Enfermedad y muerte del rey Carlos III y primeros días del reinado de Carlos IV

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Carlos III. La muerte de su nuera, la de un nieto recién nacido de ella y la de su hijo D. Gabriel habían herido profundamente su ánimo. Sin embargo, seguía sus distribuciones, más por distracción que por divertimento. El 30 de noviembre se sintió algo indispuesto en la caza, volvió más temprano que al ordinario. Se puso en cama y permaneció en ella la mañana siguiente, haciendo dudar si podía venir o no a Madrid como estaba acordado y publicado. Animose al fin y vino, aunque con gran trabajo, el primero de diciembre. Se mantuvo en cama el dos, pero al tres se levantó, salió a caza y siguió esta distribución los [días] siguientes, esto es desde el martes hasta el sábado siete. En este día se sintió muy fatigado en la caza y, penetrado del frío, volvió a palacio y se puso en cama. Despachó, jugó, cenó, pero aunque disimulaba mucho sufría también en proporción. No queriendo publicar su mal, estuvo toda la noche, que fue mala, con solo [Almerico] Pini, haciéndose untar el lado con unto de venado, caliente a su chimenea y, por no buscar otro auxilio, pidió las bayetas que cubrían las jaulas de los papagayos del cuarto y con ellos se cubrió el costado donde sentía un gran dolor. El día siguiente fue regular aunque de grande aflicción por la muerte del confesor fray Juaquín [sic, de Osma]. En él y el martes no se le trató como enfermo, antes se le dejó comer y no se le ministró medicamento alguno.
Tres médicos le asistían y cada uno era de su opinión. Pueyo decía que tenía una fiebre catarral que sólo pedía dieta, cama y sudor; [José de] Masdevall, que la fiebre era pútrida y debía curarse con su sanalotodo, esto es, con un específico inventado contra las tercianas, a quien él debiera mil doblones de sueldo y el título de primer médico de cámara; [Francisco Martínez] Sobral se inclinaba a que su majestad tenía una pleuresía notha o spuria. Y a su opinión se allegaba [Pedro] Custodio, primer cirujano, comprobando después el efecto que era la más juiciosa. Sin embargo, unos por otros se mantuvieron en la in[n]ac[ció]n y nada, nada se hizo.
Se puso a su majestad en dieta el miércoles, se le mandó alternar los caldos de pollo con los del puchero y agua, y se le dio un poco de oximiel para ablandar el pecho y facilitar la expectoración. El jueves se le dio una bebida con uval, porque se advirtió mucha postración, pero diciéndose siempre que su majestad iba mejor, y aun que estaba casi limpio de calentura, cuyo casi se atrevió suprimir el badulaque de Masdeva[l]l, sin embargo de que por la noche se recargó de calentura y, habiendo ésta tomado grande incremento, puso de repente en cuidado en la mañana del sábado.
Entonces se trató de rogativas, de viático, de testamento, y todo se hizo aquella mañana, aunque de priesa. A mediodía se llevó a palacio el cuerpo de san Isidro y se envió a Alcalá por el de San Diego, que llegó a medianoche y ya cuando expiraba su majestad, que tenía una llave del arca y por no saber su paradero no pudo abrirse.
Murió en fin el rey entre doce y una de la noche con grande edificación, previniendo que no se le embalsamase y se le enterrase junto a su mujer. Murió a las 12 y 40 minutos en brazos del marqués de Valdecarzana.
Al domingo 14 por la mañana el nuevo rey Carlos iv empezó a mandar. Declaró a representación del sumiller marqués de Valdecarzana que el sello y la estampilla volviesen a estar depositados en él, como jefe de la real cámara, desde la secretaría de Hacienda, donde habían pasado por usurpación en tiempo del marqués de Squilace. Declaró a los tres jefes de palacio, Valdecarzana, Santacruz y Villena, confirmados en sus empleos de sumiller, mayordomo y caballerizo mayor. Eligió seis de los 12 gentileshombres de su padre para su servicio, y fueron: Osuna, Cervellón, Granada, Cogolludo, Alba y Frías. Dejando excluidos a Monfort, Mora, el hijo de Cifuentes, Velamazán, Mondéjar y Montellano. La reina declaró jefes de su cuarto como tal los que lo eran cuando princesa.
En este día primero ambos recibieron a los embajadores de familia, y ambos despacharon juntos con los ministros de Marina y Estado, quedando desde la primera hora establecida la participación del mando en favor de la reina como naturalmente y sin solicitud ni esfuerzo alguno. La única providencia hasta ahora sabida fue la de mudar la escalera principal del palacio restituyéndola a su antigua forma (19 de diciembre 1788). Después, se mandaron cerrar los portillos de los bosques del Pardo y Escorial para evitar los daños de la caza, lo que se está ejecutando. Se envió a Aranjuez al arquitecto Villanueva para extender aquel palacio y se le nombró primer arquitecto de S. M. Se confirmó en los confesores de N. M. M. a D. Alfonso Camacho y D. N. Ilarraza.
En el primer despacho de guerra, hizo su Majestad mariscal de campo al príncipe Maserano y al coronel Barradas brigadier, y al mismo tiempo hizo su gentilhombre al conde de La Laing, todos tres sus favoritos. La reina influyó también en que se hiciese cadete garzón de guardias a Godoy, y se dio licencia para venir a la corte a su hermano, favorito en otro tiempo y echado del cuerpo de guardias por los ministros, con el destino de capitán de milicias.
Actualmente se dice que F[lorida]B[lanca] piensa en hacer dimisión. De resultas del despacho del domingo 28 de diciembre estuvo tres horas escribiendo y se le advirtió muy abatido. El martes hizo alguna insinuación acerca de retiro, la reina le dijo que aún no era tiempo, esto corre: veamos. Acaso trabajará por traer a Azara al ministerio de Gracia y Justicia y abrirse un hueco en Roma como su antecesor Grimaldi. Poca gracia se descubre en favor de Lerena y Caballero y menos de Porlier. Cuéntase que todos desaparecerán después de la proclamación o a más tardar de la jura. Voions, encore une fois (primero de enero [de 17]89).

Referencia: 12-547-01
Página inicio: 547
Datación: 01/01/1789
Página fin: 551
Estado: publicado