Entrevista a Cecilia Díaz-Méndez, Catedrática de Sociología de la Universidad de Oviedo

Extraído de La Nueva España, 24 de mayo de 2020.


Cecilia Díaz-Méndez, nacida en Villayón, es catedrática de Sociología en el departamento de Sociología de la Universidad de Oviedo, donde  imparte clases de Sociología del Consumo desde 1993. Sus investigaciones la convierten en un referente nacional. Desde el año 2000 dirige el grupo de investigación en Sociología de la Alimentación integrado en el clúster de Biotecnología y Salud del Campus de Excelencia Internacional de la Universidad de Oviedo (Asturias).
Ha realizado, con sus colegas del grupo de investigación del Departamento de Sociología de la Universidad de Oviedo, la Encuesta Nacional de Hábitos Alimentarios (Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, 2013) y ha aplicado sus conocimientos a estudios de carácter social, como los desarrollados para Cruz Roja Española sobre la alimentación en tiempos de crisis con el apoyo de la Fundación Alimerka o su colaboración en el Informe UNICEF Asturias. Es también coautora del informe “Alimentación, factor clave de salud y sostenibilidad” impulsado por Cariotipo, consultora de lobby y comunicación.
La experta en sociología alimentaria Cecilia Díaz-Méndez analiza en esta entrevista cómo la crisis sanitaria del covid-19 ha podido alterar nuestros hábitos alimentarios, qué puede haber traído de bueno o de malo el periodo de confinamiento que aún dura, aunque sea de forma atenuada, a las vidas de los asturianos.

¿Qué importancia y qué relevancia ha tenido la comida en el excepcional confinamiento domiciliario de las últimas semanas?

–El confinamiento ha reforzado el valor de la comida como centro de las relaciones sociales en un doble sentido: por un lado, por el hecho de comer en familia, cosa complicada en el día a día por los horarios de trabajo y colegio; por otro lado, ha permitido recuperar el disfrute por la cocina, un trabajo principalmente femenino, poco reconocido pero intenso, al que seguramente estos días se han incorporado otros miembros del hogar al disponer de tiempo para ello. Con las restricciones de movilidad, la comida se ha convertido en uno de los focos principales de la vida del hogar durante el confinamiento. Aunque el grupo sea diverso en edades, en intereses y actividades, todos se juntan a la hora de comer porque esa unión, visible en torno a la mesa es lo que ayuda a sobrellevar, como grupo, la adversidad a la que nos ha sometido el covid-19. La comida cohesiona al grupo y refuerza la identidad colectiva.

¿Y en los casos de personas que viven solas?

–En los hogares unipersonales, quienes habitualmente están solos o quienes lo han estado por sus circunstancias personales o laborales, seguramente la comida, y su preparación y compra, ha introducido una rutina organizadora de los largos días de confinamiento. La salida a comprar el pan y la elaboración de comidas y cenas habrán impuesto una rutina necesaria para no perder la calma. La comida en soledad pierde una parte del carácter social que le es propio, pero durante el confinamiento se ha compartido virtualmente a través de las redes sociales.

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