Discurso que el director don Gaspar Melchor de Jovellanos formó y leyó en la junta pública general de distribución de premios que celebró en este día la Real So

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Señores: Cuando vamos a cerrar el primer semestre de nuestras tareas económicas, y a exponer a vuestra vista el fruto que han producido en esta parte del año, es singularmente agradable para nuestra Sociedad el ver que sus ilustres protectores vengan a ser testigos de sus operaciones y progresos; los mismos que la han fundado o visto nacer, los que la han fomentado con su celo e instruido con sus beneficios, la verán ahora crecer y prosperar a la sombra de su protección. Por eso en este solemne día, no sólo hace ostentación de su celo, sino también de su gratitud; y a la manera que una tierna planta recompensa con las primicias de sus esquilmos la benéfica mano a quien debió el riego y el cultivo, la Sociedad se apresura por presentar a sus bienhechores los nuevos frutos que su aplicación y sus desvelos van sazonando.
Los que tenéis a la vista, aunque humildes y pequeños al parecer, son ciertamente acreedores a vuestra alabanza y vuestro aprecio. Ellos testifican no sólo el celo de la Sociedad, sino también su ilustración; porque ¿qué otro objeto pudiera ser más digno de sus desvelos que el fomento del arte de hilar; de este arte primitivo que, ora se considere por el número y variedad de manufacturas a que sirve, ora por la muchedumbre de manos que ocupa, ya por la facilidad con que se aprende o ya, en fin, por las riquezas que produce, es sin disputa el más importante y provechoso de cuantos ha inventado la industria de los hombres?
Pero sobre todo, se conocerán su utilidad y su importancia si se atiende a la influencia que tiene sobre las costumbres públicas. Y ¿quién podrá negar esta influencia a vista de las inocentes criaturas que tenemos presentes? Considerad por un instante los beneficios que han recibido de nosotros; considerad los males de que las hemos preservado; ved en ellas la instrucción religiosa sustituida a la más grosera ignorancia, la honesta aplicación a la torpe ociosidad, la emulación a la indolencia, la modestia al descaro; en una palabra, vedlas trasladadas desde los caminos del vicio al sendero de la virtud.
Tal es, señores, el estado de nuestros trabajos, y tal el título que los hace acreedores a la gratitud pública. Bien sé que estas ventajas parecerán tan despreciables a los ojos de la ignorancia, cuanto son preciosas a los de la sabiduría. El hombre de mundo las tendrá en poco, porque no descubrirá en ellas ninguno de aquellos atractivos que ordinariamente le arrebatan; pero entre tanto el sabio, trasluciendo en su misma pequeñez la gran suma de utilidad que prometen, no les negará el tributo de aprecio y alabanza a que son acreedoras.
Es preciso decirlo de una vez y repetirlo a cara descubierta: sin costumbres no podrá esperar jamás ningún Estado ventajas permanentes. La virtud no es sólo el fundamento de la felicidad del hombre, sino también de la de los Estados. Un erario opulento, un ejército numeroso, una marina formidable no son las más ciertas señales de la prosperidad de una monarquía. ¡Cuántas veces se han visto estas ventajas unidas a un gobierno injusto y opresivo! ¡Cuántas se ha gloriado de ellas un pueblo corrompido y esclavo! ¡Cuántas esta aparente prosperidad ha conducido a la destrucción y a la ruina de los más grandes imperios!
Pero vendrá un tiempo en que el nombre de la felicidad, tan repetido en nuestros días, señale una idea menos equívoca, más agradable y más digna de los deseos del patriotismo. Cuando el estudio de la moral, casi desconocido y olvidado entre nosotros, sea, por decirlo así, el estudio del ciudadano; cuando la educación, mejorada en todos los órdenes del Estado, fije y difunda en ellos sus saludables máximas; cuando la política las abrace, y uniforme con ellas sus principios, entonces será uno mismo el modo de ver y de graduar estos objetos; entonces se conocerá que no puede existir la felicidad sin la virtud, y entonces los que concurrieren en alguna parte a la reforma de las costumbres públicas, serán acreedores a la gratitud de sus contemporáneos y a la memoria de la posteridad.

Referencia: 10-633-01
Página inicio: 633
Datación: 16/07/1785
Página fin: 635
Lugar: Madrid
Destinatario: Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País
Ediciones: Colección de varias obras en prosa y en verso del Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos, adicionadas con algunas notas, edición de R. M. Cañedo, vol. II. Madrid, 1832, págs. 413-416.
Bibliografia: Distribución de premios hechos por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Madrid en su Junta Pública General de 24 de diciembre de 1784, Madrid, Imp. J. Ibarra, 1785. DOMERG
Estado: publicado