Metálogo: ¿Por qué Tres cerditos?

HIJA:¿Entonces usar metáforas es como ponerles nombres nuevos a las cosas?

PADRE: Algo parecido, sí.

HIJA: Por ejemplo, cuando empezamos a llamarle “Tres Cerditos” a aquel señor que nos cortaba el cable del teléfono?

PADRE: Sí, puede ser un buen ejemplo. ¿Te acuerdas de cómo le pusimos ese nombre?

HIJA: Porque alguien dijo que su casa se parecía a la de los Tres Cerditos. Ah, claro, por el parecido.

 

PADRE: No corras, porque la que se parece es la casa; esto sería más bien una especie de metonimia, la casa por el dueño de la casa. Es como si quisiéramos decir abreviadamente “el señor que tiene una casa como la de los Tres Cerditos del cuento”, ¿no es mucho, verdad?.

HIJA: Pero no era sólo eso, yo creo que enseguida nos olvidamos de la casa y seguíamos llamándole Tres Cerditos.

PADRE. Me parece que fue mucho después de descubrir el parecido de la casa cuando empezamos a llamárselo.

HIJA: Sí, sí, de repente uno de nosotros empezó y todos continuamos hasta hoy. Yo no pienso para nada en la casa, sino en los Tres Cerditos.

PADRE: Claro, ¿y qué piensas?

HIJA: Bueno, no sólo en los Tres Cerditos, sino en las personas que hacen una faena y no sé por qué se les llama cerdos.

PADRE: Sí, es un uso muy corriente de la palabra “cerdo”. ¿Pero, entonces, por qué tres, y por qué cerditos y no cerdos?

HIJA: No sé. Lo de cerditos puede ser para suavizar,  porque “cerdo” es muy fuerte.

PADRE: Sí que suena feo, por eso a veces lo decíamos en inglés “Three Pigs”.

HIJA: Y lo de tres, para que no quedase como algo cariñoso, porque lo que nos hacía sí que era una faena.

PADRE: ¿Cariñoso?.

HIJA:  No exactamente, yo creo que a pesar de todo no nos parecía peligroso, y por eso lo decíamos en diminutivo. Pero ¿también los diminutivos se relacionan con las metáforas?

PADRE: Claro, una cosa o un aspecto, el peligro, en términos de otra, el tamaño. No olvides que diminutivo tiene que ver con disminuir. ¿Y qué más?

HIJA: También puede ser que nos sintiéramos más fuertes que él.

 

PADRE: Quizás, porque Telefónica estaba de nuestra parte. ¿Y eso es todo?

HIJA: No, ni siquiera estoy segura de que cada una de estas cosas sea cierta, aunque por ahí, por ahí. Al decirlo me parece que no es eso, pero ahora pensándolo todo junto creo que sí. Además, ¿le viste la cara?  Estirada, sonrosada, simpaticota, como la de los cerditos.

PADRE: ¿Y cuándo viste tú un cerdito? 

HIJA: En la tele, ¿no te acuerdas de aquella película, Babe, el cerdito valiente? Y en los dibujos animados.

 

PADRE: ¿Y cómo huelen?

HIJA: Pareces tonto, por la tele no se huele nada.

PADRE: Ya, pero aquel cerdito era muy simpático y valiente, y humano. Yo creo que cuando se le llama “cerdo” a “alguien” no se piensa en los cerditos de la televisión, estilizados y hasta aseados.

HIJA: Bueno, yo pienso en cuando se usa la palabra como un insulto o algo así, pero no me dirás que Tres Cerditos no era pulcro y estilizado.

PADRE: Sí, ahora que lo dices; pero nosotros nos fijamos en él y lo bautizamos, no por su aspecto, sino por la faena que nos hacía, una cerdada, aunque suene mal, aunque sobre todo huela mal. Los cerdos suelen ser muy limpitos, pero a nosotros nos huelen mal, y por eso los relacionamos con la suciedad física primero y luego con la moral.

HIJA: Bueno, eso es muy complicado. Tres Cerditos nos hizo una faena, y por eso le iba bien el nombre, pero no era sucio, sino estirado y mofletudo, y por eso también le caía bien el nombre. Y a pesar de la faena que nos hizo varias veces, no nos parecía que fuera a salirse con la suya, y por eso también le iba bien el nombre, pero no olía mal...

PADRE: Vale, vale, no quería decir eso, pero cuando uso la palabra ‘cerdo’ o ‘cerdito’ no puedo olvidarme de los que me encontraba de pequeño en el pueblo de mi abuelo, que olían mal y estaban metidos en una especie de cuadra, una pocilga, que olía peor.

HIJA: O sea que aunque le llamamos de la misma manera, queremos decir cosas distintas.

PADRE: No exactamente; en lo esencial estamos de acuerdo, como puedes ver, pero hay pequeños matices en que nos apartamos, aunque sólo nos damos cuenta si le damos muchas vueltas al asunto. Lo importante es que en casa no sólo nos entendemos cuando hablamos de Tres Cerditos, sino que además nos sentimos muy unidos por todo lo que significa para nosotros.

* * * * *

HIJA: ¡Papá!

PADRE: Ummm

HIJA: ¿Y crees que se ofendería si sabe que le llamamos Tres Cerditos?

PADRE: ¿Cuándo, ahora?

HIJA: Bueno, ahora o cuando nos cortaba el teléfono. ¿Qué más da?

PADRE: Claro que da más, porque cuando nos cortaba el teléfono tenía sus motivos, aunque no era nuestra culpa, pero podía ofenderse simplemente porque estaba metido en una reyerta con nosotros...

HIJA: ¿Y ahora?

PADRE: Ahora no lo sé, depende de su inteligencia... de su carácter, su sensibilidad,...

HIJA: Bueno, pero ¿tú qué crees?

PADRE: Yo creo que le haría gracia, al fin y al cabo la metáfora tiene mucho que ver con el humor, como ya estudiaron en otro trabajo[1] estos señores que dejaron que nos coláramos en su librito.


 

 

[1]  Núñez y Lorenzo (1997)