planta tan hambrienta y que las esquilma cual otra ninguna; y, en fin, la estimación en que deja la tierra doblando la exigencia de abonos y labores.
Véase el pro y el contra del problema. Yo me guardaré bien de empeñarme en su resolución sin el debido conocimiento. Este es acaso el primero de todos los objetos dignos de ocupar el celo de esta Sociedad patriótica.
Pero cuidado con la alteración si se pensare en ella, que es cosa muy delicada y peligrosa, cuando se trata de objetos de primera necesidad, cambiarlas opiniones de un pueblo que no sabe leer sino en el cielo y en la tierra.
La escanda de Asturias fue ponderada desde antiguo como una de las más excelentes producciones de España; Triticum de campis Gothis, escanna, de Asturias, halló escrito el padre Burriel en una lista de ellas que copió de un códice manuscrito del siglo IX, y publicó al frente de su Informe de pesos y medidas a nombre de la ciudad de Toledo. Es una especie de trigo de grano corto y duro, con zurrón, que sólo suelta a golpes o en molinetes de mano; pero muy pesado y harinoso, y de que se hace excelente pan, el más estimado y cultivado en Asturias, y viene grandemente en tierras altas, enjutas y de miga, de buena exposición y bien abonadas.
El centeno es la cosecha propia de las tierras altas y frías. El panizo y el mijo, de todas; pero estas semillas no son de uso tan general, y se prefieren en tal o cual concejo, o por costumbre, o por acomodarlas a las proporciones de su suelo. Siémbrase en todas partes mucho lino, algún cáñamo, ambos de muy buena calidad, y para cuya cochura son muy aptas estas aguas. Así lo fuesen los pocos instrumentos que se usan para el restante beneficio.
Las castañas de indias o patatas y los nabos son raíces que se cultivan también. Las primeras forman el único objeto de cultivo en que han entrado los vaqueiros; los segundos son menos cultivados que en Galicia, y aunque su hoja, llamada nabiza, no se aprovecha para forraje como en aquel reino, empieza a conocerse este uso, que cuando prevalezca será de gran utilidad para el alimento del ganado.
Uno de los principales objetos del cultivo de Asturias son los prados de heno, que hay en gran cantidad, no sólo en las vegas, sino también en las tierras altas y hasta en las cumbres. Es muy laudable el afán con que estos labradores se apoderan de cualquier hilo de agua temporal o perenne que se les presenta para divertirlo al riego de sus prados. Conocen que en ellos se cifra su principal riqueza, y no hay casería que no tenga el suyo. Por lo mismo, es más grande la cantidad de ganados que se alimenta con el pasto fresco y heno que producen, sin contar la que se sostiene del pasto de los montes y términos públicos. Cuando los prados gozan de un suelo pingüe y bien regado suelen dar cuatro o cinco paciones, esto es, se cortan o pacen en fresco cuatro o cinco veces, y luego se abandonan a la producción del heno, que se siega en seco a la entrada del estío, se embalaga y se reserva para el invierno. Las yerbas de que se componen son la grama común, la mielga, el trébol, el pipirigallo y otras que brota espontáneamente la tierra, pues no creo que se siembren jamás.
Este cultivo es preferido en los concejos de Salas y Valdés, y en otros arrimados a Galicia, donde toma más y más aumento cada día la cría de ganado mular. El producto de esta granjería es sin duda de gran utilidad, pues las mulas se sacan lechuzas y venden a buenos precios en la feria de León. Me han asegurado que alguna de seis meses se ha vendido en doscientos ducados. Aunque muy alto, no me parece imposible tal precio, atendido el valor de este ganado en las ferias de la Mancha. Los manchegos son, por lo común, los compradores de nuestras mulas: las llevan a sus dehesas, las crían con sus pastos pingües, finos y secos, y sacan arrogantes muletas, que venden después para esa corte a escandalosos precios. Bien veo que esto enriquece a algunos propietarios; pero entretanto, reducidas a prados las mejores tierras, ha venido a disminuirse el más útil cultivo, y los colonos que lo hacían; la riqueza de unos pocos individuos se funda sobre la ruina de muchas familias, y al cabo se verifica aquí también que nos dejamos engañar por las apariencias del bien, como dije en otra parte.
Pero en cambio de este mal, el cultivo de los prados alimenta por sí solo a una porción de poblaciones situadas en las montañas de los mismos concejos y distinguidas con el nombre de brañas. El método de vida, el carácter y las opiniones que corren acerca de su origen son tan singulares que pienso destinar una carta entera para hablar de ellos cuando los haya observado por mí mismo. Creo que podrán interesar mis noticias acerca de estas gentes, a que se da el nombre de «vaqueiros», siquiera por la novedad del objeto no tratado hasta ahora de propósito por ningún curioso, que yo sepa, y casi desconocido aun de los que los observan más de cerca.
Pertenecía también a esta carta dar alguna noticia del dialecto que se habla en Asturias, si este objeto no pidiese asimismo ser tratado separadamente; y apenas en la extensión de una carta cabrá más que una sucinta idea de su índole particular. Veremos si puedo ordenar algunas observaciones hechas de antemano, que pienso rectificar oyendo a viva voz a mis paisanos; y vamos concluyendo antes de apurar la paciencia de algunos.
Del carácter, usos y costumbres de los asturianos no pienso hacer particular descripción; pero como me propongo recorrer en mis cartas muchos puntos enlazados con estos objetos, creo que será mejor calificarlos al paso. ¿Quién será el que no conozca el carácter de un pueblo cuando se haya enterado del clima y suelo en que lo ha colocado la naturaleza, de la constitución en que vive, de sus ocupaciones y regocijos?
[APÉNDICE]
Descripción General del Principado de Asturias para el Diccionario Geográfico de Martínez Marina
El Principado de Asturias de Oviedo, sito en la parte septentrional de nuestra España, se halla en la graduación que se demarca. Su largo, como cuarenta y cuatro leguas, su ancho, muy diferente por la irregularidad de figura, pero no excede de dieciséis en parte alguna.
Confina al Oeste con las Asturias de Santillana del Bastón de Laredo, al Sur con el reino de León, al Este con el reino de Galicia, y al Norte con el Océano Cantábrico. Lo reducido de esta provincia, cerrada de ásperas montañas y espesos montes, la hizo poco conocida en varios siglos desde la población del reino por el Tubal, con armenios y caldeos; la que continuaron estas naciones gobernadas por la ley natural, hasta el arribo de Gerión que las sujetó, y sucesivamente otros distintos dominadores, estableciendo la idolatría con las variedades a que conducía la barbarie de aquellos tiempos.
Conquistaron a España los cartagineses, y la poseyeron hasta que después de tantas guerras con los romanos quedó victorioso el primer emperador Julio César. La cultura de los romanos civilizó la nación, y tuvo la felicidad de separarse de los errores del gentilismo por la predicación del apóstol Santiago, quien erigió en Zaragoza el primer templo de la purísima Virgen con el título del Pilar. Y habiendo predicado en algunas provincias el apóstol San Pablo, y en todo el reino los discípulos de Santiago, se conservó desde entonces la luz evangélica, sin que la apagasen tantas desolaciones y corrupción. Arrojaron los romanos los nobles godos, teniendo al frente su primer rey, Ataulfo, de quien descienden nuestros monarcas. Y aunque en el tiempo de su dominación se establecieron en España varias naciones bárbaras, conservaron los godos la mejor parte, y siguió su sucesión hasta el infeliz Rodrigo. Perdió este monarca su reino con la batalla de Jerez, junto al río Guadalete, y quedó España anegada del impetuoso torrente de la morisma, salvándose las débiles reliquias del catolicismo, al abrigo de los naturales diques de las montañas de Asturias; defendidas por el valor de sus naturales, quienes en Covadonga, (hoy Colegiata Real, y santuario admirable de Nuestra Señora), eligieron rey a Pelayo, de sangre goda, hijo de los duques de Cantabria, dándole el título de don, distintivo ignorado hasta entonces. Batió muchas veces don Pelayo los moros, arrojándolos del país, y les tomó la ciudad de León.
Sucedieron a don Pelayo, don Favila, don Alonso el Católico y don Fruela, que fundó a Oviedo y la hizo corte suya, trasladando allí la silla episcopal, que estaba antes en Lugo de Llanera, poco más de una legua distante.
Siguieron en Oviedo varios reyes hasta don Alonso el Casto, que cercó el lugar, y fabricó su catedral en donde don Alonso III, el Magno, fundó el Concilio Ovetense; y se erigió en metropolitana y arzobispal aquella silla, siendo primer arzobispo Hermenegildo. Don Ordoño paso su corte a León, porque adelantándose las conquistas en el reino, era preciso sostenerlas más cerca. Y habiéndolo sido Oviedo corte casi doscientos años, se quedó con las apreciables prendas de los cuerpos de sus reyes y con un inmenso tesoro de reliquias, que en la devastación sarracena pudo retirar la devoción. Siguieron en León varios reyes, y don Juan I, en las cortes de Briviesca, dio Asturias título de Principado, eligiendo Príncipe a su hijo primogénito Don Enrique. Y continúa en los primeros hijos de los reyes de España este ilustre distintivo.
En la ciudad de Oviedo, capital de Asturias, hay sólo obispado pero independiente, y que su renta sube de cincuenta mil ducados. La catedral, obra muy sólida, y la torre, la mejor fábrica del reino en su clase.
Las canonjías y dignidades son treinta y nueve. El valor de cada canonjía pasa de diez pesos. Las dignidades varían en esto y son personados en el cabildo con silla y capa, los abades de Covadonga y Teberga. Viene una porción de agua a la ciudad por un célebre acueducto muy elevado sobre cuarenta y siete hermosos arcos de cantería. La situación, amena, fértil y abundante de comestibles, [a] que contribuyen tierra, ríos y mar.
Hay Audiencia Real que componen regente, fiscal y cuatro ministros. El regente hace funciones de intendente, tiene título de capitán a guerra y como no hay en el reino regencia tan útil y circunstanciada, es la más apreciable.
La ciudad se gobierna por Ayuntamiento, que componen muchos regidores perpetuos, se eligen anualmente tres jueces ordinarios, y un procurador general. Un personero y cuatro diputados del Común.
Hay tres conventos de religiosos, benitos, dominicos y franciscos. Otros tres de religiosas, dos de benitas y uno de franciscas. Tres parroquias, San Tirso, San Isidoro y San Juan, y Santa María de la Corte, anejo de San Isidoro. Tiene un Hospicio Real con decente fondo. Una Universidad antigua de buena fábrica, con varias cátedras de escasa dotación, y una biblioteca muy copiosa y moderna.
El Principado contiene sesenta y seis concejos o alcaldías, y cincuenta y nueve cotos o jurisdicciones chicas de varios señoríos, algunos tan cortos, que no pueden demarcarse; pero que están clavados en el terreno de varias, y es su arca muy pequeña.
Los Curatos son en mucho número, algunos de bastante valor respecto al país, otros rinden la decente sustentación, pero los más, son bien chicos. Hay fuera de la capital en varias situaciones, la Colegiata de Covadonga (sólo ésta es Real) Teberga, Cangas de Tineo, Salas, Pravia y Gurullés. Cinco monasterios de benitos, tres de bernardos, tres de franciscos, uno de mercedarios, y cuatro de monjas. El gobierno político económico del Principado se hace por una diputación que preside el regente. Se eligen en Junta General trienal, votando los apoderados de los concejos, a favor de seis diputados, y un procurador general, que siguen los tres años. Y hay otro diputado perpetuo con título de alférez mayor, es conde de Toreno. La mayor parte de los votos hacen acuerdo. Se gobiernan por ordenanzas, eligen diputado en Madrid, y aunque Asturias tuvo voto en Cortes, está sin uso esta regalía, muy consiguiente a lo de haber tenido la Corte tantos años.
Lo largo de la costa marina del Principado, con algún fondo, es temperamento distinto, cualquiera hoyada o ribera suya que tenga algún abrigo contra la acrimonia del viento oriental, más dañoso que el norte, lleva con fertilidad, limón y naranja que extraen holandeses, ingleses y franceses. Lo más abundante es naranja y se hace sidra de gusto muy delicado. Se coge mucha castaña y algunas nueces. Los montes llevan mucha casta de árboles silvestres, en especial robles y haya, cuya bellota utiliza para el cebo de lechones. La madera de castaño, poco corruptible, es la de más uso. La de tejo excede la de caoba en brillo y solidez, y la del buen nogal, se acerca al ébano.
La cosecha mayor es de maíz. Se cogen dos especies de trigo, una llaman escanda, cuyos granos cierra en la espiga un árido capullo, que se separa al calor en la era. Centeno, cebada, mijo, panizo, avena, habas blancas y negras, batatas y garbanzos de varios géneros, algún vino de poca calidad y toda hortaliza. Pero como es mucha la población, apenas alcanzan los frutos a sustentarla si no son fértiles las cosechas. En las urgencias se recurre a Castilla, Holanda, Inglaterra y Francia, según acomoda. A la escasez de frutos contribuye mucho la estimación que merece por su utilidad el ramo de ganado vacuno, para cuyo sustento se reduce a prado cuanto es fértil, y regadío, hurtando con éste motivo a la labranza del maíz, aquellas heredades que lo producirían con ventaja. Y aunque el Principado tiene más extensión que presenta, y si sus altas montañas, muchas piramidales, y todas de enorme masa, se redujesen, se hallaría de doble distancia. Este aumento sólo cede a beneficio de pastos, y árboles, porque lo escarpado y peñascoso dificulta la cultura, bien que en lo áspero y elevado halla felices tesoros la botánica. Es tan natural al terreno la producción de árboles que es preciso en las montañas, para conservar pastos, descortezar y arrancar continuamente robles y hayas; siendo bien reparable, que apenas vuelven hacia el reino de León las cordilleras, cuando en cambio de árboles robustos sólo se ven chaparros y monte bajo.
Si las muchas y fértiles aguas que despiden las montañas, formando una continuación de arroyos que se pierden en los ríos, cayesen sobre un terreno menos irregular, sería un hermoso jardín todo el Principado. Pero sus peñascos y precipicios embarazan, de modo que sólo se podrá graduar como regadío la milésima parte de su distrito; bien que de esta improporción se pueden sacar las más útiles ventajas para establecimiento de toda máquina hidráulica, cuyo manejo facilita el mucho pendiente que traen las aguas sin que falten las más proporciones precisas para el efecto.
Las fábricas de hierro, cobre y cuantas se establezcan tendrán leñas abundantes si se cuidan con economía. Se hallan minerales copiosos de carbón de piedra, algunos de vena de hierro, acebache y succino, y los muchos de oro y plata que acredita tanta excavación subterránea donde se ven hornos y vestigios de los trabajos antiguos. Hay abundancia de mármoles y jaspes de diversos colores.
Podrían facilitar todo comercio los principales ríos, que son Navia, Canero, Pravia y Ribadesella, si fuesen francamente navegables, pero lo impide su rapidez. Bajan actualmente por ellos, asidas a barcos chatos, las mejores piezas de construcción para las Reales Fábricas, ayudadas del brazo y de la corriente; pero al remontar los barcos a la ligera, sufren el mayor embarazo en los despeños de las aguas. Todo otro carruaje sale más barato para el manejo de los géneros del país y es preciso franquear las carreteras para la circulación del tráfico interno; pues sólo debe contarse con los ríos, poco más de lo que suben las mareas.
Tienen los montes de Asturias osos, lobos, ciervos, jabalíes, corzos, robezos, (son una especie de cabras de rara agilidad), zorros, gatos, hurones diversos, tigres de igual formación y color que los de América, pero poco más que zorros su tamaño.
Y hay otra especie de paletos con dos astas grandes y gruesas, color de uña que sirven para frascos de pólvora. Se ven pocos, porque habitan los despeñaderos más inaccesibles y llaman mueyos los naturales. Se encuentra toda caza: perdices regulares, otras que llaman pardillas y lo son, algunas se han visto enteramente blancas, arceas, gachas, codornices, faisanes, y toda ave de agua con variedad increíble de pájaros de diversos tamaños; buitres, águilas y halcones, muchas liebres, en especial la marina; pero no conservan conejos los montes por las muchas humedades que inundan los vivares; y multitud de hurones, y aves de rapiña que los descuestan cuando se intenta su producción. El mar surte de los peces más delicados con la mayor abundancia; y los ríos ofrecen salmones, reos, sábalos, truchas, lampreas y anguilas. El esturión o sollo real se ve rara vez.
El país en la mayor parte es húmedo y templado: los naturales de regular tamaño y bastante blancura, ágiles, como hechos a trepar asperezas. Su fecundidad crece las poblaciones más de lo que el terreno puede sustentar, y se ausentan muchos. Los ingenios son prontos y felices, pero como a la estrechez del país sigue la de fondos para sostenerse, ceden a la precisión de su retiro varios genios que destinados serían muy útiles. Se ven muchos niños derramados y ociosos, los más mendigando; que recogidos y educados lucirían ejército, marina, artes liberales y mecánicas, según su inclinación; y no faltarían sobresalientes, ni por esto padecería el cultivo de las labranzas, que merece la mayor atención, como el ramo más útil a la sociedad, pero en Asturias faltan más heredades que labradores.
El comercio que anima la común utilidad lo tiene Asturias muy reducido y en términos que en vez de enriquecer al país, agota sus escasos fondos.
Lo hacen arbitrariamente algunos mercantes con dinero, trayendo de reinos extraños casi todos los géneros que venden. Ha crecido lastimosamente el lujo. Ganado vacuno, mular y caballar, tocino, manteca, habas, avellana y pescado son los únicos ramos que adineran el Principado; y sobra poco de la mucha extracción que exige la compra de vestuario y otros géneros forasteros. No hay en el país fábricas, aún de aquellas telas groseras que viste el populacho. Únicamente se teje alguna sergay lienzos gruesos.
Las proporciones son para todo ventajosas, si se pensase con eficacia en aprovecharlas. El paso a la América desde los puertos de Asturias tiene rumbo recto, sin embarazo. Francia, Inglaterra y Holanda están muy a la mano, pero es preciso que Asturias tenga géneros propios o adquiridos de lo interior del reino, para aumentar y sostener con provecho su comercio.
Lo podrá conseguir, abierta y dirigida con acierto la carretera a Castilla, para lo que se sirvió su majestad conceder facultades y algunos fondos, que podrán crecer vista la utilidad y adelantamiento. Franqueada la fuerte barrera de montañas, llegarán granos, vino, aceite y lanas, de que carece, sobre galeras y carros a precios más cómodos; pues lo que actualmente se conduce lo traen a lomo de caballerías, cuyos portes son excesivos; y aún la precisión de su sustento (son en mucho número) debilita el ramo de ganado vacuno que es tan útil y sólo se puede hacer a proporción de las yerbas, que también faltan con este motivo para la cría de mulas y caballos de mejor casta.
Los vinos del reino, sidra, y otros géneros del país, formarán cargamento para la América y los carros retornarán a Castilla madera para obras, toda casta de frutas, manteca, tocino, habas y escabeches que es el modo de traficar por cambio útil a los países, que se toman recíprocamente los sobrantes. Y para que florezca el comercio se podrán establecer compañías por acciones en la capital, y puertos de mar.
A los ganaderos de merinas, se presentan en la abertura de carretera de Asturias a Castilla, sensibles ventajas. Pasta este ganado por el verano en las cordilleras que dividen el Principado del reino de León, trayendo largo viaje desde Extremadura. Se hace su esquilmo sobre la marcha, muy distante del pasto, en los sitios y lavaderos que tienen para el efecto. Queda allí la lana y la conducen a los puertos de montañas y Vizcaya, para embarco a reinos extraños. Al continuar el ganado su viaje desde el esquilmo padece mucho, y aún muere cuando caen torbellinos de lluvia y granizo, porque camina desnudo y sin abrigo. Cesaría esta quiebra si siguiese hasta el pasto con su lana. Es muy fácil hacer lavaderos y almacenes, por las muchas aguas y materiales que ofrecen aquellas situaciones; y estaban las lanas a dos jornadas del mar de Asturias para su cargamento, de consiguiente bajarían mucho sus portes.
Los puertos del Principado sólo sufren buques de comercio, no hay entradas suficientes, y tienen poco seguro las bahías y conchas. Figueras, Navia, Luarca, Pravia, Avilés, Gijón (hay puerto franco para las telas de América), Villaviciosa, Lastres y Ribadesella, son los principales. No es difícil hacer otros más ventajosos, y de agua suficiente a que floten siempre en ellos aún navíos de guerra, fabricando muelles competentes en algunas conchas, abrigadas del nordeste y norte, cuyos vientos forman en la costa las más peligrosas tormentas. Son las más cómodas Cadavedo, en Valdés; Artedo, en Pravia; y la de Torres, una legua al poniente, y vista de Gijón. Ésta se halla más al centro del principado y abrigada de un dilatado y elevado promontorio que entra mucho a la mar. Así se aseguraba y facilitaba asilo a las escuadras y comercio, y se evitaba el continuo descalabro que padecen los barcos estando sobre sus quillas.
En las rías de Navia, Pravia, Villaviciosa, y Ribadesella, hay fondeaderos de agua bastantes en algunos sitios; pero mudan la entrada, y alteran con frecuencia el fondo, las avenidas de los ríos. Sus barras mudan del mismo modo, y como son de poca agua, sin mucha tormenta las cierran los grandes golpes de mar sin que se pueda tomar puerto, naufragando por esto en la costa muchas embarcaciones si las coge poco alzadas algún temporal; y cuando es violento, no las permite hacerse al mar, y se ven en la precisión de algún varadero, menos arriesgado para salvar las vidas, en especial si no hay proporción de marea.
Volvamos al estado eclesiástico y su iglesia catedral. Queda dicho que son treinta y nueve sus prebendas y dignidades, y convendrá expresarlas con noticia por mayor de sus circunstancias. Estas son: deán, chantre, tesorero, maestre escuela, que llaman dignidades de oficio, porque cada uno le tiene en sus respectivos quehaceres dentro de la Iglesia; y ocho arcedianatos, que son el deán como Arcediano de Oviedo, el de Ribadeo, Grado, Tineo, Gordón, Villaviciosa, Babia y Benavente. [A] estos arcedianos, por concordia antigua con el obispo, les ha quedado el derecho de visitar su arcedianato, alternando con el obispo cada dos años, preguntando a éste cuándo salen, lo que se le ofrece, y a la vuelta dan razón del estado de su visita.
Los arcedianatos se dividen en arciprestazgos, y estos en Parroquias. El deanato comprende los arciprestazgos de: Oviedo, Siero, Gijón, Carreño, Gozón, cuya capital es Avilés, Llanera, Pravia de Aquende, las Regueras, Proaza, Quirós y Candamo; el arciprestazgo de Oviedo se compone de treinta y cuatro parroquias; el de Siero de veintiséis; el de Gijón de veinticuatro; el de Carreño trece; el de Gozón de diecinueve; el de Llanera de once; el de Pravia de Aquende de trece; las Regueras de ocho; el de Proaza de nueve; el de Quirós de quince y el de Candamo de ocho.
Tomando desde Oviedo al poniente, y por la costa del mar, entra el arcedianato de Ribadeo, cuyos arciprestazgos son: Pravia de Allende, Valdés, Navia de Luarca, Castropol, en donde el río Eo divide a Asturias de Galicia como al obispado de Oviedo del de Mondoñedo. Sigue por el mismo rumbo hasta la parroquia de San Tirso de Abres, y entra el Arciprestazgo de Miranda de Galicia, siguiendo por el mismo rumbo y separación de este reino y pasa al de Burón y Navia de Suarna, y ambos son en lo Real del reino de Galicia, y lindan con los obispados de Mondoñedo y Lugo.
Vuelve hacia el mediodía y sigue como caminando a Oviedo el arciprestazgo del honor de Grandas, y vuelve a concluir en Pravia de Allende. Pravia de Allende comprende veintitrés parroquias, Valdés veinticuatro, Navia de Luarca once, Castropol treinta y una, Miranda de Galicia siete, el de Burón trece, Navia de Suarna veintisiete, y veinte el del honor de Grandas, cuya visita es privativa a la dignidad episcopal.
El arcedianato de Grado se compone de los arciprestazgos de: Valdeprámaro, Salcedo, La Canal, Miranda de Grado, Teberga, Las Dórigas y Somiedo. El arciprestazgo de Valdeprámaro tiene siete parroquias, Salcedo ocho, La Canal doce, Miranda de Grado nueve, Las Dórigas nueve y Somiedo dieciséis.
El arcedianato de Tineo abraza los arciprestazgos de Cangas de Tineo, Tineo, Salas, Sierra, Allande e Ibias. El arciprestazgo de Cangas de Tineo comprende treinta y dos parroquias, el de Tineo veintinueve, el de Salas diecisiete, el de Sierra doce, el de Allande diez, y el de Ibias seis.
El arcedianato de Gordón se compone de los arciprestazgos de Langreo, Labiana, Lena de Suso, Lena de Yuso, Caso, Ayer y Gordón; que pertenecen a la Vicaria de San Millán, y en lo real, al reino de León; y se extiende este arciprestazgo hasta poco más de dos leguas de la capital de este reino, y dentro de este término está la abadía de Arbas.
El arciprestazgo de Langreo comprende nueve parroquias, el de Laviana once, el de Lena de Suso dieciséis, el de Lena de Yuso, diecinueve, el de Caso, nueve, el de Aller diecisiete, y el de Gordón, veintitrés.
El arcedianato de Villaviciosa comprende los arciprestazgos de Villaviciosa que tomado desde Oviedo hacia el Oriente sigue por la costa del mar y tiene treinta y ocho parroquias. El arciprestazgo de Colunga que tiene catorce parroquias, el de Ribadesella, ocho, el de Llanes dieciocho y en la última por aquella parte, que se llama Pendueles, concluye Asturias por lo real, y entra el Bastón de Laredo; pero sigue el obispado al arciprestazgo de Peñamellera, que comprende veintiuna parroquias, sujetas todas a la jurisdicción real del mismo Bastón, lindando con el obispado de Santander.
Entra el arciprestazgo de Cabrales, compuesto de nueve parroquias, en donde vuelve a entrar la jurisdicción de Oviedo, y linda por aquellas montañas con Liébana, que es del obispado de León, en la mayor parte. Pasa al arciprestazgo de Ponga y Caso, que contiene trece parroquias, y linda por las montañas con el concejo de Valdeburón, del Obispado de León. Sigue al arciprestazgo de Cangas de Onís, en cuyo distrito está el santuario de Covadonga y comprende once parroquias. El arciprestazgo de Parres, que comprende nueve, el de Piloña diecisiete, y el de Nava y Cabranes once, en donde concluye este arcedianato.
Los arcedianatos de Babia de Yuso, y Benavente, que corresponden por lo eclesiástico a la vicaría de San Millán, pertenecen en lo real al reino de León, con cuyo obispado lindan en la mayor parte. El arcedianato de Babia comprende los arciprestazgos de Babia de Yuso, Laciana, y éste linda por la parte de poniente con el obispado de Astorga por sus últimos curatos que son Santa Cruz del Sil, y Palacios del Sil.
El arciprestazgo de Omañas, que linda también con el obispado de Astorga, el de Luna, el de Carbajales, el de Ordás, el de Villademor de Riello, que linda con el obispado de Astorga, con el de León y con el de Lugo. El de Turcia y Armellada, que también linda con los obispados de León y Astorga. El arciprestazgo de Babia de Yuso tiene catorce parroquias, el de Laceana diecisiete, el de las Omañas catorce, el de Luna veinte, el de Carbajales diecisiete, el de Ordás veintidós. El de Villademor de Riello diez y el de Turcia y Armellada cuatro. El arcedianato de Benavente comprende los arciprestazgos de Benavente que contiene once parroquias, el de Valencia de don Juan diecisiete y el de [ilegible] trece. Se concluye el deslinde del obispado de Oviedo por sus arciprestazgos que son sesenta y tres.
[APÉNDICE]
Asturias para el Diccionario Geográfico de Martínez Marina
El Principado de Asturias tiene 15 leguas de norte a sur y 34 de este a oeste; confina por este con las montañas de Santander; por mediodía con Castilla la Vieja, y el Reino de León; por oeste, con Galicia; y por norte, con el océano cantábrico. La situación de este Principado es la más fragosa de España, porque toda ella es un tejido de elevadísimos montes, de los cuales se desgajan tantos cerros, y de éstos, collados innumerables, que no se ve otra cosa hasta la marina. Esto mismo conduce a que su clima sea muy saludable, porque está defendido de los aires nocivos y sus frescos valles reciben los puros del mar océano, los cuales hacen templada esta región; de manera que ni el frío ni el calor son excesivos. Sus ríos principales son Navia, Nilón o Nalón, Eo, Sella, Narcea y [Santo] Antonil. Los montes están generalmente arboleados de avellanos, castaños, nogales, cerezos, madroños, membrilleras, robles, hayas, encinas y muchos árboles que producen naranjas, limones, pavías, y muchas otras frutas delicadas. La cosecha de manzana es considerable; y la sidra, que se hace de ella suple la falta de vino. La cosecha del trigo es escasa; pero hay escanda, centeno, mucho maíz, legumbres, especialmente judías, muy buenas y hortalizas. La multitud de sus montes, puertos y prados mantienen bastante ganado vacuno y caballar, osos, jabalíes, venados, perdices, palomas, faisanes, lavancos, rebecos, halcones y gavilanes. Los ríos y mar proveen de salmones, truchas, lampreas, anguilas, reos, sábalos, sollos, moiles, y otros todos muy sabrosos y delicados. No faltan canteras de piedras exquisitas, ámbar y minas de metales preciosos, y azabache. Son muy especiales las aguas minerales de Caldas, y las de la fuente salsuginosa del concejo de Sariego, sin otras muchas. Puede gloriarse este Principado de ser como la cuna de España, porque estando ocupada casi toda por los sarracenos, los venció don Pelayo a la frente de las hidalguías de la nobleza, que se había retirado de las montañas. Los primogénitos de esta corona se denominan Príncipes de Asturias desde el año de 388, en que el infante don Enrique, hijo y heredero del rey don Juan casó con doña Catalina, hija y heredera del duque de Alencastre y de doña Constanza; y, desde este tiempo, tiene el gran dictado el Principado de Asturias. Sus naturales son fuertes, briosos, fieles, talento bastante profundo, como lo han manifestado sujetos ilustrísimos que han honrado nuestra nación. Sus pueblos principales son Oviedo, su capital, Avilés, Gijón, Cudillero, Villaviciosa, Luanco, Salas, Cangas de Tineo, Luarca, Llanes, Cangas de Onís, Candás y Navia. Como el terreno de este Principado carece de frutos preciosos, es necesario apelar a otros medios que aseguren la subsistencia de los naturales; entre los cuales los que parecen más análogos al país son: el de los linos y cáñamos, con que aumentaría el ramo de lencería, de colchas finas, hilo, calcetas, gorros, listonería, etc. También sería útil plantar más avellanos y enseñar a los labradores el modo de beneficiar la manteca, que según Bowls es el siguiente: a cada diez libras de manteca se echan dos onzas de sal molida, se mezcla bien, y se pone en un barril limpio hecho de madera, que no comunique olor ni sabor, y éste se mete dentro de otro para resguardarlo. Así se puede resguardar y transportar donde se quiera, con cuya industria abrirían los asturianos un nuevo ramo de comercio, que les produciría mucha riqueza, y podrían surtir la marina y el reino de un género que en el día se trae todo de países extranjeros; sin olvidar la pesquería para hacer el escabeche y salmueras de los ricos y abundantes pescados de su costa.

Referencia: 09-371-01
Página inicio: 371
Datación: s.f.
Página fin: 404
Estado: publicado