Dos Informes al señor superintendente general de caminos: el uno sobre la carretera principal, y el otro so
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Excelentísimo señor:
Con fecha de 25 de mayo anterior, y de orden de su majestad, se sirvió vuecelencia pasar a mis manos varios documentos relativos a la continuación de la carretera general de Asturias, previniéndome que los reconociese, y que enterado del objeto de la orden que había dado motivo a ellos, informase a vuecelencia lo que sobre su contenido se me ofreciese, añadiendo las reflexiones que me pareciesen oportunas.
Para corresponder a tan estimable confianza, he examinado cuidadosamente el contenido de los documentos remitidos que tengo a la vista, y he tomado además otras noticias relativas al asunto; por lo cual, y por el conocimiento antecedente que la experiencia me había dado en él, me parece estar menos desnudo que otros de la instrucción necesaria para informar a vuecelencia.
Antes de hacerlo, me permitirá vuecelencia que le represente que este camino es uno de los más necesarios e importantes del reino, y cuya conclusión promete mayores ventajas al Estado.
La comunicación de Castilla con Asturias ofrece una grande extensión a muchos ramos de comercio útil y lucroso.
Los granos, que tanto abundan en todo el reino de León y tienen en él tan corto precio, pasarán por este medio a los mercados de Asturias, donde ahora valen sobre el cuádruplo, reducirán el excesivo valor de sus precios, y podrán ser extraídos por los puertos del Principado a otras provincias del reino y a los extraños.
Lo mismo sucederá con los granos y vinos de aquella parte de Castilla, pues aunque puede hacer sus extracciones por Santander, tiene esta salida a mayor distancia de sus pueblos.
La extracción de las lanas se hará también con más comodidad por los puertos de Asturias. Una vez abierto el camino, se establecerán naturalmente los esquileos y lavaderos al pie de las montañas de León. Los ganados deben ir precisamente a veranear en ellas; y sobre el ahorro de conducciones, que en un género de tanto volumen como la lana será considerable, evitarán los dueños de cabaña, los riesgos que en las cercanías de Guadarrama y en la larga travesía de las montañas corren los ganados privados del abrigo de su lana en una estación que suele ser notablemente varia y destemplada.
Asturias podrá también extraer a una y otra Castilla muchos preciosos frutos, grandes porciones de pescados frescos y salados, y algunos géneros manufacturados de hierro, madera, azabache, loza, curtidos, etc…
Gran parte de Castilla la Vieja será mas fácilmente surtida de todos los géneros de nuestras Indias y otros ultramarinos que ahora recibe de muy lejos, ya le vengan por Galicia, ya por Santander o Vizcaya.
Los tabacos, la sal y otros géneros de estanco que puedan venir por mar de nuestras provincias o de las extrañas para el surtimiento de la misma provincia y aun de otras, serán más fácilmente conducidos y con menos dispendio por la vía de Asturias.
Estas ventajas deben ser tanto más seguras y generales, cuanto la comunicación directa y transversal de todos los pueblos de Castilla la Vieja entre sí y con las provincias confinantes, está franca y abierta, y sólo necesita de esta nueva salida al mar más inmediato.
De todo resultará naturalmente un grande aumento en la agricultura y la industria de Asturias y Castilla, mayor extensión y actividad en su comercio, mayor comodidad y equilibrio en los precios de las cosas, más abundancia, más población y más riqueza.
Pero esta comunicación en que se hallan cifrados tan preciosos intereses, está en el día absolutamente cerrada a toda especie de carruajes, y sólo abierta a las bestias de carga, en el verano por todos los puertos, y en el invierno solamente por el de Pajares.
Aun este único recurso falta muchas veces por la abundancia de las nieves. Es raro el año en que no sea preciso usar de la espala para franquear el camino de Pajares: auxilio que de ordinario es insuficiente en los demás puertos.
El de Pajares tiene también en su favor otras ventajas que le aseguran la preferencia sobre todos los demás. Es el menos alto, el menos áspero y fragoso, el más conocido y frecuentado, el más proporcionado al centro y corazón de la provincia, y en fin, el que conduce en derechura a Gijón, único puerto habilitado en ella para el comercio de Indias.
Si la costumbre y la autoridad hacen alguna cosa en estas materias, también las tiene Pajares en su favor.
La costumbre, porque desde los principios del siglo xvi está reconocido por el mejor y más fácil. Diósele entonces la preferencia, abriendo y fabricando en él un camino carretil que costeó el célebre obispo de Oviedo don Diego de Muros, de que aún duran muchos restos, y que a pesar de su ruina es el paso más frecuentado de Castilla.
Tiene también la autoridad, porque el dictamen del Principado que pidió este camino, el del arquitecto don Marcos de Bierna que le reconoció y delineó, y el del Supremo Consejo que deliberó sobre su construcción, le dieron en otro tiempo una preferencia que al fin fue canonizada con la real aprobación.
Esto debiera bastar por respuesta a los varios dictámenes que ha suscitado en los últimos tiempos el empeño de quitar a Pajares esta preferencia. Sin embargo, conviene satisfacer a las aparentes razones de utilidad en que se apoyan algunos de ellos para dejar este asunto fuera de controversia.
En octubre del año anterior parece que propuso a vuecelencia don Juan Antonio Monasterio, presbítero, natural de Asturias y fiscal eclesiástico del obispado de Cartagena, la idea de abrir una comunicación de Asturias con Castilla por el puerto de Arcenorio desde León, a Ribadesella.
No he visto esta representación ni el dictamen de la Diputación acerca de ella; pero entre los documentos de este expediente hay otra representación del mismo Monasterio, con fecha del 7 del pasado, en la cual supone que la Diputación adoptó su pensamiento, con la diferencia de proponer para este camino los puertos de Beza y Ventaniella con preferencia al de Arcenorio.
El objeto es siempre abrir una comunicación desde Castilla al puerto de mar de Ribadesella, y en esta parte no puedo asentir al dictamen de Monasterio ni al de la Diputación.
Cuando Ribadesella tuviese todas las ventajas que supone Monasterio, debe advertirse que es casi el último puerto de Asturias a la parte oriental de su costa, el más inmediato a Santander, el más distante del centro del Principado, y por consiguiente aquel cuya comunicación sería la menos útil, así como es la menos necesaria.
Es verdad que este camino sería tal vez menos costoso; pero en el día no se trata de abrir un camino barato, sino de general comodidad y provecho.
Mas por desgracia el puerto de Ribadesella no tiene las ventajas que se suponen, y ésta es una verdad comprobada por la experiencia.
Es un puerto sin comercio y aun sin pesquería, en que sólo se puede entrar con tres precisos vientos y tiempo bonancible, con un fondo escaso, poco seguro y expuesto a los aguaduchos o avenidas del río en el invierno, de corta y mal situada población, y de ninguna concurrencia.
No se puede negar que Gijón es el único puerto habilitado de Asturias, ni que ha logrado esta ventaja por ser el mayor, el más franco, el más rico y populoso, el mejor situado, y el más frecuentado de cuantos tiene Asturias.
Mucho tiempo ha que otros puertos de mar se empeñan en disputarle esta preferencia; pero cuando de tiempo inmemorial se la han dado los naturales imparciales y todos los extraños, ¿de qué servirán unos esfuerzos siempre frustrados por la notoriedad y desmentidos por la experiencia?
Se dice que el puerto de Gijón tiene algunos defectos, y ojalá no fuera cierto; pero con todos ellos, por más que se abulten, siempre queda reconocido por el mejor de la provincia.
Respecto de Ribadesella, la preferencia es tanto más segura en favor de Gijón cuanto es constante que muchas embarcaciones dirigidas a aquel puerto entran de arribada a Gijón, cuando el mal tiempo no les permite tomarle. Por lo mismo no puede dudarse que Pajares merece igual preferencia respecto de Arcenorio.
En la Diputación de Asturias, contra lo ya acordado por ella misma y aprobado por su majestad, y fuera de lo prevenido en la orden de vuecelencia, se suscitó la duda sobre continuar el camino por el puerto de Pajares o por el de Piedrafita. En consecuencia se encargó a los comisarios que reconociesen una y otra ruta. Hiciéronlo así, y tanto el ingeniero fray Guillermo Cosío, como los diputados don Ramón de Jove y procurador general que le acompañaron, se decidieron por Pajares.
Sin embargo, el diputado don Lope José de Argüelles votó en favor de Piedrafita. La diputación le mandó extender su dictamen, y acordó que se remitiese a vuecelencia.
Este dictamen supone en favor de Piedrafita muchas ventajas que serían dignas de atención si no se hallasen contradichas por el ingeniero y diputados que hicieron el reconocimiento.
Cuando fuesen ciertas, no equivaldrían a los inconvenientes que se hallarían en la construcción de este camino. El mismo ingeniero supone que nunca se le podrá dar ni la rectitud, ni la anchura, ni la solidez convenientes.
Es además un puerto que las nieves hacen inaccesible, no sólo en el rigor del invierno, sino en las dos terceras partes del año, como lo testifica don Ramón de Jove en su informe de 14 de febrero, asegurando que había medido por sí mismo más de dos varas de nieve en el mismo tiempo en que no había alguna en Pajares.
Ni el ahorro de distancia por esta ruta es tan considerable que obligue a abandonar la de Pajares, que tiene en su favor tantas y tan reales ventajas.
La distancia de la ruta por Piedrafita, según las últimas medidas, es de 111,319 varas; por Pajares de 116,369, y la diferencia consiste en poco más de media legua.
Pero en recompensa tiene Pajares en su favor el menos costo. Según el cálculo del ingeniero, el camino de Piedrafita costaría 10.337.000 reales; por Pajares 10.069.050, esto es, 267.950 reales menos.
Resulta de todo que la ruta de Pajares debe preferirse a la de Piedrafita.
Don Ramón de Jove y Navia, siempre inclinado a la novedad y siempre contrario a sí mismo, después de haberse decidido por la ruta de Pajares en sus informes a la diputación de 13 y 14 de febrero de este año, y de haber impugnado abiertamente las de Piedrafita, Arcenorio y Beza, en su carta a don Álvaro Inclán, fecha en Vega Corneja a 1.° de mayo, que viene inserta en los acuerdos de la misma Diputación, jaleó un nuevo camino por el puerto de la Mesa, y le propuso a vuecelencia en una representación que le entregó en Aranjuez con fecha del 2 del pasado.
Esta ruta tuvo a su favor en algún tiempo el dictamen de don Isidoro Gil de Jaz, regente de la Audiencia de Oviedo, que pensó en franquearla, y no lo hizo por falta de fondos suficientes.
Pasado aquel tiempo, y ausente Gil de Jaz, no se volvió a tratar de este proyecto, porque el puerto de la Mesa es sin duda de los que se ciegan enteramente con las nieves del invierno, sin carecer por eso de los demás inconvenientes a que están expuestos otros puertos fuera del de Pajares.
Dice don Ramón que este puerto es el único de Asturias por donde han pasado coches de Castilla, y no se le puede negar del todo esta proposición.
Habrá como treinta años que el difunto marqués de Ferrera, su tío, volviendo de la Corte, atacado de graves dolencias que no le permitían cabalgar, logró que su coche pudiese vencer el puerto de la Mesa.
Este ejemplar se verificó en el verano, siendo el coche tirado de bueyes, y a costa de muchos riesgos y fatigas; y sin embargo por su singularidad y rareza dura todavía en la memoria de aquellos naturales, poco más o menos como en la antigua Grecia la expedición de los Argonautas.
Creer que con sólo dos millones de reales se podría fabricar este camino, es un sueño que sólo cupo en la alegre fantasía de Jove Navia.
Él mismo confiesa que la obra del puerto de la Mesa debe entenderse sin perjuicio de tirar la carretera general por Pajares; y aunque no he visto la primera representación de Monasterio, es posible que la haga con la misma calidad. Pero ahora no se debe tratar de abrir muchos caminos, sino de continuar uno solo y general.
Cuando éste se haya acabado, o a lo menos esté corriente, se podrá tratar de abrir otras comunicaciones a Castilla para que la utilidad del tráfico sea más general y extendida.
Entonces convendrá que la ruta de Arcenorio o Beza y alguna otra sean franqueadas, porque estando muy distantes del centro del Principado, sería más fácil abrir por ellas una comunicación exterior a Castilla, que una interior a la carretera general.
Pero de esto parece que se deberá tratar separadamente, mandando reconocer, medir y apreciar estos caminos, y señalando los fondos de que deben costearse.
El Principado no está en situación de sufrir nuevos arbitrios para este objeto, porque además de los dos reales en fanega de sal que contribuye para el fondo general de caminos, paga otros dos reales para costear las cinco leguas desde Oviedo a Gijón, que son una parte de su carretera general.
Parece, pues, conveniente que vuecelencia, sin embarazarse en otras ideas, resuelva la continuación del camino de Asturias por el puerto de Pajares.
Esta continuación deberá entenderse según los planos de don Marcos de Bierna teniendo presente el informe del ingeniero fray Guillermo Cosío en lo que apareciese oportuno.
A este fin, parece indispensable que vuecelencia consigne sobre el fondo general de caminos la cantidad necesaria para la conclusión de éste, o bien por una vez o por medio de asignaciones anuales.
Si vuecelencia tomase este último medio, que parece el más proporcionado, convendrá que la asignación sea cuantiosa, porque este camino debe hacerse con la posible celeridad por muchas razones.
Porque es una comunicación precisa para carruajes, pues no hay otra en todo el Principado; porque debiendo construirse este camino siempre arrimado a ríos o montañas, pocas veces se podrá dejar una comunicación interina independiente de él; porque la abundancia de las nieves hace que sólo se pueda trabajar y construir por el verano; y finalmente, porque abunda tanto de puentes y pasos difíciles, que si no se trabaja en muchas partes simultáneamente la obra será eterna.
Para que en este punto y demás relativos a este objeto se cumplan exactamente las órdenes del rey y de vuecelencia, parece necesario encargar su ejecución a una junta de personas celosas del bien común y libres de afecciones particulares.
Los vocales de esta junta deberán nombrarse ahora por vuecelencia, dejando al arbitrio de la misma la proposición de una […] para sustituir las que faltaren por muerte o larga ausencia. De este modo se evitarán las desavenencias que tales nombramientos suelen excitar en los cuerpos a quienes se cometen.
Yo propondré ahora a vuecelencia con toda imparcialidad las que me parece que pueden ser mas a propósito y en número suficiente para que elija de ellas las que fueren de su agrado.
Es natural que esta junta sea presidida por el regente de la Audiencia, que es el primer magistrado de la provincia, y reúne en sí toda la autoridad civil y económica para su gobierno.
Será también conveniente que en la junta haya siempre un individuo de la Diputación, otro que represente la nobleza y común del Principado, otro de su clero, y otro del Ayuntamiento de la capital.
Entre las personas que componen la actual diputación, me parecen muy a propósito los condes de Peñalba y de Toreno, y don Nicolás de Rivera Argüelles.
Para representante de la nobleza y común, lo son el vizconde de Matarrosa, don Joaquín Méndez Vigo y don Ramón Fernández de Arango.
Por el clero, don Bernardino Antonio de Sierra, don Andrés Carlos de Prada y don Felipe Peláez de Caunedo, canónigo de aquella santa iglesia.
Por el Ayuntamiento de la capital don Antonio Carreño, el marqués de Vista Alegre y don José Gabriel Fernández Cueto.
En todas estas personas concurren las circunstancias de actividad, de desinterés y celo del bien común que se pueden apetecer.
Mas para que en esta junta de caminos no se introduzca el arbitrio que suele ser tan perjudicial en tales materias, convendrá formar una instrucción que contenga la forma de gobierno a que debe arreglarse en el ejercicio de sus facultades.
La junta que se mandó formar para el trozo del camino que corre de Oviedo a Gijón dispuso e imprimió una instrucción, que se halla aprobada por su majestad a consulta del Consejo, y en la cual hay muchas reglas dignas de adoptarse.
Juzgo, sin embargo, que esta instrucción se podrá mejorar, porque la misma experiencia ha descubierto la necesidad de añadir a ellas nuevas prevenciones, de que he sido buen testigo en el tiempo en que como vocal de aquella junta entendí en el gobierno del camino puesto a su cuidado.
Suponiendo que a las providencias acordadas para la construcción de esta carretera general deberán seguir otras respectivas a su conservación y reparación, será muy conveniente que la junta de caminos que se nombrare tome a su cuidado uno y otro objeto, y que la instrucción los abrace entrambos.
En este caso será preciso averiguar por medio de informes de esta junta en qué sitio se podrá establecer un portazgo, qué carruajes o personas deben sufrirle y en qué cantidad, guardando siempre la debida proporción entre el cuanto del gravamen y de la exigencia a que se destinen sus productos.
Lo mismo se deberá hacer para el establecimiento de un pontazgo con el objeto de reparar los muchos puentes y pontones de que abundará esta carretera.
La forma de exigir estas contribuciones, su recaudación y depósito, cuenta y razón de sus productos, su inversión, etc., serán también objetos sometidos a la vigilancia de la junta, y deben tener su lugar en la instrucción que se le diere.
Esto supuesto, la instrucción podrá contener cuatro partes. En la primera se notará la forma de gobierno que ha de seguir la junta; en la segunda, el número, sueldos y funciones de sus empleados; en la tercera, las reglas peculiares para la construcción del camino; y en la cuarta, las que se han de observar para su conservación y reparación.
Yo hubiera pasado a formar una instrucción bajo de estas reglas, si no temiese que era extender demasiado la confianza con que el rey me ha distinguido. Pero si fuere de su real agrado, estoy pronto a emprender este trabajo y a someterme a las luces y aprobación de vuecelencia.
Entre tanto, y para suplir la omisión de la Diputación en el cumplimiento de la orden de 12 de octubre último, que le mandaba formar un reglamento de dependientes y sus dotaciones, voy a exponer a vuecelencia:
Que estos dependientes se han de reducir a un tesorero, un contador y un secretario de la junta, para que el gobierno y economía de la obra se establezcan exactamente, y a un director y a un sobrestante facultativo para que ayuden a su buena ejecución.
Si sucediere que se trabaje en muchas partes a un mismo tiempo, entonces será preciso multiplicar los sobrestantes en proporción de los puntos de camino en que se trabajare, pero cuidando siempre de que a la vigilancia de cada sobrestante se someta el distrito de 2.000 varas de camino.
Todo esto procede en el supuesto de que esta obra se debe construir por destajos, pues la experiencia ha enseñado que ningún método es mejor ni más conforme con la economía que se desea en obras tan grandes y costosas.
Es verdad que alguna vez se suele trabajar con menos solidez; pero esto no sucederá si cumplieren con su obligación los encargados; y a la verdad, supuesto el remate de cada trozo, ¿qué otro cuidado queda a la junta, al director y a los sobrestantes facultativos, que el de velar sobre el cumplimiento de sus obligaciones?
Hay también una precaución muy conveniente para lograr estos fines, y es que la obra se decida y ejecute por destajos de corta extensión, y que por ejemplo no pasen de 100 varas. De esta manera será mayor la concurrencia de licitadores y el número de los que participen de la ganancia, más exactos los cálculos del costo, más fácil el apremio al cumplimiento, y más seguro el recurso contra los malos destajistas y sus fiadores.
En cuanto a sueldos y salarios, debe ser un principio que los vocales de la junta no deben tener otra recompensa que el honor de ser elegidos para servir al rey y a su país en este encargo, sin perjuicio de las distinciones que su majestad quiera conceder a los que se portaren con mayor celo y actividad en su desempeño.
En cuanto a dependientes, se podrá hacer un grande ahorro si para los empleos de tesorero, contador, secretario y director, se nombrare a los mismos que lo son actualmente de la junta y carretera de Gijón.
No teniendo el tesorero más sueldo que un tanto por ciento de las cantidades que entran en su poder, podrá continuar bajo la misma recompensa.
Al contador y al secretario se les podrá aumentar una mitad o tercera parte del sueldo que actualmente gozan, que si no me engaño consiste en cien ducados el primero y doscientos el segundo.
Al director se le podrá señalar el salario fijo de treinta reales diarios, suprimiendo la asignación que ahora goza por el camino de Gijón, y con calidad de que continúe cuidando de uno y otro como director general de la carretera.
Este medio es tanto más adoptable, cuanto el actual director, don Manuel Reguera González, es en mi dictamen el mejor arquitecto que tiene el Principado, y sin disputa el que sabe más en materia de construir caminos.
El crédito de Reguera está afianzado con repetidas experiencias. Ha hecho varios trozos de caminos en Asturias; ha construido el puente de Olloniego, que es el mayor de la carretera; ha dirigido en calidad de segundo esta misma carretera, y actualmente está encargado de las obras del puerto de Gijón, y es único director de su camino.
El arquitecto don Francisco Pruneda, que por una representación sin fecha que se entregó a vuecelencia y se halla con este expediente, prefiere que se le confiera la dirección de este camino, o no tiene tanta habilidad como Reguera, o no la ha acreditado con tantas y tan seguras experiencias.
El único que pudiera competir a Reguera en el encargo es don José Sanmartín, que ha dirigido la parte de la carretera que corre de Oviedo a Santullano: pero su edad avanzada y el estado de su salud le inhabilitan para el desempeño de una comisión que requiere tanta más actividad y trabajo, cuanto será mayor la extensión de los puntos y objetos que comprenda.
El ingeniero fray Guillerno Cosío propuso a la Diputación que se nombrase un ayudante de director con el sueldo de diez reales diarios; pero, suponiendo que la obra se haya de hacer destajo, no tengo por necesario este empleado, como tampoco el guarda-almacén.
El salario de los sobrestantes facultativos será de ocho reales diarios; pero convendrá subirle a diez cuando la obra vaya por sitios ásperos y distantes de las poblaciones donde la subsistencia sea más cara y penosa.
Esto es cuanto puedo decir a vuecelencia en vista de los documentos que se me han dirigido.
Entre ellos hay montón de representaciones entregadas a vuecelencia por don Ramón de Jove Navia, en que ya impugna la idea de llevar el camino por Piedrafita, ya la de abrirle por Arcenorio, Beza o Ventaniella, ya propone el nuevo rumbo por el puerto de la Mesa; y, finalmente, satisface como puede a la queja que la Diputación dirigió a vuecelencia con motivo de su furtiva venida a esta Corte trayéndose algunos documentos del expediente.
En estos escritos hay un caos de especies sueltas, que, o no son del día, o están comprendidas en el juicio general que abraza este informe, y juzgo que no merecen otra satisfacción o providencia que desentenderse de ellas.
Resumiendo, pues, mi dictamen, soy de sentir:
1.° Que conviene mandar que desde luego continúe la construcción de la carretera de Asturias por el rumbo de Pajares con arreglo al plan de don Marcos de Bierna, y con presencia de las observaciones hechas por fray Guillermo Cosío.
2. ° Que se señale una consignación fija y anual proporcionada a la celeridad con que conviene construir este camino.
3.º Que para el gobierno, dirección y buena economía de esta obra, se nombre una junta bajo las reglas indicadas en este informe.
4.° Que los empleados y dependientes de este camino sean los que actualmente corren con el camino de Gijón, aumentando proporcionalmente sus sueldos.
5.° Que para el gobierno de esta junta, sus dependientes y empleados, construcción de este camino y su reparación sucesiva, se forme y comunique una instrucción, cuya observancia se recomiende por vuecelencia.
Sobre todo, vuecelencia resolverá lo que fuere de su mayor agrado. Madrid, 8 de julio de 1783.
[Madrid, 5 de agosto de 1783]
Excelentísimo señor:
En el informe que tuve el honor de dirigir a vuecelencia con fecha de […] del corriente relativo a la continuación del camino general de Asturias, dije alguna cosa acerca de otro camino propuesto a su majestad por don Juan Antonio Monasterio para abrir nueva comunicación desde el puerto de mar de Ribadesella a Castilla, de que sólo habrá algunas enunciativas en aquel expediente.
Después acá se me pasaron de orden de vuecelencia la representación de Monasterio, fecha en San Lorenzo a 16 de octubre del año pasado; la orden expedida por vuecelencia a la Diputación de Caminos de Asturias en 23 del mismo; los acuerdos de la Diputación General del Principado que le dio cumplimiento; los informes del diputado e ingeniero que en virtud de ello reconocieron la ruta, proyectaron y calcularon la obra; y finalmente, los dictámenes de la misma Diputación y del regente acerca de los arbitrios propuestos para costearla.
He reconocido y meditado el contenido de todos los dichos documentos, y bien enterado de él, debo decir a vuecelencia que la situación natural de Asturias hace que un solo camino no pueda bastar para dar comunicación a toda ella con el mar y las provincias interiores.
Asturias se extiende sobre el mar Cantábrico desde el confín de las montañas de Santander hasta Galicia por un espacio de más de cuarenta leguas, y los concejos situados a sus extremos distan del centro más de veinte leguas por cada parte.
De aquí nace que estos concejos no puedan disfrutar inmediatamente la utilidad que ofrece la nueva carretera general que, por muchas razones indicadas en mi anterior informe, se ha tirado por el centro del Principado desde León a Gijón.
Es verdad que por el mar podrán participar de los bienes que produjere el libre tráfico de Castilla; pero llegarán a ellos muy tarde, y después de un rodeo muy costoso.
Ni sería fácil abrir una comunicación transversal desde estos concejos al camino del centro, porque la distancia es mucha, el terreno muy quebrado y montuoso, y a menos costa podrán lograr una comunicación más cercana y directa con Castilla.
Por eso parece preciso pensar en abrir otros dos caminos desde el mar a las provincias interiores, uno para facilitar el tráfico de la parte oriental, y otro para el de la occidental del Principado.
Uno de ellos deberá ser sin duda el que está propuesto a su majestad por don Juan Antonio Monasterio, tanto porque ofrece una comunicación más breve y provechosa con Castilla, pues franqueará un tráfico extendido con la mayor parte de los obispados de León y Palencia, cuanto porque acaba en el puerto de mar de Ribadesella, que es el mejor de aquella porción oriental del Principado.
Por las mismas razones se deberá franquear otro camino por el puerto de Leitariegos hasta el marítimo de Luarca, para abrir un tráfico entre aquella porción occidental de Asturias y la parte de Castilla arrimada al Bierzo.
Pero estas obras parecen demasiado considerables para que se emprendan simultáneamente con la de la carretera general, y de algún modo sería imposible hallar los medios convenientes para verificarla por ahora.
Estos caminos, ni bien se deben tener por principales, ni bien por travesíos, y por lo mismo ni será justo que se costeen enteramente del fondo general de caminos, ni enteramente por los pueblos.
Lo más equitativo y racional parece que sería costearlos por mitad entre el fondo de caminos y los pueblos; pero si así se resolviese, es necesario dilatar la ejecución para otro tiempo.
El fondo de caminos generales atiende al presente a muchos objetos, en la Mancha, en Andalucía, en la carrera de Valencia, en Galicia y en Asturias mismo, y acaso no convendrá empeñarse en nuevas obligaciones hasta salir de aquéllas.
Los pueblos de Asturias, por su parte, contribuyen también a iguales objetos, pues sobre los dos reales que pagan en fanega de sal para los caminos generales, pagan otros cuatro, dos para las obras del puerto de Gijón, y dos para el camino de Oviedo al mismo puerto, que es una parte de la carretera general.
Contribuyen además de esto para los puentes de Olloniego y Santullano y para otros objetos de pública y general necesidad de que yo no tengo suficiente noticia, y esto sin contar los arbitrios particulares con que acuden los concejos a sus necesidades privadas.
Es, pues, claro, que ni el fondo ni los pueblos se hallan en el día en estado de emprender estas obras.
Por otra parte, para la resolución de ellas faltan muchas noticias, sin cuyo previo conocimiento no será fácil arreglar las convenientes providencias.
Estas noticias se podrán pedir a la junta de caminos que tengo propuesta en mi anterior informe, si mereciese la aprobación de vuecelencia, o si no, a la Diputación General del Principado.
Supuestas las diligencias y cálculo formados para el camino oriental o de Ribadesella, que constan de este expediente, la junta podrá hacer reconocer la ruta del otro camino para abrir una correspondencia entre la parte occidental de Asturias y Castilla por el citado puerto de Leitariegos.
Podrá también informar a vuecelencia de los arbitrios generales y particulares que paga la provincia, su objeto, sus productos, su inversión y demás conveniente.
Podrá averiguar qué pueblos o concejos de los situados a las orillas de uno y otro camino desde el mar, y aun de la parte confinante de Castilla, deberán contribuir al costo parcial que se les hubiere de cargar de estas obras.
Podrá examinar y proponer los arbitrios más suaves y productivos para sacar la suma necesaria, enviando razón puntual del número de pueblos que deben pagarlos, de las cantidades que pueden rendir, método de recaudarlos, asegurarlos e invertirlos.
Finalmente, podrá dar a la superioridad todos los conocimientos relativos a la materia, sin cuya presencia peligraría el acuerdo de las resoluciones.
Si este pensamiento mereciese la aprobación de vuecelencia, no hay inconveniente en que desde luego se pidan estas noticias, y aun tal vez será necesario tenerlas anticipadamente.
Por fuertes que sean los arbitrios señalados para sacar los fondos con que hayan de contribuir los pueblos, es preciso que pasen muchos años antes de juntar la cantidad señalada; por lo mismo la contribución deberá empezar antes que empiece la obra.
El medio de tomar a censo sobre los mismos arbitrios los fondos necesarios es muy gravoso, porque como el principal suele ser crecido, sus réditos enjugan la mayor parte de los productos, y no pudiendo verificarse la extracción del capital, se perpetúan los censos y los arbitrios en perjuicio de los pueblos.
Por otra parte, estos arbitrios deben tener proporción con los fondos que han de salir de ellos, y así es preciso saber antes cuánto podrá costar el camino, y después señalar los arbitrios competentes.
Por esta regla, el orden que me parece puede seguirse en el caso, es reconocer y calcular el nuevo camino occidental de Asturias a Castilla, puesto que el oriental está ya reconocido y calculado; averiguar los pueblos que deben contribuir parcialmente al costo de ellos, y los arbitrios más proporcionados de la contribución; hacer esta contribución efectiva por un cierto número de años hasta que produzca la mayor parte de estos fondos necesarios; y, en fin, dar las órdenes convenientes para la ejecución de uno y otro camino.
No hay inconveniente en que la ejecución de ambos, concluida la carretera general, se haga a un mismo tiempo, siempre que la contribución, como parece justo, no se haya de poner sobre toda la provincia, sino solamente sobre los pueblos de Asturias y Castilla que han de reportar utilidad, por estar cercanos a las márgenes de estos caminos.
Esto es lo que puedo decir a vuecelencia, quien se servirá resolver lo que fuere de su superior agrado.
Madrid, 5 de agosto de 1783.