Investigadora Principal:
- Cecilia Díaz Méndez
Resumen del Proyecto:
El proyecto parte de la hipótesis de que la comunicación sobre alimentación ofrecida por los diferentes grupos implicados en la elaboración, estudio, control y publicidad de los productos alimentarios no es óptima. Se generan mensajes dispares y contradictorios como consecuencia de los diversos tipos de representaciones sobre dieta saludable existentes entre los expertos, las instituciones y la industria agroalimentaria. Esto hace que la información no llegue de forma fiable y transparente a los ciudadanos, generando incertidumbre en la toma de decisiones sobre el consumo de alimentos. Esta hipótesis ha sido ampliamente contrastada en las dos partes que incluye nuestra investigación, como expondremos brevemente en el siguiente apartado. En el planteamiento inicial del proyecto se incluía como objetivo un estudio comparativo sobre las diferentes representaciones de dieta saludable en los países del sur de Europa. El recorte en la financiación ha repercutido en que este objetivo sólo se haya conseguido en parte, con estudios en el ámbito italiano; pero ha consolidado redes de actuación conjunta para futuras investigaciones.
1.- El proceso de modernización, desde los inicios de la sociedad de consumo hasta la actualidad, ha marcado las orientaciones que las administraciones públicas han dirigido a la población para cuidar su alimentación y su salud. De un concepto asistencial de dieta saludable, orientado a la población con problemas nutricionales, propio de los años sesenta, se ha llegado hoy a unas orientaciones dirigidas a una población sobrealimentada. En este proceso de transformación se manifiestan las tendencias sociales dominantes de cada momento histórico y las recomendaciones sobre cómo alimentarse adecuadamente no han sido ajenas al cambio social. Pero también han marcado la pauta las percepciones sobre lo que la propia administración entiende en cada momento por dieta saludable. El carácter modernizador de la administración paternalista de los años sesenta se puede observar con facilidad por contraste con unos poderes públicos que, en los ochenta, compiten con los mensajes de las empresas agroalimentarias. A finales del siglo XX las recomendaciones alimentarias se inscriben en un contexto dominado por la reflexión sobre el carácter del cambio social y en el que tanto las administraciones públicas como los ciudadanos confían en las verdades transmitidas por la ciencia como referente de actuación correcta. El proceso de reflexividad y el cuestionamiento del poder científico van a dejarse notar en los inicios del siglo XXI acompañados ahora de un aumento de las preocupaciones ciudadanas sobre los riesgos alimentarios. El análisis de cada etapa se hace relacionando el contexto histórico, los análisis sociológicos del momento sobre la alimentación de los españoles y las recomendaciones alimentarias. Con el contexto histórico se ha podido revelar el marco económico, social y político en el que se hacen las recomendaciones, lo que las hace más compresibles; con los estudios sociológicos se ha puesto de manifiesto la existencia de correspondencia entre el diagnóstico de la situación (alimentaria) y las recomendaciones alimentarias de las agencias públicas pertinentes, además de ver la forma cambiante de la mirada sociológica sobre el consumo alimentario.
2.- En España ha pasado de una sociedad que se introducía tímidamente en el consumo a otra donde el consumidor es el motor del desarrollo. Durante este período se han producido cambios que han influido en muchos aspectos de la vida de los españoles, concretamente en los relacionados con la alimentación. Actualmente los consumidores se encuentran en un contexto de incertidumbre ante lo que es o no aconsejable comer. La publicidad es una fuente más de información con la que cuenta el consumidor, que contribuye a aumentar o disminuir esta confusión. Tras el análisis de los anuncios de las industrias agroalimentarias desde los años 60 hasta el 2003 se observa cómo la publicidad ha ido cambiando en función de cada momento histórico, y cómo los cambios sociales reflejados en los anuncios publicitarios contribuyen a entender el pasado y el presente de nuestra sociedad. En este proceso de cambio social paralelo al cambio en la publicidad alimentaria, se ha modificado significativamente la concepción de salud. En los años sesenta la vinculación entre salud y falta de alimentos marcaba la relación no expresada directamente en la publicidad, pero implícita en sus contextos. Posteriormente, y a medida que la sociedad de consumo a madurado, se ha podido ver el crecimiento de la relación entre la salud y la estética y las primeras asociaciones entre estar sano y mantenerse delgado. En las últimas décadas la relación cobra una nueva dimensión pues la alimentación aparece como un instrumento al servicio de la salud que puede ser manipulado por el consumidor para lograr beneficios directos antes solamente atribuidos a los medicamentos.
Todo parece indicar que el concepto de dieta saludable, bien a través de las recomendaciones institucionales, o bien a través de la publicidad, va modificándose a lo largo del tiempo como consecuencia del propio cambio social, pero esto se organiza de manera diversa. Se busca responder a las necesidades concretas del consumidor, adaptándose a él en cada momento histórico, pero el análisis muestra además que las instituciones (públicas y privadas) se escudan en este objetivo no manifestando explícitamente todos sus intereses. Subyace al análisis una concepción del consumidor como agente pasivo del desarrollo y sometido a los intereses de otros agentes sociales. Sobre el consumidor se plasma una determinada concepción de salud y de alimentación. No parece que el consumidor haya mostrado siempre su carácter más moldeable, si tenemos en cuenta que no todas las campañas cuentan con el éxito esperado por sus promotores (ni las públicas ni las privadas), pero sin duda muestran las intenciones de éstos sobre aquellos. No ponemos en duda que estas intenciones son legítimas, pero hemos podido constatar que se ofrece una imagen de la orientación que se da hacia el consumidor que no siempre es tan aséptica como los promotores parecen querer mostrar. Las vinculaciones de las administraciones con los productores agrarios, o la publicidad de los alimentos funcionales de la publicidad alimentaria de los últimos años, muestran claramente los intereses no siempre explícitos de unos y otros, dejando en evidencia la falta de consideración de las capacidades de reflexión y análisis de un consumidor que cree contar con información veraz y fiable respecto a la comida, y que responde, precisamente, en función de ello al adquirir los productos.
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