Informe sobre la Fábrica de Trubia

Comienzo de texto

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Con el designio de plantar en la costa de Cantabria una fábrica de municiones gruesas de artillería para proveer nuestros ejércitos y las plazas de ambos continentes, se consultó por el Ministerio de la Guerra al ingeniero de Marina don Fernando Casado de Torres, y este hábil oficial dirigió al excelentísimo señor conde de Campo Alange la Memoria de que acompaño copia con el (número) IV.
La pérdida de nuestras fábricas de Cataluña y Navarra determinó al Gobierno a adoptar la proposición de Casado; y nombrado el brigadier don Francisco Vallejo para establecer la nueva fábrica de Trubia, vino a este Principado en octubre de 1794.
Al mismo tiempo, se me mandó por Real Orden de 22 de septiembre del mismo que para lograr el acierto de este establecimiento, sin causar gastos inútiles, auxiliase yo con mis conocimientos a este oficial, franqueándole las noticias que pudiesen serle útiles para el desempeño de su comisión.
Así lo ofrecí al excelentísimo señor conde de Campo Alange en oficio de 8 de octubre, y al mismo brigadier Vallejo en 22, bien que no hubo de necesitar de mi auxilio, pues no lo buscó ni pidió para ninguno de (ellos).
Aunque este oficial, deseoso de asegurar el primero y más principal de los datos contenidos en la Memoria de Casado, buscó con gran cuidado los ricos filones de vena en la cercana montaña de Udrión, no parece los encontró, ni que Casado, vuelto a preguntar, pudo señalarlos desde su actual residencia, que creo era en Cádiz.
Continuadas las diligencias en busca de las venas, se encontraron tres minerales de hierro a diferentes distancias y de diversas calidades, y cuyo costo, por esto mismo, es, en el día, ocho o diez veces mayor que el presupuesto en dicho dato.
Pero entre tanto, y antes de haberlos asegurado, se procedió a plantar la fábrica, construcción de hornos, almacenes y oficinas necesarias para ella, y aun la capilla; se gastaron más de dos millones de reales en estas obras, y más de uno en minerales y carbones; se empezó a fundir en marzo o abril de este año y no se logró hacer hasta ahora una sola bomba.
En todos los experimentes hechos hasta aquí se ha advertido que el mineral se funde bien, pero se cuaja al recibir la más ligera impresión del aire exterior, sin que se haya logrado jamás conservar su licuación para entrar bien en los moldes, sin haber obtenido otra cosa que pocos y malos lingotes, acaso tan costosos, como si fuesen de plata.
Es de notar que los hornos, apacentados con carbón vegetal, hacen perfectamente la fusión y han dado excelentes municiones. Con todo, es posible que para fundir con carbón mineral necesiten otra forma o tamaño; pero si es así, ¿cómo se ha omitido esta circunstancia en la Memoria? Es posible también que consista en la calidad de los carbones, pero ¿cómo es que no se ha determinado previamente esta calidad? Es posible que consista en la manipulación, ya de la carbonización, ya de la fundición misma; pero si es así, ¿cómo no se han traído un fundidor y operarios extranjeros prácticos y bien entendidos en una y otra? Y pues que el Gobierno no debe pender siempre de esta necesidad, que haría sus establecimientos precarios, ¿cómo es que no nos apresuramos a enviar jóvenes que reciban esta instrucción y la domicilien en España?
Los oficiales de Artillería empleados en fábricas, y a quienes no se puede negar el celo y actividad que pide la materia, ni aun tampoco los conocimientos necesarios, salvo el del carbón mineral y su manejo, cansados de repetir experiencias sin mejorar en resultados, empiezan a temer que los extranjeros no fundan sus municiones, y menos su artillería con carbón de piedra reducido a coak, sino que con él fundan el mineral en lingotes, y después lo reduzca a municiones en hornos de reverbero con el carbón en crudo. Pero si esto es así, ¿cómo se ha callado tan importante circunstancia en la Memoria? Y ¿dónde se iría entonces con los cálculos? ¿A dónde iremos con los datos de la Memoria? Infiérese de la comparación de los presupuestos en la Memoria con los que ha confirmado la experiencia. Primero: Cada quintal de carbón de Langreo se cargó a los empleados de Artillería por los de Marina, al principio, a cinco reales catorce maravedís, y al fin, a cuatro reales y once maravedís; por consecuencia, los dos necesarios, para sacar uno de coak, primero, diez reales y veintiocho maravedís, y luego, nueve reales y diez maravedís; a esto se debe añadir ocho maravedís por quintal de conducción del carbón desde el embarcadero a la fábrica. Por poco, pues, que cueste la operación de carbonizar y que se desperdicie en el polvo y carbón menudo no se puede recibir esta operación, y que a pesar del mayor cuidado se puede regular en una cuarta parte, es de creer que cada quintal de coak costará de once a doce reales, y el dato fue de un real y dieciséis maravedís. Segundo: La conducción de cada quintal de vena de Castañedo del Monte a Trubia cuesta veintiocho maravedís; de Aramil, nueve reales y diecisiete maravedís y de Brueba (…), doce reales, sin contar el costo de saca, que en Aramil es enorme por la pobreza de la mina, y en Castañedo grande, porque su ruin calidad obligó a hacer profundas excavaciones.
No me equivocaré en suponer que cada quintal de vena cuesta al pie de los hornos ocho reales. Suponiendo, pues, que la mezcla se hiciese por terceras partes, sale uno con otro a cinco reales y veintiséis maravedís la conducción de cada quintal; a esto debe añadirse el coste de saca. La conducción de los carbones de Langreo al puerto de San Esteban se puede calcular, por lo dicho en el papel número…, a ocho reales y veinticuatro maravedís, dando uno por el precio de saca. Estando, pues, Trubia a mitad de camino del dicho puerto, el costo de conducción de municiones será cuatro reales y doce maravedís el quintal; en los datos se supone a veinte maravedís.
De todo se deduce: Primero: Que no hay seguridad de que subsista esta fábrica, pues que no la hay de fundir el mineral con carbón de piedra, y en las cercanías no lo hay de leña. Segundo: Que aun cuando se acierte a fundir con este carbón, el precio de cada quintal de municiones, en vez de nueve reales, saldrá en el puerto de San Esteban a ochenta. Tercero: Que todo este mal viene de haberse acometido la empresa antes de haber confirmado los datos y presupuestos con que se propuso. Cuarto: Que este escarmiento debe hacer abrir los ojos para que el Gobierno no se arroje a establecer la fundición de artillería con carbón de piedra antes de asegurarse que la logran por este medio: primero, buena; segundo, barata.
G.M. de Jovellanos.
NOTAS QUE ACOMPAñAN
(A)
Relación del costo de los quintales de carbón de piedra que en varias épocas se han facilitado y conducido de las minas de Langreo a la unión de los dos ríos, próxima a la Real Fábrica de Municiones de Trubia.
Cristales Importe total Importe de cada uno
de carbón Reales Maravedís Reales Maravedís
Mayo, 1796 330 1.764–9 5–11 255/330
Ídem, íd. 929 5.046–29 5–14 657/929
Agosto, 1796 756 2.795–18 3–23 137/187
Octubre, 1795 8.098 26.679–1 3–10 55/4049
Enero, 1797 9.735 44.104–24 4–18 30/9735
Mayo, 1797 14.092 61.199–24 4–41 4633/7046
Nota. Que se debe agregar a este costo: dos cuartos (ocho maravedís) en quintal, que cuesta la conducción desde donde lo dejan las chalanas, en la unión de los dos ríos, hasta el depósito de Langreo, donde se forman las (hoyas) y se reduce a coak, y desde allí se conduce en cestas por peones al depósito de la fábrica, y hecho el puente sobre el río Trubia se podría conducir en carros.
(B)
Noticia del costo que tiene la conducción de mena de varios minerales a la Fábrica de Municiones de Trubia.
Aramil. Año 1786. El quintal de mena de cuatro arrobas, puesto en dicha fábrica desde dicho mineral de Aramil, cuesta a cinco reales vellón. (En este mineral se sangra con carbón de Lieres).
Aramil. Año 1797. El quintal de dicha mena de cuatro arrobas, puesto en dicha fábrica, cuesta este año a cuatro y cuatro y medio reales de conducción.
Brueba. Del mineral de La Brueba, concejo de Miranda, a doce reales el quintal de cuatro arrobas costó en los dos años de 1796 y 1797. (En este mineral se sangra con madera y rozo).
Castañedo y Linares. De los minerales de Castañedo y Linares, a siete cuartos la arroba de conducción puesto en la fábrica, con la condición de ser de cuenta del obligado hacer el puente de San Andrés de Trubia y un camino carretil capaz de bajar un carro cargado y subir otro vacío. (Se conduce en crudo a la fábrica, en donde se sangra con el carbón menudo que queda de las remesas de Langreo).
Oviedo, 29 de julio de 1797. Rocandio.

Referencia: 10-260-01
Página inicio: 260
Datación: 1797
Página fin: 264
Lugar: Gijón
Destinatario: Secretaría de Marina
Ediciones: EZQUERRA DEL BAYO, E. et al., Minas de carbón de piedra de Asturias. Reconocimiento hecho de orden de S. M. por una Comisión de facultativos, Madrid, 1831.
Bibliografia: ADARO RUIZ-FALCó, L., «Los comienzos de las fábricas de municiones gruesas de Trubia y de Armas de Oviedo», Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, n.º 118, 1986.&
Estado: publicado