Oviedo. Artículo para el diccionario geográfico de la enciclopedia española

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Comienzo de texto: Oviedo, ciudad de España, capital del Principado de Asturias, y de la Diócesis y Concejo de su nombre, situada en la latitud de 43º+35’, a cuatro leguas al sur de Gijón y costa del mar

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Oviedo, ciudad de España, capital del Principado de Asturias, y de la Diócesis y Concejo de su nombre, situada en la latitud de 43º+35’, a cuatro leguas al sur de Gijón y costa del mar Cantábrico, 20al norte de León, y 80 de Madrid. Fundóla después de la irrupción sarracénica el cuarto rey de Asturias don Fruela I, en un sitio antes inculto, y donde poco antes el abad Fromistano fundara un monasterio, que aún existe con el título de San Vicente. Está asentada en suelo fértil y agradable, al pie del monte de Naranco y orilla de un riachuelo, que, recogiendo sus manantiales y vertientes, cae luego en el Nora, y dobla con él la falda de la montaña para perderse en el Nalón. Aunque su cielo es algo oscuro, y su clima húmedo y frío, es de saludable temperamento por la pureza de sus aires, excelencia de sus aguas y abundancia de alimentos y comestibles. Ciñóla de fuertes muros Alfonso el Casto, y asentó en ella la corte de Asturias. Fortificóla Alfonso el Magno, y él y sus sucesores la ennoblecieron con edificios. Diole fueros y privilegios Alfonso el VI, que confirmaron y ampliaron Alfonso VII y Fernando IV. Favoreciéronla también Pedro y Juan I, cuya voz tomó en las guerras civiles que siguieron con sus hermanos bastardos los condes de Trastámara y Gijón. Llamóse en lo antiguo ciudad de los obispos, por haber dado asilo y sustento a los prelados fugitivos de España, que en la cautividad de sus iglesias se acogieron a ella. Fruela su fundador lo fue también de una iglesia matriz, con la advocación de San Salvador, que arruinada por los moros, fue reedificada, ampliada, dotada y erigida en sede episcopal por la piedad de Alfonso el Casto. Elevóla después a metropolitana Alfonso el Magno, en cuyo tiempo y sucesivos fue madre y cabeza de todas las iglesias de España, y como tal conservó los dogmas católicos contra los errores de Elipando, y la pureza de la disciplina contra las irrupciones de la ignorancia y la superstición, como acreditan sus concilios.
Por esto y por el precioso tesoro de reliquias que adquirió en la devastación de España, fue en la media edad un objeto general de devoción y consuelo para los reyes y los pueblos, que peregrinaban a visitar su santuario y enriquecerlo con sus dones. De su antiguo templo, erigido por Fruela I, nada existe. Del erigido por el rey Casto, existe sólo la Cámara Santa, depósito de tantas reliquias, y el título de la antigua capilla de su nombre, tan venerable por su forma, que describió Ambrosio de Morales, como por haber abrigado las cenizas de los reyes don Fruela I, Bermudo el Diácono, Ramiro I y su mujer Urraca, Ordoño I, Alfonso III, García I, y otros príncipes e infantes que hoy duermen en un común cenotafio. Reedificó esta capilla el venerable obispo don Juan Reluz en 1712, con rica aunque grosera arquitectura. La de la actual iglesia catedral, construida hacia la mitad del siglo XIV por el gusto oriental, llamado vulgarmente gótico, pasa a juicio de los inteligentes por una de las mejores de España; lo cual sin duda se puede asegurar de la torre, por su alta, ligera y gallarda forma, y por el primor y riqueza de sus trepados y adornos de crestería. Poco más hay en ella digno de la atención de los artistas, si ya no es la arquitectura de las capillas de Santa Eulalia, en que se venera el cuerpo de la santa tutelar de la ciudad y provincia, Santa Bárbara y los Vigiles, y la escultura de los retablos de ésta y de san Martín. Las obras modernas son de pésimo gusto.
El cabildo eclesiástico se compone actualmente de un obispo, conde y señor de Noreña, con ochenta mil ducados de renta; de doce dignidades, con canongía anexa, dos personados, y veintiséis canónigos, que gozan hoy de dieciocho hasta setenta mil reales; de un copioso número de salmistas, músicos, ministros y dependientes, y un colegio de cantores con la advocación de San José. Pinta por armas la Cruz de los Ángeles. La curia eclesiástica se compone de un provisor vicario general, fiscal, relator, notario mayor, archivero, agente fiscal, carcelero, y un copioso número de procuradores, notarios menores, receptores, etc. Tiene además los tribunales de Cruzada, Castrense, con sus ordinarios dependientes, etc.
Las parroquias de Oviedo son cuatro. Dentro de los muros, San Tirso, San Juan y San Isidoro, hoy trasladada a la iglesia de jesuitas, y cuyo anejo es Santa María de la Corte; y en el arrabal, San Julián de los Prados, llamada vulgarmente Santullano, cuyos términos se extienden por los campos adyacentes. Tiene seis conventos, tres benedictinos, muy ricos y antiguos: San Vicente, de monjes, San Pelayo y Santa María de la Vega, de religiosas; y otros tres mendicantes: San Francisco y Santa Clara, de frailes y monjas observantes, casi coetáneos a la fundación de la orden, y Santo Domingo, de predicadores, el más moderno de todos. Hay además en Oviedo gran número de ermitas y capillas públicas, entre las cuales se distingue la llamada Balesquida, fundación de doña Velasquita Giradles en la era 1270, donde tienen su cofradía los sastres, y celebran su fiesta anual con cabalgadas y regocijos públicos. Los hospitales son tres: San Juan, incorporado con el de Santiago, que sirve también para alberguería de romeros; Nuestra Señora de los Remedios, para curación de bubas; y San Lázaro para leprosos, últimamente reedificado por el actual regente don Carlos de Simón Pontero. El Real Hospicio, fundado hacia la mitad de este siglo por el celo del regente don Isidoro Gil de Jaz, sirve para recogimiento de pobres y niños expósitos del Principado: está ricamente dotado con la renta de los aguardientes, que le cedió la piedad de Fernando VI, la de las antiguas malaterías que se incorporaron a ella, y cierta contribución de algunos concejos que envían allí sus expósitos. Lábranse en este hospicio algunas manufacturas groseras, y trata actualmente de mejorar su policía y gobierno el celoso regente Simón Pontero, su visitador. El edificio es grande y cómodo aunque mal situado respecto de su objeto, y tiene una buena capilla, construida por el arquitecto don Manuel [González] Reguera, sobre planos de don Ventura Rodríguez.
La Universidad Literaria fue fundada hacia la mitad del siglo XVI por el célebre asturiano don Fernando de Valdés, arzobispo de Sevilla, y dotada con 1.007.462maravedises, cuyos réditos han desaparecido casi del todo por estar situados en juros. Hoy existe con la corta renta de treinta y siete mil r[eales] de v[ellón], producto en la mayor parte de un arbitrio sobre la sal, que le contribuye el Principado. Sus actuales cátedras son tres de Filosofía, ocho de Teología, ocho de Derecho Civil y Canónico, dos de Medicina, una de Anatomía, y otra de Ciencias Matemáticas, unida a la biblioteca. Ésta, que es pública e insigne, fue dotada por la generosidad del mariscal de campo don Lorenzo Solís, del Real Cuerpo de Ingenieros, y fundada bajo la autoridad del Consejo por auto de 20 de febrero de 1765. Está provista bien de copiosas y escogidas obras de todas facultades, y de excelentes ediciones, compradas bajo la dirección del sabio conde de Campomanes, a quien debe su existencia por haber redimido sus rentas de las garras jesuíticas, y tiene un decente monetario.
Aunque mal dotados los maestros y dependientes de esta universidad, se enseña y estudia en ella con mucho celo, y hay grande esperanza de que se mejoren así sus rentas como su plan literario, sobre lo cual penden expedientes en el Consejo Real y en el claustro. A cargo de éste se halla el colegio de niñas, llamado de Recoletas, obra del mismo fundador.
La actual matrícula es de 119 filósofos de primer año, 97 de segundo, 22 de tercero, 156 teólogos, 118legistas, 76 canonistas, y 3 médicos: en todo 591 escolares. Hay además dos colegios; el de San Gregorio, o los Pardos, fundación del mismo señor Valdés, para gramáticos pobres, y San Pedro, o los Verdes, para estudios mayores.
Reside también en Oviedo la Real Audiencia de Asturias, fundada a petición del Principado en 1718, y que abrió su despacho en 16 de enero de aquel año. Compónese de un regente, cuatro alcaldes mayores, un fiscal general, un alguacil mayor, dos escribanos de cámara, dos relatores, un agente fiscal, doce procuradores de número, dos porteros, un contador, y un gran número de receptores, alguaciles, etc., con un numeroso colegio de abogados. Esta Audiencia conoce de las primeras apelaciones de los jueces del Principado, y admite las segundas para la Chancillería de Valladolid. Para custodia de los presos, además de la de Corona, hay dos cárceles reales, la fortaleza para hombres, y la de mujeres, y una galera o casa de recogidas, fundada por la piedad del último difunto obispo, don Agustín Pisador. El Juzgado de Rentas se ejerce por subdelegación de los intendentes de León, y está por lo común a cargo de los regentes, confundidas la autoridad ejecutoria y la protectiva en un mismo magistrado; si con inconveniente o no, fácil de decidir. El ordinario por tres jueces electivos, dos a nombramiento del Ayuntamiento para las causas de la ciudad y concejo, y uno que nombra el Cabildo, en virtud de antiguos y reñidos privilegios, y que confirma la ciudad, con jurisdicción preventiva, en su caso, y behe. La policía de la ciudad corre a cargo del Ayuntamiento, compuesto además del primer juez noble, de un increíble número de regidores perpetuos, propietarios o arrendatarios, del alférez mayor, también perpetuado en la casa de Solís, y del síndico y diputados electivos. Presídele el regente en los cabildos extraordinarios, como gobernador del Principado, y le pertenecen las jurisdicciones de los concejos de Llanera, Bendones, Paderni y Ribera de abajo, de los cotos de Naranco, Cerdeño y Cajigal, y de las behetrías de Latores y la Manjoya.
Su blasón es la Cruz de los Ángeles, la cual se ve esculpida en el anverso de su antiguo sello, hoy malamente olvidado, y en el reverso la figura del rey Casto, con las leyendas que menciona el padre Carvallo.
Los términos del concejo de Oviedo se extienden a las siguientes parroquias: San Julián de los Prados, Latores, Perera, Sograndio, con su anejo, Santa Marina, Pando, Nuestra Señora de Naranco, San Miguel de Liño, San Claudio, La Manjoya, San Pedro de los Pilares, o [de los] Arcos, San Tirso de Godos, San Esteban de las Cruces, Limanes, Lloriana, Colloto, Villa Peri, Brañes.
En Oviedo, como capital de Asturias, reside el asiento de su gobierno político, que es representativo. Ejércele por su antigua constitución una junta general, compuesta de los representantes de los pueblos del Principado, de su alférez mayor, y de un procurador general, y presidida por el regente, como gobernador del Principado. Estos representantes se nombran o sortean por los respectivos ayuntamientos, salvo el alférez mayor, hoy perpetuado en los condes de Toreno, y el procurador general, que elige la misma junta. El derecho de representación está circunscrito a los pueblos de jurisdicción realenga, con exclusión de las jurisdicciones señoriales. En las que se distinguen con el nombre de concejos, la representación es llena, teniendo cada una un voto; pero las obispalías, esto es, las antiguas jurisdicciones de abadengo, que pasaron a realengas, gozan sólo un tercio de representación. Los treinta y cuatro concejos, con plena representación, y según el orden en que votan, son: Oviedo, Avilés, Llanes, Villaviciosa, Ribadesella, Gijón, Grado, Siero, Pravia, Piloña, Salas, Lena, Valdés, Aller, Miranda, Nava, Colunga, Carreño, Onís, Gozón, Caso, Sariego, Parres, Laviana, Cangas de Onís, Corvera, Ponga, Cabrales, Amieva, Cabranes, Somiedo, Caravia, Cangas de Tineo y Tineo. Las veinte y cuatro obispalías que componen ocho votos son: Castropol, Navia, Regueras, Llanera, Peñaflor, Teverga, Langreo, Quirós, Bimenes, Sobrescobio, Tudela, Noreña, Olloniego, Pajares, Morcín, Ribera de Arriba, Ribera de Abajo, Riosa, Proaza, Santo Adriano, Tameza, Paderni, Allande e Ibias. Cada ayuntamiento de los nombrados envía para la deliberación dos diputados, o por lo menos uno, pero sin más voz decisiva que la indicada. Esta junta se congrega ordinariamente cada tres años, o extraordinariamente cuando a instancia del procurador general, y juicio de la diputación, hay ocurrencia grave que lo exija, y tiene sus sesiones en la sala capitular de la catedral. Su objeto son todos los negocios de procomunal que interesan al Principado, los cuales trata, examina, resuelve y ejecuta por sí o por medio de su diputación. Ésta se nombra por la misma junta general, reasume sus facultades después de disuelta, existe permanentemente, y se renueva en cada asamblea general. Para formarla se divide la representación en ocho partes: primero, la ciudad de Oviedo nombra por sí sola un diputado; segundo, los concejos de Avilés, Carreño, Gozón, Corvera, Lena, Aller y Laviana, otro; tercero, los de Llanes, Ribadesella, Colunga, Piloña, Onís, Caso, Cangas de Onís, Parres, Ponga, Amieva, Cabrales y Carabia, otro; cuarto, los de Villaviciosa, Gijón, Siero, Sariego, Nava y Cabranes, otro; quinto, los de Grado, Pravia, Salas, Valdés, Miranda y Somiedo, otro; sexto, las veinticuatro obispalías, otro; séptimo, los de Cangas de Tineo y Tineo, otro; y siendo el alférez mayor por su oficio diputado nato, resulta componerse la diputación de ocho diputados y del procurador general. A esta diputación, que debe residir siempre en Oviedo, congregarse en la sala capitular o en las consistoriales, que es presidida por el regente, como gobernador, y que suelen juntarla en su posada, toca ejecutar cuanto fuere acordado por la junta general, determinar provisionalmente las menores ocurrencias interinas bajo su aprobación, y deliberar sobre su convocación extraordinaria cuando la naturaleza del asunto lo exigiere. Es visto por esto cuán sabiamente fue instituido en lo antiguo el gobierno de esta provincia en favor de sus naturales, aunque la enajenación de los regimientos, antes electivos, refundido en pocas familias la representación general de los pueblos, y convertídola en hereditaria. Vese también por qué Oviedo, aunque la más antigua ciudad del reino, no tiene voto en sus Cortes, porque erigida la corona de León, y refundida en la de Castilla, Asturias conservó ahora su primitivo gobierno, quedándole para su constitución municipal laque de tan antiguo establecieron los ilustres fundadores de su corona. Gobiérnase esta ciudad por antiguas ordenanzas formadas en la era 1283 y renovadas en la de 1312.
Oviedo ha decaído mucho de su antiguo esplendor; cuando corte de los reyes de Asturias, era centro y residencia de los grandes nobles del reino. Trasladada la corte a León por Ordoño II, conservó mucho tiempo su antiguo lustre, volviendo frecuentemente a visitarla los reyes y señores. Faltóle este auxilio con la extensión de las conquistas y lejanía de la corte. Hoy sus calles son estrechas y oscuras, aunque limpias y muy bien empedradas; sus edificios ruines y humildes, pero venerables por su antigüedad. La plaza principal es mala y reducida. La del Fontán, que acaba de construirse, y se debe al buen celo del actual regente don Carlos de Simón Pontero, es, aunque pequeña, cómoda y graciosa; pero ambas se hallan siempre abundantemente abastecidas de caza, pescados, frutas, hortalizas, legumbres y cuanto puede lisonjear el apetito. Las fuentes de Oviedo son más estimables por la abundancia y delicadeza de sus aguas, que por su forma. Abastécense por medio de un bello acueducto, que las trae desde el cercano monte de Naranco, sobre cuarenta y cuatro grandes arcos, construidos en el siglo pasado por un tal Barzana, fontanero mayor de Valladolid y natural del lugar de Güemes, en Trasmiera, que se acreditó en ellos de insigne arquitecto.
Los paseos y salidas de esta ciudad son en gran manera agradables y cómodos: se distingue entre todos el llamado de Chamberí, que saliendo por el campo de San Francisco, y dejando a la derecha el grande edificio del hospicio, sigue el camino al sur hasta las Caldas o fuentes del Priorio, donde hay unas cómodas termas, bien construidas, sobre planos del célebre don Ventura Rodríguez. Abrióle el regente Gil de Jaz, y está plantado de robles, tilas, plátanos, fresnos, espineras y otra variedad de bellísimos arboles, que con las praderas que le ciñen de una y otra banda, le hacen singularmente ameno y delicioso. El de la Tenderina, plantado de chopos, conduce por el nordeste al concejo de Siero; y el del Campo de los Reyes, con una bella alameda de tres cuartos de legua, sigue al norte por el nuevo y cómodo camino que acaba de construirse hasta la villa de Gijón, bajo la autoridad del Concejo y sus comisionados don Gaspar de Jovellanos, don Antonio Melgarejo y don León de Puga Feijoo. Hay además en derredor de esta ciudad frondosos bosques, fértiles praderas, gran número de hermosas caserías, y sobre todo, muchas huertas, bien regadas y cultivadas, que producen regaladísima hortaliza, frutas y legumbres. La población de esta ciudad y su concejo en 1729 era de 2.888 vecinos. El padrón de 1787 les da 13…almas. La del solo casco, sin contar la parroquia de Santullano, por el mismo padrón arroja:
Varones Hembras Total general
Solteros 1.778 1.614 3.392
Casados 1.112 1.133 2.245
Viudos 98 382 480
Sacerdotes 130 130
Religiosos 138 106 244
Totales 3.256 3.235 6.491
Puede creerse que este cálculo sea defectuoso, pues aunque esta ciudad no sea considerable ni por su comercio ni por su industria, la residencia de muchas casas nobles, y el gran número de empleados que supone el Palacio Episcopal, la Catedral, la Audiencia, la Universidad y los Juzgados, bastan para calcular una población más llena y abundante.
[APÉNDICE]
Carta de Jovellanos a Carlos González de Posada
Gijón, 17 de enero de 1795
Mi amado Magistral: Yo no digo nunca lo que hago por los amigos; pero si usted lleva buena proporción por la Cámara, cuento con que no será desatendido del señor Llaguno. Ni me fundo en mi favor con su excelencia, con quien sólo cuento para creer que es mi amigo, y los efectos lo prueban bien, como así el desinterés de mi amistad.
Usted extrañaría mi silencio, y no importa, como no le interpretase mal. No escribí por muy ocupado, y usted, que sabe cuán fácilmente caigo en estos asuntos, no lo extrañará.
Hoy envío a Concha el artículo Oviedo para el Diccionario geográfico de la Enciclopedia española, que me encargó, y acabo de trabajar. Yole digo que habrá muchos más bien escritos, pero ninguno tan lleno. Infiero que el artículo Asturias no valga lo que debía, pues que pregunté si daba razón de la Junta General y de su Diputación, a quienes pertenece el gobierno político de la provincia, y me dijeron que no. Con esto tomé ocasión para exponerlo en el artículo Oviedo.
Ahora voy a trabajar el artículo Gijón para poner en la letra X, sin embargo de que en la G viene uno diminuto, defectuoso y extravagante, no sé de qué mano. Acaso sucederá lo mismo a los de Candás, Avilés y otros que no he visto. ¿Por qué no se valdrán de personas bien instruidas en los hechos?
Se ha alargado la impresión de la noticia del Instituto, porque debe ir a su frente una estampa del príncipe de Asturias, y costearse la impresión por su alteza. Se tratará de hacer alguna cosa buena.
¿Conque ya se entregan las Memorias? ¿Y cuándo tendré yo mis doce ejemplares? ¿Ha dispuesto usted que se envíen a Acerolos que tocan al país? Adiós, amigo mío. Se equivocó el pliego. Siempre de priesa. Estamos con dos dedos de nieve hasta el labio del mar. Ha empezado la enseñanza de lengua inglesa. Todos los de Candás se han alistado en ella. Condres sacó la primera censura en el de la lengua francesa.

Referencia: 09-347-01
Página inicio: 347
Datación: 1795
Página fin: 368
Estado: publicado