[Sobre el verso endecasílabo]

Comienzo de texto

Comienzo de texto: […] oído. En el verso que hemos citado de fr. Luis: de tus hermosos ojos sustentado,

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[…] oído. En el verso que hemos citado de fr. Luis:
de tus hermosos ojos sustentado,
además del desagrado que causa la repetición de la o, ¿quién no siente su oído lastimado con aquellas seis repeticiones de la s? Supóngase que el verso decía:
de tus divinos ojos sustentado.
Sin duda que ya sería más armonioso, pues que no fatigaría tanto la repetición de la o. Mas aún la s, tantas veces repetida, produciría alguna molestia. Mejor sonaría si dijese:
de la luz de tus ojos sustentado.
Fácil fuera multiplicar estos ejemplos, y más respecto de otras consonantes que son harto más desagradables y duras que la s, pero por lo mismo cualquiera los hallará con sólo analizar el primer poema que tomare en la mano. Entonces verá cómo la armonía es una dote propria de los buenos ingenios, que dotados de un alma sensible y de un oído delicadísimo la hallan fácilmente y como sin pensarlo en todas sus composiciones, mientras que los genios vulgares y desidiosos, abandonándose al furor de componer, pecan a cada paso contra ella.
Del mismo principio nace que los sonidos [ilegible] y aspirantes causen en el oído la misma fatiga que cuestan al formarse. Es siempre duro y difícil pronunciar dos vocales de seguida sin el auxilio de alguna consonante que les sirva como de apoyo, y en este punto se deben hacer las siguientes advertencias: 1. ª, que la mayor dureza se advierte en la repetición de una misma vocal, y la razón es porque el órgano halla siempre más facilidad en pasar de un sonido a otro que en repetir uno mismo. La alma, la águila, se pronuncian con fatiga, y por eso se ha introducido la licencia o de convertir el género del artículo y pronunciar el alma, el águila, o de suprimir por la elisión una de las aes, y pronunciar l’antorcha, l’angustia. Mas como esta elisión no sea siempre permitida, la unión de dos vocales iguales es extraordinariamente cansada. Véase sino un verso impreso entre los que se compusieron en nuestra capital al nacimiento de los infantes gemelos:
tA[l] campo va mi amor, y va a la aldea;
que todo Oviedo vio con ojos fijos.
Baste de confirmación para la doctrina de la armonía.
2. ª Que tanto más desagrada la colisión de dos vocales cuanto más se acercan en sonido. Por ejemplo, la e con la a y la o con la u. ¿Quién duda que estos versos
o en flor te anuble ábrego enojoso;
con la hermosa Cava en la ribera,
no suenan tan bien como
canto y mi voz tus alabanzas suena;
mas si su osada vanidad entiende?
Numeroso. También esta calidad habla con el oído.
No se crea que es lo mismo el número que la armonía de los versos. Sin duda que ésta conduce mucho al número, pero no le constituye. Sin armonía no puede un verso ser numeroso; pero puede un verso tener armonía sin número. La armonía pertenece a la dulzura de los sonidos, el número a la cadencia de ellos; aquélla a la consonancia, éste a la medida de ellos. Veamos, pues, cuál es la medida que constituye la mayor y más agradable cadencia en nuestros versos y que los constituye más numerosos.
Si nosotros tuviésemos una prosodia determinada y bien conocida, esta investigación debería hacerse por medio del examen de los pies que entran en la formación de cada verso. Pero no me es dado seguir esta regla. Nuestra imperfecta pronunciación apenas señala la cantidad de las sílabas, sino en las últimas y penúltimas. Es verdad que tenemos esdrújulos y que en ellos se marca muy sensiblemente la cantidad de las sílabas antepenúltimas. Pero los esdrújulos no pueden emplearse sino por extravagancia en los finales de los versos, y aunque bien colocados en sus medios concurren maravillosamente a su número es siempre necesario usarlos con gran parsimonia y artificio.
Debemos, pues, buscar el número en la colocación de los acentos, porque verdaderamente ella es la que constituye la cadencia del verso que tan agradablemente regala al oído. Examinémosle en el endecasílabo, el más noble y usado de nuestros metros.
Por acento entendemos aquella especie de cesura, que corta como en dos mitades el verso, y en la cual al pronunciarle se hace naturalmente y como sin querer una pausa, no tanto marcada por el sentido cuanto por la fuerza misma del metro.
Esta cesura se halla en los endecasílabos en cuatro punto[s] principales, y de ella, supuesta la armonía, pende principalmente la cadencia o número de cada verso. Puede hallarse a la cuarta sílaba, como en:
Llevó tras sí – los pámpanos octubre;
canta con voz – su nombre pregonera.
En la quinta, como en:
y con las grandes – lluvias inclemente;
Saturno, padre – de los siglos de oro.
En la sexta, como en:
Al campo va mi amor, – y va a la aldea;
y a los campos se va – y el dios Cupido.
O en la séptima, como en:
Suelta mi palomita – pequeñuela,
y no me la maltrates, – ladrón fiero.
Ahora bien, analícese cuidadosamente el sonido de estos versos y se hallará cuáles presentan al oído una cadencia más agradable, para lo cual supongo que deban ser bien pronunciados, pues que sólo así se puede sentir este agrado.
Yo no dudo asegurar que entre todas estas cesuras se observa respecto del agrado el orden siguiente: 1. °, la más numerosa y agradable de todas es la que se halla a la sílaba cuarta, y a mi ver es la razón porque colocado allí el acento, deja lugar para colocar en las 7 sílabas restantes otros acentos subalternos que, forzando a hacer nuevas pausas, producen mejor número.
La cesura o acento colocado en la silaba 5. ª no ofrece una cadencia tan agradable como las que están a la 4.ª y a la 6.ª, y la razón no puede ser otra que el que la pausa no está tan marcada como en las otras dos, pues que la sílaba 5.ª es siempre breve, y la 4.ª y 6.ª siempre largas.
La cesura menos cadente o numerosa es la colocada a la sílaba 7. ª, y de esto, a mi ver, son dos las razones: 1.ª, porque naturalmente cansa pronunciar siete sílabas sin hacer en ellas alguna pausa marcada. 2. ª, porque esta sílaba 7. ª nunca es larga, sino breve, y por consiguiente la cesura no es tan marcada.
Esta conjetura se puede fortificar con el ejemplo de los versos siguientes, algunos de los cuales, teniendo el acento o cesura principal en la sílaba 7. ª, tienen otra subalterna en la 4.ª o 5.ª, de forma que en la pronunciación se puedan marcar dos pausas, según van marcadas:
AMINTA
Elpino, acto 5. º
No hay duda que la ley — con que gobierna
amor su grande – imperio – eternamente
no es injusta, – ni dura, – y que sus obras
llenas de providencia — y de misterio
sin razón se abominan — y condenan.
¡Oh, cuán artificioso — por caminos
no conocidos — encamina al hombre
a su felicidad.
Tirsi, Aminta, [Acto] 1. °, escena 2.
Será breve tardanza, — porque en breve
se enojan las mujeres, – y se aplacan.
GARCILASO
El dulce lamentar — de dos pastores,
Salicio juntamente — y Nemoroso,
he de cantar, – sus quejas – imitando,
cuyas ovejas — al cantar sabroso
estaban muy — atentas, — los amores
de pacer olvidadas, — escuchando.
En estos ejemplos se pueden hacer otras observaciones: 1. ª, que un verso que de suyo es poco numeroso se puede interpolar sin inconveniente con otros que no tengan igual defecto, porque contrastando con ellos, al mismo tiempo que realza su cadencia, hace menos visible la falta de ella. 2. ª, que nunca es más perceptible, y por lo mismo más cansada la falta de número, que cuando se ponen de seguida muchos versos con la cesura a la sílaba 7. ª, y la razón es porque entonces a la falta de número se agrega la monotonía de una misma cadencia repetida. 3. ª, y esto es tan cierto que, aun cuando los versos sean numerosos, la repetición de una misma cadencia los hará cansados. P[or] ej[emplo]:
[Blanco en el ms.]
No quiero olvidar otra gran belleza que se observa en los versos por parte del número, y es la que resulta de los hemistiquios: 1. °, en cualquiera sílaba que se corte el verso es agradable, porque entonces la pausa es más marcada, pues que se corta a un mismo tiempo el tono de la pronunciación y el sentido de la frase. 2. °, pero es más agradable cuando el hemistiquio acaba en la 4. ª, 5. ª o 6.ª, porque siendo esta pausa la más grata al oído cuanto más marcada sea, más su agrado será gustado y percibido. Y he aquí por qué hace tan agradables los poemas llamados silvas.

Referencia: 03-629-01
Página inicio: 629
Datación: 1796
Página fin: 632
Estado: publicado