Prólogo. Para la representación del Pelayo
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¡Gracias al cielo, oh nobles compatriotas,
que por vuestra ventura llegó el tiempo
de recordar los hechos memorables
en que cifra su gloria nuestro pueblo!
5 Llegó por fin el día venturoso,
el día de esplendor y de contento,
en que Gijón segunda vez los triunfos
admirará de aquel heroico, excelso
rey, que a su patria y su nación cautivas
10 supo librar del yugo serraceno.
Los triunfos de Pelayo y sus virtudes,
su constancia, su fe, su amor, su celo
por la causa común, serán hoy día
de vuestro gozo y diversión objeto.
15 No creáis, pues, que el noble afán que pudo
a costa de fatigas y desvelos
reunir tantos jóvenes ilustres
en una voluntad y en un deseo,
aspira sólo a divertir un rato
20 vuestra curiosidad, y entreteneros,
a expensas del decoro y la modestia,
con un frívolo y vano pasatiempo.
No, su objeto es más noble y encumbrado,
y su intención más digna del esfuerzo
25 de espíritus sublimes, que propicio
a cosas grandes encamina el cielo.
El amor de la patria, que fue el numen
a cuya ardiente inspiración el fuego,
la pasión y el furor debió el poeta,
30 y el horror y ternura dio a sus versos,
será también quien mueva nuestro labio,
quien dirija y encienda nuestro acento,
para excitar con fuerza irresistible
la lástima y el susto en vuestros pechos.
35 Feliz el corazón que los virtuosos
extremos de Rogundo, el lastimero
gemir de la inocente y fiel Dosinda,
y los nobles y heroicos sentimientos
del gran Pelayo, honrare con su llanto.
40 Sus lágrimas serán noble argumento
de que la humanidad tierna y sensible
y el patrio amor habitan en su centro.
¿Y quién, en medio del afán y el susto
en que veréis fluctuar por algún tiempo
45 la suerte de la patria, quién sus ojos
podrá tener enjutos y serenos?
Así también con abundoso llanto
honró algún día el delicado griego
los trabajos de Aquiles, que de infamia
50 libró a su patria en Troya; así un tiempo
sintió el fuerte romano de sus héroes
los ilustres afanes, cuando al pueblo
de Atenas y de Roma en sus teatros
los ofrecía el peregrino ingenio
55 de Eurípides y Séneca. Si humilde
aún no pudo igualar tan alto ejemplo
el coturno español, la culpa es suya.
Sólo ocupada en lúbricos objetos
la ibera musa casi por tres siglos,
60 no aspiró a celebrar los altos hechos
que de esplendor llenaron nuestra patria
y de pasmo algún día al universo.
¿Y no ha de haber quien libre de esta nota
el Parnaso español? ¿Ni quien oyendo
65 de la vehemente y grave Melpomene
la flébil voz, se rinda a sus preceptos?
Sea tuyo, oh Gijón, aqueste lauro,
y de ti España el generoso ejemplo
reciba de loar en sus escenas
70 las domésticas glorias. Si este intento
imitan otros pueblos, ¡cuántos héroes,
cuántas hazañas y gloriosos hechos,
dignos de eterna y singular memoria,
saldrán del hondo olvido! Tal deseo,
75 si no os parece de alabanza digno,
oh caros compatriotas, a lo menos
lo será de disculpa a vuestros ojos.
Oíd, y perdonad nuestros defectos.